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El craneo de Tamerlan
El craneo de Tamerlan
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El craneo de Tamerlan

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– Suspendieron la expedición. Guerasimov voló a Moscú con el cráneo de Tamerlan. Después yo trabaje como camarógrafo en el frente. No me abandonaba la sensación de que el dolor y la muerte a mi alrededor sucedía por mi culpa. Nosotros dejamos salir al demonio de la guerra y ahora todo el país paga por eso. Yo siempre estaba pensando como detener nuestras derrotas en los frentes. En 1942 tuve la oportunidad de hablar con el comandante Georgy Zhukov. Yo le conté sobre Tamerlan y le pedí que le comunicara a Stalin que era necesario regresar los restos del gran combatiente a su tumba. Zhukov me creyó. Los restos de Tamerlan fueron de nuevo enterrados en diciembre del año 42. Y enseguida comenzó el contraataque en Stalingrado. Ese fue el comienzo de la gran victoria.

– Pero después de eso, la guerra continuó, todavía, tres años. —

– Yo pensé en eso y, más tarde, encontré la respuesta. —

El famoso camarógrafo de cine se calló y miró hacia un lado. Hizo un movimiento como si quisiera continuar la conversación. Yo aproveché la pausa para tomar una foto como ilustración para el artículo.

Malik Kasimov desaprobó con la cabeza.

– Con esta luz usted no obtendrá una buena foto. —

Después, en la redacción, me di cuenta de que él tenía razón. Rechazaron la foto.

Nos despedimos. Ya en el umbral de la puerta recordé que no tuve respuesta a la última observación.

– Yo creo que usted quería agregar algo. —

Kasimov, de nuevo, empezó a susurrar:

– Me di cuenta de un detalle importante. En 1942 no regresaron todos los restos a la tumba. El cráneo de Tamerlan fue re-enterrado más tarde, a final de 1944. Yo estoy convencido de que el demonio de la guerra estaba concentrado, justamente, en él. Después de eso nuestra victoria ya fue inevitable. —

– De nuevo taparon el ataúd? – enseguida supe que era una pregunta tonta.

El camarógrafo se sonrió enigmáticamente y me hizo atravesar la puerta.

En mi casa y durante mucho tiempo me puse a ver las ilustraciones en el libro de historia. Desde un pequeño dibujo, me miraba el rostro terrible del todopoderoso emir Tamerlan. Rostro reconstruido por el antropólogo Guerasimov, a partir del cráneo hallado.

Sería posible que esa fuerza maligna del conquistador de Asia se conservara hasta después de su muerte?

Y en la siguiente página del libro de historia aparecían unas reproducciones del cuadro de Vasily Vereschaguin “Apoteosis de la guerra”, el cual pintó en Asia Media después de estudiar las guerras de Tamerlan. En el cuadro se representa una enorme pirámide de cráneos humanos y muchos cuervos volando sobre ella.

Yo había visto ese cuadro en la Galería Tretyakov. En su marco se puede leer la frase: “Se dedica a todos los grandes conquistadores: los del pasado, los del presente y los del futuro”.

3.– El Instituto de Paleontología. 1962

El paleontólogo, profesor Alexander Simeonovich Efremov, se movía nervioso dentro de la estrecha oficina. En los vidrios redondos de sus anteojos se reflejaba, o la luz de la lámpara de escritorio, o los ángulos del marco de la ventana. La punta de la barba canosa y bien arreglada le tocaba el pecho con frecuencia y en la frente había arrugas de preocupación.

La razón de la creciente intranquilidad de Alexander Simeonovich fue una llamada telefónica tempranera que lo regresó instantáneamente al lejano año 44, cuando él, junto al, entonces, mayor de la seguridad Grigori Averianov cumplía un encargo secreto para Stalin. Hoy, Grigori Averianov es general y le exigió que lo acompañara en un viaje corto a Samarkanda para un asunto conocido de los dos. Examinando las noticias de los periódicos acerca de la crisis de los misiles en el Caribe entre la URSS y USA y ligándolas con la llamada inesperada, el profesor comprendió completamente. Para no ir, había convencido al general de que estaba enfermo, pero lo tranquilizó diciéndole que no tendría ningún problema en recuperar el Talismán deseado. En eso quedaron.

Pero el profesor sabía que la prórroga que había obtenido era por un día nada más.

Ese era el tiempo que tenía para pasarle el misterio peligroso a una persona de confianza. Los familiares y colegas no contaban, ellos serían los primeros sospechosos. Podía ser una persona casual, pero tal, que no fuera necesario explicarle sobre la terrible fuerza de ese objeto no común. Las ideas se le movían a chispazos. Hacia el mediodía Alexander Simeonovich recordó al operador de cine Malik Kasimov de Uzbekistan a quien había conocido durante las excavaciones en Gur Emir en Junio del 41. Ellos no se habían visto desde aquellos tiempos, pero Kasimov lo había llamado hacía poco desde Tashkent para pedirle una entrevista para alguna revista. Él informó que pronto vendría a Moscú en una comisión e inclusive dejó el número de teléfono del estudio de cine donde iba a estar.

El profesor encontró el papel con el número de teléfono y llamó desde una caseta telefónica de la calle. Mientras llamaban al operador de cine, Efremov, nerviosamente, miraba a todos lados y recordaba, asombrado, la sangre fría que tuvo entonces, en el 44, cuando pudo engañar, él solo, a la todopoderosa KGB. Malik Kasimov se alegró por la llamada y se excusó por no haber llamado antes, pero, hasta el día anterior había estado muy ocupado en el estudio de cine. Alexander Simeonovich le dijo que lo esperaba e hizo mención a un secreto importante y que, por lo tanto, le pedía que viniera solo. Al profesor le convenía completamente que ya hubiera anochecido, porque todos los colegas ya habían abandonado el edificio del instituto de paleontología.

El encuentro no llegó a realizarse. Alexander Simeonovich Efremov se acercó una vez más a la ventana y miró a través de ella cuando oyó el frenazo de un automóvil. Del “Volga” negro brillante saltó un hombre en uniforme de general, el cual miró con rabia hacia la única ventana iluminada que había en el instituto. El profesor retrocedió. Por la mirada de desconfianza característica él enseguida reconoció al funcionario de la KGB Grigori Averianov.

“Rápido, los aviones despegan.” – se dijo el profesor con abatimiento, se retiró penosamente y, cansado, bajó a su puesto de trabajo.

Desgraciadamente, Kasimov se retrasó. Ya todo había terminado. El general llegó antes y en tres minutos estaría aquí. Si el secreto terrible lo obtienen los militares se desencadenará una gran guerra por el dominio mundial. La KGB puede sacarle secretos a la gente. El profesor estaba consciente de que su cuerpo era demasiado débil para resistir mucho tiempo a esos profesionales. Ellos podían exprimirle todo. Y después, la catástrofe mundial! El único chance que había para evitar todo era su propia muerte.

Efremov se acomodó los lentes y entró en agitación. Y si me lanzo por la ventana? Volvió a la ventana y, cuidadosamente, ponderó la situación. No es muy alto. Las probabilidades de morir inmediatamente son muy pocas.

Al otro lado de la calle vio la alta y delgada silueta de Malik Kasimov con la bandolera de la cámara de cine atravesada en el pecho. Él notó al profesor en la ventana y levantó la mano para saludarlo. El cineasta se retrasó solo unos minutos!

“Pronto estará Kasimov aquí. Puede ser una oportunidad!”

El cerebro del científico trabajaba con furia.

“Yo no debo llevarme el gran secreto. Estoy obligado a dejar una pista, con la cual, una mente curiosa puede alcanzar la meta”

Ahora no podía gritar. El profesor hizo gesticulaciones enfáticas hacia Kasimov y se volteó. Los ojos del profesor miraron amorosamente el cuadro que estaba colgado detrás de su sillón. Él mismo lo había pintado justo después de su regreso, hacía dieciocho años, de Asia Central. El cuadro estaba colgado, especialmente, entre otros igualmente extraños, de tal manera, que ninguno se destacaba particularmente. El profesor se alegraba de que nadie comprendiera su pintura abstracta. A la única persona sobre la tierra que él quería explicar su significado hoy, era a Malik Kasimov. Pero no tenía tiempo.

“Todavía tengo unos minutos. No puedo explicárselo personalmente, pero si dejarle una pista.”

Efremov se lanzó hacia los estantes de los libros y tomó el libro que necesitaba. Tomó un lápiz y trazó en la portada unas líneas rectas que se cortaban entre sí. El profesor quedó satisfecho con el gráfico y puso el libro en el centro de la mesa pero antes colocó una nota, con el nombre del cineasta, dentro de él. Después se lanzó hacia la mesita de la laboratorista, hurgó en la gaveta y volvió con una polvera. Alexander Simeonovich la abrió y la puso sobre el libro de tal manera que su amada pintura se reflejara en el espejito redondo de la polvera.

Por los pasillos del instituto se oían las pisadas resueltas de las botas gruesas.

“Tengo que distraer a los vinieron a buscarme.”

Alexander Simeonovich Efremov salió de la oficina. El camino hacia la salida principal estaba bloqueado por dos siluetas oscuras, en uniforme militar, que venían caminando por el pasillo. El anciano profesor se dirigió hacia el interior del instituto. Le dieron la voz de alto, pero Alexander Simeonovich apuró el paso. Él conocía bien la distribución interna de salas y corredores del instituto. Pero en todo el instituto se multiplicaban las exposiciones debido al cierre del museo paleontológico. Enormes esqueletos de animales antiguos ocupaban la galería y la sala central. Esqueletos, un poco más pequeños, se amontonaban en corredores y oficinas. Otros ejemplares colgaban de las paredes y los techos. Todo eso eran genuinos hallazgos recogidos todos estos años durante la existencia del instituto. El mismo Efremov participó, personalmente, en muchas expediciones. Además de esqueletos de representantes de la fauna, se encontraban restos de personas. A veces el profesor se encontraba con un poder energético de esos restos humanos. Pero lo que encontró en el año 44, sobrepasaba, por bastante, lo que había visto hasta ese momento.

El profesor consideró cuidadosamente las oscuras siluetas. Los que lo perseguían, con las armas listas, iban decididos sin poner atención a las figuras expuestas.

– Efremov! Deja de jugar al gato y al ratón! Detente!. – gritó el general de la KGB y pateó la cola de unos huesos antiguos que estaban atravesados en el camino. Los grandes huesos de las vértebras rodaron por el piso con mucho ruido.

A causa del ruido se le contrajo el corazón al profesor. Entonces se dirigió al oscuro y ancho pasillo que llevaba a la puerta de servicio, por la cual, frecuentemente descargaban los hallazgos más grandes. Esa última pequeña esperanza, abrir la puerta y escaparse, le dio fuerzas. Contando con su conocimiento del lugar se apuró en la oscuridad confiando en escapar de sus perseguidores. Pero no consiguió ganar la carrera. No vio una pesada caja que estaba atravesada, se golpeó la rodilla y cayó. Unas manos fuertes lo agarraron por el cuello, lo maltrataron y lo sacaron a la luz en la sala grande.

– Miserable, me engañaste! —

El viejo Averianov dio un fuerte puñetazo en el estómago al profesor mientras Averianov el joven lo sostenía por la espalda para que no cayera.

– Donde está? —

– Allá, donde siempre estuvo. – exhaló el profesor.

– Allá no está! Esa es una falsificación! Donde está el verdadero? —

– Yo no comprendo de que está hablando, camarada gene….. —

– Comprendes muy bien. – Averianov hundió con fuerza el cañón de la pistola en el hígado al científico. – Te voy a golpear, si no hablas. Después volaremos a Samarkanda y si me engañas de nuevo, vas a morir de una muerte horrible. Eso, yo te lo prometo. Ya tenemos especialistas que saben de eso. Entonces, dónde está? —

– Espere un momento. – El profesor consideró si ya Malik Kasimov habría llegado a la oficina y ya habría tenido tiempo de ver las señales que le dejó. Sus cálculos decían que ya debía estar ahí.

– Ningún momento! Habla! —

Un nuevo golpe obligó al profesor a retorcerse. Alexander Simeonovich hizo fuerza para levantar una mirada turbia. En el rincón, desde el techo, colgaba un cráneo blanco de un tigre dientes de sable con dos colmillos opacos, afilados como cuchillos. Un extremo de la cuerda, que sostenía la cabeza, estaba atado a la pared, a tres metros del profesor. Además de la paleontología el profesor conocía bien las leyes de la física y las matemáticas. Estimó la altura y el centro de gravedad del objeto colgado. Calculó el punto en el piso, el tiempo y la distancia. Cuando el cálculo fue comprobado tres veces, el profesor se relajó.

– Suéltenme, les diré todo. —

El general hizo una seña aprobatoria y el teniente aflojó los dedos.

4.– Una clase de ajedrez

Zakolov apartó el periódico e hizo su siguiente jugada en el tablero de ajedrez.

– Curiosa coincidencia. —

– Alfiles en el mismo color? Significa que no hay empate. – Como siempre, cuando Dmitri Kushnir jugaba, solo pensaba en ajedrez.

– Yo me refiero al destape de la tumba de Tamerlán, que coincidió con el comienzo de la Gran Guerra Patria.

– Si eso hubiera sido una simple coincidencia, a mi hermana no la hubieran botado de la universidad y al redactor no lo hubieran botado del periódico. —

– Eso es correcto, – asintió Tikhon. – Además destruyeron todo el tiraje del número. Quien se enteró de esta información es muy peligroso. —

– Para el estado! —

– Por qué tan categórico? —

– Porque se volvieron locos, botaron gente y los órganos de seguridad investigaron! – Dmitri se sobreexcitó y cometió un error en su siguiente jugada.

– Tranquilízate. Si no, vas a perder. —

– Mira la tontería que cometí. Como que me toca rendirme! —

– Nunca hay que entregarse. —

– Pero en esta situación! – Dmitri señaló el tablero, decepcionado.

Tikhon consideró la posición de las piezas e hizo la siguiente proposición:

– Volteemos el tablero, o sea, tu juegas con las mías y yo con las tuyas. —

– Seguro? —

– Seguro! —

– Tú quieres consentirme, no? —

– Yo nunca le limpio los mocos a los bebés. Yo les enseño la vida. – Tikhon volteó el tablero. – Continúa jugando con las blancas. —

Ocho jugadas pasaron en absoluto silencio. Cuando Zakolov hizo su novena jugada, Kushnir saltó como escaldado:

– No me imaginé esta posición! Perdí! Segunda vez que pierdo en la misma partida. —

– Es una lección para ti, Dmitri. Nunca debes rendirte. Inclusive en las situaciones más desesperadas. En primer lugar porque el adversario puede equivocarse. —

– No me equivoqué. Yo jugué de acuerdo a la teoría! —

– Y en segundo lugar, en el último momento, al borde del abismo, tú puedes ver la solución salvadora, la cual no habías notado. —

Tikhon esperó a que el entristecido estudiante de primer año guardara las piezas y cerrara el tablero de ajedrez para preguntarle:

– Ahora dime, para que me mostraste ese artículo prohibido? —

– Para pedirte que ayudes a mí hermana. La juzgaron en una reunión secreta del partido y la expulsaron del Komsomol[4 - Komsomol: Así se llamaba a la Juventud del Partido Comunista (PCUS) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).]. Todos dijeron que ella deformó la historia, que despreció la victoria del pueblo en la Gran Guerra Patria e hizo propaganda de misticismo y religión. —

– Que tiene que ver la religión en esto? —

– No sé. Nadie ha visto el artículo. Del comité local bajaron la orden de buscarlo, pero nada. Hasta las mejores amigas de Tamara la abandonaron. —

– Y que dice el cineasta Kasimov? —

– Se asustó y no dice nada. Teme perder la pensión. Tamara, al principio, se preocupó mucho. Ahora, ella quiere buscar el cráneo de Tamerlán por su cuenta, medir su campo energético y demostrar sus afirmaciones. Ella es valiente y tenaz. Pero necesita a alguien que la ayude. —

– Y tú? —

– Yo que? – Dmitri, expresivamente, abrió y levantó los brazos.

– Dmitri, en la escuela, aparte de estudiar a que te dedicabas? —

– Como era lo debido con los niños judíos de bien, tuve que aprender música, badminton y ajedrez. En opinión de mi mamá, esos eran los componentes fundamentales de un desarrollo armónico. —

– Tocabas violín? —

– No, la viola. —

– Te gustaba? —

– La odiaba. —

– Y por qué lo hacías? —

– Mi mamá me obligaba. —

– Al menos te puso a funcionar el cerebro. Agradécele a tu mamá, al menos, por eso. —

– Ya mi mamá no está. Y mi papá tampoco. – Lo dijo con tristeza. – Ya hace un año vivimos solos, mi hermana y yo. —

Tikhon calló, esperando que Kushnir hablara de sus padres, pero éste, hablo de nuevo de la hermana:

– Por supuesto yo puedo aconsejar a mi hermana. Pero más nada! Además de cerebro, probablemente se necesitará fuerza, decisión y, – Dmitri se contuvo un poco, – una audacia temeraria. —

– Por lo que me dices, supongo que yo tengo todas esas cualidades. —

– Tikhon, yo ya oí sobre tus aventuras con los malandros y el asesino aquél. Si allá resolviste, aquí será mucho más fácil. No me digas que tú no quieres que venza la justicia? Yo sé que vas a ir a Tashkent. —