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Minotauro
Ochoa Sergio
Un polic?a investigador de la vieja escuela auto exiliado en el аrea de archivos; un abogado erudito y bohemio atrapado en un anodino puesto burocrаtico y una bella psicоloga especializada en trastornos del sue?o y perseguida por fantasmas del pasado: tres vidas entrelazadas en el marco de una trama sutil que desemboca en un final sublime. Un polic?a investigador de la vieja escuela auto exiliado en el аrea de archivos; un abogado erudito y bohemio atrapado en un anodino puesto burocrаtico y una bella psicоloga especializada en trastornos del sue?o y perseguida por fantasmas del pasado: tres vidas entrelazadas en el marco de una trama sutil que desemboca en un final sublime. En la mejor tradiciоn de la novela negra latinoamericana, Sergio Ochoa teje en Minotauro un relato de ambientes oscuros y personajes enigmаticos que mantienen vilo al lector y, como quien no quiere la cosa, pаgina tras pаgina se va adentrando en una serie de vericuetos filosоficos aderezados con un toque de humorismo un tanto turbio.
MINOTAURO
?Crimen o Sacrificio?
Por:
Sergio Ochoa
Copyright © 2020 - Sergio Ochoa Meraz
A Don Sergio, mi padre
A Don Jorge, mi amigo
Buen viaje caballeros;
As? Sea
Toda historia deber?a tener un final feliz
Cap?tulo 1
Un Polic?a
Roberto Velarde es un polic?a de cepa, de cantera; se podr?a decir que lo fue prаcticamente desde el momento de ser concebido.
Mirar hacia atrаs en su historial familiar es el equivalente a desempolvar placas, nombramientos y fotos de tipos rigurosamente uniformados por aqu? y por allа.
Еl lo tuvo siempre claro, tan claro que en sus a?os de mocedad renunciо a los placeres mundanos para dedicarse de lleno a la academia en el Distrito Federal.
En sus entra?as permanec?a el ardiente deseo de ser detective, de resolver los peores cr?menes; de vivir encumbrado. Ser algo as? como la versiоn mexicana de Dick Tracy -el de las historietas de los domingos-
Pero la pol?tica, la grilla interna de las corporaciones y los intereses ajenos se encargaron de apagar en еl poco a poco la llama de la justicia hasta extinguirla casi en su totalidad; en mаs de una ocasiоn Velarde presenciо la compra-venta de la justicia, las corruptelas; el precio con el que se tasa la legalidad.
Si hab?a decidido seguir siendo polic?a era mаs por un gesto romаntico que por otra cosa, tal vez tambiеn por vocaciоn. Muy en su interior a?n se alojaba esa necesidad imperante de arreglar, de componer, de marcar una diferencia; de distinguirse.
Cuando Roberto Velarde era a?n muy joven, a la edad de 19 a?os, fue invitado por el mismo Dr. Alfonso Quiroz Cuarоn, -amigo cercano de su padre y a fin de cuentas paisano- a que se incorporara como interno al equipo de trabajo que investigо, reuniо e integrо los expedientes que resultar?an en la captura de los criminales que resultaron ser los personajes de la еpoca, entre ellos uno que pondr?a al Distrito Federal en el foco de la prensa sensacionalista de ese momento y en serios art?culos period?sticos que le dieron la vuelta al mundo, pues se trataba nada mаs ni nada menos, que de Gregorio Cаrdenas Hernаndez, alias “el Goyo Cаrdenas”.
Estos fueron momentos decisivos en su formaciоn, en su hambre de investigador; el mundo de la psicolog?a criminal a la que tuvo acceso d?a a d?a gracias a la tutela de Quiroz Cuarоn terminо por perfilar en еl a un estupendo agente de la polic?a judicial federal (habilidades y conocimientos que de igual forma le permitieron aventarse sus liebres como encubierto de la Polic?a Secreta cuando hubo ocasiоn para ello).
Pero eso fue hace mucho tiempo, esa voz interior y el deseo de trascender ya se hab?an opacado casi en su totalidad.
Al d?a de hoy han pasado ya casi cuarenta a?os desde entonces y Velarde, con el grado de Capitаn se desempe?a como detective en el аrea de homicidios de la Ciudad de Chihuahua capital. No hay mucho trabajo que digamos, al menos no comparado con el de dеcadas anteriores; ahora el grupo delictivo que lidera un afamado narcotraficante de Guadalajara y prоfugo de la justicia tiene, al parecer, muy ocupadas a las distintas autoridades en otros rubros, ya sea para bien o para mal; Velarde y su experiencia ya no son tomados en cuenta, igualmente para bien o para mal. Si tan solo ellos supieran que este tipo tiene mаs tablas en espionaje que cualquier militar en activo y que en su momento fue el disc?pulo favorito de Marcelino Garc?a Barragаn; pero la gente olvida pronto y ninguno de sus compa?eros de trabajo lo relacionan con “esos veteranazos”, al menos as? los recuerda y refiere еl -para s? mismo- sobre todo cuando escucha de los novatos las barbaridades y tonter?as en las que incurren al hacer sus investigaciones e integrar sus expedientes.
Velarde compensa la jornada con horas extras haciendo tareas de oficina, para sorpresa de muchos es realmente bueno para capturar archivos y hacer diversas tareas en la IBM PC 5150; la gran habilidad de mecanоgrafo que tuvo desde joven la ha conservado hasta su edad adulta. Ahora en lugar de utilizar aquellas hojas de papel carbоn respalda la informaciоn en discos flexibles de 5” ? y cuando hay necesidad de integrar un expediente el ruido de la impresora de punto matriz no cesa; ademаs estiba cajas, cose expedientes y rescata papeler?a de las feroces ratas.
Ah?, en el archivo muerto es en donde se da tiempo para husmear y ponerse al tanto de todo, prаcticamente vive ah? y por mucho que los nuevos agentes guarden celosamente -y bajo llave- sus expedientes, terminarаn en una caja apilаndose en la muralla que protege a Velarde de cualquier sitio. Ah?, en donde las mаquinas de escribir Remington estar?an “temporalmente” antes de ser desechadas o donadas a otra oficina y llevan ya seis a?os una arriba de la otra; ah? en donde el olor de humedad a?eja y el polvo acumulado forman una capa tan densa como la nata, es ah? mismo donde los recuerdos fugaces de un ayer dinаmico acorralan a un polic?a que ve con recelo e incredulidad el tener que retirarse, alg?n d?a cada vez mаs prоximo.
?Quе har?a despuеs? Se preguntaba con frecuencia. ?Se convertir?a en un Detective Privado, de esos que ?nicamente contratan para exhibir a maridos infieles?
Ya no habr?a un combate real al crimen, ni la oportunidad de resolver alg?n caso que le pusiera en los periоdicos, que lo llenara de fama.
Nada es como en las pel?culas; nada.
Cap?tulo 2
Jorge Sue?a
La noche del miеrcoles 5 de agosto de 1982 la luna llena se apoderaba de la plenitud del cielo de la ciudad de Chihuahua, las noches a?n no eran del todo frescas, pero ya hab?an dejado de ser calurosas.
El viento comenzо a soplar y a recorrer las calles, los gigantescos аlamos se comenzaron a mecer extra?ados; a?n faltaba un poco para que asomaran su caracter?stica hojarasca oto?al.
La luz de la luna se vest?a con el follaje de estos аrboles cuando una repentina rаfaga de fr?a ventisca se colо desde alg?n lado y fue a dar al interior de la habitaciоn del Licenciado Jorge Ledezma a travеs de un resquicio en la ventana, mientras еl se estremec?a v?ctima de una pesadilla.
So?aba con un d?a cualquiera de su infancia chave?era: corr?a por la banqueta de la calle Espejo de regreso de la tienda, tra?a en la mano una bolsa de papel a reventar de caramelos -ya hab?a adelantado a la boca un par de ellos- y casi a la entrada de una vecindad chocо contra las piernas de una mujer que se le apareciо de la nada, ?por poco la derriba!; era una mujer alta y esbelta, de aspecto sobrio aunque a la vez sombr?o, ten?a una frondosa cabellera rubia casi platinada que enmarcaba un rostro cuya mirada era profunda aunque vac?a.
La mujer se inclinо hacia еl y con cierta familiaridad le sujetо de los hombros con ambas manos, le dijo con una voz ronca; аspera: “cuando estеs listo me so?arаs y entonces te dirе quе hacer” … Jorge despertо de un sobresalto, al tiempo que la puerta de su cuarto se cerraba con estrеpito estrellando uno de sus cristales de ornamento.
Se quedо inmоvil, confundido… sudaba fr?o y mientras jadeaba y ve?a hacia arriba el peque?o candil que oscilaba acompasado del ruido provocado por el viento; no pudo evitar pensar en la espada de Damocles.
La ma?ana siguiente se apurо para resolver sus pendientes, saliо de su casa sin desayunar –como sol?a hacerlo casi todos los d?as- caminо un par de calles abajo hacia el Paseo Bol?var en donde abordо un taxi para dirigirse a su oficina, la cual estа ubicada en el primer cuadro de la ciudad; ah? le esperaba ya un cerro de expedientes por revisar.
Su trabajo como asesor tеcnico del Congreso del Estado comprend?a, entre otras cosas, revisar que las ocurrencias de los diputados locales y sus ganas de destacar en tribuna con planes, programas, reformas e inquietudes no incurrieran en incongruencias log?sticas o contradicciones constitucionales; o ambas; lo cual era lastimeramente com?n. Pareciese que en cada legislatura estos arrebatos fueran en ascenso.
Hab?a mucho material para sumergir la nariz y documentar contra los cоdigos, reglamentos y vademеcums, pero una idea se hab?a quedado presente en su mente. Eso que le despertо agitado durante la madrugada ?hab?a sido un sue?o, una premoniciоn o parte de un recuerdo? ?Algo previamente vivido de lo que no lograba recordar nada? La imagen era n?tida pero su origen impreciso… ?hab?a sucedido? ?Se topо alguna vez con esta mujer? ?Exist?a? ?Existiо?
Los recuerdos de la infancia no le eran muy claros del todo, Jorge era un adulto joven pero no gustaba de coleccionar ese tipo de anеcdotas, prefer?a evocar las mocedades de la chavalada, las vivencias de la adolescencia y su llegada a la capital, a donde se largо de su querid?simo Ciudad Juаrez para convertirse en chihuahuita, siempre forаneo con ganas de partir de regreso a su terru?o, pero de alguna manera casado con la capital.
A еl, como a muchos fuere?os la capital del estado de Chihuahua le recibiо y tratо de maravilla, no ?nicamente por la hospitalidad tan hartamente pregonada de esta ciudad, sino por mеrito propio, pues resultо ser un estudiante destacado de la facultad de Derecho, de esos aborrecidos por algunos compa?eros por ser los favoritos de los facultativos; sobre todo de los veteranos, de esos a quienes la cаtedra les es mаs una deuda del partido pol?tico que les agremiо desde nacencia y reconocimiento a su militancia, mаs que por actividad vocacional.
As? lo era para algunos de ellos, mаs no para todos y Jorge los supo identificar con facilidad, aunque nunca abusо de su cercan?a ni se valiо de ella para aprobar ninguna materia.
Al estudiante fuere?o, al chave?ero le gustaba la retоrica y la declamaciоn; disfrutaba de sus participaciones y pronto cultivо amistad con los otros alumnos destacados de la facultad, de distintos semestres; se dio a conocer por tener una gran habilidad para interpretar y rese?ar libros; era un hermeneuta nato.
Su mentе regresо del recorrido de recuerdos y no reparо en la hora que era, hasta que escuchо algunos murmullos provenientes de las oficinas vecinas, la gente comenzaba a despedirse para irse a comer, Jorge ni siquiera se hab?a dado tiempo de salir a deleitarse con uno de los exquisitos burritos de machaca con huevo que vend?a do?a Rosy en su cеlebre y cercano estanquillo, apenas a unos pasos del edificio en donde trabajaba.
Cuando Jorge no estaba en su despacho andaba como pez en el agua por todo el Palacio de Gobierno; siempre le pareciо poco prudente que la oficina del Gobernador y el H. Congreso del Estado estuviesen en el mismo lugar, pero ya era una costumbre de la que nadie disent?a.
Intentо sumirse de nueva cuenta en la lectura pero ya le fue imposible concentrarse en algo que no fuese la noche previa, ?cuаntas ocasiones iban ya en que ten?a este sue?o? ?Dos? ?Tres? Y ?quiеn era la mujer rubia? ?Alguna maestra de la primaria? ?Alguna vecina?
El trabajo se estaba complicando un poco y la mente necesitaba una vаlvula de escape sin duda, ademаs ya era jueves, as? que una visita ligera a la centenaria cantina La Antigua Paz por un par de “jaiboles” estaba mаs que justificada; una gran ventaja eso de que estuviera ubicada a menos de dos cuadras de su casa; a tiro de piedra como dec?a еl.
Cap?tulo 3
El Papа de Mariana
Mariana perdiо a su padre cuando ten?a diecisiete a?os, aunque referirse a este evento como una pеrdida al principio a ella le costо mucho trabajo.
No fue sino el tiempo quien se encargо de poner algunas cosas en su lugar y por lоgica consecuente, de desacomodar algunas otras.
S?, para los demаs era una pеrdida, una gran pеrdida y as? lo manifestaba ella a manera de convenio social. Mariana sab?a muy bien cоmo tratar con estas convenciones sociales; ahora, siendo psicоloga se dedica a la elaboraciоn de perfiles a travеs de ellas.
Su padre hab?a elegido para ella un futuro de provisiоn, pero dependencia, con todo y que el Ingeniero Salgado era un hombre culto nunca abandonо la idea costumbrista de que la mujer estaba mejor en su casa: еl pensaba con bastante celo que era asunto del hombre salir y hacerse cargo de la probidad, ademаs de no tener que rendir cuentas a nadie -menos a la mujercita- del ?quе? o ?cоmo?
Poco antes del deceso del patriarca de la familia Salgado las ri?as familiares eran el pan y la sal de todos los d?as, incluidos los fines de semana en el que las salidas a los restaurantes y demаs eventos de la vida social se pospusieron hasta nuevo aviso, para evitar los sinsabores p?blicos.
Mariana desafiо a su padre y todo lo que еl representaba desde el momento en que le reprochо llevar una doble vida y andar de “ojo alegre”, no le fue dif?cil reprocharle asistida de toda razоn que el Ingeniero ten?a al menos un par de hijos fuera de su matrimonio.
Esa ni?ita que le acompa?aba a todos lados, a tomar helado y buscar libros antiguos era ahora una se?orita caprichosa, consentida y contestataria que buscaba respuestas, que hac?a sentir incоmodos a sus padres; que se sent?a menospreciada por no haber sido varоn:
-Ya te dije lo que debes de hacer Marianita, ?por quе hab?a de repetirlo?
+ ?Ya mamа! ?Te dije que no quer?a ir! ?No me gustan esas reuniones y me aburro escuchando siempre lo mismo!
-Hija, es importante para tu papа, ?Para la familia! ?Debemos ser justamente eso, una familia y apoyar a tu padre! No te quiero ah? con tu carota, no hagas desatinar a tu papа que bastantes presiones tiene ya en su...
+…Trabajo, s?, ?ya sе! ?La misma cantaleta de siempre! ?Me desespera mamа! ?Por quе no me lo pide a m?? ?Por quе te usa de mandadera?
-Mаs respeto Mariana, ?No soy mandadera de nadie ?y si no te lo pide a ti es porque sabe que lo rechazarаs, que le dirаs que no y que luego te le aventarаs encima con tus tonter?as!…
+ ?Cuаles tonter?as mamа? Solamente quiero saber ?por quе tanto misterio? ?Quе esconde?
-No esconde nada, es mi esposo y lo es desde antes de que nacieras, creo conocerlo mejor que t? y ?no esconde nada! –Al decir esto sab?a que ment?a… se ment?a a s? misma-
+S?… antes de que yo naciera era mejor, ?verdad?
-Ah? vas otra vez con lo mismo, ?quе fastidio Mariana!
No, no hab?a salida o conclusiоn definitiva en estos arranques de interrogatorio con la calidad de la Gestapo, el ambiente r?spido que ocasionaba el encontrarse con la antes mocosa agradable y ahora adolescente intratable hab?a orillado al Ing. Salgado a ensimismarse a?n mаs y prаcticamente vivir en la biblioteca de la casa, lugar donde deliberadamente no hab?a un televisor, ni una radio que llamaran la atenciоn de la jovencita, quiеn prefer?a tirarse de panza en la sala a hojear revistas y hablar por telеfono con las amigas del colegio.
Aquellas tardes de ensue?o en donde el Inge y su bella hijita Mariana corr?an por el jard?n sujetando un rehilete, se sentaban en la fuente a comer helado o se tiraban de espalda a ver el cielo y buscarle forma a las nubes hab?an quedado atrаs para darle una forma de rencor en el corazоn de la Sra. Julia Viuda de Salgado, por la irreparable pеrdida de su esposo el Inge, y se?alar como ?nica responsable a Marianita y sus est?pidos caprichos: estudiar Psicolog?a... ja! como si fuera necesario que estudiara mаs allа del bachillerato, si bien que se pudo haber casado con cualquier buen mozo que se le apersonо y llenarla de nietos –pensо alguna vez la viuda- pero esas ganas de valerse por s? misma y hacer las cosas a su modo eran mаs propias de un hombre, un varоn. Ese que nunca llegо.
El Ing. Mario Salgado muriо de un infarto fulminante mientras estaba en la biblioteca de su casa, su refugio; su santuario.
Se encontraba revisando, por decirlo as?, un libro que por accidente recibiо Jacobo Aguilar en su librer?a. No formaba parte de ning?n pedido, ven?a dentro de una caja junto con otros libros que s? hab?an sido solicitados a una editorial del Distrito Federal, pero este tomo en particular ven?a embalado con mucho cuidado, envuelto en hojas de periоdico y tela, atado con manta.
Se trataba de un volumen en espa?ol de finales del a?o 1800, pesaba un poco mаs de dos kilos y se encontraba en perfectas condiciones. Jacobo ya le hab?a le?do en su totalidad y elaborо una estupenda rese?a que se compartiо en la mаs reciente tenida cerrada, celebrada en la Logia de la que ambos formaban parte.
Pero algo no lograba terminar de entender, algo que definitivamente “no cuadraba” ?cоmo es que hab?a aparecido ese libro dentro de la caja?, eso le provocaba una extra?a sensaciоn de inquietud, de desazоn.
Siendo un hombre de ciencia, o al menos as? era como le gustaba verse a s? mismo, Jacobo sintiо un alivio cuando el Ing. Salgado le pidiо el libro prestado para llevаrselo a su casa. No dudо en acceder, de hecho, estaba a punto de pedirle que se lo llevara; pero tampoco quer?a perderlo. Era una especie de capricho: lo quer?a propio, pero no deseaba tenerlo cerca, as? que la peticiоn le vino bien.
El Ing. Salgado no se obsesionо con la lectura de este libro que inclu?a algunas obras de Wagner, ya las hab?a le?do en otros tomos. Lo que s? le llamо mucho la atenciоn fue el cuidado que se tuvo en la traducciоn.
Cap?tulo 4
Feliz Cumplea?os
Jorge entra al bar de un conocido restaurante que estа justo en una de las cuatro esquinas que forman la Avenida Colоn y la Avenida Juаrez. Este lugar es, por as? decirlo uno de sus centros de operaciones, “el de manteles largos”.
La sed habitual del fin de semana le invade, busca una mesa y la ocupa, despuеs de ello saluda al mesero, pone al d?a su crеdito y se dispone a comenzar con su acostumbrado ritual de embrutecimiento, el de casi todos los viernes.
A escasos metros de su mesa un grupo de amigas se ha reunido para celebrar un cumplea?os; el de Mariana Salgado: una mujer alta, de tez clara y cabello oscuro, el d?a de hoy cumple 29 a?os de edad. Mariana tiene una voz gruesa, presencial, que de inmediato captura la atenciоn de Jorge, quien no tiene oportunidad de disimular en lo absoluto su sorpresa ni su incipiente interеs. Pero al parecer no es el momento de cortejar, las amigas ci?en de inmediato un cerco territorial en torno a Mariana y Jorge respeta dicho l?mite. Saluda a las damas con un gesto galante y sin morbo, instruye al mesero para que les sirva una ronda de bebidas en su nombre, aunque sin afаn de perturbar.
- ?Miguel!
+ ?Quе se le ofrece mi Lic.?
- ahorita en una chancita inv?teles a esas damas una ronda de lo que sea que estеn bebiendo, pero, as? como es usted, ?con mucha educaciоn!
+ ?Claro mi Lic.!
- Espere un par de rondas y luego…
+…Trаcales! ?As? como dice usted mi Lic.!
- As? mero Mike, ?sin piedad!
?Jajajajaja! -R?en los dos.
Las damas estаn siendo quizаs demasiado ruidosas, entregan a Mariana sendos regalos y ella los agradece con detalle, viendo directamente a los ojos a cada una de ellas; en orden y con calma; no hace movimientos bruscos y se asombra con una gran naturalidad, pero sin perder nunca la postura, es toda una maestra en el oscuro arte de la comunicaciоn no verbal y asimismo muy buena en eso de cultivar amistades.
- ?Quе bаrbaras muchachas: Andrea, Luisa, ?No debieron haberse molestado! ?Este bolso debiо costarles una fortuna!
- ?Ni tanto Marianita! ?Ademаs sabemos que te gustan mucho!
+S?, -agregо Luisa- ?lo que nos costо un mundo fue ponernos de acuerdo! ?Quе dif?cil eh! ?Mira que mаs te vale que lo uses tooodos los d?as, que casi pierdes dos amigas!
Jajajajaja! Soltaron las carcajadas todas.
Andrea, una de las amigas de Mariana no ha dejado de voltear con discreciоn a ver hacia la mesa del vecino, entre atisbo y atisbo reconociо a un se?or joven, que muy al principio mostraba un interеs evidente en su mesa, quizаs por el arg?ende, o quizаs se fijо en alguna de ellas, pero las ?ltimas dos veces que ha virado para verle lo ubica con la mirada vaga, algo extraviada, da la impresiоn de que estа distra?do pensando en algo mаs.
Ha transcurrido ya el tiempo equivalente a dos bebidas, una cerveza en el caso de Jorge, quien advierte que todas o casi todas las compa?eras de Mariana son casadas, todas menos ella. Espera paciente a que el mesero llegue hasta su mesa y entregue a cada una sus bebidas, las mujeres se sorprenden y cuestionan al mesero, quien les indica que: “son cortes?a del caballero de aquella mesa-, quien les desea una grata velada y a usted un muy feliz cumplea?os!” Mariana enrojece, Miguel el mesero domina su oficio a la perfecciоn y lo hace muy bien de emisario.
El hielo se ha roto, bebida en mano las damas brindan a lo lejos y Jorge alza su vaso, desea feliz cumplea?os y establece contacto visual con Mariana, quien al final de su tertulia seguramente irа a buscarle hasta su mesa.
El festejo concluye, le sigue una reuniоn familiar en casa de Mariana. A la voz de “vаmonos juntas” le siguiо una solitaria de “ahorita las alcanzo, no me tardo” las damas sonrieron maliciosamente, pero asintieron a la peticiоn sin reparos, mientras lanzaban miradas de desapruebo y sospecha sobre la persona de Jorge, quien sosten?a un vaso que posaba sobre la mesa, estaba verdaderamente absorto en sus pensamientos; en ese momento Jorge no estaba ah?.
Mariana se aproximо a la mesa de Jorge, llevaba puesto un vestido de colores sоlidos, muy conservador y un discreto conjunto de perlas alrededor del cuello que empataban con su juego de pendientes. Nadie personificaba mejor el look de Diana Spencer que ella, pero con el cabello oscuro.
Saludо con su ronca voz, sacando con ello a Jorge de su ausencia:
- ?Me puedo sentar? Preguntо mientras sacaba su bolso Halston tipo clutch debajo su brazo derecho para posarlo elegantemente sobre la mesa, el brillo de los detalles de metal de entre la piel ilustraron coquetamente la escena.
+ ?S?, claro! Respondiо Jorge mientras se le quedaba viendo como intentando reconocer a una completa desconocida