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Coma
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Coma

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Comieron algo sencillo, pasta con salsa de tomate y un filete de ternera, luego volvieron a la conversación que habían dejado a mitad.

–He comprobado los precios de los cruceros para los fiordos noruegos, –dijo Mario, –Cuestan poco más de mil euros por cabeza pero, considerando el escenario, creo que valdría la pena. Después de todo, nos lo podemos permitir de vez en cuando, ¿no?

–Bueno, podemos decir que sí –asintió Luigi –me gustaría mucho, y además hace mucho tiempo que no vamos de vacaciones juntos.

–Entonces, este año será el adecuado. Haremos la reserva lo antes posible. He visto que hay una agencia de viajes no muy lejos de aquí. Iré yo –dijo Mario entusiasmado.

–Vale –asintió Luigi.

–Ahora, si te sientes cansado, reposa. También podrías mirar el telediario de la primera cadena conmigo.

–Descansaré después del telediario –decidió Luigi.

Y así lo hizo.

22

Estoy conduciendo, no sé a dónde voy, pero estoy conduciendo.

En este momento me encuentro parado aquí y me doy cuenta de que no estoy solo: parece que hay otros vehículos parados detrás de mí, quizás un par de ellos.

Está oscuro y tengo un fuerte dolor de cabeza que casi me nubla la vista; me late tanto en las sienes que me hace cerrar los ojos con la esperanza de que esto pueda servir para hacerlo disminuir de intensidad.

Este intento no tiene el final esperado: el dolor de cabeza es igual que antes, tan fuerte que me hace perder la orientación; no entiendo nada, no sé dónde estoy, ni recuerdo el motivo.

Veo pasar algunos vehículos delante de mí, como si estuviesen sobrepasando un obstáculo, luego se acerca una sombra.

Por fin alguien que quizás podría ayudarme, estoy enfermo, es como si me hubiese pasado un camión por encima.

La sombra está a mi lado, más allá de la ventanilla.

Es de un gris bastante oscuro, pero que se distingue en la oscuridad total que me rodea: no consigo ver bien quién es, pero sí distinguir más o menos las dimensiones y que los posibles ojos son dos pequeñas luces brillantes (¿quizás esto es una señal que indica un color claro?)

Perdone, ¿tiene un analgésico?, pregunto. Querría que me pasase este tremendo dolor de cabeza.

La sombra gesticula con las manos, moviéndolas a derecha e izquierda, me mira fijamente durante un rato con las dos lucecitas que tiene en el lugar de los ojos, luego, sin responderme, se va dejándome solo y sin posibilidad de conseguir quitarme de encima el aturdimiento producido por la migraña.

Me siento impotente en esta situación, con el dolor de cabeza que no pasa y además parece aumentar, cada vez me siento más abatido. No reacciono, parezco un combatiente desarmado.

¿Qué puedo hacer?

A lo lejos, detrás de mí, veo unos pequeños fuegos, quizás seis o siete, como velas. ¿Qué significan? No tengo ni fuerzas para hacer suposiciones.

Otros vehículos pasan a mi lado, lentamente, los veo sin poder distinguirlos, me aparecen sólo como amasijos de chapa y luces. ¿Por qué?

Esta escena continúa igual durante un rato; transcurro el tiempo mirando con distracción lo que sucede a mi alrededor y dándome cuenta de que soy un espectador extraviado, abatido por una fuerte migraña.

23

A la mañana siguiente Luigi fue al gimnasio que le habían indicado los médicos para comenzar el largo proceso de la rehabilitación.

–Venga, señor Mazza, –lo acogió una señorita de unos veinticinco años, –le presento enseguida a la persona que la guiará durante todo este tiempo.

Se fueron hacia una habitación amueblada a propósito donde un muchacho en chándal estaba poniendo a punto algunos artefactos de gimnasia.

–Aquí está, él es Massimo –dijo la muchacha –te presento al señor Luigi Mazza.

Los dos se saludaron y, después de un rato, quedaron solos dentro del gimnasio y comenzaron las sesiones de rehabilitación.

24

Mario Mazza encontró el número de teléfono de la oficina de la Policía de Carreteras que estaba más próxima a casa, y después de haberse informado sobre los horarios de apertura al público, fue personalmente para pedir información con respecto al accidente en el que se había visto involucrado su hermano.

Fue recibido por una señora de unos cincuenta años que, en cuanto lo vio entrar, apoyó sobre el mostrador el bocadillo que estaba comiendo y dijo:

–Buenos días, ¿le puedo ayudar en algo?

–Espero que sí –respondió él –estoy buscando información.

–Dígame.

–Quizás pueda ayudarme. Hace dos o tres semanas, en la carretera de circunvalación de Bologna ha ocurrido un accidente. Querría saber más sobre ello.

–Mmmm... ¿Es por casualidad un periodista?

Mario sonrió y dijo:

–No, no se preocupe. Es que en ese accidente se ha visto involucrado mi hermano.

– ¡Ah, menos mal! Sabe, esos siempre están emboscados: nos aguardan detrás de las esquinas y, cuando menos lo esperamos, nos abordan –dijo la mujer –de todas formas no cuánto le podré ayudar. Por desgracia se ven muchos y si usted no sabe darme una información más detallada, dudo que pueda complacerle.

–Comprendo –dijo Mario, un poco desilusionado por el inicio de la charla.

–Por ejemplo, podría decirme de forma aproximada el horario en que ha ocurrido el accidente –propuso ella.

–No se lo puedo decir con precisión. Fue por la noche.

–De acuerdo, siempre es mejor que nada. Es una información un poco vaga y, no sabiendo otros detalles, la búsqueda requiere un poco de tiempo. De todas formas deberé ir a buscar entre las declaraciones que han sido hechas en las últimas tres semanas. ¿Le puedo preguntar el motivo de esta petición? Tenga presente que la justicia seguirá, si procede, su curso, por lo tanto, si su hermano está de la parte que tiene razón, no debe preocuparse de nada.

–Sí, lo sé. Era simple curiosidad, mía y de mi hermano: a causa del accidente le fue inducido un coma farmacológico para curarse el traumatismo craneal que sufrió, y no recuerda nada del accidente.


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