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Los Secretos Del Rubicón
Los Secretos Del Rubicón
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Los Secretos Del Rubicón

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—Son las tres líneas defensivas del Rubicón, pero solo la última línea roja, la que se encuentra poco antes de Ariminium, construida sobre el río Pluso

es la protegida por una empalizada y no se puede cruzar en armas contra Roma —explicó César.

Hortensio se quedó pensativo un momento y luego añadió:

—¿Y si la pasáramos armados?

—Seríamos inmediatamente declarados traidores y enemigos de Roma.

—Entiendo. ¿Por qué se llama Romandía a esa zona? —preguntó Hortensio, como incasable curioso que era.

—Se la llama Romandía porque significa cruce y mandato romano y sirve en tiempo de paz para disolver las legiones antes de entrar en Roma o rearmarlas y reorganizarlas para dirigirse al norte.

»Por otro lado, si has leído el último informe militar, tienen miedo de que atravesemos esa línea y han mandado a toda velocidad dos legiones pompeyanas para situarlas sobre la primera línea al lado de Cesena y reforzar esa zona para impedirnos atravesarla —explicó César.

—Sí, también yo he leído ese informe. Dice que las legiones pompeyanas han salido del Rubicón y se han dispuesto sobre algunos ríos y arroyos bien defendidos y están prácticamente a las puertas de Cesena —respondió Hortensio.

—Exacto, pero quiero mostrarte mejor la situación —dijo César mientras sacaba un mapa del lugar dibujado sobre un pergamino que abrió delante de Hortensio—. Los legionarios de Pompeyo están colocados más o menos aquí, en las cercanías de Caes Arena, como hizo el cónsul Flaminio contra Aníbal. Y su primera línea se encuentra junto a este río que puede acrecentarse desviando las aguas gracias a las esclusas y canales descendientes que se encuentran a unas millas sobre los montes que hay sobre Caes Arena —dijo César mientras indicaba el lugar sobre el mapa.

—¿Y dónde está la segunda línea del Rubicón? —preguntó Hortensio.

—Está aquí, a unas millas más atrás sobre otro riachuelo, en un lugar llamado Ad Confluentes, que puede acrecentarse también desviando las aguas del monte —César mostró el punto sobre el mapa a Hortensio.

—¿Y la última línea dónde está?

—Es esta línea roja que ves dibujada aquí, unas millas todavía más al sur, junto a Ariminium

y está defendida por una empalizada de madera roja de hasta cuatro metros de altura por los motivos que ya te he dicho. Y esta es la frontera inviolable, que con o sin el favor de los dioses, pretendo violar —concluyó amenazante César.

¿Cuál era el verdadero Rubicón?

Ya deberíais haberlo entendido por el diálogo entre César y Hortensio, pero tratemos de resumir un poco lo que había sucedido a lo largo del tiempo.

Los historiadores han debatido y se han devanado los sesos durante siglos sobre qué pudo ser el verdadero Rubicón debido al hecho de que, según fuentes históricas, relatos y reconstrucciones geológicas, a veces parecía ser un río que pasaba cerca de Cesena, a veces otros ríos entre Savignano y Santarcangelo di Romagna,

lo que era verdad en cierto sentido, pero faltaban algunos detalles que creaban algo de confusión.

La confusión se debió al hecho de que hace mucho tiempo, en los tiempos del cónsul Flaminio, los romanos habían creado una defensa compuesta por tres líneas defensivas dispuestas una detrás de la otra, como indicaba la técnica militar de la época, para cerrar el paso nada menos que al cartaginés, o púnico, Aníbal,

que había atravesado los Alpes con sus tropas y algunos elefantes y podía descender hacia Roma pasando por la vía Flaminia, que acababa de construirse unos pocos años antes, llamada por el pueblo Roman-Dia y también Roman-Via, que significaba Travesía Romana o Vía a Roma, si así os parece.

De esos términos derivaron después los nombres Romània,Romandiola y la actual Romaña.

La última línea defensiva del Rubicón se trazó casi toda sobre el río que hoy se llama Uso.

Las otras dos líneas del Rubicón eran: una sobre el río Pressatellum, hoy llamado Pisciatello, y la otra sobre el río hoy llamado Fiumicino. Y probablemente ambas, si no las tres, estaban conectadas mediante canales y compuertas hidráulicas con las fuentes montañosas del Urgon, otro río cuyo nombre los historiadores creen que significaba Rubicón en dialecto romañolo, pero que en etrusco significaba algo muy distinto, como leeréis más delante.

Bastantes millas de esa frontera sobre el río Uso estaban cerradas por una hilera de altas estacas y tablas de madera engarzadas mediante hierros y abrazaderas metálicas y, hasta 1750, todavía existían restos de esas empalizadas sobre las orillas del río Uso, hasta el punto de que los campesinos del lugar solían tomarlos para fabricar aperos agrícolas.

Si pensáis que una obra de este tipo sería bastante grande o imposible para los romanos, deberíais saber que Craso, triunviro contemporáneo de César, hizo en torno al año 70 a.C. una obra similar, dividiendo en dos la Calabria, desde la costa del Tirreno al Jónico, como una empalizada de cuatro metros de alto, para aislar la revuelta de Espartaco y sus gladiadores rebeldes que se habían refugiado en el Aspromonte.

Además, el Rubicón tenía piedras y arenas coloreadas de rojo sobre el río Uso que hoy ya no existen, pero que hasta el siglo XVIII todavía existían, como los historiadores académicos de la época refirieron y discutieron durante mucho tiempo, llegando a suponer que habían sido los romanos los que las habían coloreado de rojo para que se supiera que aquello era el Rubicón.

Sin embargo, no eran realmente piedras y arenas coloreadas a propósito de rojo por los romanos, sino el pigmento rojo púrpura caído al suelo que en su momento coloreaba la empalizada de madera y que poco a poco se fue desprendiendo por las lluvias y las riadas, a medida que pasaba el tiempo y se descomponía la madera de dicha empalizada.

Además, el Rubicón podía acrecentarse abriendo diques y canales de agua de las montañas de las fuentes del Urgon y tenía bordes escarpados levantados artificialmente

para hundir en el lodo los ataques de quien intentara atravesarlo a pie y a caballo, por no hablar de los elefantes de Aníbal.

A las tierras donde se encontraba el Rubicón se las llamó Roman-dia, diámetro, entorno o área romana, porque servían a las legiones para atravesar o estacionar unidades enteras de legionarios antes de entrar en territorio romano o para reconstituir nuevas legiones, entre veteranos y personajes a la espera de enrolarse que estaban en los parajes antes de marchar hacia el norte o las Galias.

Por eso, cuando alguien dice que la Romaña siempre ha sido una tierra alegre y hospitalaria, llena de fiestas y diversión, está diciendo la verdad, porque también lo era entonces, como lo fueron todas las tierras de frontera, donde los legionarios de diversos lugares dejaban las armas, recogían su estipendio y se dedicaban a fiestas y ocios diversos, mientras esperaban nuevos reclutamientos y reemplazos.

Y tal vez tampoco sea casual que desde hace siglos muchos ciudadanos germánicos y del norte de Europa continúen viniendo a la Romaña para sus vacaciones y la consideren como una segunda patria, pero eso que lo averigüe otro.

Continúa el diálogo de César y Hortensio

—Debes saber que, como Pompeyo está haciendo con nosotros, también Gayo Flaminio se desplegó en el Puniceus Rubicon en formación de defensa cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —dijo César a Hortensio mientras continuaban atravesando la Romaña.

—¿Y cómo acabaron las cosas entre Flaminio y Aníbal? —preguntó Hortensio.

—Acabaron mal. El tribuno Flaminio era bueno como constructor y político, pero algo menos como militar. Primero construyó la vía Flaminia y luego, usando los mismos ingenieros militares, creó una espléndida línea defensiva contra Aníbal. Pero cometió un feo error estratégico y tuvo un mal fin.

—¿Qué error cometió?

—Cuando algunas unidades de Aníbal llegaron de avanzada delante del Rubicón, vieron las líneas bien organizadas y las defensas que les cortaban el camino hacia Roma. Así que decidieron evitar un encuentro desventajoso y cruzar los Apeninos, desviándose de Cesena a Sassinia y Balneum, continuando luego por Arretium en el valle del Tíber,

mientras el grueso del ejército de Aníbal pasaba por los montes cerca de Módena y se reunía con las unidades avanzadas.

—¿Y luego?

—Flaminio se sintió engañado y cometió el error de salir con sus tropas del Rubicón y se puso a perseguir a Aníbal por los Apeninos. Fue un grave error táctico, porque Aníbal, al haber cruzado sus tropas los Alpes, era en esos senderos montañosos tácticamente superior, mientras que las legiones de Flaminio habían sido entrenadas y estaban acostumbradas a guardar un puesto y a marchar y maniobrar en formación compacta por caminos llanos y anchos —explicó César.

—¿Y cómo acabaron las cosas? —preguntó Hortensio.

—Acabaron muy mal. Flaminio se puso a perseguir a Aníbal, que lo atrajo a un paso largo y estrecho, donde de un lado estaban los montes y del otro el lago Trasimeno, lo que les impedía maniobrar.

»Mientras Aníbal fingía huir, había hecho subir su caballería sobre las montañas para esperar a las tropas romanas y así, cuando llegó Flaminio, se vio sorprendido por dicha caballería de Aníbal, que empezó a lanzar rodando grandes rocas sobre la formación romana, la rompió y luego cayeron sobre ellos a caballo aprovechando la fuerza y la velocidad del descenso de las montañas para cargar sobre ellos y arrollarlos.

»Al mismo tiempo, una parte del ejército de Aníbal, que fingía huir, se dio la vuelta y fue al encuentro del ejército romano para acabar con él en combate hombre a hombre. Murieron millares de romanos, incluido Flaminio —explicó César.

—¿Cómo es posible que Flaminio cometiera un error táctico de ese calibre? —preguntó Hortensio.

—No lo sé. Probablemente fue el senado de Roma que, preso del temor, ordenó a Flaminio salir del Rubicón para unirse a las legiones de otro cónsul que esperaba a Aníbal antes de Roma, para luego atacarlos juntos en campo abierto.

»Sin embargo, Flaminio, durante la marcha, alcanzó mucho antes al ejército de Aníbal y se puso a acosarlo de cerca, lo que es muy peligroso de hacer mientras se está en movimiento en espacios y caminos estrechos, por los contraataques y las maniobras que puede realizar el adversario que tienes delante.

—¿Qué contraataques?

—Vamos, comandante Hortensio. Contraataques del tipo pararse por sorpresa, darse la vuelta y prepararse rápidamente para la batalla y esperar al ejército enemigo que, al continuar avanzando velozmente, cae solo en tus manos, con su vanguardia empujada por las unidades que vienen después, que avanzan y se estrellan veloces sin ni siquiera saber qué pasa en la cabeza —César sonrió por haber visto y realizado juegos tácticos de ese estilo durante las campañas militares en las Galias.

—Ingenioso. ¿Qué habrías hecho en su lugar, César?

—El senado debería haber ordenado a Flaminio solo seguir a Aníbal un poco más lejos, sin entrar en contacto, y que al mismo tiempo el otro cónsul que estaba esperando a Aníbal antes de Roma creara una pequeña línea defensiva, para atraparlo así en campo abierto con un ejército al frente y otro a las espaldas —explicó César.

—Buena táctica —dijo Hortensio.

—Hoy es simple escuela militar romana. Cuando un ejército que se mueve contra otro al atacarlo se ve encerrado de alguna manera, está ya tácticamente derrotado. Y eso es lo que hizo Flaminio contra Aníbal.

»Y cuando un ejército que está quieto al defender algo se ve de alguna manera desplazado, ya está tácticamente derrotado. Y ese fue el otro error que cometieron Flaminio y el Senado contra Aníbal, cuando les ordenaron salir del Rubicón y se pudieron a perseguirlo entre los montes —dijo César sonriendo para sí—. Pero yo, si es necesario, no cometeré errores similares contra Pompeyo —concluyó.

—¿Entonces qué haremos contra las dos legiones de Pompeyo que nos esperan desplegadas sobre esas líneas? —preguntó Hortensio.

—Por ahora nada. Iré a entregar oficialmente las tierras que he prometido a las legiones y a los legionarios galos en Romandía y mandaré a Curión y Marco Antonio a Roma para pedir al senado que me nombren cónsul jefe del año —respondió César.

—¿Y qué haremos si no te nombran cónsul jefe del año?

—Marcharemos sobre Roma y se lo explicaremos —dijo César.

—¿Deberíamos también nosotros, como hizo Aníbal, cruzar los Alpes

en lugar de pasar el Rubicón? —preguntó curioso Hortensio.

—No, ya no se puede desviar uno fácilmente hacia los Alpes.

—¿Por qué?

—Después de la batalla y la muerte de Flaminio contra Aníbal, Roma ha aprendido la lección y ha construido un camino y una línea defensiva nueva sobre los Apeninos llamada Flaminia minor

en honor de su hijo, que permite, en caso de necesidad desplazar velozmente las tropas desde el Rubicón y disponerlas para guardar la línea defensiva sobre todos los Apeninos. Pero esto no es lo que me preocupa —respondió César, sonriente y seguro de su destino.

—¿Quieres decir que atacaremos y derribaremos directamente el Rubicón? —dijo Hortensio, un poco preocupado por esta eventualidad.

—Si se quiere, se puede hacer, pero el Rubicón también se puede socavar —respondió sonriendo César.

—¿Cómo? —preguntó Hortensio.

—No te preocupes de eso por ahora, Hortensio. Sabes bien que muchos legionarios no quieren ni pretenden atacar el Rubicón porque podrían atraerse la venganza y la ira de los dioses que lo defienden, pero conozco bien esa frontera y también conozco a algunos comandantes y legionarios que la guardan.

—¿Y qué?

—Cuando sea el momento, y solo si no me nombran cónsul jefe del año, como espero, veremos qué hacemos —concluyó César su discurso.

Breve introducción histórica

Antiguamente, la Italia del norte y la llanura padana se dividían en Galia Cisalpina

, Transpadana y Cispadana,

para distinguirlas de la Galia Transalpina francesa, a otro lado de los Alpes, la actual Francia del norte.

A la Galia Transalpina francesa se la llamaba Gallia Chiomata, por el hecho de que sus habitantes llevaban melenas (chiome) y plumas de alondra sobre sus yelmos, mientras que a la Galia Cispadana italiana, en la práctica casi toda la llanura padana, se la llamaba Gallia Togata, (Galia Togada) porque vestían togas de manera similar a la romana y de hecho estaban federados con Roma, con quien compartían muchas costumbres.

Cuando César volvió a Italia desde la Galia Transalpina francesa llevó consigo más legiones de las que tenía al ir y las agrupó en las cercanías del Rubicón, que entonces separaba la Gallia Togata italiana de la república de Roma.

Esto se debió al hecho de que, a medida que procedía a sus conquistas, había enrolado y formado a bastantes legiones, llamadas precisamente legiones galas.

Estas legiones galas estaban formadas no solo por combatientes, sino también por muchos colonos, mujeres y niños a cuestas, a quienes César les había prometido, en caso de victoria, honores y tierras en suelo italiano y, ahora que había vencido, los había llevado consigo a Italia y los había agrupado en las cercanías del Rubicón.

Al ver la amenaza, se reforzó el Rubicón a toda prisa con las tropas de Pompeyo, para tratar de frenar de cualquier manera a César, quien, después de haber agrupado sus legiones delante del Rubicón tenía prácticamente las puertas abiertas hacia Roma.

Esa provincia y esas tierras habían sido devastadas y expoliadas cerca de treinta años antes entre Cesena, Forlí y Faenza, por una violenta guerra civil, ganada por los optimates de Sila sobre los populares de Cayo Mario, tío de Julio César y ahora César, de vuelta de las Galias francesas, estaba repoblando y reconquistando esas tierras con las poblaciones de la Galia y la Provenza

que lo seguían.

A muchos legionarios y colonos se les ofrecieron como recompensa esas tierras delante de esa frontera, las aceptaron, depusieron las armas y colonizaron ese lugar, que fue llamado Roman-dia o Roman-via, que significa paso romano o vía a Roma.

Y todavía hoy una carretera que la atravesaba se llama vía Romea, o sea, vía a Roma y, esas tierras, Romaña.

Pero César propuso a sus mejores legionarios galos continuar combatiendo y ofreció como premio conseguir a cambio la misma Roma, si lo seguían y apoyaban en su marcha a la conquista de la ciudad.

Sin embargo, entre los soldados de César había también legionarios y oficiales romanos y entre ellos nacieron enseguida muchas discusiones y dudas sobre la legitimidad y corrección de hacer algo así.

Muchos legionarios romanos consideraban sacrílega una propuesta de ese tipo y pensaban que debían mantenerse siempre fieles a Roma, mientras que los que estaban a favor de los populares

y del tío de César, Cayo Mario, derrotados años antes por Sila, no querían otra cosa que redimirse y vengarse de Roma y de sus optimates.

Así convencieron a muchos legionarios galos para considerarla como una gran ocasión para rehabilitarse y convertirse, no solo en ciudadanos romanos, sino también en funcionarios públicos, en caso de atravesar el Rubicón y conquistar Roma.

Además, entonces como ahora, en el norte se hablaban dialectos latinos que eran distintos de los de la Italia central y sur.

Así que si alguien considera que las polémicas de la Italia del norte con Roma se deben a algo considerado reciente debería mirar un poco más atrás, porque ya en los tiempos de César había diversas cuestiones, como si a los galos togados de la llanura padana les convenía ser considerados ciudadanos de Roma o algo menor y había ya entonces disputas entre poblaciones y tribus, que querían continuar siendo autónomas, federadas o federalistas si preferís, mientras otras querían por el contrario ser ciudadanos Roma, con todas las ventajas y desventajas que esto podía comportar.

Las fronteras entre el norte y Roma ya existían y estaban para empezar dentro de las cabezas de las personas y de sus tradiciones y solo luego se trazaron en el suelo.

Y fue el propio César el primero en conceder la ciudadanía romana a las poblaciones de las Galias italianas poco después de haber atravesado el Rubicón y vencido en la guerra civil contra Pompeyo.

Así César agrupó y dispuso sus tropas delante del Rubicón, en las cercanías de Cesena y se dedicó a distribuir muchas tierras como premios y recompensas de guerra, sobre todo a sus legiones galas, que le habían seguido en su retorno a Italia.

Las legiones galas estaban compuestas en su mayoría por provenzales provenientes del sur de Francia y de Aquitania, desde lugares llamados Arles, Narbo Martius, Forum Julii, Forum Novempopuli, Forum Gallorum, Libertinorum y, en cierto modo, recrearon en la Romaña lugares similares.

A través de la Liguria y el paso apenínico entre Parma y La Spezia

llegaron a la Emilia, se unieron a algunas legiones de galos padanos que ya habitaban en la Emilia y empezaron a descender hacia la Roman-via, hasta agruparse amenazadoramente frente a las tropas romanas de Pompeyo en las cercanías de la frontera del Rubicón.

Así, las legiones galas de César, se pusieron a repoblar y reorganizar esa tierra que, ciento sesenta años antes, se la llamaba Flaminia en honor de un cónsul llamado precisamente Flaminio, cuyo nombre significaba entre otras cosas descendiente de los flamines, los sacerdotes más importantes de la antigua Roma, que había construido a marchas forzadas un línea defensiva, llamada Puniceus Rubicon, para impedir la llegada a Roma del cartaginés (o púnico) Aníbal, como hemos visto en un capítulo anterior.

Después de la grave derrota, que concluye con el sacrificio personal del mismo cónsul Flaminio,