banner banner banner
Pie De Cereza
Pie De Cereza
Оценить:
Рейтинг: 0

Полная версия:

Pie De Cereza

скачать книгу бесплатно


El jefe de mesoneros trató de detenerlo. Héctor levantó la palma de la mando. “Vuélate pingüino. Casi me dispararon aquí y no formulé cargos, así que a menos que quieras el número de mi abogado para una maldita conversación larga, vete a la mierda”.

“Ah, sí, el incidente”, dijo el mesonero retirándose.

Odiaba este lugar. Estaba lleno de gente rica, gordos y flacos, comiendo hasta reventar y luego deshaciéndolo en el baño. Eso era exceso, glotonería y era malditamente asqueroso.

Héctor caminó hasta la mesa usual de Hondros y negó con la cabeza.

“¿En verdad? ¿La misma mesa el mismo sitio? Ni siquiera lo haces difícil para quienes tratan de matarte”.

El gordo estaba destrozando una tonelada de mierda de camarones. A su lado estaba Mamacita y se veía horrible, tenía bolsas negras bajo los ojos y hasta Héctor podía notar que hoy no había logrado acertar con el maquillaje. “Héctor, mi muchacho, ven, siéntate con nosotros. Come algo. Y trajiste tu equipo contigo, hermoso”. Le hizo un gesto con la mano a los mesoneros para que acomodaran a las damas, lo que hicieron en un dos por tres.

Al sentarse, Héctor se volvió hacia Mamacita “Hola. ¿Todo bien?”

Ella inhaló y sonrió. “Sí, por supuesto Héctor, es bueno verte. Estaba distraída leyendo algo en el veil”.

“Qué bueno oírlo” Héctor se volvió hacia Hondros y se dirigió a él por su nombre. “Yianni, necesito atletas”.

El enorme hombre se animó y su papada se agitó. “¡Por supuesto!, ¿Cuáles? Tengo un catálogo, déjame enviártelo”.

Héctor levantó la mano. “Estoy seguro que todas son adorables, pero también estoy seguro que no puedo pagar ninguna de ellas. Vine a ti porque tú eres el único dueño que conozco con tantos contactos. Sólo quiero que me pongas en el camino correcto. ¿Cómo darme el número de alguien? Quizás un aval tuyo si crees que sea posible. Tú sabes, ¿Después de salvar tu miserable vida?”

“Héctor, Héctor… ¡Por supuesto que puedo ayudarte! Sí, mis chicas están algo fuera de tu alcance, estamos de acuerdo. Pero conozco un par que podrían trabajar para ti. ¿Qué posiciones deseas llenar?” Le echó una mirada a las Pies.

“La Qwik está tomado”, dijo Cherry dándole una dura mirada.

“¡Por supuesto que sí! Y asumo que una ejecutora también, así que necesitas al menos dos más y una Cadena”. Dijo Hondros, revisando sus archivos en su veil. Sus dedos pegajosos no habrían funcionado en una pantalla de contacto y regó jugo de camarones y cosas pegajosas por todas partes mientras gesticulaba.

“Una ejecutora, una Cadena” Corrigió Pickle. Ya tenemos una tercera”.

Héctor la interrogó con la mirada y ella asintió con una mirada garantizándole que se lo diría más tarde.

“¡Bien, bien!” “Entonces, ¿Estas dos serían apropiadas?” Le preguntó a Héctor, enviándole los archivos. Héctor asintió. “Envíaselos a Pickle, ella revisará sus estadísticas”

Hondros le entrecerró los ojos y sonrió. “Cómo gustes, amigo mío…” Y envió los archivos a través del veil.

Ciertamente, ya Pickle estaba revisando los archivos de las atletas mascullando para sí misma.

“Gracias Yianni. ¿Y quién es el dueño?” Dijo Héctor levantándose. No podía esperar para salir de ese asqueroso lugar.

“Oh, yo manejaré el contrato, si no te importa. Recibiré mi comisión justa y todo el mundo estará feliz”.

“Correcto”, bufó Héctor. Las chicas también se levantaron. “Fue bueno verte, Mamacita. Yianni, mi última oferta por ella aún está en pie, si es lo que ella quiere”.

Hondros soltó una risotada. ” ¿Nueve miserables mil?”

“Sip”, dijo Héctor con una actitud como si estuviera ofreciendo millones.

“Mi respuesta es la misma, querido amigo”. Se rehusó educadamente, con su papada saltando a la izquierda y a la derecha cuando negaba con la cabeza.

CAÍDA DIEZ

“Recuérdame otra vez por qué no hice esto por teléfono”, mientras viajaban de regreso a casa.

“Porque”, dijo Pickle desde el asiento del pasajero,

“necesitas comenzar a mostrarte. La mitad de los negocios se hacen simplemente porque alguien conoce a alguien”.

“Muy bien, lo entiendo. Sólo que odio ese lugar. Me provoca vomitar”, hizo un gesto, haciendo una mueca.

“Ese es el punto, ¿no?” Cherry se rio desde el asiento de atrás.

“Uf… voy a vomitar, dejemos de hablar de eso”, dijo Héctor, cruzando a la derecha. “Pickle, ¿Qué tal? ¿Son buenas?”

Sacudió la cabeza a la izquierda y a la derecha, cortando las palabras “Uh… sí… Por ahora ¿supongo?”

“Muéstrame” Sacó las estadísticas.

“El poderoso martillo y las bolas de Nefesto. Pickle, hasta yo puedo decir que estas dos están por debajo del promedio”, exclamó Héctor, cambiando de dirección para mantenerse enfocado en el camino.

“Las puedo… martillar hasta que estén en forma”, dudó Pickle.

“Increíble uso del juego de palabras, Pickle. Tus bromas mejoran cada día”, hizo notar Cherry con poca ayuda desde el asiento trasero.

“No, no, apestan. Encontraremos alguien más”, dijo Héctor negando con la cabeza.

“¿Qué pasa si no podemos encontrarlas a tiempo?” dijo Cherry.

Pickle aspiró aire a través de sus dientes. Lo pensó por un momento. “Bien, si no podemos encontrar a más nadie estoy segura que puedo entrenarlas para que mantengan su posición”, finalmente asintió.

“¿Estás segura?” preguntó Héctor, ignorándola

“Sí”, dijo Pickle, con confianza, la quijada levantada.

“Muy bien, si dices que puedes, estoy contigo”. Dijo Héctor.

Pickle se volvió hacia Cherry. “Esto quiere decir que vamos a tener que echarnos a cuesta todo el equipo, tú, yo y Bobo.

Cherry bufó de una manera muy poco femenina. “¿Qué más hay de nuevo?”

Héctor miró a través del espejo. Cherry se veía muy emocionada, sonriendo y prácticamente rebosante con energía. “Me encanta la actitud positiva, pero en serio “¿Quién es Bobo?”

Pickle se golpeó la frente. “Oh, cierto, he estado tratando de informarte. Tengo una atleta en mente, pienso que ella será perfecta para nosotros”.

“Si así lo crees, “¿Cuándo podemos verla?”

“Uh… Hay un partido mañana en la tarde. ¿Podemos ir a verla?” Dijo Pickle revisando su veil.

Héctor asintió, con los ojos en el camino. “Seguro, resérvanos dos entradas. Ahora, acerca de que entremos oficialmente en el Torneo Ciberpink ¿Cuánto tiempo tenemos?”

“¿Hasta los partidos para calificar? Cuatro semanas”, dijo Pickle y él pudo notar que ya estaba sintiendo el peso de la responsabilidad.

CAÍDA ONCE

Héctor se pasó toda la mañana en el teléfono. Era nuevo en este negocio, y en realidad no logró contactar a nadie. Lo mantenían en espera por horas, la estúpida sosa música perforándole el cráneo. Incluso peor, algunos dueños usaban mensajes grabados que eran incluso más estúpidos que un estúpido hablando a través una lata atada a una cuerda.

Después de una hora queriendo arrancarse el cabello, admitió la derrota.

“Ni siquiera puedo tener una conversación con estos tipos, mucho menos discutir un negocio, se dijo a sí mismo, sujetándose la cabeza. Su escritorio era un desorden de notas, nombres y números de teléfonos, tanto en papel como en el veil. No conocía a esa gente y a los que sí conocía no eran un buen indicio de cómo eran los otros en realidad.

Admitió que necesitaba hablar más en el salón de propietarios. Ir a fiestas. Hablar con gente.

Bah.

Llamó a Hondros. ”Si, mi amigo” dijo el gordo bastardo cuándo atendió el teléfono. Héctor suspiró. No escoges a tus amigos, en realidad no. “Yo, Uh… necesito las dos chicas que mencionaste”

“¿En verdad? ¡Excelente! Te enviaré los contratos inmediatamente. Sus dueños me dijeron que las tenían listas para que salieran, pero definitivamente no esta noche…” se calló, la insinuación saliendo de su gorda lengua.

“Sí, no hay problema, las necesitamos para pasado mañana, para comenzar el entrenamiento. ¿Es posible?” dijo Héctor mientras seguía con los ojos a los que caminaban por la calle.

“Para ti, Héctor ¡todo es posible!” dijo Hondros alegremente, “Ahora, hay algunas cláusulas y espero que me las devuelvas en la misma condición prístina como te las estoy enviando. ¿Está bien?”

“Si, como sea. Ambos sabemos que no puedo escoger. Haz el negocio y que las lleven a HPP mañana en la noche para que puedan descansar. Pickle quiere comenzar a entrenarlas temprano”,

“Interesante… Bien, tan pronto firmes el contrato, ¡tenemos un trato!” Dijo Hondros.

Héctor sintió un sabor amargo en la boca, como si alguien de repente le hubiese dado unas gotas de jugo de pepinillos. “Si, Yianny. Gracias por la rápida preparación para el envío”.

Daba resultados el ser educado en los tratos de negocios. Una lección que había aprendido antes. Incluso si habías dicho algunas cosas sucias de antemano, cuando te sientas en la mesa de negocios aprendes a poner todo eso de lado.

Como un gato. Empuja todo lo que hay en la mesa y déjalos que caigan en pedazos. Se rio de su propio chiste estúpido. Dioses, estaba cansado.

CAÍDA DOCE

Pickle tragó una vez y caminó hasta él.

Héctor suspiró y dejó caer sus bocetos de armaduras en la mesa. “¿Qué pasa? Tienes ese ceño fruncido sólo cuando las cosas están mal”.

No perdió el tiempo “Necesitamos más dinero”.

“Por supuesto que sí. Siempre necesitamos más dinero”. Se relajó y se recostó en la silla.

“Si, pero hay una forma de que podamos hacer algún dinero”.

“Eso está bien, ¿No es así? Se inclinó hacia adelante e hizo un gesto de “continúa” con su mano. “Vamos a oírlo”.

Pickle golpeó el aire y le mostró un estandarte acerca de un partido de jugger. El equipo que le presentó era más tonto que el suyo: Las Torpes.

Ahogó un resoplido. “Está bien. ¿Qué hay con ellas?”

“Puedes prestarme a mí y a Cherry para un partido. No será mucho, pero será una inyección de efectivo, sin mencionar que ambas descargaremos algo de presión”.

“Seguro, ¿Cómo sabes que necesitan jugadoras?”

“Conozco algunas de las chicas, nos encontramos hace algunos días y nos mantuvimos en contacto. Las Torpes son un equipo chistoso, una marca. Aunque hacen bastante dinero. Ellas son más bien agradables, tan agradable como se puede ser en este negocio. Son buenas personas, pero no son buenas atletas y tienen autognosia (autoconocimiento)”.

Héctor miró mejor al poster digital y al sitio web de las Torpes. “Conócete a ti misma”, él asintió.

“Se lo mencioné de manera casual y todas se emocionaron. Es decir, al prospecto de finalmente ganar un partido con nuestra ayuda”.

Héctor cerró el sitio web y regresó a sus bocetos. “Está bien”.

Pickle hizo una pausa de un segundo “¿Qué, así simplemente?”

“Seguro, háganlo. Prepárenlo. Hagan todos los arreglos. ¿De qué manera más clara puedo decir qué estoy de acuerdo?”

“Pero no puedo prepararlo. Tienes que llamarlos”.

Héctor suspiró y levantó la vista de sus bosquejos de armaduras. “¿Pickle?”

“¿Si?”

“¿Las otras chicas no tienen asistentes?”

“Por supuesto que sí”.

“Entonces coge el teléfono, diles que tú eres mi asistente y reserva el maldito cupo”.

“Pero – pero, podría arruinarlo”.

Héctor alzó los ojos y levantó los bosquejos de nuevo. “Ambos sabemos que eso no es probable”.

CAÍDA TRECE

En el gynaeconitis, justo antes del partido, Cherry y Pickle se alistaban para jugar. Héctor estaba recostado contra la pared mirando hacia otro lado, siendo discreto. A Cherry no le importaría si llamaba su atención, aunque sólo fuese un poco. “¿Ves? Te dije que podías con el negocio”, le dijo a Pickle.

“Si… y logré un buen precio también. Sólo un día de pago, pero nada de que burlarse”, dijo Pickle poniéndose la camiseta.

“Ha, no soy quien se va a burlar del dinero que entre. Sólo que no se excedan hoy, no quiero que salgan heridas”, dijo.

“Ven, ayúdame a uniformarme”, dijo Pickle muy erguida.

“Seguro”. Héctor fue hasta ella y tomó las partes de la armadura.

Cherry se avispó a la vista de eso. “¿Qué es esto?”

Pickle habló con un tono muy alto para que Cherry le creyera de verdad. “Oh, no es nada. Héctor me pone la armadura antes de cada partido” Ella hizo un gesto como sin darle importancia, riéndose para terminar con eso. “Es para la buena suerte”.

Héctor se arrodilló, le puso las espinilleras a Pickle, inclinándose detrás de sus piernas para sujetarlas en su lugar.