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Anti América
Alanna le tocó el hombro y estiró la mano. “Dame tu teléfono”.
Cuando movió sus dedos, él sacó el teléfono de su bolsillo delantero.” ¿Qué quieres hacer con él?”
Se lo arrebató y comenzó a buscar entre sus apps. “Voy a llamarte un Uber”.
“Yo puedo manejar-“
“No puedes ni siquiera caminar derecho sin caerte sobre algún completo extraño”.
Levantó su mano en dirección a ella “Fue tu culpa, ¿Por qué diablos me empujabas hacia la puerta?”
“Recibí un texto amenazador desde el celular de Javier”
“¿Qué decía?”
Ella escribió la dirección en la app sin prestarle atención a la pregunta.
Él curvó los labios en una mueca mientras retrocedía hacia la mesa. “Aprende la diferencia entre misteriosa y grosera”
A Alanna le preocupaba menos la foto que el comentario acerca de compartir información privada. De ninguna manera iba ella a correr el riesgo de compartir secretos con Brayden. Nunca le había revelado su vida personal a él ni a nadie. A pesar del hecho de que él era su mejor amigo, que siempre estuvo dispuesto a apoyarla en el peor momento de su vida y en cualquier momento desde entonces, era posible que no permanecieran siendo amigos si ella le mantenía su pasado en privado.
Le devolvió el teléfono. “¿Te sientes mejor?”
Él entrecerró los ojos brevemente. “Si, mi cabeza se está aclarando”.
“Mejor espera afuera. Tu Uber debe estar por llegar. ¿Puedo confiar en que te mantendrás lejos de los problemas?”
Él se impulsó desde la mesa para pararse firme sobre sus pies. “¿Puedes confiar en mí? Dímelo tú”.
La quijada de Alanna tembló. El golpe la había agarrado por sorpresa. Cuando avanzaba hacia la entrada le dijo las únicas palabras de despedida que le pudo dirigir: “Llámame cuando sepas algo de Javier”.
“Ordenó un latte helado mientras Brayden esperaba cerca de un semáforo. Después de recoger su bebida, vio a Brayden entrando en un Civic blanco. Sorbió parte de la bebida de la taza plástica helada mientras se dirigía hacia al parque de estacionamiento. Al cruzar la calle hacia su Corolla, una van negra encendió su motor en el extremo más alejado de la cuadra Se detuvo un momento para buscar sus llaves en el bolso antes de echar un vistazo a la van. Esta apenas se movía al separarse de la acera. Alanna permaneció en control mientras entraba en su vehículo. Apartó el Corolla de la acera antes de pisar el acelerador con fuerza atravesándosele a un carro que se acercaba, Mientras aceleraba a toda velocidad por el canal derecho dirigía miradas al espejo retrovisor cada pocos segundos. La van negra la seguía un par de carros detrás de ella. Estaba dispuesta a apostar que era la FCCU, pero no quería arriesgarse.
La van la persiguió durante unas cuadras más antes que ella se encontrara con un tránsito más lento. Aceleró hacia el canal izquierdo que estaba libre. Un jeep giró detrás de ella, la van lo alcanzó y quedó detrás de él. Los carros al lado de ella bajaron la velocidad cuando la luz del semáforo se puso amarilla. Apretó los dientes antes de saltarse la luz al cambiar a rojo.
No había rastro de su perseguidor cuando tomó la rampa hacia la A1A dirigiéndose hacia el oeste. Al entrar en el Causeway, su iPhone sonó de nuevo antes que lo apagara. No quería hablar con nadie hasta que estuviera a salvo en su apartamento. Si la FCCU preguntaba, le explicaría que había actuado así porque estaba asustada por los mensajes de texto que había recibido. No tendría que actuar mucho para ello.
El tránsito liviano y la tibia briza por Bicayne Bay no lograron cambiar su estado de ánimo mientras pasaba por el centro de la ciudad hacia la Dolphin Exrpressway. Su pie mantenía fijo el acelerador todo el tiempo hasta la calle que llevaba a su apartamento en el edificio de ladrillos amarillos. Pisó los frenos al ver alguien que se dirigía al medio de la calle. Las luces de su carro alumbraron a la agente McBride. Después de estacionarse cerca de ella, Alanna bajó la ventana.
Antes de que pudiera decir algo, la agente agarró la puerta y se acercó. “¿Por qué diablos no respondías tu teléfono?”
“Lo apagué. ¿No viste los mensajes?”
Masticó una bola de goma de mascar durante algunos minutos antes de responder. “Si, la próxima vez que tu novio te contacte, haz un mejor trabajo para sacarle información”.
Alanna se aferró al borde de su asiento. “Ese no era Javier”.
“Era el número de su celular”.
“No pudo responder la pregunta sobre la fecha de mi nacimiento”.
“Lo dedos de la agente McBryde tamborilearon sobre la puerta. “Te dio una prueba, la foto”.
“Otro hacker pretendía ser él”.
En un principio Alanna pensó que el número podría haber sido suplantado (spoofed) con una app de Spoofing como el que haya había descargado en su celular desechable antes. Los datos del emisor podrían alterarse para que mostraran cualquier dirección de email o número que quisiera, pero podía enviar y recibir textos desde el mismo número, lo que significaba que probablemente tenía acceso al número de Javier.
“Entonces ¿Qué – deshabilitaste tu GPS por un texto qué te asustó?”
Los ojos de Alanna se entrecerraron después de ver la actitud presumida de la agente McBride. “Lo deshabilité porque mi teléfono está infectado con un virus”.
“¿Siempre exageras cuándo recibes mensajes extraños?”
“Conozco ese tipo de gente. Me la paso con ellos de noche y de día”.
La agente McBride miró hacia otro lado y negó con la cabeza. “Muy bien, digamos que tienes razón. ¿Quién más, además de tu novio se molestaría en infectar tu teléfono?”
“AntiAmérica”.
“¿Por qué estás tan segura que él no es AntiAmérica? Si lo es, debería estar completamente asustada. Son asesinos de sangre fría. Tenemos testigos que ponen a esa gente en el apartamento de Paul antes de que su compañero de cuarto fuese muerto a golpes”.
“¿Tienes prueba de que Javier es parte de AntiAmérica?
“¿Por qué lo proteges todavía?” Levantó la voz. “Te amenazó con venir a buscarte. Sabía tu número, tenía tu foto y dijo que compartiría más secretos. ¿De qué secretos estaba hablando?”
Ese era exactamente el tipo de conversación que Alanna no quería tener con ella. “¿Cómo diablos debería saberlo? No me importa si no me crees. Alguien que no es Javier envió ese texto e infectó mi teléfono con malware”.
“O estás aumentando el número de mentiras. ¿Por qué estás tan segura que tu teléfono está infectado?”
“Cualquiera que sea lo suficientemente bueno como para robar esa foto puede infectarlo con un virus, sin problema”.
“Te apuesto a que tu novio es lo suficientemente bueno”.
Inclinó los ojos. “Deberías estar persiguiendo a Paul, no a Javier”.
“Deja que yo me preocupe por mi investigación. Los dos trabajan juntos. Los estamos investigando a ambos”.
“¿No me oyes? Paul está inculpando a Javier”.
“No soy el agente Palmer. No estoy interesada en cualquiera de las excusas que estés maquinando. Has estado mintiendo desde el primer momento que abriste la boca. Tu novio es la única razón por la que no estás en prisión. Haz tu trabajo y encuéntralo”.
“¿Y qué pasa con mi teléfono?”
La agente McBride extendió su mano derecha. “Dámelo, le echaremos un vistazo”.
Alanna le dio el teléfono desde el asiento del pasajero. “¨ ¿Qué se supone que debo hacer sin un teléfono?”
La agente de la FCCU negó con la cabeza. “Lo juro, la tecnología ha hecho de ustedes los jóvenes unos inútiles. Sube a tu apartamento y espera que te contactemos. Hasta que tu teléfono sea reemplazado no podremos seguirte la pista si el loco de tu novio intenta lo que sea”.
Alanna estaba perdiendo la paciencia con esta boba. “Parece que ya ustedes han decidido que es culpable”.
“¿Te pedí tu opinión? Preocúpate por ti misma”.
Frunció los labios antes de hablar. “¿Terminamos?”
“No, la próxima vez que quieras hacer algo drástico como apagar tu GPS, consúltalo conmigo primero. ¿Me entiendes?” No seré tan educada la próxima vez que tenga que buscarte”.
Alanna respondió presionando el botón que subía el vidrio de la ventana. Sin molestarse en ver la reacción de la agente McBride, hizo un cambio de velocidad y se dirigió hacia el estacionamiento. Después de estacionarse en el primer espacio abierto gritó con todos sus pulmones. Estaba harta de que la gente la maltratara a cada momento, y lo peor era que no podía responder.
“Prométeme que, no importa qué, no terminarás indefensa como yo – una víctima”.
Se golpeó la parte trasera de su cabeza contra el descansa cabeza. Las palabras de su padre le recordaban las peleas entre él y su madre. En sus mejores días Alanna no era ni la mitad de manipuladora que su madre. Ella la sometía a todo tipo de abuso emocional a menos que se alineara con su interés de subir en la escala social. El abuso verbal que su padre soportaba era mucho peor.
El recuerdo fijo en su memoria fue cuando trató de ponerla en contra de su padre. Después de buscar una pelea porque no tenía suficiente dinero para mudarse a una urbanización mejor, se dirigió a Alanna cuando él estalló en cólera. “Tu padre está loco. ¿Lo sabías? Un psiquiatra los diagnosticó con Trastorno Límite de la Personalidad. Puedes verlo ¿No es así? Que hay algo malo con él.”
Cuando se mantuvo silenciosa su madre miró hacia arriba ¿Por qué te estoy preguntando? Eres igual que él. Apuesto que también estás loca”.
Ni por un segundo Alanna extrañó el crecer bajo el mismo techo con la perfecta tormenta de auto inducido cinismo y una falta total de control. Abrió los ojos y sacó el pen drive y el papeleo de Jessica de la guantera. Al salir del Corolla con el bolso de mano y la bolsa, buscó a cualquiera que pareciera un agente federal dentro del garaje.
Su corazón latía con cada paso que daba hacia el ascensor. Durante todo el tiempo que estaba subiendo tamborileó los dedos contra su muslo izquierdo. Era algo estresante el tener evidencia de una identidad falsa mientras estaba bajo la vigilancia de los federales. No podía evitar pensar que la agente McBride o cualquiera de sus amigos de la FCCU se escondían en las sombras, listo para saltarle encima.
Una vez que estuvo en el apartamento sacó la portátil de su bolsa y tiró el resto del contenido sobre la mesita de café de roble que estaba al lado de su sofá. Una tarjeta de plástico se deslizó desde la pila de objetos hasta la alfombra color café. La mancha de sangre alrededor de sus bordes provocó un temblor en Alanna. Su primera licencia de conducir. La metió debajo del resto de la pila. No era el momento para recuerdos dolorosos.
Incluso sin recuerdos repentinos apareciendo, El germen de la nostalgia la había estado molestando desde que había roto con Javier. Había pensado más sobre su familia en las últimas semanas que en el resto del tiempo que había estado en el sur de la Florida. Al contrario de su padre, normalmente bloqueaba el impulso de hurgar en el pasado – especialmente los momentos más terribles. Sus esqueletos no habían sido dejados colgando en un closet. Estaban bien enterrados en tierra santa para nunca ser pisados de nuevo.
Se sentó en el extremo del sofá con la portátil de respaldo funcionando sobre la mesita de café. No había hecho nada con ella aparte de bajar algunos archivos y apps hacía seis meses. Ésta y el desechable debían ser seguros. Necesitaban mantenerse así. Sus datos debían estar encriptados. Los archivos que no eran esenciales debían guardarse en otra parte. Las búsquedas y los mensajes se limitarían a fuentes en las que ella confiaba.
Copió los contenidos del pen drive en la laptop. Los registros de Jessica, cuentas y tarjetas bancarias. Luego se aseguró que todos sus datos estuvieran respaldados transfiriendo todos los datos que tuviera en la laptop a su pen drive. Era mejor tener todos sus datos a mano en caso que su acuerdo con los federales se fuese al diablo. Entonces le mostraría a la agente McBride cuan inútil la había hecho la tecnología al desaparecer justo debajo de su nariz.
Pero un escape de emergencia no sería necesario mientras pudiera ponerse en contacto con Javier. Lo convencería para que terminara respondiendo sus preguntas, y con suerte, la ayudara a quitarse de encima a la agente McBride y el resto de los federales. Llamó a la app de sustitución en su desechable. Si Brayden le estaba mintiendo acerca de contactarse con Javier, tenía listo el plan B.
Alanna dejó de escribir en su portátil y tomó un hondo respiro. Sospechaba que Brayden tenía secretos que no le decía. Le dolía oírlo cuestionar su lealtad y expresar sus desconfianzas. Pero nunca esperó encontrarse con el texto que había leído en su teléfono: “Quítame a esa perra de encima, o no te pagaré”.
5
LOGRAR INFORMACIÓN A TRAVÉS DE LOS SMS (SMISHING)
Alanna se sentó con las piernas cruzadas con una camiseta y shorts en su sofá negro de microfibra revisando los mensajes en la pantalla de su portátil. Noticias sobre los anarquistas marchando en Wall Street se veían en el televisor sin volumen. Las masas inundando el distrito financiero de la Ciudad de Nueva York estaban vestidas de negro, ropa casual, encapuchados y caras con máscaras, todos de negro. Frente a la multitud, un enjambre de policías con cascos contra motines y bastones destacados al pie de la torre de las oficinas principales del Banco Nexus.
De acuerdo con los mensajes que estaba leyendo, más de los seguidores de AntiAmérica también se estaban reuniendo en el centro de la ciudad de Fort Lauderdale en ese preciso momento. Aunque tras bastidores al menos un organizador de las protesta intentaba evitar los encontronazos violentos que se habían visto en protestas anteriores. El desechable de Alanna sonó. Después de poner la laptop sobre su muslo derecho respondió sin ni siquiera molestarse en revisar la identidad de quien llamaba.
“Hola, Brayden”
“Llamé a Javier, no quiere hablar contigo”.
Montó un mapa en la pantalla de su laptop usando su kit de secuencia de comandos de interface. “¿Porque le preocupa ponerme en peligro?”
“También le preocupa hacer enojar a AntiAmérica”.
“Parece que están controlando su vida”.
“Sigue diciendo que lo están protegiendo”.
Presionó el botón de zoom de la interface. “Si Paul está metido, no apostaría por eso”.
“¿Qué tienes contra Paul?”
“El hecho que crea que es mejor que cualquiera. ¿Dónde estás?”
En mi casa. ¿Por qué?”
El punto azul en su mapa lo ubicaba en las oficinas del Dominion de Fort Lauderdale. “Pura curiosidad, llámame si algo cambia con Javier”.
“Si, muy bien”.
Después que colgó, Alanna continuó rastreando sus movimientos con el kit de secuencia de comandos (exploit kit) que había comprado en la Zona Fantasma. Su código pre escrito buscaba las vulnerabilidades en los equipos móviles como el celular de Brayden y los infectaba con un malware Trojan de Acceso Remoto. De la misma forma que su celular estaba infectado. Si Javier estuviese aquí ahora mismo, la describiría como una inexperta que irrumpe en los sistemas informáticos con herramientas escritas por otros (script kiddie) por gastar dinero en un kit que hiciera todo el trabajo. Pero el robo de información a través de los SMS (Smishing) no formaba parte de sus habilidades.
Su papá nunca le había enseñado nada sobre SMS. Odiaba los celulares. Llamaba a su celular una “correa de perro”. No podía ir a ninguna parte sin él. En noches de guardia y fines de semana. Bajo un stress constante. Odiaba su trabajo pero no podía dejarlo. No había mucho trabajo para un ex – hacker con una educación de secundaria y un record criminal. Cuando era joven antes de volverse un sombrero blanco, había sido acusado por intrusión en computadoras.
Había entrado en una red corporativa – como desafío, no por ganar dinero. Cuando identificó la vulnerabilidad de su seguridad, tomó la responsabilidad de corregirla por su propia cuenta. La idea de la gratitud de la corporación: asegurarse que fuese juzgado y enviado a prisión. Nunca se robó un centavo, sin embargo, fue castigado por una corporación que hacía millones robando a sus clientes todos los días. Con todo lo molesto que era el despotricar contra el capitalismo de Brayden, le simpatizaba más de lo que dejaba ver.
Alanna le echó una mirada a su TV. Uno de los policías en frente de las oficinas del Banco Nexus en Nueva York estaba gritando con un megáfono. Volvió a poner la portátil en el sofá y tomó el control remoto para subirle el volumen a la TV. El policía le advertía a la multitud que se mantuviera alejada, Pero los manifestantes se acercaron más hasta que estuvieron frente a frente.
Los policías buscaron repeler a la multitud. Los empujones siguieron hasta convertirse en un cuerpo a cuerpo. Los manifestantes fueron vencidos, otros recibieron dosis de pimienta en aerosol. Algunos llegaron dispuestos a pelear en grupos contra los policías, golpeándolos. Las cámaras filmaron a un policía llevando a otro con la frente sangrando fuera del lugar.
La protesta había sido provocada por el arresto de Mathew Suttonel día anterior, un sospechoso de ser miembro de AntiAmérica. Ella vio las primeras filmaciones de un tipo flaco, pálido con cabello rubio que habían hecho prisionero en las afueras de un apartamento en Londres. El grupo que lo apoyaba protestaba por el hecho de que las autoridades lo habían arrestado, mientras que permitían que los verdaderos ladrones de los grandes bancos estuvieran libres.
Alanna cambió el canal a una estación local. La política no le interesaba. Las noticias que cubrían lo que pasaba con AntiAmérica no le habían interesado hasta que los federales unieron su destino con el de ellos. Ni siquiera las estaría viendo si no fuese por Brayden. Basada en sus textos después del arresto de Sutton, no sólo estaba coordinando las protestas de Miami detrás de bastidores, si no que era un organizador clave de los seguidores del grupo. Otro hecho que él había olvidado mencionarle.
Después del corte comercial, las noticias cambiaron su contenido hacia las marchas de protestas en el edificio Dominion. Por suerte, no se había salido de control, el GPS de Brayden lo ponía justo en el sitio donde la gente se estaba reuniendo. Cualesquiera que fuesen sus razones para no decirle sus secretos, no quería que terminara en una celda o en el hospital.
Él y sus amigos manifestantes no parecían ceder en sus protestas. Ella dudaba que él se encontraría con Javier pronto. Pero tenía otra idea para conseguirlo. Usando su exploit kit, cambió del localizador de su GPS a su lista de llamadas. Había un número al que Brayden había llamado antes de llamarla a ella. Supuso que era el de Javier.
En la lista también había un mensaje de texto de un número desconocido que ella había visto antes. Basada en su revisión de la lista de anoche, la persona que usaba el número desconocido raramente le enviaba textos a Brayden. Los textos en su mayoría consistían en mensajes relacionados sobre cómo debía organizarse AntiAmérica. Ella desplegó el mensaje: “Si no apagamos Cr0n05, nos traerá a los federales inmediatamente”. Apagó el kit. Cualquier texto que no se relacionara con ella o con Javier, no le interesaban.
Después de tomar su desechable de la mesita de café, marcó, con su app spoofer, desde el teléfono de Brayden el número al que iba a llamar para que pareciera como si fuese él quien llamaba Abrió la ventana de vidrio que daba al balcón, cerrándola inmediatamente para evitar que el aire .caliente entrara en el apartamento. Si la FCCU había instalado micrófonos en su apartamento, esta era una llamada que no quería que escucharan. Puso su codo sobre la baranda antes de usar la app para hacer la llamada.
“¿Qué hay Brayden?” respondió Javier un poco preocupado.
Su mano temblaba mientras hablaba en el teléfono. “Es Alanna”.
“¿Alanna? ¿Cómo lograste–?”
“No culpes a Brayden. Él no sabe que conseguí tu número desde su teléfono”.
El sonido de su respiración llenó el teléfono. “Tienes que dejar de hacer este tipo de mierda”.
“Alguien destrozó tu apartamento. Quería saber que estabas bien”.
“Si. Te vi entrando a mi apartamento”.
“¿Me viste? ¿Cómo?”
“Con la cámara espía que dejé funcionando. ¿Cómo entraste?”.
Alanna vio a un tipo rubio usando jeans y una franela espiándola desde el camino pavimentado detrás del complejo. Desvió su atención de él y se pasó para el lado opuesto del balcón. “Forcé la cerradura”.
“No debiste hacerlo”. Su voz grave se mantuvo en un tono bajo, monótono. “Brayden me dijo que los federales hablaron contigo. ¿Saben que allanaste mi apartamento?”
“Si, por eso es que necesitamos hablar. La FCCU me arrestó y registró mi apartamento. Tienen mis datos de phising”.
Javier hizo una pausa. “Esto jamás hubiese pasado si te hubiese mantenido al margen, como te dije”.
Se mantuvo erguida mientras miraba a alguien en su motocicleta que pasaba frente al edificio. “Fui a tu apartamento a ayudarte. Recibí un texto desde tu celular–“
“Brayden me lo dijo. Nunca te envié ningún texto”.
Ella nunca lo había creído, pero era un alivio oírlo decirlo. “Entonces ¿quién lo envió?
“No sé”.
“Quién lo haya hecho me envió la foto con el bikini que te envié antes que rompiéramos. Revisa que tu computador no tenga un spyware”.
“Lo haré cuando cuelgue el teléfono”.
Alanna se pasó los dedos por el pelo. “¿Así que estás trabajando para AntiAmérica?”
“En realidad no. Es una larga historia”.
“Javier, los federales me obligaron a trabajar como su informante. Se supone que debo ayudarlos a encontrarte”.
“¿Por eso es que me estás llamando – para ayudarlos a encontrarme?”
“No. Sólo pretendo cooperar. Pero quizás debas hablar con ellos. Si estás en problemas te pueden ayudar”. Alanna sostuvo el aliento esperando su respuesta.
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