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El Ángel Dorado (El Ángel Roto 5)
El Ángel Dorado (El Ángel Roto 5)
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El Ángel Dorado (El Ángel Roto 5)

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—¿Y?

—¿Y qué? —Cogió un mechón de pelo que se le había soltado y se lo pilló detrás de la oreja.

—Lash, no hay secretos entre nosotros, ¿recuerdas?

—Lo sé. Lo sé. Es solo que...

—¿Qué?

—Pues que quería contarme dónde se encontraba Jeremy y cómo le iba.

Se puso tensa. Por un lado, no quería oír hablar de Jeremy, pero por otro, sí.

Estaba muy confundida. Ella fue quien quiso que se fuera. Quiso que su rostro, el recordatorio de la muerte de Welita, saliera de su vida. De hecho, se sintió aliviada cuando vio su deseo cumplido; sin embargo, al rato, se lamentó por ello.

Lo cierto era que durante el último par de días su mente había entrado en conflicto porque se sentía bien al no tener que ver a Jeremy pero a al mismo tiempo deseaba que regresara para poder disculparse con él.

Todavía no podía creer lo que le había dicho. Se portó fatal con él. No tenía ningún derecho a acusarlo de arrebatarle la vida a Welita. Y lo peor de todo era que le había apartado de su familia.

—¿Y qué te contó?

—Que está en Kauai. Que está bien. Supongo.

—¿Lo va a traer de vuelta?

—Dijo que tiene que regresar por cuenta propia.

Él torció el gesto. Estaba luchando contra la angustia que sentía en su interior. ¿Cómo podía ser tan egoísta? Había hecho que su hermano y mejor amigo se fuera, y apenas podía hablar del tema con ella.

—Lash, yo...

Un fuerte zumbido seguido de un chillido la interrumpió.

—¡No tan rápido, Uri! —gritó Rachel—. Podrían no estar preparados para recibir invitados. ¡Oh! Estáis ahí.

Rachel y Uri movieron las alas mientras descendían y aterrizaban justo delante de ellos.

—¿Cómo te encuentras hoy? —Rachel le sonrió con dulzura.

—Mejor.

—Bien.

—Lash, hay algo que...

Rachel cogió la mano de Uri, haciendo que este se detuviera a mitad de la frase.

—Aún no —le susurró enérgicamente.

—Pero yo pensaba...

—Después.

Se miraron el uno al otro incómodamente.

Naomi miró a Rachel y a Uri mientras el silencio inundaba el ambiente.

El rostro en forma de corazón de Rachel se frunció por la preocupación al mirar a Naomi.

«Algo va mal», pensó. Podía sentirlo.

—Tío, nos estás asustando. Dinos qué está ocurriendo —dijo Lash poniéndose en pie.

—No estoy seguro de cómo hacerlo. —Uri se frotó la nuca nerviosamente.

Rachel le dio una palmadita en el brazo y a continuación se dirigió hacia Naomi, aterrizando suavemente a su lado. —¿Sabes? Me encantaría tomar una taza de té.

—A ti no te gusta el té —dijo Naomi mientras Rachel se levantaba del suelo. Debían de ser muy malas noticias. Rachel estaba prácticamente arrastrándola hasta la cocina.

—Oh, ya, pero me gusta la forma en la que tú lo haces con canela y...

—Rachel...

—Vale, de acuerdo. Lo siento. —Rachel le soltó el brazo—. Cuéntaselo, Uri.

—Necesitamos que Jeremy vuelva.

Lash miró nervioso a Naomi antes de volver a girarse hacia Uri.

—Estamos trabajando en ello.

—Necesita regresar. Ahora. —Uri sonó desesperado.

Naomi pestañeó, sorprendida. Lash parecía estar tan impresionado como ella. Uri siempre parecía estar muy tranquilo.

—¡Van a llevar a Jeremy a juicio! —soltó Rachel sin pensar.

—¿A juicio? ¿Por qué? —No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Y qué si Jeremy no regresaba? ¿Acaso eso empeoraría las cosas para él?

—Por desobedecer sus órdenes, ¿no es así? —Dijo Lash, negando con la cabeza—. No te preocupes. No es nada. Yo he sido enjuiciado cientos de veces. Maldita sea, Uri, tú me llevaste allí.

—No lo entiendes —dijo Rachel con voz suave.

—¿Tú me has visto? —Lash se echó a reír—. Hablo desde la experiencia. Jeremy estará bien. Esta es su primera vez, así que serán benevolentes con él. En serio, chicos, tenéis que relajaros.

—Me temo que estás equivocado, amigo mío —dijo Uri con voz grave y seria—. Esta vez es diferente porque se trata de Jeremy.

Uri hizo una pausa, tomando aire temblorosamente. Sus amables ojos azules sostuvieron la mirada a Naomi durante un momento. No la estaba juzgando, pero ella no pudo evitar que la culpabilidad se la comiera por dentro.

—Los arcángeles tenemos un código superior para cumplir con las expectativas de los demás —dijo Uri—. Nuestro papel nos convierte en un modelo de referencia para los demás. Jeremy no solo ha desobedecido a su superior, sino que además lo ha hecho delante de sus subordinados.

«¡Dios mío! ¿Qué he hecho?» La vergüenza inundó a Naomi. Si Welita pudiera verla en este momento estaría muy avergonzada. Esta no era forma de tratar a la familia.

Rachel le apretó la mano. Incluso sin necesidad de decir ni una palabra, Rachel sabía lo que estaba pensando.

—Entonces le traeremos de vuelta. Está tirado —dijo Lash—. Si pide disculpas, no tendrá que ser juzgado. Estoy seguro de que Raphael puede convencer a Michael para que sea indulgente.

—Él ya ha se ha reunido con Michael —dijo Rachel.

Lash se detuvo. —¿Y?

Uri sacudió la cabeza con tristeza.

—¡Venga ya! Es una broma, ¿verdad? Vamos, Uri. ¡Tienes que estar tomándome el pelo! —El rostro de Lash tornó a un tono escarlata.

—Ojalá, amigo mío. Yo también le he suplicado a Michael. No deja que nadie le persuada. Los arcángeles se sentarán a juzgar las malas acciones de Jeremy.

Naomi sollozó cuando Lash dio un golpe con la mano contra la pared, soltando una serie de maldiciones. Tenía que hacer algo para arreglar todo esto.

—Entiendo tu ira. Yo también la siento. Convencí a Michael para que me enviara a buscar a Jeremy y accedió a que tú me acompañases.

—¡Yo voy con vosotros! —gritó Naomi. Ella fue la razón por la que él se había ido. Sabía que podía convencerle para que regresara.

—No puedes —dijo Uri—. Michael especificó que tú tenías prohibido formar parte de esto.

Naomi miró a Rachel, a quien le caían las lágrimas por las mejillas.

—¿Pensabas que podías distraerme con el té? —sollozó Naomi junto a ella.

—No sabía qué otra cosa hacer. Lo siento.

—Shhh... Naomi. —Lash la atrajo hasta sus brazos—. Uri y yo lo haremos. Traeremos a Jeremy de vuelta y encontraremos una manera de defender su caso. Él es el mejor arcángel que tienen. Todos le quieren aquí. Todo saldrá bien. Ya lo verás.

5

Jeremy había vuelto.

Leilani no quería pensar sobre el regreso de Jeremy a la isla. Estaba cansada y sudada.

Lanzó a un lado la sábana húmeda y salió de la cama. Hacía un calor infernal en la casa. No podía dormir y cada vez que cerraba los ojos lo único que podía ver era a Jeremy.

Atravesó lentamente la cocina hasta llegar a la puerta trasera. La abrió y se apoyó contra el marco mirando al jardín. Una suave brisa le golpeó su sudoroso rostro.

«¿Por qué has tenido que volver?»

¿Y por qué no podía sacárselo de la cabeza?

Tenía cosas más importantes en las que pensar, como la forma de hacer que el aire acondicionado funcionara. Tenía que trabajar un turno extra el fin de semana para conseguir el dinero suficiente para arreglarlo. O tal vez Kai podría hacer magia con sus manos y arreglarlo otra vez.

«¿Por qué has tenido que regresar? ¿Y por qué tienes que ser tan guapo?»

Elevó la mirada a la luna, recordando sus sueños infantiles en los que Jeremy la abrazaba y la besaba. Eso era en lo único que pensaba desde el mismo día en que lo conoció.

¿Por qué no era el pijo gilipollas que pensaba que era cuando le conoció? La vida habría sido mucho más fácil. Pero no, la vida quería torturarla haciendo que Jeremy fuera tan hermoso por dentro como lo era por fuera.

Era amable, dulce y considerado. Todo lo que había hecho, desde intentar animarla cuando Candy le robó el trabajo hasta ser amigo de Sammy, le había hecho enamorarse de él... hasta las trancas.

Y no había cambiado. Todavía era guapo e increíblemente fuerte. Y esos ojos. ¡Dios mío, esos ojos! Le hablaban y la intoxicaban hasta el punto de llegar a perderse en aquellos océanos azules.

Suspiró y cerró los ojos. Esos labios. Oh, cómo recordaba esos sueños en los que los sentía contra los suyos. Suaves, firmes, sensuales. El corazón le dio un vuelco por el anhelo.

«¡Grrr!» Se golpeó la cabeza contra el marco de la puerta una y otra vez.

«¡Olvídalo! ¡Olvídalo! ¡Olvídate de él ya!»

«¡Para ya!»

Ya no era ninguna niña. No tenía tiempo para tonterías de niñata.

Abrió rápidamente los ojos al escuchar a alguien lloriqueando.

Sammy estaba volviendo a tener sus típicas pesadillas.

Era culpa de Jeremy, por hacerle recordar cosas. Sabía que Sammy estaba soñando con aquel día. Era el mismo sonido que llevaba haciendo cada noche durante un año desde que sus padres murieron. Y no era ninguna coincidencia que las pesadillas empezaran de nuevo en el mismo momento en que Jeremy apareció.

No estaba muy segura de lo que ocurrió cuando perdió el conocimiento, y no podía creer todo lo que Sammy le había contado. Sammy había convertido a Jeremy en un superhéroe que atravesaba el fuego y arrancaba puertas de coches. Fue de lo único de lo que habló durante días. Cuando los niños del colegio empezaron a burlarse de él y de su amigo, el superhéroe imaginario, la llevó a rastras por todas las playas de la isla intentando encontrar a Jeremy para poder probar que lo que contaba era verdad. Después de unas semanas, por fin consiguió entenderlo. Su supuesto amigo se había ido. Dejó de hablar sobre Jeremy y entonces comenzaron los sollozos nocturnos.

«¡Maldito seas, Jeremy!».

Estuviera bueno o no, estaba pillada por él. De acuerdo, no le daría más vueltas a la cabeza pensando en ese idiota. Lo que tenía que hacer era centrarse en Kai.

Kai se había encargado de ellos desde el momento en que averiguó que sus padres habían muerto. A ella le gustaba. Con el tiempo quizás podría llegar a enamorarse de él. Después de todo, él estaba ahí. Cuidó de Sammy cuando ella o la tía Anela no podían hacerlo.

Así que, ¿y qué si con un beso no había conseguido que se le encogieran los dedos de los pies? Fue en el baile del instituto y esos besos no contaban.

Todavía recordaba lo guapo que estaba Kai esa noche con su cabello oscuro peinado hacia atrás y su nuez subiendo y bajando por los nervios mientras ambos estaban en el porche. Él se inclinó lentamente, no muy seguro de la reacción que ella tendría. Ella levantó ligeramente la cabeza, invitándole a besarla. Y entonces él le dio un dulce e intenso beso.

Ella puso las palmas de las manos sobre su pecho y esperó.

Y esperó.

Esperó a que la Tierra se moviera. Esperó a que las rodillas le temblaran o a que las mariposas le revolotearan en el estómago.

Nada. Era como si hubiera besado una piedra.

—¡Bonita luna! ¡Bonita luna!

Leilani se sobresaltó por las risitas agudas.