banner banner banner
Nieve De Colores
Nieve De Colores
Оценить:
Рейтинг: 0

Полная версия:

Nieve De Colores

скачать книгу бесплатно


En ese breve espacio de tiempo en que seguramente me tendría que cambiar de terminal, debería de pasar por los controles de seguridad oportuna, y para todo ello necesitaba al menos saber decir buenos días y gracias.

A pesar de mis prisas tuve que esperar tres días para poder coger el vuelo que me llevase a una búsqueda quizás sin más sentido que el de recuperar un amor perdido, o puede que estuviese motivado por la emoción del misterio que rodeaba a todo aquello, sea como fuere, esas noches no pude dormir demasiado bien pensando en todas las dificultades a las que me tendría que enfrentar al ir a un país del cual no iba a comprender ni una palabra, y por lo tanto tendría que estar a expensas de lo que me ayudasen los locales.

Por fin llegó el día, ya estaba sentado en el avión destino a Moscú, y me empezaban a sudar las manos nada más pensar que me volvería a encontrar con ella, era mucho el tiempo transcurrido, a pesar de lo cual creo que todavía existía un sentimiento profundo y sincero dispuesto a salir.

Todavía no recuerdo por qué rompimos si nos llevábamos tan bien, quizás porque éramos jóvenes, y preferíamos seguir adelante con nuestras vidas más preocupados por buscarnos un lugar dentro del mundo del trabajo y de la sociedad que limitarnos a contentar al corazón.

Quizás si las circunstancias hubiesen sido diferentes, ahora estaríamos casados, y seguro que felices.

Puede que ella no hubiese finalizado sus estudios, o que no hubiese alcanzado cotas tan altas como las que al parecer había obtenido desde que no tengo noticias suyas.

A medida que lo pensaba mi corazón se iba acelerando, y mi mente se evadía en el recuerdo de un primer amor.

Es cierto que con anterioridad había salido con otras chicas, pero aquello era más fruto del deseo de conocer y descubrir de la juventud que, por un verdadero sentimiento de amor.

Todo fue muy rápido, entre nosotros, parecía que estuviésemos hechos el uno para el otro, teníamos intereses en común, formas de hablar y pensar parecidas e incluso estudiábamos juntos.

Lo que al principio fue una amistad, se fue convirtiendo en algo más, hasta que empezamos a casi depender uno de otro, no podía pasar dos minutos sin pensar en el otro.

Todo aquello fue una hermosa etapa de mi vida, a la cual no había vuelto, pues tenía como máxima en mi vida el mirar para adelante, para no perder el tiempo preocupándome si lo hubiera hecho bien o mal, o si hubiese adoptado otras decisiones cómo hubiese resultado todo.

Esto a veces me ha traído consecuencias poco agradables, ya que en alguna ocasión he vuelto a cometer el mismo error del pasado, ya que no aprendí de sus consecuencias, al no dedicarle demasiado tiempo a recapacitar y recapitular los hechos acontecidos.

En realidad, no sé por qué, pero mirar al pasado me entristece, quizás por la cantidad inmensa de buenos momentos que he tenido, pero también, por las personas que han formado parte de mi vida y que ahora no puedo compartir el tiempo con ellas, bien porque, como mi amiga, estén ilocalizables durante años, o bien porque ya hayan fallecido.

Para mí era sorprendente encontrarme con estas sensaciones que recorrían el cuerpo, como si de un repelús se tratase, como el provocado por la ingesta de una bebida fría tras un ejercicio continuado, pero dejándome una sensación placentera al final.

Me sentía nervioso como si tuviese quince años de nuevo, como si fuese la primera vez que iba a buscar a una chica a su casa, todo lo sentía con tanta intensidad y me sorprendía al verme tan nervioso.

¿Cómo sería mi amiga?, pues la última vez que la vi en persona era terminando la adolescencia, y en las fotos que he visto en internet sobre ella no se le parece demasiado, el pelo lo tenía de otro color, y usaba lentes.

Tuve que mirarla dos veces para poder apreciar esos rasgos que en mi juventud me habían enamorado, me había llegado a aprender cada centímetro de su cara, y ahora parecía tan cambiada.

Puede que sea fruto de los años, quizás de la experiencia, los buenos y los malos momentos de la vida dejan huella en el rostro, según me comentó una vez un psicólogo social.

Según este, mirando a una persona a la cara se puede saber qué tal le ha ido en la vida, si le ha tratado bien o mal, si ha sufrido o reído mucho, según me comentaba, cuando usamos un músculo frecuentemente lo tenemos más desarrollado.

Por nuestra cara y nuestra expresión podía saber qué músculos eran los que más usábamos y en función de ello determinar si habíamos estado más tiempo tristes o felices.

Quizás me había dejado llevar por mi imaginación, intentando anticipar el encuentro con ella, el cual no estaba seguro de que se produjese, pues una vez en San Petersburgo no tenía muy claro a dónde debía de dirigirme, puede que lo mejor hubiese sido ir directamente a verla.

Ella estaba en la región de Siberia Occidental desde dónde había enviado la fotografía con estos extraños colores, pero sería tan complicado y estéril mi labor de encontrarla como buscar una aguja en un pajar, pues la extensión de terreno era tan amplia que me llevaría más de un mes en recorrerlo todo, y eso claro, suponiendo que ella siguiese allí y no se había movido de aquella región.

Lo primero que debía de hacer cuando aterrizase era asegurarme de que ella había entrado en el país, era una tarea difícil, pero supongo que desde la embajada me podrían ayudar, ya que ellos deben de llevar un registro de los ciudadanos que acceden.

Otra posibilidad sería pedírselo al gobierno ruso, pero con qué autoridad lo podría hacer, ¿simplemente porque tengo curiosidad en localizar una antigua compañera?, no creo que fuese suficiente.

Según su director de tesis debía de estar en la Antártida, pero no entendía cómo se había salido de allí y por qué, y lo más intrigante, ¿por qué me había enviado esa foto?

Quizás fuesen demasiadas preguntas, por lo que decidí centrarme en lo que era seguro, un río contaminado con miles de peces muertos, y unas nieves de colores, quizás fuesen hechos aislados, pero al menos sabía por dónde empezar a buscar.

Mi director me pedía un artículo y lo primero que debía de hacer era cumplir con él, y luego aprovechar que estaba en el país para emprender mi búsqueda propia.

Unas pocas fotos de cada uno de los lugares y las declaraciones de los habitantes de la zona, serían suficientes para complementar la información oficial, la cual era bastante imprecisa afirmando que ambos casos aisladamente se trataban de unos fallos en alguna planta química que por error derramó sustancias contaminantes unas al río y otras a la atmósfera.

Esta era una lucha que había llevado a muchos grupos a protestar en los países industrializados dado el alto nivel de contaminantes que inicialmente arrojaban al medioambiente.

Ahora en estos países existen protocolos tanto para reciclar esos sobrantes para que el impacto medioambiental sea mínimo como para detectar fugas y poner en marcha planes de vacunación o evacuación de la población más próxima.

Sentía simpatía por estos grupos que denunciaban cuando algo no funcionaba como debía, en cuanto a medidas de seguridad y protección, aunque me parecía que en otras ocasiones abusaban de su poder, provocando daños a las industrias, necesaria para el progreso.

Quizás fuese difícil mantener el equilibrio entre lo que demandan y el progreso.

Personalmente quería dar un enfoque más humanitario a este artículo, aunque estaba dispuesto a escuchar a todos los que quisieran dar sus opiniones incluido a los grupos ecologistas, pero a mí me interesaba más el cómo lo había vivido la gente de a pie, los ciudadanos con los que se podía identificar el lector, aquellos que salen de sol a sol a trabajar, y que echan cuentas para poder llegar a final de mes.

Mirando por la ventana vi una gran mancha blanca, no era un banco de nubes como el que habíamos atravesado hace tiempo, sino la extensa llanura blanca de Rusia, admirando el paisaje me di cuenta de que todavía no tenía idea de cómo lo iba a hacer si el periódico con el que me había puesto en contacto no me proporcionase un traductor, pero los problemas los iría resolviendo a medida que surgiesen.

A mi llegada a Moscú todo fue bien, a pesar de ver mucha vigilancia armada en el aeropuerto, y a pesar de tener que identificarme un par de veces no hubo mayores problemas para embarcar en el siguiente vuelo a San Petersburgo.

El cambio de caracteres gráficos con que estaban escritos todos los letreros me supuso un verdadero suplicio para entender cómo funcionaba todo.

Pero tras preguntar a unos turistas que tenían pinta de saber inglés, conseguí llegar hasta una oficina de información y ahí me indicaron en qué sala y a qué hora iba a salir mi vuelo.

Después de casi dos horas de espera entre vuelo y vuelo, llegué al aeropuerto, ya era tarde, y a pesar de haber quedado con una persona del periódico no creí que llegaría a esas horas, pero para mi sorpresa después de recoger mi equipaje y dirigirme hacia la salida, me encontré con un letrero que portaba una persona joven, era una chica con un pelo muy negro y de una tez blanquecina, mostrando un gran contraste.

Había otras personas portando letreros probablemente de turistas despistados como yo, e incluso alguna hacía referencia a agencias de viajes.

Me acerqué a donde estaba y me identifiqué intentando decirla mediante mímica que yo era el del letrero, pero para mi sorpresa ella me respondió,

–Hablo su idioma perfectamente, es por lo que me han enviado a recogerle, seré su guía en su breve estancia.

–¿Quién dijo breve? ―pregunté entre asombrado y molesto.

–Me comentaron que sería una estancia de dos o a lo mucho tres días, es como suelen hacer los periodistas extranjeros, llegan, ven la noticia y regresan a su país para publicarlo.

–Bueno sí, esa es la idea, pero además querría buscar a una amiga.

–No sé nada de su amiga ―me dijo desconcertada.

–No les conté todo al periódico, verá estoy buscando a una compañera la cual ha desaparecido.

–Bueno, si es así el periódico deberá de saber su última posición.

–Ella no trabaja para ningún periódico, estaba realizando una investigación en la Antártida.

–No entiendo nada, me lo tendrá que contar todo si quiere que le ayude ―me dijo mientras nos dirigíamos con las maletas a la salida.

Tras dejar atrás la parada de taxis fuimos hacia el aparcamiento, donde después de pasar por varias filas de coches me dijo,

–Este es mi coche, deje las maletas en los asientos de atrás, el maletero lo tengo ocupado.

Lo hice y me senté en el asiento del copiloto, y salimos del aeropuerto internacional Púlkovo en dirección a la ciudad.

Aunque no era tarde pues apenas eran las seis ya parecía una noche cerrada, quizás era por el cambio horario o quizás por las horas de vuelo, pero ya estaba bastante cansado, a pesar de la hora.

–Verá, me he tomado la libertad de cancelar su reserva de hotel.

–¿Qué ha hecho qué? ―pregunté extrañado.

–Mire tengo un alquiler que pagar y me vendría muy bien ese dinero, con lo que usted gastaría en un día me puedo pagar medio mes, mi piso es grande y limpio, se lo pido como favor de compañero a compañero.

–No lo sé, me suena muy extraño.

–Si está un tiempo aquí se dará cuenta que somos buena gente, a pesar de la fama que tenemos en occidente.

»Aunque también tenemos muchas carencias a pesar de tener una gran economía, la riqueza se concentra en unos pocos, y es muy difícil mantener un nivel aceptable de vida, pues muchos tienen dos y hasta tres trabajos.

»Ahora estoy estudiando y trabajando en el periódico, pero como ello no me da para vivir lo suficiente a veces realizo otro tipo de trabajo como de guía para turistas, pues conozco varios idiomas.

–Me sorprendes con lo que me dices, creía que este país que tantos temen estaba mejor.

–Sí lo está, bueno dependiendo de a lo que te dediques, los trabajadores del gobierno reciben buenos salarios, pero el resto, debemos de ganarnos el pan poco a poco.

Después de un momento de pensármelo, la dije,

–Está bien, pero con una condición, me acompañará y me hará de traductora todo el tiempo que necesite, si son tres días como si es un mes.

Ella me miró con los ojos muy abiertos, y sorprendida me preguntó,

–¿Me va a pagar un mes de hotel?, eso sería una millonada aquí.

–Bueno, no, el periódico me ha mandado como máximo una semana, es todo lo que le puedo pagar ―dije recordando la conversación con mi jefe.

–Trato hecho ―me dijo extendiéndome la mano para que se la estrechase.

–Otra cosa más ―dije antes de dar le la mano.

–¿No me había dicho una sola condición? ―me preguntó extrañada.

–Lo que consuma el coche de gasolina se lo pago ―dije mostrándola una leve sonrisa.

–Usted es el que paga, usted sabrá ―dijo devolviéndome el gesto con un guiño.

No entendí muy bien ese gesto, pero parecía que al final empezaba a tener algo de claridad ante todo ese mundo de incertidumbre, había conseguido una traductora que, me servía de chofer y de guía turística, todo el tiempo que necesitase.

Supongo que a ella le venía muy bien, por el aspecto económico, pero para mí había sido un alivio haberla encontrado.

Llegamos a la ciudad, la cual estaba iluminada, cruzamos el centro, bastante despacio, señalándome ella los principales edificios y calles, y aunque ella me repetía varias veces los nombres para que los aprendiese para mí se me hacían impronunciables.

No es sólo porque estuviesen en ruso, sino porque nunca conseguía orientarme cuando iba de copiloto, ya me había pasado con anterioridad que a pesar de llevar meses en algún lugar en que me habían llevado o iba en taxi, no me aprendía ningún nombre de calle o plaza.

En cambio, si era el que conducía en apenas tres meses me sabía todas las calles por las que tenía que ir desde donde vivía al trabajo.

Tras pasar por la parte céntrica nos dirigimos a un barrio escasamente iluminado en donde apenas existían farolas, y las que había iluminaban a poco más de un metro o dos desde donde se encontraba.

Tras este se extendía unos grandes edificios de viviendas de varias alturas, pisos como colmenas donde vivía la mayoría de la población trabajadora según me dijo ella.

Tras dejar el coche en el aparcamiento subimos por las escaleras hasta la tercera planta que es donde se encontraba su piso, y tras pasar varias puertas cerradas, se paró delante de mí y me dijo,

–Recuerda tu trato, voy a cumplir mi parte, pues te toca cumplir la tuya.

–Está bien ―la dije ofreciéndole mi mano.

Ella después de estrechármela, abrió la puerta y dijo,

–Adelante.

Entré sin saber muy bien lo que me podría encontrar, ella vestía de forma moderna, aunque sin ninguna excentricidad, ni piercings, ni tatuajes que se le viesen, ni siquiera pelos de colores.

Sobre el piso, este era pequeño a pesar de lo que ella me había dicho, eso sí, estaba todo limpio y muy ordenado.

Tenía dos grandes habitáculos, el salón, con un sillón que llegaba de pared a pared, con una pequeña televisión, y una estantería de libros, y el cuarto del dormitorio, que tenía el mismo tamaño que el salón.

En éste había una cama doble que ocupaba casi todo el espacio y un armario de ropa, con una minúscula cocina, y el cuarto de baño, y no más.

Las paredes estaban decoradas con papel pintado, y daban un poco de color en contraste con un techo blanco, y un suelo de solería.

Se veía que los muebles no eran nuevos, aunque sí estaban bien cuidados, y el sillón tenía encima una pequeña tela que la adornaba, protegía y cubría.

Eché en falta sillas o mesas donde comer, y se lo comenté y ella me dijo,

–Me sorprende que digas que el piso es pequeño, este es de los más grandes de mi edificio, y además es sólo para mí, normalmente, en un piso como éste, y aún más chicos, conviven una familia de cinco o seis miembros.

»No creo que te puedas quejar, y con respecto a las sillas y mesas para comer, normalmente, lo hago en cerca del trabajo, y la cena la hago delante del televisor, pues no necesito más para ello.

Quizás era una respuesta muy simple pues más parecía un piso de estudiante que no en el que estuviese alguien todo el año, pero como ella decía, tenía todo lo necesario para vivir y de eso se trataba.

En una encimera sobre la televisión tenía un par de figuritas, y un trozo de madera tallado con forma de oso, era bastante rudimentario, pero me llamó la atención y la pregunté sobre lo que significaba.

–Es uno de los pocos recuerdos que tengo de mi casa, soy de una región próxima, del campo y para mí es muy especial por quien me lo hizo con sus propias manos.

»Además, me recuerda mis orígenes humildes y la suerte que he tenido de tener la vida que conoces, pues muchos quedarán allá en mi pueblo sin más futuro que el sobrevivir con las ayudas del gobierno.

En ella estaba descubriendo un sentimiento de ambivalencia, por una parte, se sentía unida a sus raíces, pero a la vez se sentía orgullosa de haber salido de allí y haberse labrado su propio futuro, pero a la vez se sentía triste por los que no lo pudieron hacer.

Notaba cuando hablaba de su gobierno, que por una parte parecía estar muy agradecida, sobre todo por las oportunidades que a ella se le habían brindado que mientras que por otra tenía un fuerte sentimiento de crítica por la situación económica de los trabajadores y gentes del campo.

Personalmente creo que en ningún país se le da el justo reconocimiento que tiene al sector primario, ya que la agricultura es el sustento y la base de cualquier economía, un sector que empleaba a gran parte de la población rural hasta que llegó la mecanización, así lo que antes hacía una veintena de braceros, ahora uno de ellos con una máquina hace el mismo trabajo en la mitad de tiempo, y con ello llegó el paro en los pueblos.