banner banner banner
Pickle Pie
Pickle Pie
Оценить:
Рейтинг: 0

Полная версия:

Pickle Pie

скачать книгу бесплатно


“Sí”, exhaló”.

“Hay un corte comercial, voy corriendo a orinar. Debí haberte hecho caso acerca de los refrescos”.

CAÍDA DOCE

Héctor se haló el cabello.

Todo era tan estresante. El partido continuó y apenas podía seguirlo. Espadas, bastones, bolas y cadenas volaban y golpeaban a todas la que estaban jugando.

No tenía idea de qué estaba pasando, volvía a ver las repeticiones y observaba a Patty Roo.

Parecía buena en lo que hacía pero le faltaba algo. Blandía su espada larga con precisión, evitaba los golpes esquivándolos por apenas una pulgada, pero el equipo contrario como un todo parecía mejor. Mucho mejor.

Lo único que las chicas Posters tenían eran sus tetas. Héctor revisó sus estadísticas. Sensualidad 3, Sensualidad 2, Sensualidad 3. Las estadísticas útiles eran sólo Sensualidad. Seguro, era un paquete de propaganda dulce pero eso no les iba a hacer ganar juegos. Con culo o sin él, todavía era un deporte, ¡maldición!

¿O quizás eso ni siquiera importaba?

Héctor estaba muy cerca de arrancarse un puñado de pelos. Desde un punto de vista comercial era una locura. Las chicas Posters usaban una armadura muy corta que apenas las cubrían, eran más para ser sexys que para protegerlas. Los cascos, nada que ver.

No era extraño que las estuvieran moliendo a golpes. ¿Dos atletas caídas con semanas para recuperarse y posible daño permanente?

Una locura.

Se sentó en el borde de su asiento, casi listo para dirigirse a su taller y darles a esas pobre chicas una protección adecuada. Es decir, coño, incluso el equipo más barato que tenía habría evitado ese último golpe debilitador que les había costado un punto.

Se suponía que las armas eran del tipo de entrenamiento, suaves, de gomaespuma y plásticas. Pero la fuerza es igual a la masa por la puta aceleración y cuando tenías brazos cibernéticos moviéndolos con tanta fuerza no importaba que fueran de gomaespuma o no. Aún te podían sacar los dientes.

Sangre. Esa era la idea del juego, corrección, esa era la idea el espectáculo.

Pero el desperdicio que había detrás de todo eso era una locura. ¿A esta gente no le preocupaba nada estas pobre mujeres? Al menos podrían proteger su inversión. Comprar una atleta no era barato, incluso en esta liga de mierda de tercera clase.

Tony regresó empujando a los fanáticos con su gordura y se sentó. “Hombre, me tomó una eternidad orinar, tuve que sacármelo en una choza cerca de los baños”.

“Encantado de oír eso”, Héctor hizo una mueca.

“¿Qué me perdí? ¿Oh, diez puntos de ventaja? Lo lamento hombre, no tendrás ningún bono hoy”.

“Así parece, sí, pero…” Se sumió en sus pensamientos, “quiero decir, ellas…”

Los tambores comenzaron a sonar de nuevo y Patty embistió. Estaba lenta, claramente recuperándose de una herida desde antes de ese partido, sin embargo, era buena. Golpeó a dos oponentes, paralizándolas durante algunos sonidos del tambor. Héctor se había imaginado esa jugada por cuenta propia. Las mantuvo a las dos abajo dejando sitio para que su Qwik y que la Cadena pudiera girarla en un círculo amplio que la cubriera. Corrieron al unísono hacia el montículo.

Las bloquearon y cayeron de rodillas dejando que la calavera rodara por el suelo. Estaba cubierta con sangre rosada. Patty se movió hacia adelante y cubrió a su Qwik mientras se recuperaba, pero era demasiado, todas le cayeron encima.

Esquivó a una Darling, pero el resto la golpeó tumbándola. Los micrófonos del estadio recogieron un chasquido audible de sus costillas, Recibió otro golpe de un bastón y Patty cayó llenando de sangre rosada a la Darling. La multitud reaccionó haciendo una mueca colectiva.

Las Darlings de Destrucción continuaron pateando a Patty en el suelo y el referí las empujó hacia atrás gritándoles en la cara.

Héctor se encontró sintiéndose preocupado. “¡Esas malditas perras!”

“Totalmente” Tony estuvo de acuerdo.

“¿Eso es legal?”

“En realidad no. Les darán una advertencia”, dijo simplemente, estrujó una lata con la mano y la tiró al piso.

“¿Una advertencia?” Gritó Héctor. “¡La acaban de mandar al hospital!”

Tony se volvió hacia él y arrugó los hombros. “¿Qué quieres que te diga, hombre?”

Héctor se había quedado sin palabras.

CAÍDA TRECE

La ambulancia alumbró la calle con colores azules. Era tarde en la noche. La gente veía a través de sus ventanas, curiosas por saber de qué se trataba el alboroto.

“Lo raro es, que en este vecindario normalmente nos llevamos gente, no las traemos. Firme aquí, por favor”, dijo el médico y le presentó una Tablet para que la firmara digitalmente.

“No pueden simplemente dejarla aquí”, se quejó Héctor.

El médico le miró a la cara. “¿No es usted el dueño registrado de esta atleta?”

“Sí… Pero-”

“Entonces es su problema, no el mío. La estabilizaron en la sala de emergencias y ahora sólo tiene que recuperarse. Puede buscar en las PMC de nuestra página web para pedir instrucciones y suministros que pueda necesitar”.


Вы ознакомились с фрагментом книги.
Для бесплатного чтения открыта только часть текста.
Приобретайте полный текст книги у нашего партнера:
Полная версия книги
(всего 370 форматов)