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Cenicienta De Sangre
Cenicienta De Sangre
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Cenicienta De Sangre

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“ Lo lamento, Zackary, pero April no morderá a nadie. No podrá. Su humanidad…”

“ Imposible!”, explotó Fanny reteniendo las lágrimas por la frustración.

“ Sólo puedo decirles que la dulce April no morirá jamás por culpa de un vampiro. Su vida estará llena de amor, larga pero trabajosa.”

“ Y una simple humana puede desencadenar una guerra?!”, se sorprendió Félix incrédulo.

“ También tendrá el aspecto delicado de una flor, pero la fuerza heredada de la madre yace en su corazón.”

Zack cayó exhausto sobre el borde de la cama. Era como si le hubiera caído encima una roca imposible de soportar.

Durante todos los meses de embarazo, tanto Fanny como él se habían mantenido en la fantasía que su niña habría sido invencible como un lobizón, una criatura capaz de llevar adelante un imperio y combatir contra los vampiros rebeldes y, por el contrario, ahora tenían en sus brazos la vida precaria de una pequeña humana nacida en medio de una guerra más grande que ella.

“ ¡Humana o no, no nos interesa! ¡Nosotros nos ocuparemos de defenderla!”, exclamó Vera determinada y decidida en no dejarse abatir por esa noticia.

“ Vera tiene razón. April no será una guerrera, pero será siempre una princesa”, se unió Siobhan.

“ Una princesa capaz de desencadenar una guerra”, recordó Jack, ganándose una mirada extraña por parte de Vera y Cecilia.

“ Exacto. Capaz de desencadenarla. Ahmed no dijo que sucederá indefectiblemente”, aclaró Cecilia.

“ El destino siempre puede cambiar”, se sintió obligado a aclarar Ahmed.

“ Hasta que la Orden y la Confederación no sellen un pacto de forma oficial, el riesgo de una guerra será siempre inminente”, agregó Blake.

“ Exacto”, continuó Vera. “Por ello decidí venir aquí y poner fin a esta guerra fría velada sólo por nuestra tregua. Ahora todo tendrá que cambiar.”

“ El nacimiento de April cambia todo. Nosotros también somos su familia y queremos estar”, se entrometió Siobhan dirigiéndose a Zack, que se sentía cada vez más confundido.

“ Por ello decidimos extender la Confederación y abrir una segunda sede aquí en Londres.”, reveló Vera entusiasmada.

“ Qué cosa?!”, dijeron Zack y Fanny al unísono, junto a los agentes que estaban todavía firmes en la salida de la habitación.

“ Han comprendido. New York está lejos. Ustedes están aquí en Londres, incluso los negocios de Nick y Tess los llevan siempre a los Estados Unidos e Inglaterra, por eso decidimos traer a la Confederación aquí. Para estar cerca.”

“ La Orden de la Cruz Ensangrentada no lo tomará bien”, susurró apenas Zack con disgusto.

“ Eres el jefe, ¿no?”

“ Debo rendir cuentas incluso al Vaticano.”

“ Estoy segura de que podrás hacerlo.”

“ No lo sé.”

“ Tienes que hacerlo por todos nosotros, por un futuro juntos, por la paz entre las razas… Hazlo por April.”

April. Por ella habría hecho cualquier cosa. Incluso atravesar el fuego… o aceptar una alianza desquiciada.

Vera le estaba ofreciendo en una bandeja de plata, lealtad y protección absoluta. Lo sabía.

“ De acuerdo”, decidió finalmente, sorprendiendo a sus agentes.

23 años después

APRIL

“ Nos están tomando el pelo!”, gritó furibundo y enojado Zack, tirando sobre la mesa la carta que había recibido esa mañana.

“ No te adelantes”, intentó calmarlo Vera.

“ Estás bromeando? Estos bastardos vienen aquí, a mi ciudad, ¡y se comportan tan arrogantes!”

“ Zack tiene razón”, lo defendió la esposa furiosa. “Sabes cómo llaman a los lobizones? ¡Bárbaros! ¿Pero quiénes se creen que son?”

“ Fanny, te lo ruego…”, le suplicó Vera que esperaba su ayuda.

La situación se estaba complicando día a día y la que debía ser una alianza nueva con una de las facciones de vampiros más potentes y difíciles de acercar, se estaba transformando en una pesadilla por causa del odio recíproco cultivado por siglos.

“ Los vampiros no olvidan”, habían sido las únicas palabras que había conseguido decirle a Vane Vampire, llamado por su clan como “El Príncipe”.

“ Fueron muy tontos en creer que habría sido un paseo involucrarse con la que se considera la purasangre de la raza vampira, compuesta en su mayoría por aristócratas de alto linaje”, se entrometió Nicholas que había formado parte de esa facción donde todos lo conocían como “El Duque.”

“ Nick, no te entrometas! Sabes que era inevitable llegar a este punto”, se enojó Vera, que en los últimos veinte años había conseguido mantener la paz entre las razas y sellar definitivamente la alianza con la Orden de la Cruz Ensangrentada.

Sin embargo, todavía quedaban dos facciones a unir: la aristocrática a cargo del Antiguo y noble Príncipe, y la de los rebeldes que no querían dejar de alimentarse de sangre humana o someterse al control de la Orden, en quienes no confiaban por causa de la guerra secular entre ellos.

“ Y ahora qué tendría que hacer?”, los interrumpió Zack indicando nerviosamente la carta.

“ Se trata de una invitación. No aceptarla sería una declaración de guerra”, explicó Nick que conocía bien la mentalidad de Vane.

“ Y aceptarlo significaría arrojarse a la boca del lobo y arriesgarse de salir muertos”, dijo Fanny asustada de no poder proteger a su familia.

“ No creo que hagan una tontería de ese tipo. Vane sabe que alcanzaría con un paso en falso para tener encima a toda la Confederación con lobizones y Cazadores Hechiceros juntos… además, en mi opinión, si después de todos estos años de rechazo hacia nosotros, ahora decidieron aceptar al menos conocernos, significa que hay un descontento entre los aristócratas. Probablemente también Vane necesita de esta alianza, pero olvídense que vaya a admitirlo. El orgullo y el honor son las únicas cosas que importan en el interior de su grupo”, dijo Nick pensativo. “Además, la invitación es extensiva también a nosotros. Por lo tanto, no estarán solos.”

“ Vera te necesito”, se rindió Zack acercándose a su más querida amiga, pero ella bajó la mirada cubierta de tristeza y se alejó.

“ Lo lamento, Zack, pero yo no voy a ir. Tengo un vuelo que me espera y debo volver urgentemente a New York. Alguien me necesita…. Sin embargo, estará Nick contigo. El conoce a El Príncipe mucho mejor que yo”, murmuró Vera, intentando contener las lágrimas.

“ Entiendo”. Sabía que, cuando Vera no hacía referencia a nadie en particular, en realidad se refería a sus hijos.

“ Nunca entendí por qué tiene que haber todo este misterio sobre los hijos de la tía Vera”, pensé corriendo a esconderme para no dejarme atrapar espiando.

Bajé corriendo las escaleras, pretendiendo haber llegado en ese momento de la facultad.

Apenas hice tiempo, cuando vi a mis espaldas a mis padres que salían de la biblioteca con el tío Nick y la tía Vera.

Apenas me vieron, corrieron felices a mi encuentro.

“ April, tesoro, estás cada día más bella! ¿Cómo van los exámenes? Me dijo tu padre que tienes dificultad en aprobar los de arqueometría”, me dijo tía Vera abrazándome. Después, bajando la voz, agregó: “Y también sobre los de la legislación de los bienes culturales.”

Entendí enseguida que había tenido una intrusión mental, ya que recién había llegado de la facultad, donde me habían aplazado en “Legislación del patrimonio cultural”, sólo cuarenta minutos antes.

Además de mis compañeros y el profesor, nadie lo sabía aún.

“ Claro… si yo también pudiera tener una de esas pildoritas azules de Grucho”, respondí irritada por mi cerebro lento y poco propenso a memorizar lo que no me interesaba.

“ Y tú qué sabes de las píldoras de Grucho?”, intervino de inmediato mi padre.

Ops! Claro que no podía decirle que Elizabeth y Leo me habían hecho entrar varias veces escondida en la Confederación de Sangre, lugar definido por mi padre como “cueva de vampiros” y por mí como “País de las Maravillas y Magias”. Allí había presenciado actuaciones deportivas y peleas sobrenaturales, salir con fascinantes vampiros, poderosos hombres lobo, curiosos híbridos, presenciado innumerables hechizos del abuelo Ahmed y la tía Siobhan o los extraños experimentos científicos del vampiro más loco y brillante de la Confederación, Grucho, un chupasangre que había exagerado con las pastillas azules capaces de incrementar dramáticamente el desempeño intelectual y mnemotécnico de cualquiera.

Por lo que sabía, mi tía Vera y mi prima Elizabeth se habían graduado gracias a esa píldora que les habían ayudado a memorizar a ambas en un sólo día todo el programa.

¡Qué suerte!

Yo también, con doce años, había intentado tomar una y casi lo había conseguido gracias a Grucho y a mi primo Leo, pero alguien (mi tía Siobhan, la madre de Leo, me parece) se lo dijo a mi madre que había corrido a buscarme a la Confederación, confiscándome la famosa píldora y castigándome por un mes.

El peor regaño de mi vida y la desilusión de mi madre fueron tan letales para mi corazón inseguro y en búsqueda de su aprobación, tanto que abandoné la idea y decidí confiar sólo en mí.

Claro, después de haber sido desaprobada dos veces en arqueometría y ahora, en legislación sobre bienes culturales, el deseo de esa píldora azul había regresado prepotente a mi mente.

Además, era la más grande de mi curso ya que había perdido dos años en economía, antes de decidirme en abandonar esa facultad que odiaba y que había elegido sólo para poder ayudar a mi padre y volverme una futura y merecida heredera de la Macross Company .

“ Tesoro, la vida es tuya y está bien que elijas el camino que más amas. No tienes que pensar en mí y en la Compañía o en la Orden de la Cruz Ensangrentada. Si amas el arte y la restauración, deja economía y concéntrate en tu pasión”, me había dicho un día mi padre, siempre atento a mis deseos.

Era realmente muy afortunada en tener un padre tan amoroso y comprensivo (excepto cuando se trataba de aventuras amorosas con vampiros), pero con tan malos resultados tenía terror de desilusionarlo.

Y ahora mi padre estaba allí, delante mío, con la mirada amenazante, listo para reprenderme.

“ Me contó hace un tiempo Leo”, mentí girándome hacia mi madre que pretendió no recordar el día en el que me había encontrado rodeada por siete vampiros, dos híbridos y con esa píldora en la mano.

Nunca supe qué le había dicho a mi padre exactamente, pero por lo que parecía, la verdad había sido camuflada también por ella.

“ Ahora tenemos que irnos, Vera. Se hizo tarde”, intervino mi tío Nick, con los ojos fijos en el cielo plomizo que dejaba entrever los primeros y débiles rayos de sol de la tarde.

Ser un Antiguo, lamentablemente no significaba ser a prueba de incineración y sabía cuán grave era ese problema para los vampiros que no tomaban la BloodSky, una píldora de sangre sintética que les permitía vivir incluso de día y sobrevivir sin tomar sangre humana. Pero los vampiros de estirpe Antigua como Nick y Vera eran inmunes a la BloodSky.

Mi tío, el hombre más bello que yo había visto en mi vida (excluyendo a mí otro tío, Blake, a quien veía raramente), vino a abrazarme para saludarme.

Aunque si mi padre confiaba mucho en él, cada vez que esto sucedía, veía en sus ojos una cierta aprehensión: su niña humana en los brazos de uno de los vampiros más fuertes y poderosos del mundo.

Haciendo caso omiso de ese miedo insensato y en adoración a ese tío con la mirada tan profunda y penetrante que hace que todos pierdan y anulen toda voluntad, lo abracé también.

“ Espero volver a verte pronto, tío. Y saluda a la tía Tess y a Elizabeth”.

“ Seguro, pequeña espía mentirosa”, me susurró en la oreja de manera que sólo yo pudiera escucharlo.

La idea de que me hubiera descubierto in fraganti espiando y que supiera siempre cuando estaba mintiendo, me hizo sonrojar hasta las orejas.

Inútil esconder mi vergüenza ya que mi piel, blanca como la leche y ligeramente cubierta por pecas doradas, se sonrojaba y se pone rojo fuego sin control cada vez que sentía alguna emoción más fuerte de lo normal.

Esa sensación era odiosa. Elizabeth decía que era peor que un libro abierto y que agradecía que su gen humano no le hubiera dado un signo de debilidad como ese, de lo contrario, sufriría de eritrofobia

Apenas se fueron mis tíos, me disculpé rápidamente con mis padres con la excusa de ir a estudiar para el examen de antropología.

En realidad, corrí a la biblioteca para buscar esa carta que había desencadenado la ira de mi padre.

Me tomó sólo un momento encontrarla.

Abrí el sobre.

Era una invitación.

El papel estaba en relieve y era antiguo, con un efecto particular. Al tacto parecía suave como tela y la escritura estaba decorada en relieve con un efecto bronce levemente brilloso.

“ El nobel e Ilustrísimo Príncipe, Vane Vampire, le ofrece el honor de asistir al baile de máscaras en Brumoise Hall, su residencia de verano en Derbyshire, el sábado 12 de julio a la hora 23.

La invitación está reservada exclusivamente al Señor Zachary Macross y su familia.”

Volví a leer la invitación unas diez veces sólo para fijar en mi mente ese fuego de adrenalina que me había desencadenada en todo el cuerpo.

¡Una noche mascarada!

¡En la residencia de un nobel vampiro que se hacía llamar El Príncipe!

¡Sólo mamá, papá y yo! ¡Sin los miembros de la Orden de la Cruz Ensangrentada que siempre están de guardia!

¡Dios mío! ¡No lo podía creer!

¡¿Cuándo tendría otra oportunidad así?!

Lamentablemente no pude terminar de fantasear sobre ese hecho, cuando alguien me quitó la invitación de la mano.

“ Olvídalo!”

Era mi madre y cerca de ella estaba mi padre con apariencia de no asegurar nada bueno.

“ La invitación es también a mí”, le recordé, pero por el enojo que percibí en mis padres, entendí que habría tenido que moderar el tono sino quería desatar una guerra familiar.

“ No es una invitación. ¡Es una trampa y tú no irás! No tienes las habilidades adecuadas…”, intentó explicarme más dulcemente mi madre, pero yo me enojé todavía más.

“ ¿Sólo porque no tengo los poderes de un hombre lobo como tú, mamá?”

“ Exacto.”

“ Ni siquiera papá los tiene. ¡Él y yo somos humanos, y sin embargo aquí estamos! Temidos por los vampiros e intocables para cualquiera.”

“ Sí, pero todo eso tiene un precio y la seguridad permanente de la Orden es prueba de ello.”