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El Fantasma De Margaret Houg
—Esto es una pesadilla, y me gustaría salir de ella lo más pronto posible. No tengo miedo por mí, sino por mis hijos —dijo Houg.
Ernest echó una ojeada al reloj y dijo:
—Se ha hecho muy tarde, señor Houg. Roni y yo tenemos que irnos ahora. Mañana por la mañana estaré aquí de nuevo y seguiremos hablando de todo esto.
—De acuerdo, les acompaño a la puerta —dijo Houg.
Descendieron las escaleras y anduvieron hacia el salón.
Ernest se giró y su mirada cayó en el retrato de Margaret Houg. Durante unos instantes sintió escalofríos en la espalda.
—Hasta mañana, pues —dijo Houg dirigiéndose a Ernest en cuanto llegó a la puerta.
—Sí, señor Houg, estaré aquí lo más pronto posible —respondió Ernest.
Houg se despidió de Roni, después se volvió de nuevo hacia Ernest como si quisiera decirle algo, pero después cambió de idea y entró en casa.
Los dos amigos permanecieron en silencio en el coche hasta que, solo después de recorrer unos kilómetros, Roni comentó:
—Es un buen misterio, ¿no te parece?
—Eso parece —respondió Ernest.
—No tengo palabras. Es un auténtico lío. No será fácil.
—Sí, sé que no será fácil, pero quien esté haciendo estos jueguecitos cometerá un error al final y yo estaré listo para atraparlo —respondió Ernest, que luego añadió—: Al menos eso espero.
—Esperemos que todo esto acabe lo más pronto posible y, sobre todo, que nadie resulte herido —dijo Roni.
—Si es lo que yo pienso, es muy probable que toda esta historia acabe muy rápido.
—No me digas que ya tienes un sospechoso —dedujo Roni.
—Quizá.
—Venga, no te hagas el misterioso, ¡habla! —lo animó Roni.
—La hija de Houg.
—¿Qué tiene que ver ella? —preguntó Roni, sorprendido.
—Bueno..., lo primero, ¿has oído lo que ha dicho su padre de ella? Que es una muchacha agresiva y que no se llevan bien; segundo, nadie ha visto el fantasma salvo ella; tercero, ¿te has dado cuenta de su parecido con su madre o no? Conclusión posible: quiere incordiar a su padre y juega a contar historias de fantasmas.
—Lo siento, pero no me convence esta explicación porque: uno, el fantasma lo vio primero su hermano, que tuvo que ser ingresado en el hospital por esto; dos, es cierto que es una chica agresiva, pero me parece exagerado que haya inventado todo esto para molestar a su padre; tres, no entiendo qué tiene que ver que Bárbara se parezca a su madre —expuso Roni.
—A lo mejor me equivoco. Lo cierto es que estoy cansado y poco lúcido. Pero hay algo en su testimonio que no cuadra. No me convence en absoluto.
—¿Por qué no?
—Porque dice que ha visto la cara del fantasma, pero cuando estábamos en la capilla hemos tenido que usar la linterna para tener algo de luz, ¿o me equivoco?
—Eso es verdad —respondió Roni.
—Entonces, ¿cómo ha podido ver bien la cara, si la capilla estaba a oscuras? Y además, ¿cómo recuerda tan bien los movimientos, si dice que lo ha visto solo durante unos segundos?
—No lo sé, Ernest. Será mejor que lo aclares directamente con ella, mañana.
—Exacto, claro que lo haré —respondió Ernest.
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