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La Incubadora De Qubit
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La Incubadora De Qubit

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La Incubadora De Qubit
Charley Brindley

La Incubadora de Qubit

Por

Charley Brindley

charleybrindley@yahoo.com

www.charleybrindley.com

Editado por

Karen Boston

Sitio Web https://bit.ly/2rJDq3f

Traducido por

Jorge Ledezma

Diseño de portada por

Charley Brindley

© 2020

Todos los derechos reservados

Publicado por Tektime

www.tektime.it

© 2020 Charley Brindley, todos los derechos reservados

Impreso en los Estados Unidos de América

Primera Edición Abril 2020

Este libro está dedicado a

la memoria de

James Seth Brindley

Otros libros de Charley Brindley

1. Oxana’s Pit

2. The Last Mission of the Seventh Cavalry

3. Raji Book Two: The Academy

4. Raji Book Three: Dire Kawa

5. Raji Book Four: The House of the West Wind

6. Hannibal’s Elephant Girl

7. Cian

8. Ariion XXIII

9. The Last Seat on the Hindenburg

10. Dragonfly vs Monarch: Libro Uno

11. Dragonfly vs Monarch: Libro Uno

12. The Sea of Tranquility 2.0 Libro Uno

13. The Sea of Tranquility 2.0 Libro Dos: Invasion

14. The Sea of Tranquility 2.0 Libro Tres

15. The Sea of Tranquility 2.0 Libro Cuatro

16. Sea of Sorrows, Book Two of The Rod of God

17. Do Not Resuscitate

18. Hannibal’s Elephant Girl, Libro Dos

19. The Rod of God, Libro Uno

20. Henry IX

Pronto:

21. Dragonfly vs Monarch: Libro Tres

22. The Journey to Valdacia

23. Still Waters Run Deep

24. Ms Machiavelli

25. Ariion XXIX

26. The Last Mission of the Seventh Cavalry Libro 2

27. Hannibal’s Elephant Girl, Libro Tres

Vea el final de este libropara detalles acerca de los otros.

Capítulo Uno

West Chelsea, Ciudad de Nueva York

Martes por la mañana, 10 a.m.

"Gracias por darme la oportunidad".

Catalina aceptó la silla de roble de respaldo recto que le fue ofrecida. Miró al hombre que estaba detrás del escritorio mientras leía su currículum.

Treinta y tantos años, Seguro de sí mismo, bien vestido. ¿Me pregunto si es el dueño o el gerente?

La chica se ajustó su falda corta azul, y luego apoyó sus manos juntas en el iPad que tenía en su regazo.

Víctor Templeton estaba recién afeitado, tenía una pequeña cana salpicada en su cabello decolorado por el sol. Su rostro parecía desgastado, cansado. Miró a Catalina por un momento, pero su mirada fija no vaciló. Escribió el número "7" en su cuaderno de notas.

"¿Qué tenemos aquí...?" miró su currículum, "¿Señorita Catalina Saylor?"

La mano de Catalina se disparó al lado derecho del muslo, donde se dio una palmadita en la falda.

¡No están aquí! La chica entró en pánico. ¿Cómo pude perderlos?

Su corazón se aceleró. Sacudió su mano de una manera y luego de otra, finalmente sintió un objeto familiar, y luego el segundo.

Ahí están. ¡Gracias a Dios!

El bolsillo oculto contenía sus tesoros. Todas sus faldas y vestidos tenían bolsillos ocultos en los pliegues de la tela. Nunca usaba pantalones o shorts. Sin su talismán, estaría perdida.

"Imágenes generadas por sonido para los invidentes", dijo ella en respuesta a su pregunta.

Víctor giró un lápiz amarillo en su escritorio. "Hmm... ¿como la ecolocalización de los murciélagos?"

La respiración de Catalina volvió a la normalidad al disminuir su ritmo cardíaco. "Algo así, pero usando la IA para convertir los rebotes del radar en una imagen no visual".

Víctor garabateó el número "8" en su cuaderno de notas. "Imagen no visual". No era una pregunta; repitió su frase como si tratara de darle sustancia. "¿Siendo alimentada por el nervio óptico de la persona invidente?"

"No. Mediante la punta de sus dedos, haciendo de su entorno una imagen táctil".

"Tiene diez minutos para venderme esta idea".

Catalina echó la cabeza a un lado, como una niña con un largo mechón de pelo que le irritara la cara; sin embargo, su cabello corto color marrón chocolate, pulcramente cepillado y echado hacia atrás, apenas le cubría las orejas. Un poco de rubor en sus mejillas habría añadido profundidad a su belleza escultural, pero nunca se maquillaba, consideraba que era una pérdida de tiempo. Tal vez algún día, si alguna vez quisiera anunciar su disponibilidad para las citas.

Abrió su iPad y lo colocó en el escritorio, de cara a su entrevistador. Al llegar a la parte superior, presionó una tecla.

Una figura esbelta con un largo bastón se materializó en la pantalla blanca.

Catalina se sentó, manteniendo su mirada en Víctor.

Mientras miraba el iPad, la figura se movilizó y se abrió camino a lo largo de una calle bosquejada. La figura se transformó lentamente en una forma humana: una mujer, luego se le agregó ropa; una blusa florida y una falda larga, ambas en blanco y negro.

Golpeaba su bastón en la acera, sintiendo su camino.

La acera y los edificios adquirieron más detalles a medida que los sonidos de las voces murmuradas y el tráfico salían de los altavoces del iPad.

Se añadió color a la ropa de la mujer mientras se abría camino entre los peatones que pasaban; chartreuse para la falda, y un impactante naranja para su blusa. Los edificios perfilados se convirtieron en tiendas, con libros y joyas expuestos en las ventanas, mientras que una tienda de conveniencia se veía delante de ella.

"¿Quién hizo esta animación?" preguntó Víctor.

"Yo", dijo Catalina. "La mayor parte."

El entrevistador usó su bolígrafo para tachar el "8" y escribió el "9" al lado.

La mujer invidente llegó a un cruce de calles y se detuvo cuando el extremo de su bastón cayó del borde de la acera.

Inclinó la cabeza, escuchando.

"¿Hay alguien ahí?" Su voz provenía de los altavoces.

Una niña, tal vez de diez años, se acercó a su lado. "¿Qué pasa?"

"Soy ciega. ¿Puedes ayudarme a cruzar la calle? Es la 47a, ¿verdad?"

"Sí, lo es". La chica tomó su mano. "¿Qué le pasó a tus ojos?"

"Afganistán".

"Escalón". La chica llevó a la mujer de la acera a la calle. "Podemos cruzar ahora. ¿Resultaste herida en la guerra?"

"Sí. ¿Cómo te llamas?"

"Mónica". Estamos en medio de la calle, pero aún tenemos la pasada".

"¿Vives cerca?"

"Dos cuadras". Mamá me mandó a la tienda a por polvo de hornear. Prepárate para subir a la acera".

El bastón blanco golpeó por delante de la mujer. Cuando tocó el bordillo, ella sintió la altura.

"Si no puedes ver, ¿por qué llevas gafas de sol?"

Después de subir a la acera, la mujer buscó sus gafas y se las quitó.

"Oh", dijo Mónica.