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Te Tengo
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Te Tengo

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“Vamos donde tu familia no podrá encontrarte nunca.”

“Te has vuelto loca?! Está prohibido a los Rinaldi, incluso acercarse a este río! Si un Orlando descubre mi presencia en su parte de la ciudad, me mata!”, grité aterrorizada. Odiaba los límites y las reglas que me imponía mi padre, pero esa de no ir jamás más allá del río, había prometido no infringirla nunca sino quería arriesgar morir prematuramente.

“Lo sé muy bien. Por eso tenemos los documentos falsos.”

“Eso no me tranquiliza, Maya.”

“Chelsea! Recuerda que aquí soy Chelsea y tú eres Mia! No te equivoques o estamos perdidas!”.

Continué el viaje, aplastada contra el asiento, con el sonido de mi corazón latiendo en mis orejas e incapaz de disfrutar el panorama de esa parte de la ciudad que nunca había visto.

“Va a estar todo bien, verás”, continuaba a repetirme Maya, pero yo estaba lista para escapar y volver atrás, prometiendo no volver a hacer algo así.

Apenas me di cuenta, que Maya había apagado el coche al lado de otro, que también estaba aparcado y que tenía a dos muchachos guapos sentados adelante.

“El que está al volante es Lucky Molan. Es él por quien he perdido la cabeza y de quien te he hablado tanto últimamente. Lo conocí en Clasesparticulares.com. Es él quien me da clases de economía online, a escondidas de mi madre, que está convencida que soy un genio. Desde hace dos años que muero por él y sólo ahora que me he graduado, ha aceptado salir conmigo. Pero lamentablemente, cuando me propuso salir de a cuatro con su hermano que se ha dejado con la novia, no pude decirle que no.”

“Por eso estoy aquí, verdad? Para entretener al pobre hermanito, mientras te diviertes con el amor de tu vida.”

“Yo no lo diría así, pero… Sí, es así. Te lo ruego, Gin… Mia, es importante que todo salga bien, porque no quiero conformarme con una noche de a cuatro.”

“Sólo hay una cosa que no he entendido. Él sabe que eres Maya Gerber?”

“Claro que no. Sabes que no me gusta revelar mi verdadera identidad. No quiero que alguien descubra que tomo clases privadas.”

“Entonces su relación se basa en mentiras. Cómo crees que puedes construir algo sólido y duradero de esta forma?”

“Por ahora pienso en divertirme, ok? Quiero salir con Lucky y quizás ir a la cama. Tampoco dije que quiero casarme con él!”

“Dudo que tu padre te lo permita.”

“Lucky vive al oeste del río, por tanto está fuera de los límites para mí. Incluso sino soy una Rinaldi, papá no quiere que frecuente esta parte de la ciudad.”

“Considerando las cosas que tu padre sabe de mi familia y lo que administra para ella, creo que estás en peligro, tanto como yo.”

“Puede ser, pero no me importa! Soy demasiado joven para pensar en esas cosas.”

“O demasiado estúpida”, resoplé débilmente.

Silenciosamente, como si tuviera miedo que alguien pudiera escucharme, bajé del coche y me acerqué junto con Maya, a los dos muchachos.

Ambos eran rubios con ojos azules.

Por el abrazo que intercambió mi amiga con el muchacho más alto y delgado, entendí que debía ser Lucky.

“Mucho gusto, soy Mike”, se me acercó el otro muchacho de aire deprimido y unos centímetros más alto que yo.

“Mia”, me presenté, en voz baja por miedo a decir mi verdadero nombre.

Cuánto me hubiera gustado ser desinhibida y desenvuelta como Maya!

“He reservado en el Bridge. Sepan que tuve que pedir un favor a un amigo para tener un pase para ese local. Es un lugar inalcanzable para nosotros, comunes mortales”, rió Lucky, indicándonos un edificio a pocos metros de distancia.

“Aquí es, yo quería ir a Lux… Ya fui muchas veces y me gusta”, intervino Maya haciéndome preocupar por el aire ansioso que percibí en su voz. No era de asustarse, y yo sentí el miedo volver a niveles alarmantes.

“No tendremos otra oportunidad de entrar en ese lugar y, el pase vale sólo para esta noche, nos da la posibilidad de escuchar a la famosa pianista Folkner”, le dijo Lucky.

Miré a Maya y leí una fuerte indecisión en sus ojos oscuros, hasta que la vi asentir débilmente.

“Va a estar todo bien”, me susurró a la oreja, tomándome la mano con demasiada fuerza, para no asustarme.

No sé de donde saqué el coraje, pero vi a mis pies avanzar uno delante del otro, hacia eso que parecía ser un nido de serpientes.

Sólo cuando me encontré a un paso del ingreso y leí el cartel, sentí que el piso se desvanecía bajo mis pies por enésima vez esa noche: “ The Bridge. Orlando’s Night”.

Como si me hubiera leído el pensamiento, Mike me explicó que ese era el local de la importante familia italiana Orlando, los primeros que llegaron a Rockart City (aunque algunos sostenían que eran los Rinaldi, quienes llegaron primero) y, que había transformado esa villa desolada en un imán para los nuevos inmigrantes, dando vida a la que hoy era reconocida como una de las ciudades más florecientes e históricas de los Estados Unidos de América.

Ese local era la primera actividad comercial y el corazón de Rockart City, al oeste del río.

“Después de la muerte del gran Giacomo Orlando, la gestión del local pasó a manos del nieto, Lorenzo, la oveja negra de la familia. Ha peleado con todos y ha renunciado a tomar el lugar del padre, Salvatore. Se salvó de la ira de los Orlando sólo porque es el primogénito, hijo único y era el pupilo del abuelo, que al momento de morir le ha pedido que no abandonara la ciudad y que continuara con el local de la familia, la piedra angular de la familia Orlando. Por amor al abuelo, Lorenzo aceptó y volvió a este lugar, el lugar más exclusivo y prestigioso de toda Rockart City”, me contó Mike, mientras nos acercábamos al Bridge.

“Debe ser un tipo genial”.

“Sí, y sólo tiene veintinueve años, pero no esperes a un caballero con armadura brillante. Es un tiburón, como todos los Orlando y, no perdona la más mínima trampa. Un paso en falso con él y corres el riesgo de terminar mal. Sé que el año pasado, dos tipos han desatado una pelea y ha tenido que intervenir la policía. Bien, desde ese día, todos se preguntan qué sucedió con esos dos idiotas. Lo mismo para el pusher que quiso meterse a vender en su local. Si la familia Orlando gobierna cada persona y movimiento en Rockart City Oeste, en el Bridge existe sólo la ley de Lorenzo. Todo lo que gira alrededor de ese hombre está blindado y es inaccesible, si él no lo autoriza. La ciudad estaba convencida que, renunciando a la herencia de la familia, él habría perdido todo el poder y, por el contrario, Lorenzo ha demostrado saber manejarlo solo. Hoy en día, tiene un poder que equivale al de su familia y la cosa más loca es que se lo construyó él solo”.

“Bien, el apellido que lleva lo habrá ayudado.”

“Quizás ahora sí, pero no cuando ha cortado los lazos con su familia. La mitad de sus parientes querían su cabeza, cuando mandó a todos al demonio. Seguramente el abuelo, que estaba a cargo de los Orlando, ha impedido que lo mataran, pero después murió y Lorenzo quedó completamente solo.”

“Qué coraje debe tener para desafiar así abiertamente a su familia”, exclamé con un poco de envidia. Cuánto me hubiera gustado ser como él o tener un abuelo que me sostuviera, pero los míos estaban muertos o habían regresado a Italia.

3

GINEBRA

A pesar de la tensión, me invadió una hermosa atmósfera cuando puse un pie en el interior del Bridge.

El lugar era muy sobrio, elegante, refinado, con las paredes con un papel tapiz en tela color azul francia con dibujos de flores color damasco y dorado, que reflejaban las luces suaves y cálidas de las lámparas de cristal suspendidas.

También las mesas eran oscuras pero opacas, a diferencia del piso de mármol negro de África con vetas doradas.

La música que la pianista estaba tocando se escuchaba en el aire armoniosamente, haciéndome relajar y disfrutar esa experiencia única.

Lucky y Mike nos hicieron acomodar en una mesa con divanes y silloncitos de cuero negro, de estilo retro.

El ambiente era ciertamente sombrío, pero agracias a la iluminación y a la bienvenida que se percibía, era imposible no sentirse seguro, bienvenido y listo para ser mimado por el personal afable y siempre dispuesto para asistir ante el menor signo, pero sin resultar invasivo o indiscreto.

“Adónde lleva esa escalera?”, pregunté a Mike que se había sentado a mi lado.

“Nunca entré allí, pero me contaron que en el piso superior están los privados y las habitaciones para dormir. No es un albergue, pero Lorenzo Orlando quiso crear una sección para quien tuviera necesidad de quitarse la resaca o hubiera venido con una dulce compañía. Por el contrario, en el sótano hay una gran sala para recepciones especiales y un billar. No sé bien que sucede ahí abajo, pero algunos piensan que está relacionado con el crimen organizado de la familia Orlando. Por último, en el segundo y último piso, debería estar el apartamento del propietario.”

“De esta forma no pierde de vista sus negocios”, comenté con sospecha.

“Es un hombre al que le gusta tener todo el control.”

“Lo había entendido.”

“Incluso ahora está allí y nos controla a todos nosotros.”

“Desde su apartamento?”

“No, desde allí”, me corrigió, indicándome con un movimiento de la cabeza, un espacio elevado en la parte trasera del local.

“No lo mires! Si te atrapa, si sospecha y nos atrapa!”, me dijo Mike, pero yo era demasiado curiosa. Nunca había visto a un Orlando en toda mi vida y tenía curiosidad.

Analicé a cada una de las personas que estaban en esa mesa, que se encontraba en una posición privilegiada, a la que se podía acceder a través de una pequeña escalera de seis escalones.

Había tres hombres y cinco mujeres.

El hombre a la izquierda estaba ocupado en su celular y no parecía prestar ni la más mínima atención a la conversión del tipo a su derecha, que intentaba contar algo divertido que hiciera reír a las mujeres presentes.

Me pregunté quién de ellos podría ser Lorenzo Orlando.

Quizás el que estaba concentrado en el teléfono?

Desvié la mirada a la derecha y mis ojos se encontraron con los del tercer hombre.

Completamente avergonzada por haber sido sorprendida mirándolo, bajé la mirada y volví con mis amigos que estaban ordenando una Menabrea.

Ordené una yo también, sin saber qué era. Todavía estaba sorprendida por esos ojos.

Incapaz de controlarme y de concentrarme en la conversación de mi mesa, volví a mirar a aquel hombre.

Me estremecí cuando noté que continuaba mirándome.

Estaba por quitar la mirada de nuevo, pero una parte de mi decidió mantenerla y no mostrar que estaba incomoda.

Además, quería saber! Era él, el famoso Lorenzo Orlando?

Mantuve la mirada encadenada a la suya.

Incluso si la luz era baja, noté el color ámbar de sus ojos. Un color amarillo ocre con vetas cobrizas.

Nunca había visto ojos de ese color y quedé sin aliento.

Tenían algo de magnético, fascinante y hipnótico.

Es él, Lorenzo Orlando! Estoy segura!

Me quedé allí admirándolo, dejando fluir la mirada sobre su rostro anguloso, sobre su piel bronceada y sobre su barba descuidada que sombreaba su mandíbula.

Estaba sorprendida. Esperaba encontrarme de frente a un hombre cuidado hasta en los más mínimos detalles, muy atento en dar una imagen perfecta de sí mismo. Y por el contrario…

El toque de barba, los cabellos castaños despeinados, algunas ojeras… me daba más la impresión de un hombre que había vivido, uno al que la vida no le había regalado el mundo en sus manos, pero que había tenido que crearse su espacio, él solo.

Estaba fascinada y encantada por esa imagen.

Sin embargo, Lorenzo Orlando era cualquier cosa menos un hombre descuidado, excesivamente extravagante o poco atento a los detalles.

Parecía que cada cosa fuera perfecta en su imperfección y, su traje de seda oscuro, combinaba con la camisa negra abierta en la parte delantera, dándole un aire de poder que brotaba en cada poro.

Era descaradamente irresistible. Su modo compuesto y controlado como estaba sentado, se llevaba el trago a la boca seductora y me miraba, me perturbaba y me atraía como una polilla al fuego.

Peligroso y fascinante como un demonio.

Eso es lo que pensaba de él.

Todavía estaba atrapada mirándolo cuando lo vi levantar la copa de su Manhattan y hacer un brindis en mi dirección.

Sentí los pómulos estallar y su sonrisa seductora me hizo entender cuánto era evidente mi vergüenza.

Me dio tanta vergüenza que quité la mirada.

Tenía el corazón que me latía muy fuerte, estaba muy agitada.

La idea de haberme dejado atrapar dos veces mirando a un hombre que nunca habría tenido que encontrar, me hizo dar ganas de escapar corriendo.

Ginebra, estás jugando con fuego!

Miré de nuevo a mi mesa y me encontré de frene a una jarra de cerveza.

Sobre el vaso, estaba la marca de la cerveza italiana Menabrea.

Hice una mueca.

Odiaba la cerveza.

Incapaz de hacer nada, al final me rendí en escuchar a Mike que había comenzado a hablarme de su ex novia, con quien había estado cuatro años.

Fingí interés por un buen tiempo.

En realidad, mi mente continuaba a volver sobre aquel hombre a pocos metros de distancia y sobre sus ojos dorados que me hipnotizaban.

Lamentablemente, después de un cuarto de hora ya estaba aburrida y, sin poder detenerme, mi mirada fue de nuevo a posarse sobre Lorenzo Orlando.

No podía entender cómo un hombre como él, podía hacerle mal a un Rinaldi.

A pesar de que intuía un velo de tiniebla y agresividad, Lorenzo parecía una persona demasiado controlada y relajada para hacerle mal a alguien.