banner banner banner
90 millas hasta el paraíso
90 millas hasta el paraíso
Оценить:
Рейтинг: 0

Полная версия:

90 millas hasta el paraíso

скачать книгу бесплатно


* * *

Huir… Huir. Y cuanto antes, mejor. En este pa?s maldito desde la infancia lo ?nico que hac?an era humillarle, expulsаndolo de una de las escuelas, o de otra mientras que еl simplemente defend?a su opiniоn, como pod?a…

No importa que el casco sea viejo y el motor estuviera en las ?ltimas. Hasta Florida hay 90 millas. Las pasaremos cueste lo que cueste…

Para la traves?a se alistaron siete clientes de pago. Dinero en vivo. Podemos llevarnos a la madre reciеn recuperada del infarto, al padre y el hermano. Ser?a bueno si llevаramos a la criatura. Magn?fica idea. Correcto. Aunque sea para hacerle una faena a Dayana y a su madraza ciza?era, a do?a Regla. Nunca lo respetaba, no lo consideraba ser un digno partido para su hijita. Procuraba encontrar alg?n nomenclador alisado de la Uniоn de Jоvenes Comunistas. Le tildaba de ignorante y desafortunado. Por ella todo se fue al garete lo de Dayana, la muchacha terca, que nunca se escapar?a de la tutela de su madraza.

La chica no estaba en casa. Su madre, vieja quisquillosa, no quiso dar a Lаzaro el peque?uelo Javier Alejandro. ?Quе es lo que se estа permitiendo! ?Es su criatura! Oh, si en casa, en vez de la se?ora, hubiera estado solamente el padre de Dayana, don Oseguera, entonces, Lаzaro habr?a podido realizar lo ideado, el viejo Lorenzo era un inocentоn, y ser?a muy fаcil enga?ar a tal dominguejo.

Ya no hab?a tiempo para organizar el secuestro del bebе. Do?a Regla sospechо algo. ?Una bruja sagaz! No obstante, Lаzaro no parec?a estar muy disgustado, ya que hurtar a su propia criatura era para еl una tarea secundaria. El hecho de que, al finalizar exitosamente la traves?a, el peque?uelo Javier pod?a ser para еl en los EE.UU. un agobio, tranquilizо la flagelaciоn de Lаzaro por este intento fracasado de un enga?o “justo”.

El teniente Manuel Murillo, su vigilante avaro, lo segu?a persiguiendo. Lаzaro no ten?a la intenciоn de volver a cruzarse con еl en esta vida pecadora y, mаs a?n, no ten?a ni el menor deseo de pagarle un tributo eterno.

El aventurero quemaba las naves. Aqu? no ten?a nada que perder. Para еl la isla de la Libertad pod?a convertirse solamente en una cаrcel.

Desde la infancia еl era el mаs fuerte entre todos sus coetаneos, pero ellos con su esp?ritu gregario y colectivismo siempre se un?an contra еl, o, en vista de su debilidad, se quejaban a los maestros. Y si еl juntaba entorno suyo a muchachos, los cuales reconoc?an su liderazgo incondicional y su autoridad innegable – lo clasificaban como delincuente y casi siempre conllevaba acabar expulsado del colegio.

Siempre hab?a motivo alguno para actuar as?. Es que еl era una persona de acciones. Si a alg?n escolar lo han herido con una lezna, si a alguna alumna de los grados superiores le romp?an la nariz o han tirado por el patio del colegio latas con excrementos, ya no hab?a que dudar que esto ser?a asunto de manos de Lаzaro y sus amigos.

Tales como еl conquistan Amеrica. Porque act?an sin volver la cabeza atrаs. Prosperando en los EE.UU., se vengarа del sistema que lo ha rechazado…

No le dejaba en paz el problema principal, hab?a que persuadir a su amante. Sin ella, mаs exactamente dicho, sin sus parientes forrados ser?an muy penosos los primeros d?as de estancia all?.

– Lo tengo todo preparado. ?Ya ma?ana t? y Eliancito estarаn en el para?so! – no admit?a objeciones Lаzaro, impidiendo a la mujer a tomar la decisiоn, su decisiоn, en la casa de los padres.

– No me dispongo a irme a ning?n lado – no lo admit?a Eliz.

La artiller?a pesada de argumentos a favor de partir inmediatamente de modo inesperado tronо los labios de la madre canosa de Lаzaro, do?a Mar?a Elena, mujer imperiosa y locuaz, la cual intervino en la conversaciоn de los amantes muy a propоsito para Lаzaro, que iba perdiendo la paciencia.

– Chica m?a – se puso a arrullar do?a Mar?a Elena – mi hijo te ama a ti. Si no fuera as?, no habr?a vuelto de Miami. Vino, arriesgando su vida y la libertad, solamente por ti. Te necesita…

– F?jate – se enfureciо Lаzaro – si no les va a gustar, no serа nada dif?cil para m? hacer volver a los dos. ?Esto es coser y cantar!

– Quе significa que no te va a gustar – intercalо estas palabras la madre aliada – all? no puede ser que no te agrade. Eliz, mi chico sabe cоmo ganar dinero. Ya consiguiо siete mil dоlares. Lo que aqu? es ilegal en aquel pa?s es normal y admisible. Podrаs ayudar a tu familia como esta merece.

Elizabeth permanec?a callada. De repente, al haber recordado a Juan Miguel, pronunciо:

– Para Juan Miguel Eliаn es su hijo, como para m? tambiеn. Eso serа injusto respecto a еl.

– ?Injusto? – Se erizо la do?a entrada en a?os – he aqu? un caso monstruoso de injusticia respecto a ti, chica. Por si fuera poco, toda la ciudad siempre sab?a sobre sus andanzas, te difamaba, no ve?a en ti a una mujer, a diferencia de mi chico. Pues еl, quiero dec?rtelo, se la pasa casi todo el tiempo libre con su hijito de pecho.

– ?Eliancito no es el ?nico ni?o? – no lo creyо Elizabeth.

– Llеvatela a esta direcciоn – le ordenо al hijo la madre y le tendiо un desgarrado papelito, en el cual con una letra ordenada y apretada estaban dados la direcciоn y el n?mero de la casa – que lo vea con sus propios ojos, solo hay que ir ahora mismo – a?adiо esta susurrando al o?do del hijo. Lаzaro trajo a la mujer conforme a las se?as dadas por la madre de еl. Aparcо su coche, sin apagar el motor, al lado de un edificio pintado de color azul, en una callecita empedrada de guijas entre el puerto y la fаbrica de ron. No esperaron mucho rato. A la casa ven?a aproximаndose una pareja. El hombre sosten?a en sus manos una criatura. Los dos entraron en la casa y desaparecieron tras una puerta de hierro. Este era Juan Miguel.

– ?Vayаmonos! – ordenо Eliz con un tono decidido.

– ?Puede ser que pasemos y veamos a quе se estаn dedicando? – su contrincante saboreaba el desenmascaramiento de Juan Miguel, el cual hasta hace un rato pose?a una imagen impecable. El plan de su madraza resultо ser exitoso. El padre de Eliаn quedо denigrado. Apareciо ante Eliz con un aspecto de embustero o, digamos, semi mentiroso. ?Da igual! El resultado es lo primordial. Eliz pidiо dos d?as para los preparativos…

* * *

22 de noviembre de 1999.

Los suburbios de Cаrdenas

El viento segu?a soplando ya hace dos d?as, infundiendo la inquietud no solamente en las columnas desordenadas de las olas oceаnicas, sino en los corazones de media docena de personas, que se decidieron a abandonar la patria y que hab?an confiado su suerte en el piloto diletante que se llamaba Lаzaro Mu?ero.

– All? estа el para?so – as? hablaba un hombre que llevaba colgado un machete del cinturоn, pero el peque?o Eliancito, no se sabe por quе, no cre?a en eso, mirando el cielo deslucido, y a un repugnante buitre negro con la cabeza roja, que planeaba sobre la barcaza miserable, en la cual se hab?an reunido los condenados para emprender una traves?a peligrosa.

La gente portaba los ba?les con las prendas, pisando la escalera oxidada, volviendo la cabeza hacia atrаs y rega?ando al caudillo muy seguro de s? mismo. Se desped?an muy de prisa y corriendo con los pocos familiares, cuyos ojos se humedec?an por las lаgrimas.

El buitre negro, conocido como aura o tragоn de carro?a, ahora estaba dando vueltas sobre la barcaza en compa??a de otras aves, uniеndose en una bandada entera de compa?eros de esta especie. Desplegando las alas ralas, ellos se lanzaban en picada a las rocas ribere?as, o se levantaban por las nubes, la trayectoria inconcebible pod?a ser emparentada al caos, en el аnimo que reina entre los refugiados. A las aves que volaban de acа por allа, sin ser capaces de determinar la altura requerida, algunos de los que vinieron a despedir a los suyos cre?an que era el presagio de una desgracia.

Una de las jоvenes mujeres, que se llamaba Ariana, se arriesgо a emprender un viaje tan peligroso con su hijita de cinco a?os, pero le fallaron los nervios. Una escaramuza violenta con Lаzaro le hizo comprender que arrancar sus mil dоlares pagados, en calidad de avance por el traslado, ella de ninguna manera podr?a obtenerlos de nuevo, ya que el dinero hab?a sido gastado en la preparaciоn de la expediciоn. Entonces, la mujer entregо forzosamente a su chicuela a la madre, que vino a despedirse de ellos, y mostrando su desdеn hacia Lаzaro, o al riesgo que ahora le amenazaba solamente a ella, iba portando el ?ltimo bаrtulo al casco. Este era de una vitalidad dudosa. Para Ariana ahorrar tal suma era prаcticamente algo irreal, por eso no le quedaba, a su parecer, otra salida. La traves?a de la peque?a Estefan?a y su madre anciana la aplazaba para organizarla despuеs… Cuando estuviera bien plantada en los EE.UU.

– ?Mamа, por quе papа no se va con nosotros? – pesta?eaba con sus ojitos casta?os Eliancito.

– ??No estаs harto de chacharear sobre tu padrazo?! – Lo cortо bruscamente Lаzaro, estando acalorado de la disputa con la loca Ariana, – te las pasas callejeando de un lado a otro los d?as enteros. Ya es hora de hacerse mayorcito. Ma?ana estarаs en un pa?s donde hay todo lo que puedas so?ar…

– ?Y un Mickey Mouse grande? – la pregunta del peque?o desconfiado Lаzaro mentalmente la clasificо como primitiva, pero de igual modo contestо:

– Mickey Mouse no serа lo ?nico que podrаs ver all?.

– ?Y una nueva patineta?

– En ella irаs a ver a Mickey Mouse – lo expresо con mordacidad este, cansado del interrogatorio est?pido del ni?o.

– ?Habrа un machete de juguete en un estuche de cuero con motivos indios y con el perfil de Hatuey[9 - Hatuey – cacique de los indios. Encabezо la sublevaciоn de 1511–1512 contra los colonizadores espa?oles. Fue hecho prisionero por la orden de Diego Velаzquez de Cuellar fue quemado en la hoguera.]? – siguiо preguntando el chico melindroso.

– ?Para quе necesitas un machete de ese tipo? F?jate, tengo uno verdadero. Con еl se puede cortar tu leng?ita desobediente, si no cesa de desembanastar… – La amenaza no parec?a ser tan inofensiva, en especial para Eliancito, que se asustо no tanto del irritado tono del conocido de mamа, sino del aspecto amenazador de su machete con un mango macizo hecho de madera rosa.

– ?Es obligatorio que te la pases asustando al ni?o? – intervino la madre.

– No te enojes con еl, ni?a m?a – como siempre surgiо a tiempo do?a Mar?a Elena, fumando un cigarro – Todo eso tiene lugar por las divisas malditas. Le hicieron perder la cabeza al pobre chico. Ahora lo estа pagando con el propio trabajo. Estа tan atareado que no le queda tiempo para elegir las adecuadas expresiones. Querida, deberаs comprenderlo. Es que еl tambiеn estа esforzаndose por ti. En primer tеrmino, es por ti, nena.

– Quiero ver a papа… – mirando con esperanza a su mamа, pidiо Eliancito.

– Ahora еl es tu papа, – la vieja anciana con el cigarro en la boca, parec?a ser un babalao[10 - babalao – es t?tulo Yoruba que denota a los Sacerdotes de Santer?a materializaron en la prаctica su sue?o y no llegaron hasta el para?so en la Tierra.], indicо al conocido de mamа.

– No hay dos papаs. ?Papа ha de ser solo uno! – rechazо esas palabras el ni?o, apretando los labios y buscando con los ojitos la afirmaciоn de su conclusiоn, aunque fuera con una gesticulaciоn m?mica aprobatoria de su mamа. Pero esta no reaccionо siquiera a su rеplica. Permanec?a callada.

– ?Es verdad, mamа? – lanzо un grito Eliаn, tirаndola de la manga.

La mujer no contestaba al hijo, observando ensimismada al ?ltimo viajero que subiо a bordo, en cuya mirada pudo leer sus propios pensamientos.

A Don Ramоn Rafael, se le pod?a o?r gimiendo, era el padre de Lаzaro. El hijo y la mujercita de еl pudieron convencerle de trasladarse solamente mediante un ultimato directo, afirmando que si еl contin?a obstinаndose – desamarrarаn solos.

?Cоmo еl, una persona solitaria y de edad avanzada, podrа vivir luego sin sus familiares? Sean como sean, pero son los mаs allegados. Si parara a estos “viajeros”, lo martirizar?an luego con reproches, chantajes y cavilaciones. Le pondr?an el gorro a еl, acusаndole de que por culpa suya no materializaron en la prаctica su sue?o y no llegaron hasta el para?so en la Tierra.

?Quiеn sabe dоnde estа ese para?so? Puede ser que estе aqu?, en Cuba… Si una persona habla constantemente, que estа viviendo mal, el Se?or puede mostrarle como es “realmente mala la vida”. Cuando un hombre ve lo bueno hasta en condiciones donde la

vida no es muy fаcil, Dios mostrarа lo que es “verdaderamente bueno”.

Puede ser que Fidel de verdad sea profeta, semejante a Moisеs. Cuarenta a?os a partir de 1959 estuvo еl indicando el camino limitаndose a una isla, explicando que no hay nada que buscar, que en realidad se hallan en el para?so. En su isla poblada por miles de animales excepcionales y no hay ninguno que sea venenoso. Donde los аrboles sagrados e imponentes, la ceiba, que crece junto a Caesalpinias fogosas. Donde se abre la mariposa n?vea, y gorjea la diminuta ave tocororo, cuyo plumaje azul-rojo-blanco se asemeja a la bandera cubana. Quizаs transcurridos cuarenta a?os de andanza por la isla su tierra se haya convertido en un para?so, ademаs, llegо a ser el Edеn con ayuda de sus manos cansadas, que con la misma obstinaciоn saben manejar el arado y el fusil…

– Debes ir por tu hijo – as? se expresaba Mar?a Elena, instruyendo a don Ramоn para el lejano camino – aqu? estarа perdido, se pudrirа en las mazmorras de Ra?l. All? se abren inimaginables perspectivas… Tu hijo te necesita. No lo traiciones.

… Cuando el caudillo de la primera guerra por la independencia de Cuba, Carlos Manuel de Cеspedes, fue puesto por los espa?oles ante la opciоn de salvar a su hijo natal o traicionar a la patria, el hеroe prefiriо sacrificar la vida del hijo a rescatarla mediante el precio de la traiciоn.

Don Ramоn Rafael se orientaba bien en la historia, pero no cre?a poder ser capaz de un acto de hero?smo. Por dentro se arrepent?a por la bajeza de esp?ritu y con todo corazоn sent?a que estaba cometiendo un error, pero, acostumbrado a seguir la corriente, como si fuera un zombi, entraba en un r?o turbio lleno de ilusiones ajenas, sin saber a dоnde lo llevar?a la corriente tempestuosa.

– ?Dame el extremo! ?T?ramelo! – Vociferaba Lаzaro a un torpe jovencito, el cual intentaba sacar la soga del bolardo – ?Por quе eres tan lento?… ?Apaga el motor, la soga se puso tensa! No lo podrа hacer este debilucho…

– ?Puede ser que demos marcha atrаs? – preguntо de manera insegura el duro de o?do Bernardo, que se asumiо voluntariamente el modesto papel de contramaestre, pero, poniеndose al timоn, inmediatamente creyо ser Magallanes.

– ?Apaga el motor y apаrtate del timоn, idiota! – ordenо Lаzaro, mientras acompa?aba sus exigencias con gestos expresivos…

– ?Estаs seguro de que luego lo pondremos en marcha? – Lo dudо el contramaestre rechazado, aunque se sometiо al cacique, parо el motor con pocas ganas, bajо del puente de mando y con aire sombr?o se dirigiо al escotillоn que llevaba a la bodega. Mejor ser?a ir a comprobar el remiendo hecho con soldadura en caliente, ejecutado de prisa en la sala de mаquinas, que o?r todo tipo ofensas. Realmente, en esta embarcaciоn oxidada de los d?as de Batista, que era tan caduca, como el submarino alemаn, hundido en estas aguas a mediados de la Segunda Guerra Mundial, hab?a mаs de un remiendo bajo la l?nea de flotaciоn. Pero Lаzaro y su “contramaestre” solamente sab?an la existencia de un agujero remendado.

– ?Tira la soga para s?, pachucho! – Vociferaba a todo grito Lаzaro, – Ah? estа, holgazаn. ?T?rala a bordo! Por fin. ?Desamarramos! – Hac?a todo lo posible para que lo vieran en acciоn – dec?a palabrotas, se agitaba, se acaloraba…

A duras penas al motor se le aclarо la voz a fondo. Este comenzо a traquetear con aire enfermizo y apenas pod?a arrastrar a los fugitivos hacia el horizonte tras el cual se extend?a la deseada Florida – puesto avanzado del sue?o americano.

– ?Yo quiero ver a papа! – mirando el agua tempestuosa tras la popa, Eliancito les hizo recordar que estaba a bordo.

– ?Cаlmalo, o si no yo lo tranquilizo! – Ense?о los dientes como un lobo a Elizabeth, le advirtiо groseramente Lаzaro – llеvalo al camarote.

– Ah? tampoco hay sitio – le contestо Eliz mostrando la cara de pocos amigos y apretо al ni?o contra el pecho.

“Este Lаzaro tiene un machete afilado, como una cuchilla. De estar mi papа aqu?, sabr?a cоmo arreglаrselas…” – pensо Eliаn, y este pensamiento grato, junto con la manta de lana, con la cual mamа tapо al ni?o, empezо poco a poco a adormecer al joven pasajero del yate maldito. El aspecto poco atrayente de esta barcaza del sue?o de manera adecuada correspond?a a lo que le estaba predestinado por la suerte, ser el ?ltimo refugio para los doce ciudadanos de Cuba, que se iban en b?squedas de una vida mejor.

La mayor?a de ellos, a semejanza de Lаzaro, no apreciaba su ciudadan?a. Algunos, como don Ramоn, quedaron sometidos a la voluntad ajena y segu?an yendo por el trayecto trazado. Otros, como Elizabeth, actuaban instintiva y espontаneamente, obedeciendo a la primera emociоn y prestando o?do solo a una amargura fugaz y una ofensa insoportable a primera vista. Esto es una bien marcada caracter?stica de las mujeres latinoamericanas. Pero hab?a entre esos desdichados, afectados por el virus de la desesperaciоn y otros que intentaban hallar el suero de la salvaciоn, no en el lugar donde lo produc?an, un hombrecillo que vagamente se imaginaba a donde lo llevaba una fea y destartalada embarcaciоn del miedo, a la cual no se sabe por quе la tomaron por un deslumbrante buque n?veo de la Esperanza…

* * *

Las incansables olas se bat?an contra los bordes, haciendo aflojar el yate, como un r?o feroz lanza de un lado al otro la canoa de los descuidados “extrеmales” – fanes del balsismo. El mareo, novia eterna de la tormenta, cubriо a todos con un velo inmovilizador.

La gente, no acostumbrada al balanceo, vomitaba ah? mismo, en el camarote, sin atenerse a las reglas de urbanidad, y, ahora ya en voz alta, maldec?a a Lаzaro. En efecto, еl convenciо a todos que, habiendo calma en el mar y siendo el tiempo despejado, las lanchas fronterizas estar?an yendo y viniendo por todos lados, lo que significaba que no se pod?a evitar la desgracia. Mientras que, en un d?a nublado, acompa?ado de una tormenta leve, no podr?an ser abordados. En condiciones de mala visibilidad podr?an pasar inadvertidos… Ser?a mejor que los advirtieran.

Uno de los remiendos en el fondo, junto a la quilla, estaba despegаndose, y por ah? dejaba pasar el agua…

El ingenioso plan del intrigante se volviо contra еl mismo. Transcurridas seis horas, despuеs de iniciarse la traves?a a ciegas, el motor exprimiо de s? todos los jugos y se puso a escupir con gasоleo de mala calidad. En definitiva, bramando dentro de sus l?mites de potencia, empezо a rugir como una fiera herida de muerte, y en un instante se parо, o se deteriorо o simplemente muriо, y al final despidiо holl?n.

Lаzaro no habr?a podido comprender la causa de la rotura, y no lo intentaba siquiera. La barcaza ven?a inclinаndose estrepitosamente al borde izquierdo, y al mismo tiempo se hund?a en el mar por el lado de la toldilla. Parec?a ser, que el agujero se formо atrаs en el lugar de aquel remiendo de acero. La presiоn del agua lo hizo saltar, como si fuera un corcho de champa?a.

Ahora nadie pensaba acerca de los hаbitos nаuticos del piloto-impostor. El pаnico no deja lugar a las reflexiones cuando todos concibieron que el buque estuviera hundiеndose, el miedo ya hab?a expulsado los ?ltimos focos del raciocinio. Los ancianos fueron las primeras v?ctimas. No pudieron salir siquiera a la cubierta superior. El camarote quedо inundado en unos segundos. Entre ellos quedaron sepultados los padres de Lаzaro, do?a Mar?a Elena y don Ramоn, y cinco desgraciados mаs.

Una enorme ola cubriо la cubierta sin que dejara la m?nima posibilidad de encontrar all? un refugio. Ahora la gente estaba cara a cara contra el mar. La barcaza, mejor dicho, los restos que quedaron de esta, se desped?a expidiendo los ?ltimos gorgoteos y pompas efervescentes…

Hallаndose fuera del yate, Elizabeth vio a unos pobretes que se ahogaban, los cuales uno tras otro iban hundiеndose. No gritaba como los mayores, no ped?a ayuda. All?, a unas veinte yardas de ella, estaba el peque?o Eliancito. Еl combat?a contra las olas, sintiendo que ya se le agotaban las ?ltimas fuerzas, y bataneaba con sus peque?as palmas el ocеano cruel. Ten?a miedo. No pod?a ver sus salpicaduras, se lo imped?an hacer las olas pesadas, de las cuales se hac?a mаs y mаs dif?cil escurrirse.

Su padre todav?a no aparec?a… ?Dоnde estа? Ahora aparecerа el salvavidas, y luego llegarа a nado su taita. Obligatoriamente llegarа hasta aqu?, habrа que resistir un poquito. Es que su papа le ense?o a nadar…

Juan Miguel en este momento realmente ven?a corriendo para socorrerle. Se aproximaba a la orilla inconsciente, la arena porosa le obligaba a desacelerar la velocidad, pero ya el agua le llegaba a la rodilla. Apartando con las manos las olas endiabladas, iba avanzando mаs y mаs. Estas le pegaban bofetadas, haciеndole borrar al mismo tiempo las lаgrimas de su desesperaciоn. Еl gritо por su incapacidad y presintiendo algo muy horrible…

La nota, esa extra?a nota de Elizabeth con una palabra alarmante “Perdоname”. Una s?plica humana, expresada mediante un verbo en forma imperativa. “Perdоname” siempre lleva prаcticamente un significado global, y casi nunca se refiere un deseo de ser indulgente por alguna culpa concreta. Por eso, probablemente, es mаs fаcil implorar perdоn por todo lo hecho. “?Por quе perdonarle?… – Juan Miguel estaba atormentado por las dudas, – ?Dоnde estа Eliancito? ?Para quе Eliz se llevо todo el dinero? ?Quе ocurriо?

Algo desconocido lo empujо afuera, a la calle, a la avenida, al ocеano… Iba guiado al encuentro por la inminencia.

Las olas le pegaban en el pecho, mientras que еl solamente intentaba resistir y no cometer una locura. Quer?a moverse a nado y no pudo explicarse a s? mismo hacia adоnde y para quе… Se sent?a como una part?cula de arena, impotente e in?til. Pero en este mundo hab?a una persona, un hombrecito mucho mаs vulnerable, este era su Eliancito. Ya por eso no deb?a ser debilucho. Es que еl es el padre…

– ?Eliаn!… – gritaba Juan Miguel a la lejan?a infinita, pero su voz iba perdiеndose en un ruido roncador de las hileras amenazadoras. Las falanges alineadas de las olas ven?an avanzando, y la presiоn iba creciendo. Ellas lo hac?an revolotear con escarnio, intentando tragarlo con los molederos remolinos de espuma, pero el hombre permanec?a parado, segu?a llamando a su hijo:

– ?Eliаn!…

Su ni?o permanec?a callado. Sab?a que su papа lo estaba mirando, que еl de un instante a otro le tender?a la mano y lo salvar?a. Como en aquella ocasiоn… Su papа no dejarа que еl se ahogue…

Ya no hab?a ninguna barcaza. Elizabeth pudo visualizar una figura mаs, estaba al lado, a unas diez yardas, agarrada a un neumаtico inflado. Lаzaro se val?a de еl para desplazarse por el agua y era el ?nico accesorio de salvamento que hab?a en la embarcaciоn ya hundida. Con la mano libre remaba en direcciоn opuesta al lugar donde Eliancito, con sus ?ltimas fuerzas, pretend?a mantenerse a flote.

– ?Vuelve! ?Atrаs! – rogо Eliz, Lаzaro se encontraba mаs cerca a su hijo. Pero su llamamiento condenado quedо sin respuesta. Еl continuaba alejаndose, sin poder imaginar que la desolaciоn dio a Eliz un incre?ble coаgulo de energ?a, la obligо a tomar una decisiоn drаstica.

Ya no nadaba, sino que se empujaba del agua con las manos y los pies, avanzando precipitadamente. Parec?a que las olas la estaban apretando. La distancia hasta su ex amante iba disminuyendo. En total eran cinco yardas, tres, dos, una y he ah? su pie… Ella ya lo agarrо del tobillo y con fuerza dio un tirоn hacia s?. Ella misma, habiendo alcanzado el neumаtico, como si fuera una martillista, lo hizo girar hacia el lugar donde supuestamente se encontraba Eliancito. Aplicando todas las fuerzas disponibles, hizo sacar del pecho la ?ltima posibilidad de salvar al mаs querido, que ten?a ella, a su primogеnito, al hijito suyo.

?Dоnde estа? ?Acaso es tarde? ?Puede ser que todo ha acabado? La vida de ella no vale nada, solamente hacerlo a tiempo, solamente llegar al lugar donde estа el peque?uelo…

Algo la tiraba hacia atrаs. Era la mano musculosa de Lаzaro. Emergiо del torbellino oceаnico que le estuvo dando vueltas. Eliz se dio vuelta a еl… y sintiо un fuerte golpe. Un potente pu?etazo en el entrecejo. No sent?a dolor. La sangre brotо como un chorro y la ola se la lavо con un manotazo salado.

Por primera vez le pegо. Era mаs fuerte. Pero ella era mаs audaz. Este intentaba salvar su vida, y ella la de su ni?o. Esta era su principal superioridad. Perdiо el sentido por un instante y al volver en s? reanudо la persecuciоn.

Las olas parec?an burlarse de Lаzaro, organizando danzas delante de su nariz, e impidiеndole determinar el lugar donde se hallaba el neumаtico. ?Y quе misterio es esto? ?Otra vez la bruja! Hab?a que asestarle un golpazo en la frente y as? acabar para siempre con ella. La mujer lo agarrо con las dos manos, ?y quе estа haciendo? ?En quе estа pensando? La pegaba en la cabeza, le pinchaba los ojos con los dedos, le arrancaba el pelo… Todo era in?til.

– ?Suеltame! – vociferaba frenеticamente en un estado de pаnico el desgraciado piloto anheloso. Ya ten?a presa de muerte la nuez de la garganta y lo arrastraba al fondo, tras s?, ya que hab?a decidido firmemente alcanzar las profundidades del ocеano en compa??a de un varоn. ?Habr?a que enterarse si estaba all? el ni?o y si logrо alcanzar el neumаtico?… Ella mor?a, liquidando la amenaza a Eliаn.

El cuerpo de Lаzaro, al haberse desprendido de las manos de Eliz, encontrо un refugio al lado de un enorme cornudo coral cerebro, rodeado de plumas de gorgonias. Esta ca?da inesperada de algo ajeno alarmо a una colonia de esas esponjas de dos metros. Se pegaron al cadаver como si fueran sanguijuelas, habiendo expulsado una cantidad inimaginable de tintura de color lila. Unos tiburones pronto advirtieron el cuerpo rojo, aunque no lo tocaron, creyendo que ser?a venenoso. Tampoco lo hicieron con Eliz, la que estaba durmiendo el sue?o eterno. Se acomodо en una cavidad poco accesible para sus mand?bulas macizas entre los corales negros, en un campamento retirado de peces balistes y angelotes, nоmadas del Atlаntico.

Unos peces raros susurraban un no sе quе a la bella durmiente, imaginаndose ser guardias, que desterraban el ajetreo y las dudas. Le aplicaban un maquillaje de tranquilidad en su semblante, intentando quitar de su cara el velo inmоvil de un temor incompresible. “No te molestes, princesa… un adepto habr?a podido leer los desahogos mudos, valiеndose de los labios – Esta es una de las mаs hermosas inhumaciones terrenales. Aqu? reina la calma y la pacificaciоn…”

Si no fuera el severo Epinephelus el que siempre sacude las aletas y menea la cola, como si supiera algo de importancia que solamente lo darа a conocer cuando los otros le abran el paso. Pues, por favor. Expоn tu noticia, fanfarroncito. ?Quе viste all?, estando arriba, en la superficie de las aguas maliciosas? Un ni?o desesperado que se ahogaba. Se val?a de las ?ltimas fuerzas para alcanzar un neumаtico de goma, se encaramо en este y pudo mantenerse hasta que se estableciо la bonanza. Ahora estа durmiendo en medio del centellante espejo del mar. El sol le hace cosquillas en la nariz…

?Y nada mаs? ?Esa es toda la novedad?… ?Se hinchо como si supiera unos detalles s?per importantes! “No quieren o?rme hablar, como quieran” – Epinephelus saliо a escape, advirtiendo una maravilla azul cielo, era un Acanthurus que se filtrо por detrаs del coral, dando a entender que el pececito ser?a un oyente mucho mаs agradecido. No obstante, apenas hubo desaparecido el Epinephelus, los sarcаsticos balistes y los irоnicos angelotes percibieron con sus escamas que la alarma en su oculta cavidad ya desapareciо sin dejar rostro, y de la faz de la princesa se esfumо la m?mica de un temor incomprensible y apareciо una sonrisa misteriosa…

La ma?ana del 23 de noviembre de 1999

Alta mar, a 10 millas del puerto de Key West

Extremo meridional de Florida

– ?Hombre al agua! – vocifero un pescador barbudo, haciendo bajar un bote de salvamento al agua.