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Tuvo lugar el primer encuentro entre Estados Unidos y Japón. La excelente técnica del nipón contrastada hábilmente por el americano que había respondido a cada golpe pero que, finalmente, había cedido ante el adversario más fuerte, quedando destrozado encima de la lona. El alemán, después de haber ilusionado a sus hinchas, mostrando toda su fuerza, había debido sucumbir ante la mayor velocidad del italiano que, con un hábil movimiento, primero había pasado por debajo de sus piernas y luego lo había destruido con un golpe mortal en la nuca.
El español había perdido contra el otro robot japonés y el chino había superado su turno con mucha dificultad. Quedaba sólo el encuentro entre Raptor y el ruso. De todos estos quedarían sólo cinco, cuatro se enfrentarían entre ellos, confiando otra vez en el sorteo, el quinto sería el primer finalista y podría descansar un poco con respecto a los otros adversarios, pero para llegar a la final, saltando dos encuentros, debería ser aquel que empleaba menos tiempo en desembarazarse del adversario.
Joshua quería ser el primer finalista, no porque no quisiese disputar otros encuentros, sino porque comportaría una ventaja física, pero sobre todo psicológica, sobre el contrincante. Así que ordenó a su robot que venciese en el menor tiempo posible.
Raptor obedeció y en cuanto sonó la campana se tiró sobre el adversario que, antes de que comprendiese lo que estaba pasando, se encontró hecho pedazos sobre la lona del ring. El público estaba delirante, los Estados Unidos estaban en la final.
Los últimos encuentros vieron enfrentarse a un japonés contra el italiano y el otro contra el chino. El italiano venció al segundo robot nipón después de una larga y frenética lucha, mientras que el chino, que había peleado como un león, finalmente había debido sucumbir a los golpes del primer autómata del sol naciente que tenía sus mejores armas en la calidad de su mecánica y en el Jujitsu.
Del encuentro entre el italiano y el japonés saldría el segundo finalista, era un encuentro entre titanes, las dos mejores industrias de robots del mundo se retaban para enfrentarse a lo que todos creían era el juguete construido por un chavalito. Esto, de todas formas, no asombraba a nadie, todos sabían que aquel muchachito había puesto en marcha el desarrollo de los robots con sus inventos, todos sabían que era un genio reconocido a nivel mundial y, por lo tanto, que hubiese construido un robot superior a todos los otros, era bastante probable.
El reto entre dos robots con habilidades parecidas no podía sino volcarse de la parte del más experto en las artes marciales y, de esta forma, el japonés venció al italiano, aunque con grandes dificultades.
Joshua estaba a punto de enfrentarse con aquel chaval que lo había empujado, haciéndole caer y que le había dicho: «Aplastaré a tu robotito como una hormiga». Volvía a pensar en aquellas palabras mientras saboreaba la venganza.
Estaba ya listo en el ring, a la espera del japonés que llegó con aire presuntuoso, seguro como estaba de poder vencer con facilidad al joven y menos experto americano. El encuentro comenzó con el robot nipón atacando enseguida, Raptor había esquivado, con su excepcional rapidez todos los golpes del adversario, pero sabía que con el Jujitsu la fuerza de sus golpes podía volverse contra él si se hubiese equivocado al golpearlo, probó a hacer unas fintas y a abrir un hueco en la defensa del adversario.
El público, en la sala, estaba totalmente de su parte, y él no quería desilusionarlos. De repente el adversario intentó golpearlo con una patada circular alta, él se bajó y lo golpeó con una impresionante velocidad en el pie de apoyo haciéndolo caer estrepitosamente.
El campeón japonés, que mientras tanto se había levantado, comenzaba a perder seguridad, intentó todavía golpear al adversario sin conseguirlo y sufriendo los golpes asestados por Raptor. Cuando el robot alienígena se dio cuenta de la indecisión del contendiente, se lanzó con ímpetu al ataque final, dio un salto y con una patada descendiente en plena cara lo volvió a tirar a la lona, rematándolo, antes de que se pudiese levantar de nuevo, con una serie de puñetazos que aplastaron la cabeza del autómata nipón como una lata vacía.
La gente había enloquecido de alegría y, mientras la música resonaba desde los altavoces y el locutor anunciaba al nuevo campeón del mundo, algunos hinchas habían levantado a Joshua llevándolo en los hombros hasta el palco sobre el cual tendría lugar la entrega de premios. Al lado de él, en los escalones más bajos, el chaval japonés y el italiano no conseguían esconder la desilusión en sus rostros. Joshua estrechó la mano al italiano, alegrándose con él, luego, mientras estrechaba la del japonés, le dijo sonriendo todo satisfecho:
«Ya lo destrozarás la próxima vez, a mi robotito.»
El muchacho se fue de celebración con su padre y su amigo Lucas que, mientras tanto, lo había alcanzado, incrédulo, en el edificio. Hubiera querido llevar también a su amigo Raptor, pero por razones obvias debió dejarlo en el coche. Regresó a casa feliz, su sueño se habría hecho realidad, había conseguido su objetivo, ahora, después de una merecida noche de descanso, podía concentrarse en el problema de los alienígenas.
A la mañana siguiente, muchos periodistas fueron a buscarle para pedirle una entrevista, él respondió encantado a las preguntas que le hacían, quería disfrutar de su momento de gloria antes de que algo pudiese arruinarlo todo. Su juventud lo salvó de las preguntas más maliciosas y no debió dar explicaciones sobre la fuerza de su criatura, en el fondo, aunque había vencido a los mejores autómatas del mundo, lo había hecho sin levantar sospechas y sin mostrar una superioridad abrumadora.
Por la tarde, finalmente, lo dejaron en paz, así que se fue al cobertizo junto a su amigo robot para charlar un poco. Raptor conocía todo de su joven amigo ya que podía leer su mente y, por lo tanto, Joshua no tenía ningún problema para confiarse a él ni se avergonzaba al pedirle consejos a los cuales el nuevo campeón del mundo no se sustraía, aprovechando la sabiduría que la enorme cantidad de datos de su memoria le confería.
Se dio cuenta de que en su vida le había siempre faltado una figura como su amigo metálico, no tenía hermanos y el padre y la madre se ausentaban a menudo, ocupados en actividades mundanas. Lucas era un muchacho inteligente y un óptimo amigo pero no había querido nunca confiar en él y no conseguía explicarse el motivo.
Ya se había hecho de noche y Joshua, mientras estaba entrando en casa, notó sobre la mesa, sobre la que la madre le había dejado una cena rápida, una nota. Los padres le decían que habían salido a cenar con unos amigos y que volverían tarde, le pedían que cenase él y que no se fuese tarde a la cama.
« ¿Para qué se habrán inventado los teléfonos móviles?» se preguntó ya que sus padres no los utilizaban jamás.
Cenó con rapidez, miró un poco la televisión y se fue a la cama todavía cansado por los acontecimientos y las emociones del día anterior. Continuaba pensando en lo sucedido aquel mes, qué hacer para resolver el problema de los alienígenas pero, sobre todo, cómo liberar a su amigo de la conexión sin arriesgarse a dañarlo.
Había cerrado los ojos y estaba a punto de dormirse cuando un ruido le asustó, oía unos pasos caminar despacio que hacían crujir la madera de las escaleras que conducían a su cuarto. Al principio creyó que habían vuelto sus padres, luego, vista la hora, pensó que era demasiado temprano. Un pensamiento hizo que se le helase la sangre en las venas, se levantó de repente de la cama, puso la almohada debajo de las sábanas para hacer creer que todavía estaba acostado, abrió la ventana y se escondió al lado del escritorio. La puerta se abrió lentamente, vio los ojos luminosos del robot mirar fijamente la cama, estaba a punto de salir de su escondite para correr hacia su amigo Raptor cuando un rayo láser hizo explotar la cama levantando una nube de plumas de oca, salidas desde la almohada escondida debajo de las sábanas.
Joshua se precipitó, aterrorizado, fuera de la ventana, sobre el techo de tejas y madera inferior, corrió hacia el tubo del canalón, se aferró a él, se dejó deslizar hasta la planta baja y comenzó a correr. Vio al robot saltar desde la ventana para perseguirlo pero las tejas, bajo su peso y la impetuosidad del salto, se rompieron haciéndolo resbalar y caer desde el primer piso. El golpe produjo un ruido ensordecedor, el robot se quedó quieto y sus ojos luminosos se apagaron. Joshua se paró para esperar, vio que el robot no se movía y decidió, por lo tanto, volver sobre sus pasos.
Durante un momento había creído que aquel robot era su amigo, pero ahora que lo observaba con atención a la luz de las farolas de su villa, se dio cuenta de que la mascarilla no era la de plexiglás que él había pegado sobre la cara de Raptor, sino como aquella que se había roto en el bosque.
« ¡Mierda! Han construido otro robot,» pensó contrariado.
Mientras levantaba la mascarilla para abrir el habitáculo del piloto, vio a otro alienígena, también vestido como el anterior, pero se quedó sin aliento al descubrir que esta vez habían aprendido la lección y habían dotado al piloto con un casco y un cinturón de seguridad. Intentó, lo más rápido que pudo, de desatarlo, pero no lo conseguía y el corazón batía en su pecho como un tambor, haciendo que le latiesen las venas de la frente y enrojeciendo su rostro. Habría debido escapar pero era demasiado tarde, los ojos del robot se habían encendido otra vez y se sintió perdido.
Finalmente lo consiguió, el cinturón se había abierto, él había cogido al alienígena y había intentado de levantarse para irse rápidamente pero el robot lo había cogido por el pijama y no parecía querer soltarlo, las palabras de su amigo resonaban en su cerebro:
«Con el comandante anterior la conexión no era buena, su mente no le permitía alejarse más allá de los veinte centímetros.»
Se retorció y alejó la mano que tenía al alienígena llevándola lo más lejos posible del robot. Vio los ojos del autómata apagarse y su brazo metálico soltar el agarre de su pijama. Joshua dio un suspiro de alivio y quedó jadeante en tierra para recuperarse del miedo.
El alienígena se agitaba, daba patadas y puñetazos sobre su mano, decidió, por lo tanto, ponerlo en un sitio seguro. El muchacho corrió al cobertizo para buscar un lugar en el que poder encerrar a la pequeña y recalcitrante lagartija. Se acordó del terrario en el que había tenido unas serpientes que sus padres le habían regalado cuando era niño y que él había cuidado con celo. Quitó el casco y los vestidos al pequeño para evitar que alguien comprendiese su verdadera naturaleza y lo metió en el contenedor que había encontrado encima de un estante. Aquel ser verdoso saltaba como si estuviese endemoniado, daba patadas y puñetazos contra el vidrio, pero no podría jamás salir del sólido terrario.
Miró a su alrededor, raptor había desaparecido, intentó llamarlo mentalmente y vio, a través de sus ojos, el cielo lleno de estrellas en aquella espléndida noche de primavera. Entendió que lo estaban robando, hizo que mirase a su alrededor para ver en qué situación se encontraba y observó otros dos robots que lo transportaban manteniéndolo cogido por los pies y por los hombros.
«Raptor, amigo mío, ¿qué está pasando?» preguntó angustiado.
«Me han inmovilizado y me están llevando a la base, no consigo moverme.»
«No conseguirán desconectarte de mí mientras esté vivo. Intentaré ir lo antes posible a salvarte.»
« ¡No! Es demasiado peligroso, ¿qué puede hacer un chaval contra dos robots?» dijo casi llorando.
« ¿Dónde está la base? ¿Dónde se encuentra?» preguntó Joshua.
«Está dentro del lago, en el centro del bosque, donde nos hemos encontrado.»
« ¡Malditos! ¿Cómo habrán conseguido construir tres robots en tan poco tiempo?» pensó el muchacho mientras corría hacia su casa.
Habría querido conectarse con el nuevo autómata para ir a salvar a su amigo pero tenía que una nueva conexión pudiese desconectar la anterior.
En cuanto llegó al interior de la casa subió corriendo las escaleras, cogió el teléfono móvil y llamó a Lucas.
«Tengo un robot alienígena para ti. Lucas, ven corriendo.»
«Estoy en la cama, estaba durmiendo, ¿no podemos dejarlo para mañana?»
«»
«No, ven corriendo o no lo tendrás jamás.»
«Vale, ya voy» dijo Lucas saltando de la cama y comenzando a vestirse.
Pasaron unos pocos minutos y el amigo llegó despeinado y con las señales de la almohada sobre la cara.
« ¿A qué viene tanta prisa? ¿Quieres decirme qué ha sucedido?» preguntó Lucas bostezando.
«Dos robots alienígenas han atado y raptado a mi amigo Raptor, lo están llevando al lago, me debes ayudar»
« ¿Cómo?»
«Ven conmigo» dijo Joshua invitando al amigo a seguirle al otro lado de la casa donde se encontraba todavía tumbado el robot que había irrumpido en su habitación.
Se acercó al autómata e, indicando un punto en el habitáculo, exclamó:
«Debes tocar ese cuadrado verde delante del asiento»
Lucas obedeció y, después de acercarse al robot, metió el dedo índice a través de la fisura para tocar el cuadrado del interior del habitáculo. Una corriente como la que había golpeado a Joshua le hizo perder el sentido. El pequeño genio intentó de todo para que recobrase la consciencia en el menor tiempo posible.
« ¡Despierta, Lucas! ¡Despierta!» gritó ahora ya preso de la desesperación.
El amigo se recobró lentamente y parecía un poco confuso, los ojos del robot se habían encendido, por lo tanto la conexión había tenido éxito.
« ¿Consigues controlarlo?» le preguntó al, cada vez más confuso, amigo.
«Espera, está haciendo una conversión. OK, ahora sí, está listo.»
«Rápido, tenemos que irnos» gritó Joshua.
Lucas hizo que el robot se levantase y junto con el amigo comenzó a correr hacia el bosque. El autómata corría muy rápido y enseguida desapareció de su vista.
«No han debido de ir lejos, ellos no pueden correr mientras transportan a Raptor y no tienen ningún motivo para pensar que son perseguidos» dijo el joven genio.
Vio con los ojos de su amigo metálico las ramas de los árboles y entendió que habían llegado al bosque. De repente oyó unos ruidos y vio explotar, golpeado por un rayo láser en la espalda, al robot alienígena que mantenía a Raptor por los pies. El otro, en cambio, lo había soltado y se había enzarzado en un combate con el nuevo juguete de Lucas.
Los árboles del bosque eran maltratados por los golpes que los dos robots se intercambiaban y el láser iluminaba la oscuridad entre la espesa maleza. Después de algunos minutos de encuentros estrepitosos uno de los dos contendientes cayó, irremediablemente dañado, al suelo. El otro había quedado en pie y miraba sin moverse a los muchachos que, mientras tanto, habían llegado al bosque y liberado a Raptor de las ligaduras que lo inmovilizaban.
Los dos autómatas se miraban fijamente preparados para luchar pero, de repente, la voz aguda de Lucas gritó:
« ¡No, no lo ataques, es el mío, es Buby!»
Antes esas palabras Joshua, a pesar de que estaba conmocionado, cansado y asustado, rompió en una sonora carcajada, incluso los robots, los árboles y los grillos del bosque, parecía que reían con él. Al momento entendió porqué, a pesar de querer bien a su amigo, no conseguía abrirse con él, era realmente un niño.
« ¿De qué te ríes? Buby era el nombre de mi chihuahua, pobrecito, se murió el año pasado» exclamó Lucas, realmente asombrado.
El joven genio había acabado por el suelo, con las manos se apretaba el estómago, reía y lloraba al mismo tiempo.
« ¡Basta! ¡Basta, no lo llames más Buby o voy a morir de risa!»
« ¡Ya vale!» dijo el joven amigo que mientras tanto se había cruzado de brazos y puesto mala cara.
Joshua había parado de reír y se sentía un poco culpable con respecto al amigo que lo había salvado.
«Perdón, gracias por haber salvado a Raptor, has luchado como un tigre hace nada destruyendo tus dos primeros robots enemigos.»
«Yo no he hecho nada, solamente he dicho a Bu… a mi robot que salvase al que estaba atado y que destruyese a los otros dos.»
«Esta historia debe acabar. Ordena también al tuyo… que ataque la base» exclamó Joshua mientras impartía la misma orden a Raptor.
Los dos robots, sin dudar un segundo, corrieron hacia el lago y se zambulleron desapareciendo en la oscuridad. Unos relámpagos de luz y unas explosiones provenientes del fondo del lago comenzaron a iluminar las aguas oscuras mientras la superficie bullía a causa de los muchos hombrecitos verdes que saltaban afuera hacia el bosque para encontrar un escondite. Después de unos minutos de relámpagos y de ruido regresó el silencio y la oscuridad. Dos figuras negras que brillaban a la luz de la luna emergieron del lago dirigiéndose hacia los jóvenes que estaban esperando ansiosos.
El muchacho oyó la voz de su amigo Raptor resonar en su cabeza.
«Se ha acabado, hemos destruido la base y las naves espaciales, ahora no pueden hacer más daño a nadie. Hemos intentado no matarlos, sin su tecnología son inofensivos y sin sus naves espaciales no podrán conseguir más, excepto que consigan llegar a pie hasta la Amazonia. Por desgracia no he conseguido encontrar a su jefe, él sí que se merece una lección.»
Tiraron en el lago los trozos de los dos robots destruidos y se dirigieron hacia casa.
« ¿Qué le dirás a tu padre para justificar la presencia de Buby?» preguntó Joshua.
«No lo sé, algo inventaré. Podría decirle que tú me habías construido uno también para mí esperando que participase en el torneo. Tú, en cambio, deberías devolverme el tuyo para que no sospechen tus padres.»
«Diré a mi padre que el robot se ha dañado un poco en los combates del torneo y que por lo tanto he decidido pagártelo y quedar con él, total tu padre te ha comprado ya otro.»
« ¡Somos unos genios!» exclamaron casi al mismo tiempo mientras chocaban las cinco.
« ¡Mierda! ¿Las tejas rotas y la cama destrozada cómo las justifico? Démonos prisa en llegar a casa antes de que vuelvan mis padres» exclamó preocupado Joshua.
En cuanto llegaron a la casa pusieron en orden la habitación, esperarían al día siguiente a que sus padres saliesen para comprar un colchón y una almohada. Para justificar las tejas rotas decidieron que contarían que habían hecho subir al robot sobre el tejado para recuperar un gatito. Estaban muy satisfechos de su capacidad de contar mentiras.
Se despidieron con un abrazo y luego Lucas se alejó dirigiéndose hacia su casa junto con su nuevo amigo Buby.
Joshua se fue a la cama cansado y muy agitado por la enésima aventura. Esta vez hubiera querido dormir tranquilo ya que el problema de los alienígenas había sido resuelto, pero el colchón semi destruido no le dejaba dormir. Se puso en contacto con Raptor que, mientras tanto, se había refugiado en el cobertizo.
«La próxima vez no dejes que te aten y te lleven» dijo un poco enfadado al amigo.
«No puedo hacer nada, no consigo moverme si no recibo una orden» respondió él.
«Entonces te ordeno que deberás reaccionar contra cualquier acto que comporte tu alejamiento forzoso de mí.»
«Perfecto» respondió el robot.
El muchacho se quedó durante un momento reflexionando sobre la orden que le acababa de dar, luego preguntó al amigo:
« ¿Tú obedecerás todas mis órdenes, no importa de qué tipo sea?»
«Claro, comandante, estoy programado para obedecer, no vuelvas a dudar de mí jamás.»
«Te ordeno que actúes según tu voluntad, haz lo que quieras sin necesidad de la conexión.»
«Lo siento, comandante, aprecio tu tentativa, pero mi hardware no me permite moverme sin conexión.»
«Permanece conectado, entonces, pero actúa según tu conciencia y tu voluntad.»
El robot intentó moverse, salió del cobertizo y se puso a mirar las estrellas, luego se puso a correr y saltar.
« ¡Puedo hacerlo! ¡Puedo moverme!» su voz tenebrosa resonaba en la cabeza del chaval que sentía la felicidad del robot.
« ¿Te irás ahora? ¿Me dejarás solo?» preguntó el joven.
« ¿Dónde iría? No tengo a nadie, aparte de ti, en este mundo y además un robot que va de paseo solo no pasaría desapercibido. No, me quedaré contigo si quieres, pero por lo menos ahora podré actuar sin tener que esperar una orden. Siempre te estaré agradecido, aunque todavía necesito la conexión, me siento libre y es una sensación muy hermosa.»
«Haz lo que quieras, yo intentaré dormir, estoy cansado y me siento todavía peor con este maldito colchón.»
Raptor no tenía ninguna gana de ponerse en modo reposo, la sensación de poderse mover libremente era demasiado hermosa para que se estuviese quieto. Comenzó a dar vueltas por el cobertizo observando las herramientas del chaval, pensó que podría modificar el robot construido por su amigo y convertirlo en más eficiente.