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El Despertar Del Valiente
El Despertar Del Valiente
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El Despertar Del Valiente

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Pero Kyra dudó sin poder convencerse.

“Además, no creo que un cazador con un poco de carne nos cause algún daño,” añadió Dierdre.

Kyra, sintiendo el hambre de todos y su deseo de acercarse, no pudo resistirse más.

“No me gusta,” dijo. “Vayamos despacio y veamos quién es. Si sentimos peligro, debes acordar que nos alejaremos antes de acercarnos demasiado.”

Dierdre asintió.

“Lo prometo,” respondió.

Todos avanzaron cabalgando rápido por el bosque. Mientras el olor crecía, Kyra vio un pequeño resplandor adelante y, al acercarse, su corazón latió con rapidez al preguntarse quién podría estar aquí afuera.

Bajaron la velocidad y cabalgaron más cuidadosamente pasando por entre los árboles. El resplandor se hizo más brillante y pudieron escuchar sonido y una conmoción mientras Kyra sintió que se acercaban a un gran grupo de personas.

Dierdre, menos precavida y dejándose llevar por el hambre, cabalgó más rápido y se adelantó ganando algo de distancia.

“¡Dierdre!” dijo Kyra llamándola de vuelta.

Pero Dierdre siguió moviéndose motivada por el hambre.

Kyra trató de alcanzarla mientras el resplandor se volvía más brillante hasta que Dierdre se detuvo en la orilla del claro. Mientras Kyra llegaba a su lado, se impactó al ver lo que se encontraba en el claro en medio del bosque.

Ahí, en el claro, había docenas de cerdos rostizándose en asadores con grandes fogatas que iluminaban la noche. El olor era cautivador. En el claro también había docenas de hombres y Kyra, después de examinarlos, se desconsoló al ver que eran soldados Pandesianos. Se sorprendió al verlos aquí sentados alrededor del fuego, riendo, bromeando entre ellos, sosteniendo sacos de vino y con las manos llenas de carne.

En el otro lado del claro, Kyra alcanzó a ver filas de carruajes de hierro con barras. Docenas de rostros hambrientos se asomaban en ellos, los rostros desesperados de niños y hombres cautivos. Kyra no tardó en darse cuenta de lo que pasaba.

“Las Flamas,” le susurró a Dierdre. “Los llevan a Las Flamas.”

Dierdre, aún a unos quince pies enfrente de ella, se quedó inmóvil con los ojos fijos en los cerdos rostizados.

“¡Dierdre!” dijo Kyra sintiendo peligro. “¡Debemos irnos de inmediato!”

Pero Dierdre no la escuchó y Kyra, dejando de ser precavida, se precipitó para agarrarla.

Pero tan pronto como la alcanzó Kyra percibió movimiento en uno de sus lados. Al mismo tiempo Leo y Andor gruñeron; pero era muy tarde. Desde el bosque salió un grupo de soldados Pandesianos arrojando una gran red enfrente de ellos.

Kyra se volteó y de forma instintiva trató de tomar su bastón, pero no hubo tiempo. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, Kyra sintió la red cayendo sobre ella y restringiendo sus brazos y entonces se dio cuenta, desconsolada, de que ahora eran esclavos de Pandesia.

CAPÍTULO SIETE

Alec se agitaba mientras caía de espaldas sintiendo el aire frío y con su estómago retorciéndose mientras se acercaba al suelo y a la manada de Wilvox. Sintió cómo su vida pasaba delante de sus ojos. Había escapado de la mordida venenosa de la criatura arriba de él simplemente para caer a lo que seguramente sería una muerte instantánea. A su lado, Marco también se retorcía mientras caían juntos. Era poco consolador. Alec tampoco quería ver a su amigo morir.

Alec sintió cómo caía sobre algo y un dolor seco en su espalda, y esperaba sentir colmillos encajándose en su piel. Pero se sorprendió al ver que era el cuerpo musculoso de un Wilvox retorciéndose debajo de él. Había caído tan rápido que el Wilvox no había tenido tiempo de reaccionar y había caído directo en su espalda, suavizando su caída y derribándolo al suelo.

Escuchó un gran golpe a su lado y miró a Marco caer sobre otro Wilvox, aplastándolo también lo suficiente para mantener sus mandíbulas a distancia. Esto redujo la pelea a solamente dos Wilvox. Uno de ellos saltó dirigiendo su mandíbula hacia el estómago expuesto de Alec.

Alec, aún de espaldas y con un Wilvox debajo de él, permitió que sus instintos tomaran el control y, mientras la bestia saltaba encima de él, se arrojó hacia atrás y levantó sus botas de forma protectora arriba de su cabeza. La bestia cayó sobre ellas y Alec inmediatamente la empujó derribándola hacia atrás.

Cayó a varios pies de distancia sobre la nieve dándole un muy valioso tiempo a Alec; y una segunda oportunidad.

Al mismo tiempo, Alec sintió cómo la bestia abajo de él empezaba a librarse. Se preparó para atacar y Alec reaccionó. Se volteó rápidamente y le puso un brazo sobre el cuello atrapándolo, sosteniéndolo muy cerca para que no pudiera morder y apretando tanto como podía. La criatura se retorcía furiosa tratando de liberarse y Alec tuvo que usar toda su fuerza para contenerla. De alguna manera lo logró. Apretó más y más fuerte. La bestia trataba de salirse dándose vuelta y rodando en la nieve, pero Alec no la soltó y rodó junto con ella.

Alec alcanzó a ver a otra bestia que se abalanzaba y apuntaba hacia su espalda expuesta, y ya anticipaba sentir los colmillos hundiéndose en su piel. No tuvo tiempo para reaccionar, así que hizo lo que le dictó su instinto: sin soltar al Wilvox, rodó sobre su espalda sosteniéndolo enfrente de él con la espalda encima de su estómago y sus patas en el aire. La otra bestia, en el aire, cayó con sus colmillos sin encontrar a su objetivo que era Alec, hundiendo sus colmillos en el estómago expuesto de la otra bestia. Alec la sostuvo con fuerza usándola como escudo, y esta chilló y se retorció. Finalmente sintió como dejó de moverse en sus brazos mientras la sangre le escurría.


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