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Pickle Pie
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Pickle Pie

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Pickle Pie

“Damas, caballeros y las otras variaciones, les presentamos a las ¡Daaarlings de la Deeestrucción! Dijo el comentarista con voz retumbante.

“¿Me imagino qué son las favoritas para ganar este partido?” Gritó Héctor para que pudiera ser oído.

“Seguro que sí, hombre. Me encantan las Posters cualquier día de la semana, pero las Darlings… Bien, ya verás”. Se besó las puntas de los dedos.

“Oh, guao, esa es una armadura excelente”, dijo Héctor evaluando el valor de cada artículo a medida que las Darlings pasaban y las veía en un close up de RA.

Tony se volvió hacia él. “¿Qué, no tienes polla?”

Héctor se ahogó. Asintió explicando, “No – Sí, están muy buenas, pero sus armaduras son verdaderamente hermosas, no estoy bromeando”.

Tony se rió. “Estás dañado mi amigo”

Los dos equipos tomaron sus lugares en el campo. Un referí colocó una calavera en el medio y esperaron formando una línea en extremos opuestos. Había un montículo hecho de algo color naranja y suave detrás de cada equipo. Tenían armas, espadas y una cadena con una bola, que parecían hechas de material para prácticas, con bordes suaves y extremos enormes.

Entonces un tambor comenzó un ruido sordo y profundo que reverberaba a través de la multitud que aclamaba.

Las atletas se lanzaron hacia adelante, cubriendo la distancia en un segundo. Héctor no podía seguir la acción. Alguien golpeó a alguien, cayo arrodillada, las de contextura más pequeña corrieron hacia la calavera, las golpearon pero una ¿esquivó el golpe con los brazos? “¿Por qué las otras no esquivan los golpes con los brazos también?”

“Sólo las Qwiks pueden hacerlo, ahora cállate”, dijo Tony fijándose en la acción y tomando un sorbo.

Algo pasó en el medio, golpeada con una espada, una mujer cayó sobre su espalda, la acción continuó. Una bola con una cadena hizo un amplio arco y golpeó a una chica Poster, su cabeza se movió hacia un lado y voló hacia atrás con tanta fuerza que cayó a cinco metros de distancia esparciendo sangre rosada en el aire. La multitud se volvió salvaje.

Entonces una Qwik bajó la calavera con fuerza.

Un referí pitó. Héctor estaba asombrado. “¿Qué diablos? ¿Once segundos y ya anotaron?”

Las repeticiones estaban en bucle, la pobre chica golpeada en la cara, su cabeza siendo empujada hacia atrás una y otra vez, con la sangre esparciéndose en el aire.

“Ciberpink, el deporte más rápido que hay. Te acostumbrarás a él. Toca el botón de repetición en tu veil. Cuando entiendas las reglas se te hará más fácil”.

“Ok. A riesgo de parecer estúpido, ¿Por qué la sangre es rosada?”

“Oh, en realidad eso es algo ingenioso. Debido a que las reglas de transmisión de los medios no permiten que muestren sangre en la pantalla, tienen una máquina de IA – Inteligencia Artificial – que cambia el color de la sangre en la transmisión en tiempo real”.

“Pero no estamos viendo una transmisión, estamos aquí en vivo”. Héctor abrió la palma de su mano débilmente hacia el partido.

Tony movió sus manos. “Es una luz con una amplitud de onda específica, más una RA algo opaca y se ve rosada incluso cuando estás aquí en el estadio.

“Guao. Eso es…”

“Brillante, ¿Correcto?”

“Enfermizo. Eso es… enfermizo”.

“¿En verdad? Quiero ver tu cara cuando cobres el cheque por el partido, dueño”. Dijo esa palabra como si le supiera amarga.

Héctor se calló. Seguro, era un hipócrita. ¿Pero qué podía hacer? Su negocio se estaba desmoronando. No era que él hubiese pedido poseer una atleta, simplemente le cayó de la nada, podía venderla tan pronto como fuese posible y tener una buena ganancia. A Tony le encantaría ponerlo en contacto con las personas conocidas del mercado y asegurarse que todo fluyera con facilidad si le tocaba una parte.

Se llevaron a la chica Poster en una camilla y un reemplazo la sustituyó. Era Patty Roo, llevaba una espada larga y se veía incomoda.

¿Y quién no lo estaría? Una chica del equipo caída y ya con un punto perdido. Este era un juego loco.

Los tambores comenzaron de nuevo y las atletas se lanzaron hacia adelante, una vez más una ráfaga de golpes, paradas repentinas y estocadas hacia adelante, gritos y…

La Qwik anotó.

“¡Coño!” Exclamó Héctor y se levantó con la gente alrededor de él gimiendo con él.

Tony sonrió y tomó un sorbo. “¿Ya estás enganchado?”

“Vamos, ¿apenas ha pasado un minuto y ya estamos perdiendo?”

“No te preocupes, a las atletas le pagan lo mismo, ganen o pierdan. Aunque las ganadoras obtienen los bonos, por supuesto”, musitó para sí mismo, asintiendo, “y los patrocinios, la comercialización, el sexo, y el…”

Héctor le hizo un gesto para callarlo. “Entiendo”. Se sentó hundiéndose en el asiento. “Tengo una perdedora”.

“Sí, hombre. Se te olvida quien fue el dueño anterior. Diego, hombre”.

“Sí”, exhaló”.

“Hay un corte comercial, voy corriendo a orinar. Debí haberte hecho caso acerca de los refrescos”.

CAÍDA DOCE

Héctor se haló el cabello.

Todo era tan estresante. El partido continuó y apenas podía seguirlo. Espadas, bastones, bolas y cadenas volaban y golpeaban a todas la que estaban jugando.

No tenía idea de qué estaba pasando, volvía a ver las repeticiones y observaba a Patty Roo.

Parecía buena en lo que hacía pero le faltaba algo. Blandía su espada larga con precisión, evitaba los golpes esquivándolos por apenas una pulgada, pero el equipo contrario como un todo parecía mejor. Mucho mejor.

Lo único que las chicas Posters tenían eran sus tetas. Héctor revisó sus estadísticas. Sensualidad 3, Sensualidad 2, Sensualidad 3. Las estadísticas útiles eran sólo Sensualidad. Seguro, era un paquete de propaganda dulce pero eso no les iba a hacer ganar juegos. Con culo o sin él, todavía era un deporte, ¡maldición!

¿O quizás eso ni siquiera importaba?

Héctor estaba muy cerca de arrancarse un puñado de pelos. Desde un punto de vista comercial era una locura. Las chicas Posters usaban una armadura muy corta que apenas las cubrían, eran más para ser sexys que para protegerlas. Los cascos, nada que ver.

No era extraño que las estuvieran moliendo a golpes. ¿Dos atletas caídas con semanas para recuperarse y posible daño permanente?

Una locura.

Se sentó en el borde de su asiento, casi listo para dirigirse a su taller y darles a esas pobre chicas una protección adecuada. Es decir, coño, incluso el equipo más barato que tenía habría evitado ese último golpe debilitador que les había costado un punto.

Se suponía que las armas eran del tipo de entrenamiento, suaves, de gomaespuma y plásticas. Pero la fuerza es igual a la masa por la puta aceleración y cuando tenías brazos cibernéticos moviéndolos con tanta fuerza no importaba que fueran de gomaespuma o no. Aún te podían sacar los dientes.

Sangre. Esa era la idea del juego, corrección, esa era la idea el espectáculo.

Pero el desperdicio que había detrás de todo eso era una locura. ¿A esta gente no le preocupaba nada estas pobre mujeres? Al menos podrían proteger su inversión. Comprar una atleta no era barato, incluso en esta liga de mierda de tercera clase.

Tony regresó empujando a los fanáticos con su gordura y se sentó. “Hombre, me tomó una eternidad orinar, tuve que sacármelo en una choza cerca de los baños”.

“Encantado de oír eso”, Héctor hizo una mueca.

“¿Qué me perdí? ¿Oh, diez puntos de ventaja? Lo lamento hombre, no tendrás ningún bono hoy”.

“Así parece, sí, pero…” Se sumió en sus pensamientos, “quiero decir, ellas…”

Los tambores comenzaron a sonar de nuevo y Patty embistió. Estaba lenta, claramente recuperándose de una herida desde antes de ese partido, sin embargo, era buena. Golpeó a dos oponentes, paralizándolas durante algunos sonidos del tambor. Héctor se había imaginado esa jugada por cuenta propia. Las mantuvo a las dos abajo dejando sitio para que su Qwik y que la Cadena pudiera girarla en un círculo amplio que la cubriera. Corrieron al unísono hacia el montículo.

Las bloquearon y cayeron de rodillas dejando que la calavera rodara por el suelo. Estaba cubierta con sangre rosada. Patty se movió hacia adelante y cubrió a su Qwik mientras se recuperaba, pero era demasiado, todas le cayeron encima.

Esquivó a una Darling, pero el resto la golpeó tumbándola. Los micrófonos del estadio recogieron un chasquido audible de sus costillas, Recibió otro golpe de un bastón y Patty cayó llenando de sangre rosada a la Darling. La multitud reaccionó haciendo una mueca colectiva.

Las Darlings de Destrucción continuaron pateando a Patty en el suelo y el referí las empujó hacia atrás gritándoles en la cara.

Héctor se encontró sintiéndose preocupado. “¡Esas malditas perras!”

“Totalmente” Tony estuvo de acuerdo.

“¿Eso es legal?”

“En realidad no. Les darán una advertencia”, dijo simplemente, estrujó una lata con la mano y la tiró al piso.

“¿Una advertencia?” Gritó Héctor. “¡La acaban de mandar al hospital!”

Tony se volvió hacia él y arrugó los hombros. “¿Qué quieres que te diga, hombre?”

Héctor se había quedado sin palabras.

CAÍDA TRECE

La ambulancia alumbró la calle con colores azules. Era tarde en la noche. La gente veía a través de sus ventanas, curiosas por saber de qué se trataba el alboroto.

“Lo raro es, que en este vecindario normalmente nos llevamos gente, no las traemos. Firme aquí, por favor”, dijo el médico y le presentó una Tablet para que la firmara digitalmente.

“No pueden simplemente dejarla aquí”, se quejó Héctor.

El médico le miró a la cara. “¿No es usted el dueño registrado de esta atleta?”

“Sí… Pero-”

“Entonces es su problema, no el mío. La estabilizaron en la sala de emergencias y ahora sólo tiene que recuperarse. Puede buscar en las PMC de nuestra página web para pedir instrucciones y suministros que pueda necesitar”.

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