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– No, no se enfadará. Pero primero hay que pedirle permiso y luego pedir permiso.
Afruz pidió permiso y fue al emperador. Entró, se inclinó en el Suelo, besó el umbral. Y el emperador estaba de buen humor ese día. Dos personas, a quienes consideraba espinas en su camino, logró eliminar con astucia, dos o tres buenas noticias sobre tales asuntos vinieron de diferentes partes del país, y además de cachemira, de la India, trajeron a una hermosa esclava. Y no le importaba hablar con alguien o cumplir con la petición de alguien.
El Príncipe, al ver que el emperador era alegre, pensó: "¡el Destino favorece el cumplimiento de mi deseo!»
Antes de hablar, una vez más se inclinó en el Suelo y volvió a pedir permiso. El emperador le preguntó:
– ¿Por qué el día que viniste a visitarnos no dijiste que tenías dos hermanos más y me pediste que los alojara? Después de todo, estos hermanos no querían dejarte solo, del otro lado del mundo vinieron contigo, en un momento difícil estarían cerca de TI. ¿Por qué los dejaste cuando tuviste suerte? ¡No me gusta lo que hiciste!
Afruz comprendió entonces por qué el emperador no era tan amable con él como antes. Y él también le dijo:
– Dime, ¿qué quieres de mí? ¿Dinero? ¿Honores? Afruz respondió:
– ¡Te pido lo que está por encima de todo esto, que me hagas esclavo de tu umbral!