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Pie De Cereza
Pie De Cereza
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Pie De Cereza

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Ella lo sabía, eso iba a pasar, estaba segura. Estaría bien durante algunos días, diablos, incluso durante algunos meses, pero la bestia surgiría. Patty estaba equivocada. Ningún hombre era inmune a ello.

Esperando lo peor, se echó el morral a la espalda y caminó hacia su nueva casa.

Entonces se acobardó, se detuvo y se devolvió.

CAÍDA DOS

Se hacía tarde. El timbre de la puerta sonó y Héctor fue a atenderla.

¿Es Cherry? Dile que la he estado esperando por años”, dijo Pickle gritando a través de las habitaciones.

Héctor regresó con una caja. Era una cava de una marca local de refrescos, Loux. “No, no era ella, un mensajero dejó esto, y…” leyó la Nota de Entrega. “Oh, en realidad es para ti”. La deslizó sobre la mesa hacia ella.

Pickle se animó. “¿Para mí? ¡Oh! ¿Qué es?” Abrió la cava y encontró un tesoro adentro. “Vaya, por las tetas de Atenas. ¡Es increíble!”. Destapó una botella agitable y la sostuvo en alto.

Héctor se inclinó hacia la cava haciendo una mueca. “¿Qué es eso?

“Es Jugo de Pepinillos Granizado. ¡Nunca se me hubiese ocurrido! ¡Es genial, toma, pruébalo!” Ella apuntó la pajita hacia él.

Levantó la mano. “Asco, no gracias, puedes quedarte con mi parte”.

En ese momento Pickle notó el color. “Ay, tengo un mal presentimiento”.

“¿Qué?”

“Es amarillo verdoso”.

“¿Y? Es colorante artificial, simplemente”.

“No, no, ve, el color está demasiado diluido y no concuerda con la acidez propia de un pepinillo”.

Héctor parecía divertido y resignado. “¿Cuál es la cantidad de ácido apropiado para el pepinillo?”

Ella se encogió de hombros con la mirada hacia un lado. “Uh, algo como un rico bosque verde, tú sabes, como pepinillo”.

Héctor no parecía impresionado, habló poniendo la lengua entre sus labios. “Uh-Uh. Como sea. ¿Vas a probarlo?”

El granizado estaba frío, la condensación cubría la botella. Tomo la pajita con sus labios y tomó un sorbo. “Si, está dulce. Eso no es bueno”.

“¿Cómo se supone que deba estar?”

Pickle puso cara de “¿Estás bromeando?”. “Ácido, por supuesto”.

Se lamió los labios saboreándolos. “Deja como un cierto sabor residual grato. Esta bebida no está hecha para los amantes del pepinillo”.

“¿Verdaderamente? Maldición, bótala entonces”. Trató de alcanzar la cava.

“¡Coño, no!” Se quejó apartándola.

Él se rio. “Bien, entonces ¿qué quieren?” Volteó la Nota de Entrega y leyó en voz alta. “Estimada Patricia Georgiou, sería un honor si tú y tu dueño probaran nuestro nuevo sabor granizado y estuviesen de acuerdo con un patrocinio nuestro. Hemos adjuntado los términos del contrato propuesto. Realmente nos gustaría trabajar con ustedes, por favor pónganse en contacto con nosotros si tienen alguna pregunta y haremos lo mejor que podamos para solucionar cualquier problema”.

Los ojos de Pickle se abrieron con asombro. “Quiere decir… Quiere decir que yo…”

Héctor le brindó una amplia sonrisa y asintió. “¡Que acabas de conseguir un patrocinador!”.

Pickle soltó una risa de alegría y luego la ahogó. Levantó un dedo. “No lo digas”.

Héctor se recostó en la pared y levantó los hombros con aire presumido. “Sólo iba a decir-“

“¡No lo digas!” Pickle tomó la cava apretándola con sus brazos y corrió hacia su cuarto.

“En serio, todo lo que iba a decir era-“

“¡No digas un carajo!” gritó a través de las habitaciones.

“¡Te lo dije!” gritó Héctor, sintiéndose pleno.

Cerró la puerta de un puntapié.

“Un ‘gracias Héctor’, sería agradable, sabes, ¡ya que te lo dije!” gritó.

Pickle contuvo su respuesta.

Podía oír sus pasos que venían hacia su puerta. Él habló a través de ella, su voz sonaba amortiguada. “¿Entonces vamos a rechazar el patrocinio?

“¿De repente tenemos mucho dinero? ¡Claro que no!” se burló ella. “Abre la puerta”

Héctor echó un vistazo al interior del cuarto. “Obviamente, estoy de acuerdo” dijo. “¿Entonces qué hacemos? No puedes endorsar un producto que no te gusta”.

“Fácil, voy a ir a sus oficinas a decirles qué es lo que tienen que arreglar. ¡Va a ser increíble!”

“Ay, ya lo siento por ellos”. Héctor hizo una mueca, cerró la puerta y se fue.

Pickle se subió a la cama y sostuvo el envoltorio de hielo color orina en sus brazos y tomó otro sorbo. Umm, no. Demasiado dulce. Y si, definitivamente iba a arreglar este producto.

CAÍDA TRES

Héctor sabía cuál sería el voto de ella, podía verlo en sus ojos brillando. Lo otro, era un paso mayor así que para comenzar, realmente no era tan emocional. En realidad no sabía cómo funcionaban los patrocinios, así que le hizo una pregunta a Tony y éste respondió enviándole unas instrucciones. Era bastante fácil, muy parecido a un contrato de cadena de bloques como cualquier otro. Lo revisó un par de veces con el guion del lenguaje simplificado de Tony y vio que era correcto. Ninguna cláusula escondida, ninguna trampa legal extraña que pudiera ver. Parecía que estos tipos en realidad querían este trato. Dijo “Joder”, tomó un trago de ouzo y lo aceptó.

Esperó un par de minutos por las confirmaciones y luego revisó las estadísticas de Pickle:

Mil euros más cada mes, añadidos así como así a su cuenta. Definitivamente podría trabajar con eso, especialmente con todos los gastos ocultos de poseer un equipo. Era una locura, pedían mierda en la que él ni siquiera había pensado. Logos, sitios web, servicios de streaming, gerentes de medios sociales y por contrato estaba obligado a proporcionárselos al torneo de Ciberpink. Los mirones necesitaban un ojo de cerradura para espiar, tú sabes. Tenías que hacerlo lo suficientemente grande y asequible en línea por medio de menús ordenados, desplegables en orden descendiente de lujuria. Afortunadamente, Tony siempre estaba dispuesto a arreglar todo para él. Se había hecho prácticamente indispensable. Héctor ni siquiera sabía dónde estaba alojado el sitio web del equipo, mucho menos trabajar en él. El hombre podía ser insufrible algunas veces, pero era un mago con las computadoras. Y se babeaba sobre el teclado desde que comenzó a estar todo el día alrededor de las atletas Ciberpink. Héctor decidió dejar que el hombre tuviera sus perversiones. Atrasaría algunos pagos por ahora, pero le pagaría su parte justa. Estaba haciendo cosas en las que Héctor ni siquiera había pensado. Había conectado noticias y automatizaciones que Héctor ni siquiera entendía. Todos los fanáticos lujuriosos serían notificados al segundo de la actualización en el patrocinio, pronto pondrían sus órdenes en línea. Las lenguas de los fanáticos en color pepinillo, era algo divertido de imaginar.

Héctor sacudió la cabeza. Ciertamente, un mundo raro para vivir.

Se levantó, miró por la ventana hacia la calle iluminada. La gente aún caminaba a pesar de que las tiendas estaban cerradas a esa hora. Por supuesto, el comercio no se detuvo sólo porque el programa de horario fijado por el gobierno había terminado. Héctor vio al vendedor de drogas usual en la esquina, un muchacho de apenas 17 años, y como era de esperarse, una joven conversando con él para conseguir un toque. Tenía el cabello corto, una buena figura y arrastraba un morral de viaje detrás de ella-

Cherry del coño.

Héctor corrió por las escaleras y salió de la tienda, cruzó la calle y de manera casual dijo, “Hola, Mike”.

“Hola Sr. Troy, ¿Qué pasa?” dijo el joven confundido, mirando alrededor. Ambos sabían que Héctor no era su cliente usual.

“Oh, todo está bien. Oye Cherry, no te había notado”. Héctor se recostó del poste de luz.

Cherry frunció el ceño. “Si viniste hasta aquí a detenerme-“

Héctor levantó una mano, “En realidad déjame detenerte ahí mismo. La verdad, no me importa, pero sí sé que este joven empresario le vende una mercancía de mierda a la gente que es nueva en el vecindario”. Lentamente se volvió hacia Mike para verlo.

Estaba aterrado. “Sr. Troy, yo nunca, honestamente”. Le arrebató el pucho de cocaína de la mano a Cherry y se lo cambió por otro. Volviéndose hacia ella le dijo, “la próxima vez déjame saber que conoces al Sr. Troy, ¿estamos amor?”

Cherry cruzó los brazos y miró hacia un lado. “Cómo sea”.

“¿Estamos listos? Ven al piso de arriba, Patty te ha estado esperando todo el día, estaba preocupada por ti”.

Cherry lo siguió un par de pasos y se detuvo en el pavimento. “¿Qué vas a hacer, darme un sermón? “¿Quitármelo?”

Héctor se volvió hacia ella y puso su mano en alto. “¿Tú tienes, qué, veintidós años? Quiere decir que eres una adulta y no, para ser honesto, preferiría que no uses drogas en mi casa, pero si la alternativa es que te la pases en la calle, drogada en cualquier callejón, entonces sin lugar a dudas, entra. Patty ha estado yendo de aquí para allá todo el día, me está volviendo loco”.

Comenzó a caminar y Cherry permaneció sin moverse.

“Voy a entrar, la puerta está abierta para cuando decidas qué hacer”, dijo Héctor en voz alta mientras se alejaba.

Después de un puchero audible, escuchó el morral que se deslizaba por la calle hacia él.

CAÍDA CUATRO

“¡Cherry!” Exclamó Pickle y la abrazó. No, la abrazó muy fuertemente.

“Hola, ya estoy aquí. Hurra”, dijo con una sonrisa forzada.

“¡Por fin!, estaba preocupada porque nunca respondiste los correos. No importa, déjame mostrarte el lugar. Esta es la casa, y esta es…”

Pickle continuó hablando y hablando acerca del lugar, como si estuviese atolondrada. Cherry no quería arruinar su estado de ánimo, pero no sentía lo mismo. Seguro, confiaba en su amiga, y de alguna forma estaba segura que no era ningún tipo de trampa, pero ya había sido maltratada demasiadas veces. No podía evitar que esperara a que cayera el otro zapato.

“Esta es la cocina, prácticamente es el salón de reuniones. Este es el ouzo de Héctor, hay una provisión suficiente si es que puedes beberlo. Este estante es mi despensa de pepinillos, puedes tomar cuantos quieras”. Ella tomó una jarra completa de pepinillos.

“Vaya, gracias…” Cherry se rio.

“Y ese es nuestra habitación, dormiremos juntas esta noche y lo primero que haremos mañana es conseguirte una cama, ¿Te parece?”

Cherry se encogió de hombros y dejó que le cargara el morral que estaba en la esquina. Pickle estaba como atolondrada, señalando cosas a la izquierda y a la derecha. “Este es el baño, podemos usar el de arriba. Héctor lo dejó para nosotras. Este es el cuarto de los trastes, nunca toques nada de allí, de todas maneras, son sólo cajas llenas de polvo. Esta es la habitación de Héctor, ahora vamos abajo”. Tres escalones antes de llegar al piso, se sentó y el resto lo susurró. “Este es el mejor sitio para espiar a Héctor mientras trabaja sin molestarlo. Es una vista agradable mientras uno se come una botana”. Pickle mordió un pepinillo y se puso a mirar.

Héctor estaba sin camisa, sudando frente a la fragua. Era de alta tecnología construida para trabajos de precisión que incluso podía hacer piezas para naves espaciales, pero sin embargo despedía un calor del carajo. Una chimenea de meta material a base de grafeno enviaba el calor hacia afuera Estaba construyendo partes para sus armaduras, en cierto momento hacía un trabajo pesado golpeando sobre metal con martillos y vertiendo aleaciones derretidas en moldes y al momento siguiente hacía un delicado trabajo de costura mezclando los materiales blandos y fuertes en una perfecta amalgama.

Cherry también observaba y distraídamente aceptó un pepinillo de la jarra y lo masticó. Héctor se parecía a Hefesto trabajando en su fragua. Pero en vez del pequeño, voluminoso jefe del Olimpo, éste era alto, delgado, con músculos hechos para el trabajo, en nada parecido al típico físico culturista hinchado. Las muchachas observaban los músculos que se distendían y contraían, dirigiendo cada golpe del martillo hacia el sitio preciso al que apuntaba. Cherry podía ver que no había correcciones ni golpes errados., ningún gasto de material. Era como ver a un pintor usar la brocha en el lugar y ángulo preciso para completar una obra maestra. Un pintor con un martillo y músculos relucientes, delgado, y cabello oscuro con una barba corta y el pecho peludo que terminaba en una línea de pelo más oscuro en su bajo estómago y que seguía dentro de su pantalón… después de un largo momento, susurró, “Iba a burlarme de ti por completo en un principio, pero definitivamente puedo ver lo atractivo que esto resulta”.

Ambas masticaron más pepinillos disfrutando de la vista en silencio.

“Se me olvidó buscar toallas sanitarias, ¿puedes compartir algunas?” Dijo Cherry mientras se quitaba la ropa en el cuarto.

Pickle sonrió y señaló el closet. “Abre ese”.

Cherry lo hizo y en cuanto lo abrió una pila de toallas y tampones de todas clases de productos para el período cayeron al piso alrededor de sus pies. Ella gritó, “¿Qué? Oh, tú lo planeaste, ¿No? Ja. Muy cómico, que madura eres. ¿Qué significa todo esto?” Recogió una caja de la pila.

Pickle se puso un pijama cómodo y se abrazó las piernas cerca de Cherry. Héctor no sabía que comprarme, así que compró dos de cada una.

Cherry comentó. “¡Oh, eso es adorable!”

Pickle se rio entre dientes y trajo otra almohada.

“Entonces… ustedes dos… ¿sabes? ¿Han hecho algo?” preguntó Cherry, mientras iba hacia el baño.

“¿Hacer qué?”

Cherry se detuvo e hizo una imitación con el dedo en el hueco metiéndolo y sacándolo.

Los ojos de Pickle se abrieron más. “¡No! Uh Uhm, no”

Cherry volteó la cabeza hacia un lado “¿De verdad? Yo hubiera pensado otra cosa”.

“¡No!” chilló Pickle. “¿Por qué lo haría?” protestó con una voz en un tono alto.

Cherry entrecerró los ojos “Así… No te importa que yo…” Movió su dedo alrededor señalándose lugares.

“Todo tuyo”. Pickle negó con la cabeza vigorosamente.

Al regresar del baño, Cherry encontró a Pickle que sostenía su bolsa de droga. Tenía el ceño completamente fruncido. Cherry intentó restarle importancia. “Yo… uh, no la quería. No sé en qué estaba pensando, en verdad. Estaba afuera, lista para venir para acá y entré en pánico”.

Entraste en pánico y ¿fuiste a comprar drogas?” Dijo Pickle, suspirando suavemente.

“Si. Creía que iba a estar en la misma situación con un dueño diferente. Era un acto final de desafío ¿sabes?”

“No, realmente no”, dijo Pickle simplemente poniendo la bolsa de droga de regreso en el tocador.

“Ahora que lo dije en voz alta me parece estúpido a mí también. Debí haber confiado en ti. Dijiste que aquí era grandioso y yo quería creerlo. Todavía lo creo… Es sólo qué…” Cherry se sentó en la cama y se cubrió la cara.

Pickle la abrazó. “Lo sé Carolina, lo sé”.

Sintiéndose segura y amada por primera vez en años, en los brazos de una figura materna, Cherry soltó las lágrimas y sollozó en silencio. Pickle la sostuvo acariciándole el cabello con los dedos, tarareando suavemente. La besó en la frente. “Ahora estás a salvo, no dejaré que te pase nada”.

Cherry soltó todo lo que tenía por dentro, llorando a chorros

Poco después, subieron a la cama. Una atolondrada Pickle la abrazó bien fuerte, “Soy la gran acariciadora”.

“¿Por qué tienes que ser la gran acariciadora?” Se quejó Cherry sin que lo dijera en serio.

“Porque soy más vieja”, dijo Pickle de manera casual.