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¿Debería decirle que lo estaba espiando en el juego de fútbol? Pensaría que era una acosadora loca.
Antes de que pudiese pensar en una excusa, algo maravilloso sucedió. Los cielos se abrieron y los pájaros comenzaron a cantar en armonía con mi corazón.
—Si. Me gustaría. ¿Qué te parece el sábado a la noche?
Está bien, estaba exagerando un poco sobre los cielos y los pájaros y el dueto. Pero la manera en la que me miró cuando dijo eso me hizo sentir como si pudiese volar.
—Genial. Um, creo que el autocine de Koppe pasa películas clásicas en su función de las ocho. Pero hay un estreno a las diez. Van a pasar La excelente Aventura de Bill y Ted.
Traté de no hacer una cara cuando mencione el nombre de la película. Estaba planeando obligar a Mandi a ir conmigo a la función de las ocho a ver Esplendor en la hierba. Era mi favoritay estaba muriendo por verla en la pantalla grande.
—¿Cuál es la otra película? —Preguntó.
—Esplendor en la Hierba.
—Vayamos a ver esa —Me dio una sonrisa de costado, mostrando su hoyuelo.
—De verdad?
—Sí, ¿por qué no? ¿Te recojo a las siete y media?
—Sí, eso sería perfecto.
Giré sobre mis talones y me dirigí a la cafetería. Creo que debo haber flotado hasta ahí en vez de caminar. No estoy segura. Todo lo que sabía era que el sábado por la noche no podía llegar lo suficientemente rápido.
Capítulo 4
Cody
—Dos cocas y un balde de palomitas de maíz —Alcancé una servilleta y limpié la transpiración de mi ceja. No sabía si era el calor o mis nervios que me estaban haciendo transpirar tanto.
Luego de pagarle al cajero, me tomé mi tiempo caminando de vuelta a la camioneta. Era primavera y el olor de las palomitas se mezclaba con la fragancia de flores silvestres. La puesta de sol era una mezcla de naranjas y rojos que caían detrás de una alfombra de bonetes azules que rodeaba las afueras del autocine. Era la noche perfecta para una cita.
La película no comenzaba por otros quince minutos y yo no tenía idea sobre qué hablar. Nunca habíamos tenido este problema cuando crecimos. Ahora, era como si mi cerebro se hubiese puesto en modo estúpido cada vez que miraba a Cassie.
Suspiré, deseando que se me hubiese ocurrido hacer de esto una cita doble. Mandi y Nic no paraban de hablar. Esperaba que estuviesen en el autocine también. Luego Cassie mencionó que Nic tenía una cena en la casa de los padres de Mandi. Ahí fue ese plan.
Nic era genial, no como la mayoría de los chicos de la escuela. Él era bastante fuerte también. Cuando salté al rio esa noche, hacía seis meses, él casi había deshecho las cuerdas. Estaba tan determinado a salir con Mandi, que no tuve el corazón para decirle “no” cuando me dijo su plan.
Lo envidiaba. Él sabía lo que quería y había ido detrás de ello. No había nada que se interpusiera en su camino, ni siquiera la misma Mandi.
No podía creer que dije “si” cuando Cassie me invitó a salir. ¿Cómo podía rechazarla cuando ella me hizo la pregunta que yo estaba muriendo por hacerle desde el día en que volvió a Koppe? Cuando esos grandes ojos marrones me miraron, llenos de esperanza, todos los pensamientos sobre las amenazas de Seth Baker se fueron volando de mi cabeza. Además, a Seth nunca lo atraparían vivo en una película de chicas.
Justo mientras alcanzábamos la camioneta, hice una pausa mirando a Cassie mientras acomodaba la manta en la cama de la camioneta. Su cabello castaño colgaba en ondas por su espalda. Tan diferente de las trenzas que usaba cuando éramos chicos. Cintas rosadas y blancas se trenzaban a través del pasador y caían sobre sus mejillas cada vez que se inclinaba hacia delante Ella llevaba una blusa ligera de melocotón con volantes en el frente. Era tan delicada que revoloteaba en la brisa. Todo sobre ella era suave: sus movimientos, su sonrisa, su voz. Era tan hermosa. Y quería pasar su tiempo conmigo. ¿Cómo me volví tan afortunado?
Tragué densamente, preguntándome cómo iba a dejarla ir después de esta noche.
Tal vez podríamos encontrar una manera de salir, sin que Seth se enterase. No, no en una ciudad pequeña como Koppe. Él estaba destinado a enterarse. Y no sería justo para Cassie tampoco. Ella se merecía tener a alguien que pudiese gritar desde los techos que ella era su chica. Eso era algo que yo quería hacer. Quería hacerlo desesperadamente.
La cara de Cassie se iluminó con sorpresa cuando Buster Mills y su padre se le acercaron. El Sr.Mills era el dueño del Bar y Grill Dixie, a menudo referido como El Dixie, por los locales. Ella saltó de la cama de la camioneta para saludarlos. Su pequeña mano desapareció en la del Sr. Mills mientras la sacudía. Mientras ella hablaba con ellos por unos minutos, admiraba la manera en que el viento volaba su cabello y cómo su cara se iluminaba cada vez que sonreía.
—Hola Buster. Sr. Mills —Le entregué una gaseosa a Cassie cuando finalmente me les acerqué.
—Hola Cody —Balbuceó Buster con la boca llena de palomitas.
—Llámame Travis —dijo el papá de Buster— Dios mío, Cody. Luces como J.D. cuando tenía tu edad.
—Él fue a la secundaria con mi papá —Le expliqué a Cassie.
—El papá de Cody fue el mejor mariscal de campo que la secundaria de Koppe jamás haya visto. Aunque ese chico Marcelli se le acerca bastante —Tomo un sorbo de su cerveza, mirando a la distancia, recordando—. Esos eran buenos tiempos. Yo era el hombre grande en la escuela en aquellos tiempos. Aunque sigo siendo bastante grande estos días —Se rió, dándole palmadas a su panza de cerveza.
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