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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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El cuerpo de Kyou levitó hacia la ventana en la que se dio cuenta de que el aroma era más fuerte. Unas esferas de oro fundido se abrieron sorpresivamente ante la escena frente a sus ojos. Ahí… en la habitación donde Kyoko yacía, un joven con ojos dorados y largo cabello medianoche plagado de mechas plata que hacían juego con las suyas entró.

Sintió como si el aire hubiese sido sacado de golpe de sus pulmones al tiempo que veía el reflejo de la imagen del asesino de su hermano de pie en la cabecera de la cama, mirando hacia la chica adormilada que había secuestrado.

Su máscara helada se desvaneció completamente ante la visión de este chico que se parecía a su querido hermano de hace tanto tiempo. “¿Cómo es esto posible?” Al recordar la primera palabra que ella le había dicho, hizo que su pecho le doliera. Lo había llamado Toya por error, y ahora… ¿aquí en su habitación estaba la imagen de Toya?

Kyou vacilantemente buscó con el olfato un aroma, tratando de comprobar lo que le decían sus ojos, pero su mente no podía comprender. El aroma de su hermano estaba ligeramente mezclado con el aroma de este chico; sin embargo, antes de que pudiera contemplarlo más, el chico trepó en la cama y envolvió sus brazos posesivamente alrededor de ella.

Celos iracundos se dispararon por el cuerpo de Kyou mientras la chica confiadamente se acurrucaba en el abrazo del joven. Un gruñido grave de advertencia vibró dentro de su pecho al tiempo que sus ojos brillaban rojos brevemente. Hermano o no… no lo permitiría.

Alargó su brazo hacia la ventana justo cuando una cascada de brillo ondeó a través de ella haciéndolo quitar de golpe su mano. Viendo el polvo arcoíris asentarse en el alféizar de la ventana como si la protegiera, gruñó de nuevo. La chica parecía estar rodeada de todo lo sobrenatural, y el inmortal estaba enrejado en su ira.

Sus ojos se entrecerraron preguntándose si solo era el hechizo de un mago lo que le permitía ver a su hermano. ¿Ella había lanzado el hechizo cuando le había susurrado el nombre de su difunto hermano?

Su atención se apartó de golpe de la ventana para mirar hacia el suelo debajo… el lobo estaba llegando. Envió otra mirada asesina dentro de la habitación antes de levitar rápidamente al techo.

Toya se acababa de dormir cuando escuchó un gruñido animal que parecía provenir de la ventana de Kyoko. “Eso no está bien… ella está en el segundo piso”. Los ojos de Toya se abrieron de golpe cuando escuchó el sonido de nuevo.

Levantando su cabeza levemente para no molestar a Kyoko, miró hacia la ventana de donde venía el sonido. Cada instinto de su cuerpo le dijo que alguien o algo estaba ahí… vigilándolos.

Su mirada se enlazó con la sombra de lo que parecía ser un hombre. Parecía que estaba mirando fijamente a su ventana… ¿en el segundo piso? El contorno plateado se inflaba a su alrededor y casi lo hacía ver fantasmal. Toya había visto esta aparición antes… en pesadillas.

Unos ojos dorados como el sol estaban enfocados en el suelo, pero Toya pudo verlos brillar rojo por solo un momento y podría jurar que vio un centelleo de colmillos también. La imagen brilló como si copos metálicos de polvo multicolor llovieran contra la ventana bloqueando su visión.

Toya sacudió su cabeza y parpadeó rápidamente antes de mirar hacia la ventana una vez más, solo para ahora encontrarla vacía. – ¿Qué demonios fue eso?

Sintiéndose un poco más que perturbado, salió de la cama y reptó hacia la ventana. Mirando hacia afuera, lo recibió nada más que sombras y obscuridad. Inhalando profundamente, frunció el ceño notando un aroma inusual rondando cerca de la cornisa que no reconoció.

Un grave gruñido irritado se escapó de sus labios tratando de identificarlo. Decidiendo que quizá era solo su imaginación reaccionando excesivamente por los eventos de esa tarde, revisó de nuevo para asegurarse de que no era nada.

Temporalmente satisfecho de que al menos se estaba debilitando, trepó de nuevo en la cama con Kyoko, manteniendo un ojo abierto por un rato… por si acaso.

*****

Kotaro estuvo de pie junto a la ventana de Kyoko sintiendo la presencia del vampiro que se había encontrado en el callejón junto al club. Aunque nunca había obtenido una buena vista del caminante nocturno, estaba seguro de que era Kyou. Podía sentir el poder frío y silencioso de Kyou y eso era algo que no quería en ningún lugar cerca de Kyoko. Kyou era un enigma y no era de confianza.

Con un rugido, su velocidad sin rival lo tuvo en el segundo piso afuera de la puerta de Kyoko en un pestañeo.

Olfateando, se calmó cuando sintió el aroma de Kyoko, fuerte y reciente. Confirmó que “no hay chupasangres dentro de sus paredes”, pero un gruñido de enfado se escapó de sus labios cuando olió el aroma de Toya, tan fresco como el de Kyoko. Toya había entrado al apartamento también, pero no había salido. Poniendo su mano en la perilla, Kotaro la volteó para descubrir que estaba rota.

Rota pero completamente cerrada. – ¿Pero qué…? – gruñó furioso a la entrada forzada que ahora era obvia.

Kotaro sostuvo su mano frente a él, mirando cómo sus garras se extendían y se afilaban en las puntas. Nunca hubo una cerradura que no pudiera forzar y la cerradura de Kyoko era menos que adecuada. Kotaro sonrió arrogante mientras ponía su garra en la cerradura. Moviéndola ligeramente, escuchó un clic satisfactorio.

Con el sigilo de una sombra, entró al apartamento… cerrando la puerta suavemente detrás de él.

Escuchando nada más que silencio, siguió el camino que le había dejado el aroma de Kyoko. Un momento después, se encontró a si mismo de pie en la puerta de su habitación. Sus abrasadores ojos azules afilados como una espada se enfocaron en el sentimiento incómodo que se disparó a través de su cuerpo.

Sin saber lo que se iba a encontrar al otro lado, abrió lentamente la puerta.

*****

Kamui decidió mantenerse invisible mirando a Kotaro entrar en el apartamento de Kyoko. No era como si se estuviera escondiendo de su amigo… no, no era eso para nada. Pero sabiendo quién estaba en la cama de Kyoko en el momento, bueno… pensó que era mejor mantenerse invisible en vez de convertirse en un objetivo una vez que se armara el peo.

Había hecho lo posible para mantener a salvo a Kyoko toda la tarde, pero tan pronto como Toya fue… en esta oportunidad, el Guardián de plata estaba por su cuenta. Kamui silenciosamente se agachó mientras Kotaro abría la puerta de la habitación.

La visión que recibió a Kotaro era casi más de lo que podía comprender. ¡A su lado en la cama estaba ese perro sucio, Toya! Sosteniéndola como si le perteneciera a él y solo a él… sus brazos estaban fuertemente alrededor de su cuerpo inconsciente y una inclinación satisfactoria estaba en sus labios.

Un gruñido se le escapó a Kotaro mientras avanzaba sobre la pareja perdida dentro de sus propios sueños.

“Tú, ladrón sinvergüenza,” los pensamientos de Kotaro rugieron en su mente mientras sus ojos comenzaban a sangrar con furia. Su control apenas existía cuando agarró y tiró a su rival fuera de la puerta de la habitación sin despertar a Kyoko.

Toya no sabía qué pensar cuando lo levantaron de la cama por el cuello de su camisa y, literalmente, lo echaron fuera de la puerta de la habitación para aterrizar bien en la sala de estar. Antes de que tuviera tiempo de recuperar sus sentidos adormilados, levantaron a Toya una vez más por el cuello.

Esta vez, sabía a quién se enfrentaba. Los ojos dorados furiosos se entrelazaron con unos azules como el hielo cuando arrastraron su cuerpo casi sin esfuerzo de nuevo por el aire.

Aún invisible, Kamui se había dispersado del sofá al ver a Toya dispararse sobre él. Ahora se acomodó en la encimera de la cocina para mirar la diversión. Mirando la puerta de Kyoko, movió una mano en esa dirección… poniendo un escudo ahí para evitar que el sonido la despertara.

Volvió su atención a sus dos amigos quienes estaban casi listos para arrancarse las cabezas mutuamente. “Como en los viejos tiempos”, Kamui sonrió en secreto deseando haber traído algunas palomitas para el espectáculo. “Todo lo que ahora necesito es una máquina de apuestas y dinero”. Silenciosamente levantó una ceja preguntándose por quién apostaría.

Kotaro gruñó gravemente en su garganta, tratando de evitar que la lujuria de su sangre se filtrara en sus ojos azul cobalto. – ¿Pero qué demonios creías que estabas haciendo en la cama de Kyoko? – Su voz sostuvo un indicio de muerte como si la respuesta de Toya decidiera si luego se le encontraría vivo o no. La forma de Kotaro prometía retribución si la respuesta probaba ser una que no pensara que fuera aceptable.

– ¡Carajo, idiota! ¡Déjame ir! – Toya engarzó los dedos fuertemente apretados alrededor de su cuello con una mano y con la otra, atacó con un golpe que debió estremecer el cráneo de Kotaro.

Aunque Kotaro apenas se movió del puñetazo, Toya ganó su liberación y rápidamente se cuadró en caso de que el patán no hubiese terminado.

Toya podía sentir la furia intensa que venía de la forma silenciosa frente a él. Su propia furia aumentó cuando se dio cuenta de que Kotaro lo había podido atacar. – ¿Pero qué carajo pensabas que hacías en el cuarto de Kyoko, maldito sátiro? – respondió con una pregunta propia.

Kotaro se dio cuenta que se iba a poner ruidoso cuando la voz de Toya comenzó a elevarse. Dio una ojeada hacia la habitación de Kyoko y viendo que la puerta aún estaba entreabierta, movió con brusquedad su cabeza hacia la puerta principal gruñendo las palabras: – Llevemos esto afuera antes de despertarla.

Cuando parecía que Toya se iba a oponer a la idea, Kotaro lo tentó sabiendo que funcionaría. – A menos que tengas miedo de enfrentarme –. Sonrió con suficiencia y lo miró con furia a la vez, pues sabía que Toya mordería el anzuelo.

– Seguro, los idiotas primero –. Toya esperó a que Kotaro hiciera el primer movimiento e incluso deseaba que lo hiciera. Ya su ánimo estaba bastante caldeado como para acabar con un vecindario completo. Necesitaba a alguien con quien desahogar toda su frustración, y además había buscado una razón para intercambiar golpes con Kotaro desde hacía ya un largo tiempo.

Ambos parecían difuminarse y en un par de rápidos latidos ambos estaban en el patio vacío en frente de los departamentos donde vivía Kyoko. Justo cuando Kotaro se volteaba para encararlo, Toya le dio un golpe que estaba seguro dejaría al idiota fuera de combate.

Gruñó con rabia cuando Kotaro derrapó hacia atrás en la grama pero no cayó. No era realmente que no le cayera bien Kotaro… le caía bien en varios aspectos. Pero al mismo tiempo, Toya siempre sentía la necesidad de golpearle con fuerza. Era como tener a un enemigo como amigo.


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