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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas
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Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas

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– Cálmate Suki. La encontraremos. Toya también está aquí –. Shinbe miró alrededor ansiosamente buscando a su amigo perdido. – ¡Pensé que estaba detrás de mí!

La preocupación rápidamente se volvió ira ahora que se había sumergido en que Suki estaba a salvo y a su lado. Una sombra de pena cruzó sus obsesivos ojos mientras pensaba en el pasado. – ¿Y en qué demonios estabas pensando? ¡Algo pudo haberte pasado y pude no saber dónde estabas! – La agarró con fuerza por los brazos mientras sus ojos amatista se oscurecían posesivamente.

Los labios de Suki se estrecharon ante su ira. ¿Cuál era su problema? No era como si nunca hubiese salido con sus amigas. Su mirada entrelazada con la suya mientras su ira comenzaba a alzarse. – Quién crees que mmm – sus palabras fueron detenidas al Shinbe chocar sus labios con los de Suki en un vertiginoso y ardiente beso.

Shinbe había estado tan preocupado por ella que no podía detener los sentimientos que se habían precipitado. Quería asegurarse de que ella sintiera cada emoción que pasaba por sus venas justo en ese momento y en ese lugar. La abrazó con fuerza, jurándose que ella no volvería a salir de su vista.

Suki gimió suavemente ante la intensidad del beso de Shinbe. Era como si estuviera mostrando cada cruda emoción dentro de su alma. Ella prácticamente podía sentirlas con sus dedos mientras agarraba sus hombros. A sabiendas de que si se soltaba no podría mantenerse de pie, notando que sus piernas se habían vuelto de gelatina se aferró a la preciada vida.

Su mente se puso en blanco por un momento y se olvidó de que estaba molesta con él o que Kyoko se acababa de desvanecer. Todo lo que podía sentir era a Shinbe y un amor que sin duda duraría más que ellos.

Gentilmente, Shinbe relajó su agarre terminando su beso rozando su nariz con la de ella. Sus ojos se llenaron de alivio, pero aún estaban oscuros de deseo. Sacudiendo su cabeza un poco, trató de enfocarse en la situación en sus manos y, por una vez, su lujuriosa mente no vagabundeó ante la sensación del cuerpo de Suki en sus brazos… después de todo, ella había estado ahí durante muchas vidas.

– Han sucedido algunas cosas y necesitas saber. No era seguro para ti o Kyoko que salieran solas esta noche. Te explicaré mientras buscamos a Toya. Creo que Kotaro también está por aquí –. Shinbe envolvió un brazo protector alrededor de Suki al dirigirse en dirección al estacionamiento para encontrar a Toya.

Suki estaba muy aturdida por el momento para hacer algo más que asentir.

*****

Toya corrió por el estacionamiento maldiciendo a Shinbe por adelantársele. Tenía que salir de su auto en el asiento del pasajero una vez que se dio cuenta de que no podía salir de su lado. En su apuro de llegar a Kyoko, se había estacionado muy cerca de una pared de ladrillo. Desafortunadamente, también se había dado cuenta cuando intentó abrir su puerta y se golpeó contra la pared abollando el lado de su bebé.

Sin embargo, eso no era lo que realmente lo había retrasado. Cuando salió corriendo por el estacionamiento a una velocidad vertiginosa, un chico había salido de la nada y chocó contra él. El impacto había sido tan repentino que lo había arrojado por los aires. Cuando se había enderezado lo suficiente para levantarse de nuevo, rápidamente le ofreció al chico su mano para ayudarle a levantarse.

– Eh, chico… ¿estás bien? – Toya jaló su mano con brusquedad cuando el chico le siseó y se fue en la dirección opuesta como si Satán en persona lo persiguiera.

Toya se sacudió la sensación inquietante que le había dejado el chico al mirar al club de las dos historias. La sensación escalofriante regresó multiplicada por diez cuando se dio cuenta de la sombra de un hombre llevando a alguien a través de una de las ventanas del último piso. Había tantas cosas que estaban mal con esa pequeña escena.

Sus ojos brillaron plata… sus sentidos sabían cosas que él aún no comprendía. Le había dejado con la sensación de que alguien acababa de caminar sobre su tumba.

Acercándose al club, Toya gruñó con molestia cuando se dio cuenta de que habían dos entradas. Una parecía ser la entrada principal y la otra estaba igual de abarrotada de gente.

“Más le vale estar bien… cuando la consiga, la voy a esposar a mi le guste o no…” manchas de plateado comenzaron a fortalecerse dentro del oro de sus ojos mientras buscaba a Kyoko.

*****

Kyou se fue calle abajo con Kyoko fuertemente abrazada en sus brazos. Su mente estaba lista y llevaría a la chica a su hogar temporal para que se recuperara. Miró hacia arriba al pent-house justo al otro lado de la calle principal del club. Ella estaría a salvo con él… pero tendría que ser cuidadoso. Podía sentir al secuaz de Hyakuhei dentro de la obscuridad que rodeaba al club.

Apretó su mandíbula al escuchar un grito distante y supo que había encontrado otra víctima. Mirando hacia la chica dormida, sus ojos dorados se suavizaron. Por ahora… ella era su secreto. Se sentía tan ligera como una pluma y parecía tan frágil.

No podía comprender cómo esta pequeña chica tenía un espíritu tan intenso, y aun así tenía un alma tan pura. Y “Toya”, ella había dicho el nombre de su difunto hermano como si lo conociera. ¿Cómo podía ser eso posible?

Sus pensamientos se detuvieron al sentir una poderosa creatura de la noche adelante al mismo tiempo que un olor a sangre golpeaba su nariz. Tensándose, reconoció el aura del Lycan que había protegido antes a Kyoko del punk que la acosaba solo para luego abandonarla… dejándola en peligro.

Sin querer que la chica saliera lastimada en caso de que él debiera pelear, Kyou la puso en el suelo del callejón gentilmente y siguió el olor a sangre que estaba justo a la vuelta de la esquina. Si el lobo había masacrado a un humano, la chica podría no estar segura cerca de él. Se sabía que algunos hombres lobo se perdieran a sí mismos una vez que la ira entraba en su sangre, y no permitiría que la chica fuera protegida por una creatura tan peligrosa.

Al voltear en la esquina con pisadas silenciosas, sus ojos contemplaron una escena que no había presenciado en siglos. El lobo, aún en forma humana, estaba de pie gruñendo, sus colmillos al aire. Sus duros ojos azules se colocaron mientras gruñía agresivamente a lo que parecía ser un cuerpo entre sus manos.

*****

Toya se detuvo al acercarse a la puerta. Olfateando, se volvió rápidamente y caminó en la dirección opuesta de la entrada. Podía olerla… aunque en el fondo de su mente no podía entender cómo o por qué podía. Salió corriendo con rapidez hacia el callejón a la izquierda del edificio, su corazón golpeaba violentamente en su pecho mientras pensamientos mórbidos cruzaban su mente.

Chicas desaparecidas y lugares oscuros… más le valía a Kyoko no tener ni un solo cabello fuera de lugar u otra cosa…

Al entrar en las sombras, Toya derrapó hasta detenerse al tiempo que el miedo ahogaba su respiración en sus pulmones. Ahí, yaciendo desplomada contra la sucia pared de ladrillo… estaba Kyoko. El mismo terror que lo había enraizado en su lugar, lo incentivó a moverse. Con su siguiente aliento, estaba a su lado.

Arrodillándose, la tocó, comprobando la vida que le permitiría a su corazón comenzar a latir de nuevo.

Tan pronto como su dedo tocó su cuello, su propio corazón pateó al tiempo del de ella y respiró. Gracias a Dios… ella estaba viva. Un momento de déjà vu se reflejó en un recuerdo indeseado y lo alejó rápidamente, asustado de repente. Sintiendo a otros cerca, no desperdició tiempo en levantarla y llevarla a un lugar seguro. Sosteniéndola cerca de él, Toya usó su velocidad antinatural para llevarlos fuera de la obscuridad.

*****

Kotaro sostuvo a Yohji contra la pared de ladrillo al tiempo que dispuso la lujuria de su sangre a enfriarse. Ya no tenía sentido continuar castigándolo considerando que el chico se había desmayado de nuevo. Lo soltó sin mucho cuidado al suelo y sintió un disturbio en la energía a su alrededor.

Movió de golpe su cabeza hacia un lado, sus ojos azul hielo se entrecerraron.

Kyou miró al lobo dejar caer al chico de nuevo al suelo sin matarlo. Inmediatamente reconoció al humano que había acosado a Kyoko. Cambiando su opinión de momentos atrás, sus labios se curvaron en un ligero gruñido. Si hubiese sido él sosteniendo al chico del cuello, el chico no seguiría en una pieza.

Como si lo percibiera, el Lycan volteó su cabeza y trabó su mirada mortífera en él. Kyou podía sentir el inmenso poder emanando del lobo. Lo estaba mostrando en advertencia.

En el pasado, lobos y vampiros siempre se habían evitado. Ninguno se preocupaba por el otro, escogieron dejarse en paz. Ambos estaban muy cerca de emparejar fuerza y a ninguno le importaba dominar sobre el otro. Ellos solo existían juntos en el mismo mundo, manteniendo la mayor parte para sí y vivían sus propias interminables vidas.

Todos los instintos de Kotaro cobraron vida viendo al vampiro de pie en las sombras… mirándolo. No podía verlo con suficiente claridad para notar algún rasgo característico, pero su instinto le dijo que el chupasangre era una amenaza. Aún necesitaba soltar la lujuria de su sangre y se sonó los nudillos pensando que podía ser uno de los subordinados de Hyakuhei.

Justo cuando decidió volverse y atacar, la imagen se volvió fuerte, luego titubeó y desapareció. – ¿Ojos dorados? – Kotaro se incorporó por completo de y se dio cuenta de que casi había atacado a Kyou. – ¿Qué está haciendo aquí?

– ¡Carajo! – siseó Kotaro y salió corriendo temiendo que Kyoko no estaría donde él la había dejado. Tenía que llegar a ella rápido… había chupasangres afuera esta noche y ella no sería una de sus víctimas. Y con Kyou cerca… no había forma de decir qué tan peligrosas se podían volver las cosas.

Kyou reapareció de frente a la misma pared de ladrillo donde había dejado a la chica. Viendo que ya no estaba ahí, sus ojos sangraron carmesí y un gruñido enfurecido y desgarrador se escuchó por el callejón vacío, haciendo eco en las calles de alrededor.

*****

Suki y Shinbe se encontraron con Kotaro en la puerta del club. Sujetando a Shinbe por el hombro, Kotaro preguntó con urgencia: – ¿Kyoko aún está adentro? – Sus sentidos inhumanos se pusieron en su máxima potencia y sus instintos le decían que ella no estaba en ningún lugar cercano.

Suki se adelantó hacia Kotaro tomándolo de su camisa y confirmó sus sospechas. – ¡Un hombre se la llevó hace unos diez minutos, tienes que encontrarla! – Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras le hablaba. – ¡No podemos encontrarla por ninguna parte!

Aún sin estar listo para devolverle a Suki su libertad, Shinbe la jaló de su mano estrellándola contra su pecho. Envolvió sus brazos alrededor de ella como si fuera un tambor metálico de Trinidad y Tobago. Mirando a Kotaro añadió: – Alguna “cosa” se la llevó de aquí.

Shinbe miró a la silueta temblorosa de Suki y trató de tranquilizarla. Ella nunca le dejaría hacer lo que él quería hacer sin discutir. – Te prometo que la encontraremos –, con su promesa hecha, miró hacia arriba de nuevo para hablar con Kotaro una vez más, pero el guardia de seguridad ya se había ido.

– ¿A… a dónde se fue? – tartamudeó Shinbe mirando alrededor sin encontrar rastro del guardia de seguridad. Sacudió su cabeza y suspiró. Había visto suficiente mierda extraña por una noche.

Saliendo de su perdido estado de desesperanza, Suki resopló molesta. – Más le vale encontrar a Kyoko… o tendré pinchos de Kotaro para la cena… – Arrastrando a Shinbe detrás de ella como si de repente hubiesen intercambiado roles añadió: – Mi auto, ahora, ¡vamos!

Shinbe miró alrededor del estacionamiento como si recordara algo importante de repente. – Hablando de autos… falta el de Toya.

Capítulo 6

Hyakuhei recostó al joven que había escogido para que se convirtiera en uno de sus hijos en una habitación oscura encima de los sonidos del club. Quitando el suave cabello marrón de sus ojos cerrados, aún podía oler el aroma de la chica que permanecía en la piel del chico. “Tasuki”, había escuchado a los otros llamarle.

– Bueno, Tasuki, cuando despiertes, tendrás un regalo más valioso de mi parte… el regalo de la vida eterna –. Dio una sonrisa comprensiva como si le hablara a un niño. – Pero entenderás que… esa vida es mía.

Los ojos de Hyakuhei titilaron rojos al sentir que uno de sus hijos lo llamaba. No le gustaba ser perturbado durante la espera de un despertar, pero uno de sus favoritos lo había solicitado. A sabiendas de que el subordinado nunca lo llamaría a menos que fuera importante, respondió a su solicitud.

Mirando una vez más al chico que había convertido, el cuerpo de Hyakuhei brilló y desapareció, dejando a Tasuki solo dentro de los confines de la habitación cerrada.

*****

Yohji podía sentir los pinchazos de dolor forzándolo a la consciencia. Dios, todo le dolía. Lentamente recordó lo que había pasado y por qué ahora se sentía tan mal. Se había topado con Kyoko y había decidido jugar con ella cuando el estúpido guardia de seguridad había aparecido.

¿Cómo alguien puede ser tan fuerte? Cuando había intentado pelear de vuelta, no había tenido oportunidad alguna. Era como si hubiese intentado ir contra una manada de lobos y ahora estaba sufriendo severamente por sus esfuerzos.

Finalmente atreviéndose a abrir los ojos, se sorprendió de ver a un chico de pie ahí… mirándolo. Parecía tener más o menos 12 años y hubiese sido etiquetado como albino si sus ojos no hubiesen sido tan negros y vacíos.

Atraído por el olor de sangre fresca, Yuuhi apareció junto al chico herido. Mirándolo de cerca, estuvo de pie tan quieto como una estatua, tocándolo brevemente con su aura antes de asentir una vez. El chico tenía la corrupción de la maldad dentro de él, pero había un aroma de pureza que colgaba de su energía negativa.

Los remanentes de energía pura parecían estar vivos con un poder que no moriría. “Inesperado…”

Mientras los ojos del muchacho herido se abrían, Yuuhi susurró suavemente. – Padre, ha tocado a la pura… su energía aún está allí, atacando su… – los colmillos del niño resplandecieron en una sonrisa de burla. – ¿Nos lo quedamos?

Los ojos de Yohji se entrecerraron ante las palabras extrañas del chico, luego miró alrededor buscando a quien quiera que fuera con quien el niño hablaba, solo para ver un hombre siniestro cubierto de negro salir de las sombras a la luz borrosa del callejón. Era alto y emitía poder de su silueta como si fuera una deidad vengadora.

Los ojos llenos de miedo de Yohji se abrieron como platos, entrelazando con ojos que eran rojo sangre y esta vez definitivamente vio colmillos. Presionó su cuerpo abusado contra la pared. Nunca tendría oportunidad si trataba de correr en el estado en el que estaba.

Hyakuhei miró abajo al joven que había acosado a la chica y que ahora consideraba suyo. Este chico se atrevió a tocarla y ahora pagaría por su insolencia. Inhaló… oliendo restos del lobo que ya lo había golpeado severamente y sus ojos de medianoche se entrecerraron en rajas. ¡Kotaro había estado aquí!

¡Cómo se atrevía Kotaro a interferir en esto! ¿Era él la razón por la cual la chica había desaparecido de repente sin dejar rastro? Hyakuhei gruñó al solo pensar en que el Lycan estuviera tan cerca del Corazón de Cristal del Guardián y la chica una vez más. Solo porque la chica lo había escogido no la hacía realmente suya. Nunca había sido decisión de la chica… ¿es que no había aprendido su lección en el pasado?

Había pensado que había matado a la vil creatura junto con Toya años atrás por atreverse a hacerle frente y tratar de proteger a la chica de su posesión. “No importa”, los pensamientos de Hyakuhei se volvieron melancólicos por un momento, “una vez pusiste en mi contra a Toya y a la Sacerdotisa, Kotaro… y mira lo que me haces hacer”.

Una sombra de pena cruzó su expresión al pensar en el pasado. Si Toya no hubiera intentado volverse un Guardián para la Sacerdotisa y alejar a Kyou de él… Toya no estaría en el inframundo ahora sino aquí, a su lado, junto con el hermoso Kyou. El culpable de alimentar a Toya con mentiras erróneas era Kotaro.

Kotaro también era quien había advertido a la Sacerdotisa de su verdadera intención. Era extraño cómo el tiempo podía deformar las mentiras que se habían dicho.

– Así que, Kotaro… – susurró –…la has encontrado de nuevo.

Fue traído al presente por el gimoteo que provino del chico agachado contra la pared. Necesitaría más de un nuevo recluta para encontrar a su Sacerdotisa perdida si Kotaro también estaba con ella. Hyakuhei la quería y la tendría.

Planeaba reclamarla con la ayuda del imbécil que había pensado contaminarla. La corrupción de tal creatura era destinada solo para él. Tenía muchos planes para su Sacerdotisa, después de todo… mil años era un largo tiempo para preparar nuevas formas de torturar a alguien.

Volviendo a las sombras, sus ojos destellaron al suavemente asentirle a Yuuhi. – Hazlo doloroso. Tortura su carne, pero no lo mates –. Él quería que el chico sufriera un poco más por sus acciones así entendería nunca desafiar a su nuevo maestro y nunca volver a tocar a la chica.

Yohji volteó la cabeza de golpe de nuevo hacia el niño y sus ojos se abrieron como platos con verdadero miedo. El chiquillo le estaba sonriendo, pero no era una buena sonrisa, era mortífera. En los bordes de sus labios pálidos, el chico tenía colmillos largos y afilados y sus ojos ya no eran negros, sino de un rojo oscuro.

Esos ojos vacíos hacían un inquietante contraste con su cabello y piel de alabastro. Se veía como un niño, pero era un demonio roba almas disfrazado y Yohji estaba realmente asustado.

Miró con horror mientras sus pies dejaban el suelo, y el chico saltó hacia él, arrastrando un grito aterrado de su ya reseca garganta. Nunca supo qué le golpeó en tanto dientes y garras destrozaban su carne, causándole un dolor que nunca había imaginado.

*****

Toya miró a la chica desplomada en el asiento del pasajero a su lado. – ¡Carajo, Kyoko, nunca más me asustes de esa manera de nuevo! – Él sabía que ella no podía escucharlo, pero eso no detenía su aliviada vociferación. – ¡Tú, pequeña idiota, podrían haberte matado o peor! – Cruzó hacia el edificio donde se encontraba su apartamento.

Aunque el ceño fruncido permanecía en su lugar, la levantó como si ella fuera la gema más preciosa sobre la tierra y la llevó escaleras arriba. Encontrando su puerta cerrada, maldijo, empujando el picaporte, esperando no hacer mucho daño en tanto crujía y luego abría.

– Bueno, ella necesitaba una mejor cerradura de todas formas con un asesino suelto –. Toya usó esa excusa, guardándola para cuando despertara y le gritara por romper su puerta. – Al menos aún está sobre sus bisagras –, se quejó entrando al apartamento tenuemente iluminado.

De pie, quieto en medio de su sala de estar, miró a Kyoko y levantó una ceja al oler alcohol mezclado con su aroma natural.

– Ah, ya veo cómo eres. – Susurró. – No es justo… ni siquiera me llevaste a tomar contigo. ¿En qué estabas pensando?

*****

Kyou luchó para mantenerse sereno, lo que parecía que sucedía mucho esta noche. Incapaz de mantenerlo contenido, su mano empuñada se elevó hacia adelante y golpeó la pared de ladrillo con tal fuerza que las piezas de mampostería se fueron volando en todas direcciones. Gruñó con rabia y sus ojos se tiñeron de rosado en tanto olía el aire.

Nadie tomaría lo que le pertenecía sin pagar por su interferencia.

Inmediatamente tomó el aroma de Kyoko mezclado con otro que se sentía raramente familiar y masculino. Kyou dejó salir un rugido, haciendo el sentimiento a un lado mientras levitaba del callejón y siguió el aroma que se había incrustado en su ser.

Su silueta solitaria desapareció dentro de las sombras mientras salía a cazar a su presa. La encontraría y la tomaría de vuelta del ladrón que la había robado. Los músculos de la mandíbula de Kyou se flexionaron con furia. ¿Cómo se atrevía ella decir el nombre de su hermano como si intentara confundirlo… como si lo hubiese conocido?

De alguna forma, la mujer-niña le había lanzado un hechizo, estaba seguro de ello. Podía sentir su presencia que permanecía en la punta de sus dedos y sintió el deseo de volver a tocar su piel. Necesitaba saber cómo es que es tan pura y qué era la luz que su cuerpo emitía.

¿Era lo que Toya había estado buscando? Si era así, entonces, ¿la culpa por la muerte de Toya era de esta chica? ¿Qué significaba todo esto? Deseaba respuestas. Esa luz lo había atraído como una polilla a una llama, y ahora descubrió que no podía simplemente dejarla ir. Era como si ella, sin saberlo, lo hubiese llamado y no tuviera más opción que responder.

Kyou gruñó en la parte baja de su garganta mientras sus ojos brillaron rojos con sangre. Esta chica era peligrosa. Él no era alguien que necesitara o quisiera solo tener venganza por siglos. Ella tenía que ser tratada con cuidado. No confiaba en sí mismo alrededor de ella. Ella lo había capturado de alguna forma y le enfurecía inmensamente que esta chica, de alguna forma, lo hiciera débil.

*****

Balbuceando algo sobre reuniones de Alcohólicos Anónimos, Toya llevó a Kyoko a su habitación y gentilmente la extendió en su cama. Moviéndose de vuelta rápidamente a través del apartamento a la puerta principal, la cerró usando el cerrojo de seguridad ya que había roto la cerradura regular.

– Qué bueno que ella solo había cerrado el picaporte –, se encogió de hombros y miró alrededor a la soledad del apartamento. Era muy diferente del rugido ensordecedor que estaba en el club. Era casi demasiado silencioso. Quitándose los zapatos, suspiró. – ¡Qué nochecita! –, dejó a sus hombros relajarse por primera vez en todo el día mientras se acolchaba de vuelta donde su Kyoko estaba extendida.

La luz de la luna se derramaba en la ventana lanzando un brillo etéreo sobre su cuerpo. El rostro de Toya se suavizó al detener su vista en el rostro de ella. Su cuerpo flexible se extendía en la cama con sus manos medio relajadas en cada lado de su cabeza. Se veía como un ángel, tan en paz y tan ajena al peligro en el que podría estar, su mano se volvió un puño al corregir su pensamiento: casi lo estuvo. Tenía en mente sacudirla hasta despertarla y provocarle algo de lógica… pero no lo haría.

El ceño fruncido se grabó en su rostro tratando de pensar cómo ella había terminado en el callejón, sola, desmayada pero ilesa. Sin alguien para mirarle el colmillo al caballo regalado, decidió agradecer a los guardianes que cuidaban de ella… quienes fueran.

Por el resto de la noche, Kyoko estaría con él y a salvo. Eso era todo lo que importaba.

Un destello travieso brilló en sus ojos mientras le quitaba los zapatos y haló las sábanas sobre la duermevela silueta. Ella posiblemente lo mataría mañana pero… Toya se montó en la cama y tiró del cuerpo ruborizado de ella contra el suyo.

Generalmente, ligeros pensamientos sucios llenarían su mente como lo había hecho tantas veces cuando estaba en casa solo. Sin embargo, por alguna razón esos pensamientos se sentían mal en el momento. Había algo sobre estar acostado aquí con ella que parecía… ¿inocente? Sacudió su cabeza suavemente y se ubicó cómodamente contra ella.

Sosteniéndola con fuerza, agradeció a cualquier dios afuera porque ella estaba sana y salva donde pertenecía. Se sentía tan bien tenerla en sus brazos y lo disfrutaría por ahora. En la mañana podría probar atentar contra su vida, pero si él iba a morir, al menos moriría feliz.

Kyoko suspiró con alegría, acurrucándose al calor protector que rodeaba su cuerpo.

Una sonrisa agració los suaves labios de Toya mientras besaba su sien y la siguió en una dichosa alegría en un sueño ligero.

*****