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Nieve De Colores
Juan Moisés De La Serna
Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.
Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.
Estaba recogiendo algunos papeles de mi despacho cuando escuché ese singular sonido que hace el ordenador cuando recibo un nuevo e-mail. A estas horas no suelo revisarlos, ya que prefiero estar fresco para verlos, y hoy ha sido un agotador día, ya lo veré mañana cuando regrese. Normalmente no los leía hasta la mañana siguiente, ni siquiera lo hacía en mi casa intentaba separar mi vida profesional de la personal.
Juan Moisés de la Serna
Nieve de Colores
Nieve
de
Colores
Juan Moisés de la Serna
Editorial Tektime
2020
“Nieve de Colores”
Escrito por Juan Moisés de la Serna
1ª edición: agosto 2020
© Juan Moisés de la Serna, 2020
© Ediciones Tektime, 2020
Todos los derechos reservados
Distribuido por Tektime
https://www.traduzionelibri.it
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Prólogo
Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.
Estaba recogiendo algunos papeles de mi despacho cuando escuché ese singular sonido que hace el ordenador cuando recibo un nuevo e―mail. A estas horas no suelo revisarlos, ya que prefiero estar fresco para verlos, y hoy ha sido un agotador día, ya lo veré mañana cuando regrese. Normalmente no los leía hasta la mañana siguiente, ni siquiera lo hacía en mi casa intentaba separar mi vida profesional de la personal.
Dedicado a mis padres
Capítulo 1. La extraña imagen
Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.
Estaba recogiendo algunos papeles de mi despacho cuando escuché ese singular sonido que hace el ordenador cuando recibo un nuevo e―mail. A estas horas no suelo revisarlos, ya que prefiero estar fresco para verlos, y hoy ha sido un agotador día, ya lo veré mañana cuando regrese. Normalmente no los leía hasta la mañana siguiente, ni siquiera lo hacía en mi casa intentaba separar mi vida profesional de la personal.
“El trabajo es trabajo y la casa…” es otra cosa, es algo que había tardado bastante en aprender, después de conseguir superar una agotadora enfermedad tan frecuente en nuestros días, denominada adicción al trabajo.
El cual había sido mi refugio durante muchos años, sobre todo cuando mis relaciones interpersonales no funcionaban como quería o esperaba.
Esto que podría ser algo negativo, por el esfuerzo que suponía, se veía compensado tanto económicamente como por el reconocimiento del resto de mis compañeros.
Me creía curado de aquello sobre todo desde que empecé en este trabajo, se trataba de una revista pequeña, bien situada a escala nacional, pero sin posibilidades de promoción.
Con lo que mi ansiedad y espíritu competitivo se habían refinado un poquito, y había llegado a poner los pies en la tierra sobre mis posibilidades reales en la vida, pero la curiosidad me podía más.
Aquella señal sonora de haber recibido un e―mail nuevo me había alterado y hasta estuve ansioso por abrirlo.
Cuando lo hice, extrañado vi una foto rara, era un cuadro de distintos colores, o más bien un…, no sabía muy bien lo que era, sobre un fondo blanco podía distinguir amarillo y azul, pero sin poder concretar de qué se trataba.
Miré quién me lo mandaba para ver si descubría algo más de aquella imagen, y para mi sorpresa era una amiga de la carrera, con la que había tenido cierto roce de cariño sin llegar a nada serio.
Sabía que había trabajado en varias cadenas de televisión y se había especializado en noticias climáticas, no solamente daba la previsión del tiempo sino también iba donde se encontraba la noticia, había acudido a zonas de huracanes, tormentas, tornados y cualquier otro fenómeno meteorológico impactante o raro, suficiente para ser noticia.
Volví a mirar la foto, unas bandas blancas, eso debía de ser una foto, pero era tan extraño, de repente caí en la cuenta de que se trataba de nieve o al menos lo parecía.
Debía de ser como una colina recubierta de nieve pues se veían pequeños montículos que se elevaban desde abajo, y sobre la cima de estos algunos colores.
¿Era nieve de colores?, ¡qué cosa tan extraña!, podría ser que el archivo estuviese estropeado, o que al transmitirlo se hubiese dañado.
Pero ¿dónde se encontraría mi amiga?, la foto tenía en la parte inferior de la imagen la fecha y la hora, el día era correcto pero la hora no.
Puede que tomase la foto hace unas horas y me lo enviase ahora, no lo sé, pero seguía preguntándome ¿de dónde podría ser?
Motivado por resolver aquella cuestión me acerqué al departamento informático, para intentar conseguir algo de ayuda para localizar el origen de aquel mensaje.
Después de que uno de los encargados me explicase que cada mensaje que se envía deja un rastro, y que empleando los programas adecuados se consigue descubrir por qué países ha pasado el mensaje desde el origen hasta que me llega, se puso a averiguarlo y en menos de dos minutos me dijo el número de servidor desde el que fue enviado el mensaje, este era un código que introdujo en otro programa y le dio como origen Rusia.
¿Rusia?, me pregunté extrañado ante aquella información. Estaba claro que mi amiga viajaba mucho, pero ¿hasta tan lejos? ¿qué la habría llevado hasta allí? ¿qué estaría haciendo? ¿y qué tendría que ver esa foto tan extraña en todo esto?
Era una forma muy rara de volver a recuperar un contacto perdido por la dejadez y por el paso del tiempo.
Es lo que tiene la vida, que, sino cultivas todos los días la amistad, esta se va apagando como la llama de una vela, y se van olvidando hasta los nombres de nuestros mejores amigos, quedando únicamente unos álbumes llenos de fotos de personas que si vuelves a ver te sorprenderían por lo cambiado que están.
Ya me ha sucedido en alguna ocasión de volver a ver a alguien después de un tiempo y no se parece en nada a como le recordaba.
Puede que con el tiempo fuese modificando mi recuerdo quedándome sólo con los buenos momentos, olvidando algunos aspectos que no me gustaban de esa persona entonces. O que la persona haya cambiado con el transcurso del tiempo, sea como fuese los que he visto después de un tiempo sin contacto no se parecen a los que conocía.
Quizás esto mismo me sucedería con mi amiga, pero ¿por qué me habría enviado este mensaje y con una foto tan rara?
Si no la conociese bien, pensaría que se ha equivocado, pero sé que no le gusta molestar y que tampoco sabe cómo pedir ayuda cuando lo necesita, pues solía dejar notas, o imágenes, indicativos de aquello que quería o necesitaba.
Todavía recuerdo con cariño aquella vez que dejó una revista de vestidos de bodas sobre mis apuntes, cuando había salido un momento al baño, y cuando regresé a mi lugar de estudio en la biblioteca me la encontré allí.
Al principio me extrañó aquello, y luego la vi sonriendo a distancia, estaba esperando mi reacción. Era una forma algo infantil para mi gusto, pero muy clara y precisa.
Lo más seguro que aquella foto fuese eso, una comunicación sobre algo, o una petición de ayuda, pero no entendía el contenido del mensaje, por mucho que lo miraba no conseguía observar nada más que un montón de nieve manchada de color, ¡Quizás fuese eso!, el color debía de ser lo importante.
Tras agradecerle al encargado de tecnología la ayuda que me había proporcionado, me volví a mi lugar de trabajo y desde allí busqué en internet a ver si encontraba algo sobre nieve, colores y Rusia.
Para mi sorpresa leí varios artículos que hacían referencia a extraños fenómenos atmosféricos, de nieve amarilla, o azul, y la explicación sugerida era que dicho color se adquirió por una elevada concentración de productos ferrosos y otros metales en las nubes.
En Siberia Occidental, nevó nieve de colores, la mayoría fue de color amarillo, pero también se pudieron observar de tonalidades anaranjada y hasta azulada, toda esa nieve cayó en una extensión de 100 kilómetros de longitud por un kilómetro de ancho, afectando a cerca de 30.000 habitantes, esta nieve además era viscosa y expedía mal olor.
Según grupos ecologistas mencionados en esos artículos periodísticos, esto podría deberse al mal funcionamiento de una refinería o una fábrica de abonos químicos que habían soltado al medio ambiente sustancias que llegaban a “teñir” las nubes.
A pesar de que pudiese ser curioso, no veía que fuese motivo suficiente para que ella hubiese ido personalmente allí, pues no se trataba nada más que de un espectáculo como el de los fuegos artificiales, bonitos, pero nada más.
Lo que estaba claro es que ella estaba en Rusia cuando me envió el mensaje y que todo tenía que ver con la nieve de colores.
Ahora entendía un poco mejor de que iba todo aquello, aunque seguía sin comprender muy bien qué se suponía que debía de hacer, esperar a su llamada, o irla a buscar, si al menos me hubiese dado un número de teléfono al que contactar se lo podría preguntar.
Estando en esto me llamó un compañero y me dijo,
–Mira ahí, en la televisión ―Y para mi sorpresa se trataba de una noticia de Rusia, en el que aparecía un río en donde había miles de peces muertos.
Eso no tendría la mayor importancia en un país donde el cuidado del medioambiente no es una prioridad si no fuese porque esas imágenes fuesen del río Nevá a su paso por San Petersburgo, y que fueron tomadas por unos turistas.
Al principio no le di más importancia, pues es algo que sucede todos los días incluso en los países más industrializados, donde las empresas vierten al río por error sustancias contaminantes que aniquilan toda vida en el agua, y este lo diluye reduciendo el impacto medioambiental a la vez que lo extiende hacia zonas alejadas. Estas imágenes de San Petersburgo seguro que se refieren a zonas más elevadas del río donde se contaminó, de ahí la concentración de peces muertos.
Bueno, aquello empezaba a parecerse a un rompecabezas, dos noticias sobre Rusia en el mismo día, y ambas con efectos nocivos para la naturaleza, no sé si eso era suficiente para iniciar una investigación periodística por lo que fui a mi superior y le comenté el caso resaltando la oportunidad de proporcionar una noticia fresca y de gran interés mediático contado de primera mano desde el lugar de los hechos.
Él al principio estaba reticente, porque no veía que pudiese haber relación entre ambos acontecimientos, sobre todo cuando la distancia entre las dos localidades implicadas era grande, pero insistí y lo único que conseguí es una escueta media página que debía de rellenar en una semana, ¿y qué hago con una semana?, si no conozco a nadie de Rusia a quien le pudiese preguntar.
Lo del trabajo estaba bien, pues seguro que con la breve información que había recogido podría escribir esa media hoja sin problemas, pero lo más importante para mí es que me había servido de excusa para tener tiempo para poder buscar a mi amiga.
Volví a mi despacho y seguí mirando en internet, para ver qué podía averiguar de la vida de ella desde que nos separamos, así pude comprobar que había saltado de trabajo en trabajo, y que había empezado a dar clases en una universidad, ese era el último puesto conocido, ¡ella en la universidad, no me lo creo!
Si era una antisistema, a todo veía pegas, decía que únicamente trabajaba para pagar sus facturas, pero que no creía en la forma en cómo funcionaba la sociedad, y a donde ha terminado, adoctrinando a las nuevas generaciones, formándolas para que sean unos buenos ciudadanos.
Una vez hecho este pequeño descubrimiento, llamé a la universidad para interesarme por aquella profesora, mi amiga.
–Hola, buenos días, ¿cómo está usted?
–Bien, gracias, ¿en qué le puedo ayudar?
–Estoy intentando localizar a una profesora que imparte docencia ahí.
–Bien, dígame ¿de quién se trata?
–Se llama Magui Robtson.
–Espere un momento, sí, ya veo, en este semestre no tiene docencia, ¿cuál es el motivo de su llamada?
–Intento localizarla, soy un antiguo amigo.
–Pues voy a ver si está en su despacho, espere un segundo ―Y me puso una de esas músicas tranquilizadoras casi hipnóticas y tras un momento me dijo―, no la he encontrado en el despacho, pero le voy a pasar con su director de tesis, espere un momento.
¡Director de tesis!, bueno, mejor es nada, al menos empiezo a conocer a qué se dedica.
–Buenos días, dígame ―dijo una voz ronca al otro lado del teléfono.
–Buenos días, estoy buscando a Magui Robtson, ¿sabe dónde puedo encontrarla?
–Claro que sí, en la Antártida, está haciendo una investigación en los polos.
–¿No está en Rusia? ―pregunté desconcertado.
–No, en la Antártida, al parecer las heladas llegaron antes de tiempo y quedaron aislados por meses, nada de lo que haya que preocuparse, tienen comida y alimento de sobra, y están a resguardo.
A mí eso me extrañó muchísimo a pesar de lo cual agradecí la información y colgué.
¿Si está en la Antártida, por qué me envía una imagen de Siberia desde Rusia?, ¡no tiene sentido!, algo no encajaba.
A mí todo aquello me dejó intranquilo así que busqué información sobre ese director de tesis y sobre los proyectos en que trabajaba, y ahora mismo estaba investigando sobre el cambio climático y el derretimiento de los polos, un estudio que no le veía ninguna relación con lo que había trabajado hasta ahora mi amiga, como mujer del tiempo.
Bueno, puede que por curioso o por algún capricho del destino puede que se haya encontrado con algo que no quería, o que estuviese buscando una nueva noticia.
Lo que parecía claro es que debía de haber cambiado mucho desde que la conocí pues ahora parecía ser una mujer amoldada a la sociedad que buscaba objetivos académicos.
A pesar de todas las dudas que me estaban surgiendo tenía claro que quería conocer qué le había pasado a mi amiga, aunque hubiese trascurrido mucho tiempo sin saber de ella, pero por algún motivo que ahora no llegaba a comprender había regresado a mi vida, y quería descubrir al menos qué tal se encontraba.
La respuesta quizás la debiese de conocer su director de tesis, pues compartirían mucho tiempo juntos, además de inquietudes e intereses, pues seguía sin estar convencido de ese dato sobre su paradero.
La explicación alternativa es que alguien en Rusia, hubiese descubierto la clave de la cuenta de mi amiga, y me haya enviado esta imagen sin más interés que el artístico, algo que me parecía demasiado descabellado para ser cierto.
Sabía que tarde o temprano me tendría que dirigir a Rusia, por lo que no me lo pensé más y me dediqué a buscar vuelos de avión, bien que hiciesen escala en Frankfurt o Viena, estando en ello me invadió un sentimiento de preocupación, “si bien puedo llegar, pero una vez allí ¿por dónde empezaría?, pues se trata del país más extenso del mundo”
Tenía dos opciones claras para mí, dirigirme a la localidad donde se debió de tomar la foto, o dirigirme a San Petersburgo, ambas me llevarían a donde había noticia, con lo que conseguiría financiación por parte de la revista para realizar el reportaje.
Decidí empezar por lo más accesible, ir a San Petersburgo, para ello concreté mi viaje a Moscú y de ahí en vuelo interno con una duración de casi dos horas.
Otro asunto que tenía que resolver era la forma de comunicarme, pues a pesar de que me gustaría conocer muchos idiomas entre los que hablaba no se encontraba el ruso.
Por lo que escribí un e―mail a un periódico local para ver si ellos me podían proporcionar el servicio de traducción que iba a necesitar durante mi estancia, pensando en que al ser del mismo sector periodístico me prestarían toda la ayuda que necesitase.
Ya tenía todo preparado, incluso me había sacado una lista de palabras traducidas del ruso, y escritas tal y como suenan para facilitar el trayecto entre mi llegada a Moscú y coger el vuelo a San Petersburgo.