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Coma
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Coma

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– ¡Guau! El Caribe, Europa, Canadá... Lugares maravillosos, realmente... He aquí un hermoso artículo sobre los fiordos noruegos. ¿Qué te parece? ¿Te apetecería ir este verano?

–Sabes que me gusta viajar... iría a cualquier sitio, a condición de que haya algo digno de ver. Antes o después conseguiré ver incluso los fiordos, –respondió Luigi.

–El fiordo es un brazo de mar que penetra en la costa durante muchos kilómetros, –explicó Mario leyendo –los más famosos se encuentran en la Europa del norte, pero hay otros interesantes en otras partes. Existen también cruceros en los fiordos noruegos: una semana o incluso más, para llegar desde Bergen hasta el cabo Norte. Deben ser paisajes hermosísimos.

–También yo lo creo. ¿Han escrito ahí el precio de estos cruceros?

–No, –respondió Mario, –pero hay direcciones web a las que te envían para una mayor información.

–Realmente me podría interesar. Echa una ojeada en cuanto tengas algo de tiempo.

–Claro, lo haré encantado, luego te digo.

–Bien, perfecto.

– ¿Por qué no intentas ahora dormir un poco?

–No tengo sueño.

–Inténtalo, a lo mejor te adormeces, echa un sueñecito y luego estarás mejor. Cuando he llegado un enfermero me ha dicho que tenías un ligero dolor de cabeza. Quizás durmiendo te pasaría.

–De acuerdo, lo intentaré.

Mientras Luigi cerraba los ojos su hermano volvió a poner la revista sobre la mesita de noche. Cuando se dio cuenta de que se había dormido cogió un trozo de papel e escribió en él REPOSA TRANQUILO, REGRESO DENTRO DE UN RATO y salió de la habitación para ir a tomar un café en los distribuidores automáticos de bebidas y charlar un poco con los médicos.

17

Estoy conduciendo, o eso creo. Estoy parado, en la oscuridad, me duele la cabeza.

Estoy convencido de que no estoy en un drive-in. Parece que estoy esperando algo o a alguien. Tengo las manos sobre el volante y a mi lado no hay nadie.

Estoy parado, sí, pero no por culpa de un semáforo en rojo: no hay semáforos delante de mí, no los hay por ninguna parte aquí. Sólo estoy yo, inmóvil en esta posición; ¿quizás estoy esperando?

No lo sé, no entiendo nada. Una cosa es segura, y es el dolor de cabeza que me late entre las sienes.

Veo que se acerca una sombra, desde atrás. Me doy cuenta porque tiene una tonalidad ligeramente más clara que la de la oscuridad que me rodea y por lo tanto consigo distinguirla, pero no la reconozco.

¿Un forastero? ¿O quién?

Debo preguntarle quién es, y quizás le pregunte si tiene un analgésico para darme.

Ha llegado cerca de mí por lo que me armo de valor para decir algo.

¿Nos conocemos? ¿Quién es usted?

La figura etérea permanece inclinada hacia delante, pero no responde.

¿Tiene un analgésico para mi migraña?, pregunto sin obtener respuesta.

Un momento.

Ahora entiendo porque no responde: no tiene boca, no puede hablar.

Muevo la mano izquierda para ver si reacciona de alguna manera, pero lo único que obtengo es su alejamiento, no sé si por culpa mía o por algún otro motivo.

Tengo la clara impresión de que alguien me está gastando una broma pesada, me está tomando el pelo.

¿Por qué?

Es una manera de comportarse que no me gusta nada y sigo sin entender.

No entiendo muchas cosas.

Permanezco aquí, parado, a la espera de un cambio. A la espera de una luz clarificadora.

18

Mario Mazza salió de la habitación dejando a su hermano reposar y, después de un café, fue a hablar con los enfermeros, con la esperanza de que también los médicos estuviesen libres.

Consiguió concertar una cita con el doctor Parri para el día siguiente al mediodía y, cuando llegó el momento, le hizo algunas preguntas al anestesista.

–Para empezar, muchas gracias por haber podido dedicarme un poco de tiempo, -dijo el hombre.

– ¡Por favor!, –dijo el otro.

–Bien, verá, le querría preguntar algunas cosas. He conseguido hablar con mi hermano y estar un poco de tiempo con él; me ha dejado asombrado cuando me ha dicho que no recordaba haber tenido ningún accidente.

El doctor Parri quedó durante un rato sin decir nada, luego respondió:

–Entiendo. Sabe, puede ocurrir, aunque raramente, que un paciente pierda momentáneamente la memoria, quizás relacionada con un determinado hecho, a continuación de un traumatismo craneal como aquel que ha sufrido su hermano. Cuando ocurre, habitualmente la memoria regresa después de un tiempo, gradualmente o de una vez.

–Ok. Por lo tanto, según usted, dentro de unos días todo será como antes.

–Sí, creo que será justo así.

– ¿Habéis pensando en algún tipo de rehabilitación?

–Su hermano deberá hacer algunos ejercicios físicos, gimnasia y, con calma, volver a caminar cada vez más hasta volver a la normalidad, como antes del accidente.

–Bien.

–De todas formas, le explicaremos todo con más detalles los próximos días –dijo el doctor Parri.

–Gracias.

–A su servicio.

Mario Mazza agradeció de nuevo al anestesista la información que le había dado, luego volvió a la habitación de su hermano.

Había estado fuera casi media hora y Luigi estaba todavía durmiendo; decidió no molestarlo y permanecer sentado en silencio a la espera de que se despertase.

19

Cuando Luigi Mazza volvió a abrir los ojos eran casi las siete de la tarde.

–Has dormido bastante, –dijo el hermano –son las siete.

–Mmmm... Pensaba que no lo conseguiría.

–La cena, –gritó un empleado irrumpiendo en la habitación con una bandeja. Encima había un plato con sopa, un trozo de queso suave y una manzana al horno.

–Esto es para usted, buen provecho, –dijo.

Después de unos minutos Luigi Mazza comenzó a comer.

–Cuando acabes iré a casa, si no te importa. Estoy muy cansado, –dijo Mario.

–Claro, no te preocupes. Es normal que también tú quieras descansar: estás haciendo mucho por mí y te lo agradezco.

–Eres mi hermano, es mi deber.

Después de una media hora Mario se fue a casa.

–Me las apañaré solo, –le aseguró Luigi.

Cuando el hermano salió de la habitación el hombre decidió dar un paseo por el pasillo, parándose en una mesita con dos pequeñas butacas y algunos periódicos. Hojeó el primero que se le puso a mano, justo para pasar un poco el tiempo antes de tumbarse.

No encontró ninguna noticia realmente digna de interés, así que cerró el periódico y recorrió el pasillo hasta su habitación, se tumbó para dormir y, después de diez minutos, entró en el mundo de los sueños.

20

Estoy conduciendo, no sé a dónde voy, sin embargo estoy parado, como en un atasco de tráfico: está tan oscuro que no consigo entender nada. No sé dónde me encuentro, ni siquiera sé porqué estoy aquí. (¿Dónde es Aquí?)

….y, sobre todo, no veo a nadie más en las cercanías; con un dedo acaricio el aire que hay a mi alrededor, lo siento frío.

Veo algo escurridizo correr a mi lado, veloz, luego, después de unos treinta segundos, todo vuelve a ser como antes.

Parece como si estuviese parado en un coche en cualquier sitio y otros me están adelantando.

¿Por qué?

Me duele muchísimo la cabeza y necesitaría algo que me quitase el dolor o al menos aliviarme un poco, pero no sabría dónde encontrarlo, a quién pedírselo.

Un momento...

Veo a alguien que se acerca.

A lo lejos parece sólo una sombra, pero poco a poco todo se aclarará.

Parece que no tiene sustancia cuando la tengo delante de mí, pero consigo distinguir un detalle: es una persona delgada, más o menos sobre los sesenta quilos y con una altura aproximada de un metro ochenta.

Cuando se baja hacia mí mueve una mano como para decirme:

Eh, estoy aquí. ¿Tú qué haces sentado ahí?

No consigo reaccionar de ninguna manera. Permanezco quieto mirando a esta persona bajo la forma de una sombra que sigue haciéndome gestos.

Forma un puño con la mano y lo acerca a mí, como si yo estuviese realmente en un coche y él (ahora ya he decidido que es un hombre, no sé por qué) estuviese intentando golpear el vidrio de la ventanilla.

Me duele la cabeza, digo, ¿me puede dar un analgésico? ¿O buscarlo por algún sitio?

No me responde.

Es más, se va, dejándome solo aquí, en medio de la oscuridad.

¿Quién era? ¿Qué quería de mí? ¿Buscaba algo? ¿Qué está sucediendo?

Con estos interrogantes que me rondan por la cabeza dolorida me quedo aquí esperando obtener una respuesta.

21

La rehabilitación que debía hacer Luigi establecía ejercicios de gimnasia estudiados a propósito para volver a habituar su físico a la vida cotidiana, después de haber permanecido inmóvil en estado de coma farmacológico durante dos semanas.

Comenzó en el hospital, en un gimnasio amueblado a tal propósito, luego prosiguió en un centro especializado después de haber sido dado de alta.

–Por fin fuera de este lugar, –dijo su hermano Mario la mañana en que los médicos le dieron la autorización para dejar el hospital, – ¿estás contento?, –preguntó, pensando en la decisión que habían tomado un poco antes: vivirían juntos durante un tiempo, hasta el completo restablecimiento de Luigi.

–Claro, significa que estoy mucho mejor.

–El director me ha dejado un folio en el que está especificado tu programa de rehabilitación. Ha dicho que estás curado, que has reaccionado bien a todo.

– ¿Y para el problema de la memoria?

–Dice que, esta falta de memoria resulta un fenómeno bastante insólito, te volverá enseguida.

–Perfecto.

–Por desgracia no consigo ayudarte a recordar: cuando me he enterado del accidente, tú ya habías sido traído rápidamente a Urgencias y, sinceramente, no me he preocupado demasiado de la dinámica. Estaba demasiado angustiado por tus condiciones de salud, –explicó Mario.

–Comprendo, –respondió Luigi.

–Quizás en los próximos días iré a informarme a la policía de carreteras para que me den más detalles, –propuso su hermano.

–Ok.

Enseguida sabré quién me ha hecho esto.

Cuando llegaron a su casa en vía Arno, en la periferia de Bologna, Mario aconsejó a su hermano que se relajase en el sofá del salón mientras él prepararía algo para comer.