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De repente vio al alienígena dentro del terrario. Era él, el jefe, lo había reconocido, su memoria fotográfica no podía equivocarse. Había sido él quien había formado las facciones rebeldes, quien convenció a los otros de que era necesario matar a los humanos e intentar matar a su amigo Joshua.
Estaba a punto de golpearlo con un puño cuando se dio cuenta de que su comandante no lo habría consentido, se quedó, por lo tanto, con el brazo levantado mientras el alienígena lo miraba asustado y resignado.
«Será mi comandante quien decida qué hacer con tu vida» pensó mientras intentaba comprender si estaba todavía despierto.
«Joshua, ¿estás durmiendo?»
«No, todavía no, ¿qué sucede Raptor?»
«El alienígena, el que has puesto en el terrario, él es el Jefe, es el que se ha rebelado a la comunidad, que ha formado la facción enemiga y el que ha decidido destruir a los humanos.»
« ¿Y?»
«Si tú quieres puedo aplastarlo con un dedo.»
« ¡No, Raptor! Es inofensivo ahí dentro, no podrá volver a hacer mal a nadie jamás.»
« ¡Él ha intentado matarte!»
«Nosotros no somos como él, yo no mato por venganza o si no me veo obligado para salvar mi vida.»
«Como quieras, desde mi punto de vista, no merecería vivir.»
El alienígena había comprendido que se había arriesgado mucho y que esta vez había salido con bien, se quedó sentado reflexionando mientras proyectaba su fuga y su venganza.
A la mañana siguiente Joshua, aprovechando la habitual ausencia de sus padres, hizo que trajesen, por medio de un revendedor del vecindario, un colchón y una almohada nueva, imaginando una noche de merecido reposo. Hizo reparar el tejado por unos obreros y volvió a poner en orden el cobertizo, intentando ponerlo lo más cómodo posible para su amigo. Dio un poco de comida al pequeño alienígena y pidió a Raptor que no se dejase ver por ahí solo, luego juntos se fueron a buscar a Lucas y a su nuevo juguete.
Los padres de Joshua, mientras tanto, habían vuelto a casa para la comida, la madre había ido a la cocina a preparar algo de comer mientras que el padre había ido al cobertizo para llamar a su hijo. Vio que había puesto todo en orden, repuesto todas las herramientas y liberado un montón de espacio, vio a Scorpion en pie en una esquina cubierto ya por el polvo, había comprendido que el hijo no estaba y decidió llamarlo al teléfono.
Joshua le explicó que había tenido que comprar el robot de Lucas porque había sufrido unos daños y que, con él y con el nuevo robot que le habían regalado los padres, lo estaban reparando, por lo que volvería casi de noche.
El padre, que no sospechaba nada, le pidió que volviese para la cena porque le habían preparado una sorpresa y querían celebrar el cumpleaños, luego comenzó a revolver en los estantes, cogió el terrario y fue hacia su casa.
«Dana, cariño. He encontrado el terrario pero dentro hay una extraña lagartija» dijo a la mujer.
« ¡Qué asco!» exclamó la mujer al ver a aquel ser verdoso.
« ¿Qué hago, la suelto o los pongo juntos?» preguntó el hombre.
«No lo sé, no creo que nuestro hijo se ponga contento si la liberamos. No te preocupes, los reptiles se llevan bien todos, verás que nuestro Joshua se pondrá contentísimo al ver que le hemos comprado esas serpientes a las que apreciaba tanto.»
«Si tú lo dices, yo de reptiles no entiendo un pimiento, es más no entiendo cómo a nuestro hijo le gustan tanto.»
El alienígena se había quedado mirando a los humanos sin entender cuáles eran sus intenciones, parecían pacíficos, lo miraban sin maldad, pensó, incluso, que estuviesen a punto de liberarlo cuando vio abrir la cubierta de aquella prisión, pero cuando vio que, en cambio, estaban a punto de meter dentro dos grandísimos huéspedes, se dio cuenta que para él había llegado el fin.
« ¿Estos idiotas de humanos no se dan cuenta que las serpientes son los peores enemigos de las lagartijas?» pensó aterrorizado.
Había soñado con la venganza, el dominio de la Tierra y la destrucción de los humanos y, en cambio, estaba a punto de convertirse en comida de dos estúpidas serpientes.
« ¡Malditos! ¡Malditos robots!» gritó el alienígena en su incomprensible lengua mientras una de las serpientes se lo comía vivo.
Capítulo II
La amenaza alienígena
Estaban sentados en el sofá mirando la televisión, Joshua comía palomitas de maíz, Raptor, de vez en cuando, le robaba alguna para hacer como que comía, luego, inevitablemente terminaba tirándola a la cabeza del amigo. El muchacho había llevado el sofá y la televisión al cobertizo ante el estupor de sus padres que no entendían porqué pasaba tanto tiempo en compañía de un estúpido trozo de metal conducido a distancia.
Por suerte, gracias también al padre de Lucas, la ley sobre la inteligencia artificial había sido modificada. Los robots, ahora, podían interaccionar con los humanos y podían desarrollar trabajos de manera autónoma sin ser dirigidos a distancia.
El muchacho y su robot podían transcurrir toda la tarde juntos jugando, hablando y mirando sus transmisiones preferidas sin el temor de ser mal vistos por los vecinos.
Para Joshua esta nueva ley había sido una bendición, se había cansado de fingir que usaba el telecomando, ahora podía estar con su robot sin preocuparse de despertar sospechas.
Lo llevaba siempre consigo, era su amigo, su guardaespaldas, su maestro pero también su camarero. Raptor le secundaba siempre, estaba agradecido por lo que su joven comandante había hecho por él y, aunque nunca lo habría admitido, lo apreciaba mucho.
« ¡Eh! Raptor, nunca te he preguntado cómo es de largo tu ciclo vital» exclamó el chaval.
«Mi fuente de energía es capaz de durar milenios y si no intervienen factores externos, debería vivir hasta el agotamiento de la energía. Yo, sin embrago, siempre estoy conectado contigo y no puedo moverme sin la conexión, por lo tanto, en la práctica, dejaré de vivir cuando lo dejes también tú.»
« ¿Pasando la conexión a cualquiera otra persona y sustituyendo de vez en cuando la batería, podrías vivir eternamente?» preguntó Joshua.
«El material con el cual está compuesta lo que tú llamas batería no existe en vuestro planeta, no sería posible sustituirla. Vivir dos o tres mil años es más que suficiente, te lo garantizo.»
«Me gustaría poder reproducirla, es realmente fantástica, haría avanzar a la humanidad en el futuro cientos de años, resolvería el problema de la contaminación y nos suministraría la energía para hacer viajar a las naves espaciales a velocidades próximas a la de la luz. ¿De qué material se trata?» preguntó el muchacho.
«Es un metal muy ligero que se encuentra sólo en el planeta de las lagartijas, ellos conseguían encender este material bombardeándolo con átomos de otro metal. La combinación de los átomos desencadenaba una reacción capaz de producir energía, en la práctica hasta el infinito, sin emitir radiación.»
«Deben haber llevado mucho con ellos si la facción rebelde pensaba construir miles de robots y conquistar la tierra.»
«La astronave está realmente llena» dijo Raptor asintiendo.
«Si tan sólo pudiésemos ir a la Luna a cogerlo, sería un descubrimiento sensacional.»
«Nosotros no podemos y, aunque quisiésemos todo sobre todo lo que ha sucedido hace tres años, no está claro que nos creyesen.»
«Han pasado ya tres años, cómo vuela el tiempo. ¿Cómo habrán acabado todos los alienígenas que han huido de la base?»
«Pienso que el bosque todavía estará lleno de ellos, se reproducen muy rápido, por suerte están los pájaros y las serpientes que los mantienen bajo control. Cuando pienso en las serpientes me acuerdo la cara que has puesto el día de tu cumpleaños cuando tus padres te han regalado las dos serpientes que habían puesto en el terrario junto al jefe alienígena.»
«Pobrecito, qué mal fin tuvo, aunque había intentado matarme, no quería que muriese así. ¿Pienses que se reproduzcan con las lagartijas de la tierra?»
«»
« ¿Vosotros os reproduciríais con los monos?»
«Conozco gente que sería capaz de hacerlo» dijo Joshua riendo a mandíbula batiente.
De repente las transmisiones se interrumpieron. El locutor anunciaba una edición extraordinaria del telediario.
«Esta mañana una astronave de enormes dimensiones ha aterrizado en suelo norteamericano, cerca de la ciudad de New York. Muchísimos soldados del ejército de los Estados Unidos con las unidades de robots y los medio acorazados han circundado el lugar del aterrizaje. Aviones supersónicos dotados de potentes armas y helicópteros de combate sobrevolaban la zona, con la orden de intervenir en el caso de que los alienígenas tuvieran intenciones hostiles» dijo el periodista.
« ¿Has oído, Raptor? Más alienígenas, ¿por qué vienen todos aquí? ¿La Tierra se ha convertido de repente en el centro del universo?»
«Me temo que estos sean la consecuencia de los otros, por desgracia.»
« ¿Qué quieres decir? ¿Por qué tengo siempre la impresión de tú sepas más cosas de lo que me quieres hacer creer?»
«Porque es así, para decirte todo lo que se necesitaríamos años y mientras tanto habría aprendido cosas nuevas, por esto es mejor responder a tus preguntas y ya está.»
«Ya. El tonto soy yo por haberte preguntado.»
El telediario, mientras tanto, mostraba las imágenes de la astronave mientras un periodista las comentaba. Como en una película cualquiera de ciencia ficción se abrió un portalón y un ser muy pequeño que se veía con dificultad, vestido con un mono marrón y una capa negra, marchaba con paso seguro sobre una pasarela que había salido del medio alienígena y que se había posado después a unos metros del suelo.
Alguien había comenzado a reír al ver al extraño ser parecido a una lagartija caminar derecho sobre las dos patas posteriores, vestido como un personaje de dibujos animados. El alienígena se había parado al final de la pasarela, había cruzado las patas anteriores e hinchado el pecho con un aire arrogante y seguro de si mismo.
Su boca se movía como si hablase pero no se oía nada, después de unos segundos y unos extraños ruidos, una voz que provenía de la astronave resonó con fuerza como si hubiesen encendido unos amplificadores.
«Hemos venido en son de paz, los terrestres no son nuestros enemigos, el objetivo de nuestro largo viaje es recuperar algo que nos han robado. Un pueblo de traidores se ha apoderado de un valioso metal que nos pertenecía y ha huido hasta vuestro planeta para esconder aquí el botín. Si nos dejaseis recuperar lo que es nuestro, ningún ser humano perderá su vida, si obstaculizáis nuestra misión, será vuestro fin. Esperaremos vuestra respuesta durante cinco de vuestros días. Cuando expire el quinto día, nuestra flota espacial, compuesta de miles de naves espaciales como esta, aniquilará todo rastro de vida que hay sobre vuestro planeta.»
« ¡Será payaso!» exclamó Raptor al oír esas palabras.
«Está echándose un farol, no tienen miles de esas naves, sólo tienen una.»
« ¿Quiénes son?» preguntó Joshua.
«Los alienígenas que están en la tierra y estos que han llegado hoy están en guerra desde hace siglos, son dos razas parecidas pero se odian a muerte. Finalmente los vencedores han intentado matar a todos los vencidos para evitar que se organicen, éstos últimos, en cambio, han huido de su planeta y se han refugiado en la Tierra.»
« ¿Qué tiene que ver el metal con todo esto?»
« ¡Nada! En su planeta hay muchísimo e incluso la astronave está llena de este valioso metal, es siempre una pequeña cantidad con respecto a las inmensas minas de su planeta. Está mintiendo para justificar su llegada a la Tierra. Quizás, sabiendo que vuestro planeta está carente de él, quieren destruir la astronave con su carga para impedir a sus enemigos usarlo para construir otros robots como Buby y yo.» respondió Raptor.
« ¡No lo entiendo! ¿Qué quieren de nosotros?»
«No lo sé, quizás piensan que sus enemigos han escondido en la Tierra su astronave y que están construyendo robots para regresar y atacar su planeta. Probablemente creen que los humanos los estamos ayudando.»
« ¿Cómo pueden saber que existen los robots?» preguntó perplejo Joshua.
«Desde hace años que usan los robots para hacerse la guerra. El proyecto que competía a mi construcción es nuevo y no sé cuánto de parecido el proyecto precedente es al mío, sé que tienen una forma distinta de mí pero no sé cómo están de evolucionados.»
«Es por esto que la astronave es tan grande, a pesar de que los alienígenas son pequeños estará llena de robots» exclamó Joshua bastante preocupado.
«Bastará con hacerles saber dónde está escondida la astronave, de esta manera podrán destruirla e irse por donde han venido» dijo el muchacho, contento por haber encontrado una solución en tan poco tiempo.
« ¿Piensas que el ejército te dejaría acercarte? ¿Cómo piensas ir a decírselo?» preguntó el robot.
«Podríamos escribirle una carta anónima al Presidente y explicarle la verdad.»
«Nunca te creerán con una carta anónima, deberías ir personalmente, contar todo y pagar las consecuencias, nos separarían, Yo sería desmontado y estudiado, tú acabarías en prisión. Las autoridades, de todas formas, no entregarán la astronave con el metal a los alienígenas porque comprenderán enseguida su potencialidad y no renunciarán a una fuente de energía tan potente y duradera, ni siquiera ante la amenaza de una guerra.»
«Raptor, tienes razón, como siempre, pero no podemos dejar que ataquen la tierra, no podemos saber cómo terminaría todo.»
«Vosotros, humanos, sois más fuertes, sois más numerosos y tenéis más armas, para los alienígenas sería un suicidio, aunque tuviesen centenares de robots, vuestras ametralladoras y vuestros tanques los harían pedazos, tampoco la astronave resistiría los misiles de vuestros cazas.»
«Sí, pero una batalla entre robots alienígenas y humanos causaría, de todas formas, numerosas víctimas, piensa que si atacasen una ciudad como New York, los daños colaterales serían muy numerosos, miles de inocentes perderían la vida.»
«Tienes razón, perdóname, mi mente de robot a veces olvida ciertos detalles.»
«Tú los llamas detalles, yo pienso que si esa astronave se estrellase y explotase sobre una gran ciudad con millones de habitantes, provocaría un número impresionante de víctimas inocentes. Yo no puedo permitirlo aún a costa de acabar en la cárcel y luego tampoco estamos seguros de que hayan una sola astronave, ya te has equivocado una vez cuando dijiste que los alienígenas podían construir sólo un robot en un mes y, en cambio, habían construido tres en poco más de veinte días.»
«Espero que algún día dejes de echármelo en cara, te había ya explicado que cuando yo fui construido, esa era su capacidad productiva, si luego la han mejorado, no podía saberlo.»
«De hecho, ahora no puedes saber si tienen otras astronaves, los datos que posees no están actualizados.»
«Podríamos mandar a uno de los alienígenas que viven en el bosque a hablar con uno de los de la astronave. Pasaría desapercibido entre los militares y podría contar en qué lugar se encuentra el metal, de esta manera sus enemigos podrían cogerlo e irse sin causar una guerra.»
« ¿Tú piensas que lo harían?»
«Tienen todo el interés en hacerlo, han perdido ya su planeta, han sufrido enormes pérdidas, seguramente no querrán que ocurra otra vez.»
«Tienes razón, me parece que sea la única solución, esperemos que funcione. Esta noche iremos al bosque e intentaremos capturar a uno de ellos.»
El atardecer había cubierto de sombras la llanura y los pocos edificios, mientras la luna brillaba en el cielo iluminando el sendero hacia el bosque. Joshua había llamado también a Lucas y a su Buby para que lo ayudasen a capturar una lagartija alienígena. Le había contado su plan y el joven amigo, después de aconsejar mandar a los dos robots a destruir la astronave, había comprendido que la solución del pequeño genio era menos arriesgada.
Llegaron al bosque, la oscuridad era total, impenetrable, la luz de la luna no conseguía atravesar el espeso follaje. Los muchachos habían entrado entre los árboles pero no conseguían ver nada, a pesar de que estuviesen provistos de dos potentes linternas. Los dos autómatas, sin embargo, estaban dotados con visión nocturna, por lo tanto decidieron de ir delante y seguir solos con la búsqueda.
Los dos amigos se quedaron en los confines del bosque a la espera de que los robots volviesen con un alienígena. De repente notaron dos figuras brillantes que se acercaban a los árboles, se escondieron detrás de un tronco y vieron con claridad dos seres mecánicos de aspecto amenazador que venían hacia ellos. Eran parecidos a las lagartijas pero tan grandes como un humano, estaban cubiertos por una coraza que, en los hombros y en la espalda, estaba llena de puntas afiladas y embrazaban una especie de fusil.
« ¡Raptor, ten cuidado! Dos robots alienígenas están entrando en el bosque, escondeos y cogedlos por sorpresa» comunicó mentalmente Joshua.
Mientras tanto los dos robots alienígenas habían entrado en el bosque y habían comenzado a disparar con el láser entre los árboles. Centenares de lagartijas habían huido de sus escondites y se dirigían hacia el lago para huir de los golpes de sus enemigos. En ese momento Raptor y Buby decidieron intervenir y, cogiendo por sorpresa a las lagartijas metálicas, consiguieron, después de una breve lucha, convertirlos en inofensivos, entre las miradas desesperadas de los pequeños en fuga.
« ¡Maldición! Algo más que el metal, estos quieren sólo masacrarlos, han venido a la Tierra sólo para acabar lo que habían comenzado en su planeta. ¡Malditos, no tienen ninguna piedad con esos seres indefensos!» exclamó Joshua.
«La astronave es sólo un caballo de Troya, ¡han desviado la atención de las autoridades para cazar a sus enemigos!» dijo Raptor.
« ¿Cómo habrán sabido que se encontraban en este bosque?» preguntó Lucas.
Durante un momento se hizo el silencio, como si todos estuviesen pensando en una respuesta a su pregunta, fue Buby quien respondió primero.
«Probablemente alguien los ha traicionado o tienen un infiltrado entre sus colonias.»
«Nuestro plan ha fallado miserablemente, si mandásemos a uno de ellos a la astronave lo matarían enseguida» exclamó Joshua mientras recogía los fusiles de las enormes lagartijas.
Mientras tanto uno de los pequeños alienígenas se acercó a Raptor y parecía que estaba hablando con él. Pasaron algunos minutos, luego el robot explicó a sus amigos lo que habían hablado.
«Nos ha agradecido por haberles salvado y nos ha pedido perdón por lo que ha sucedido hace tres años. Me ha explicado que ellos no querían hacer mal a los humanos pero que se dejaron convencer por su jefe que ha aprovechado la amargura por la pérdida de sus compañeros en la Amazonia para convencerlos de vengarse. Nos piden ayuda, para impedir que hagan daño a otras colonias.»
«Pregúntale qué podemos hacer» intervino Joshua.