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Hastío De Sangre
Hastío De Sangre
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Hastío De Sangre

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Micah estaba a punto de presionar «enviar» cuando Titus cuestionó sus motivos. Rápido de reflejos, inmediatamente tuvo una excusa incluso mejor.

—En realidad, podemos matar dos pájaros de un tiro. —Sonrió con satisfacción—: Alicia me dijo que ese Damon le ha estado enseñando a poner a las personas bajo su control. —Señaló al hombre del otro lado del espejo—. Podríamos golpear hasta el cansancio a ese descerebrado y conseguiríamos mucho menos que Alicia con un par de preguntas simples. Además, a ella tendría que decirle la verdad y a nosotros... No tenemos modo de saber si no está diciendo mentiras para salvar su pellejo con Lucca.

—Está bien. —Tasuki suspiró aceptando el hecho de estar siendo completamente ignorado—. Seguro que terminaré averiguándolo.

Capítulo 3

Alicia estaba terminando de prepararse una taza de café cuando empezó a sonar el celular. Se apresuró a buscar su bolsa y tomó el aparto mirando quién llamaba. Se lo llevó a la oreja con una gran sonrisa.

—¡Hola, Micah! ¿Qué tal?

—¿Tienes un poco de tiempo para tu hermano mayor? —preguntó Micah dando la espaldas a los otros dos hombres para no pudieran ver la expresión de alivio en su rostro. Casi que se había esperado que Damon atendiera.

Alicia se encogió de hombros.

—Sí, supongo que sí. Damon salió con Michael y Kane. Probablemente, tarde en regresar.

—Bien, porque realmente necesito un favor —empezó a explicar Micah—. Tenemos una mujer lobo en una de las celdas. La rescatamos en una redada en el circuito de trata de esclavas. Aún no ha cambiado, pero cuando lo haga... Va a necesitar ropa. ¿Puedes venir a la estación a traerle algo?

Alicia miró su guardarropas lleno antes de asentir.

—Sí, creo que puedo encontrar algo. ¿Cuándo me quieres allí?

—Lo más pronto que puedas —respondió Micah—. No sabemos cuándo se irá el efecto del tranquilizante.

—Allí estaré —dijo Alicia—. ¿Necesitas algo más?

—Me alegra que hayas preguntado —dijo Micah dejando que Alicia oyera la sonrisa en su voz—. Necesito que pongas un lobo bajo tu control y hacer que responda algunas preguntas. ¿Crees que puedes hacerlo?

—Sí —respondió Alicia con demasiada rapidez—. Dame unos momentos para vestirme y tomar algunas cosas para la pobre chica, y voy.

Cortó la comunicación y una amplia sonrisa le cruzó el rostro mientras se vestía con prisa, Era bueno tener algo que hacer mientras Damon no estaba. Al menos, ahora se sentía útil y, con un poco de suerte, tal vez podría demostrarle a Damon que era capaz de hacer cosas por sí misma.

Se puso sus jeans favoritos y una camisa negra de Damon y tomó un morral de cuero negro y sacó dos atuendos distintos del armario. Uno en caso de que le gustaran las cosas suaves y vaporosas y otro que la haría sentir dura y en control. ¿Por qué no darle la opción entre ser llamativa o ruda? Además, Damon había llenado más de la mitad de su armario con ropas de chica ruda para que combinara con su papel de chico malo.

Habiendo empacado eso, tomó ropa interior nueva, sin estrenar, y algo para que la chica usara para dormir. Supuso que, luego de haber estado cautiva, cualquier chica apreciaría esas pequeñas cosas: ropa interior limpia, cepillo de dientes y, tal vez, algo de maquillaje.

Antes de salir, dio una última mirada a la habitación para verificar que no olvidaba nada. Divisando su colección de accesorios para el cabello, tomó un peine y un cepillo junto con un par de bandas elásticas para que la chica se recogiera el cabello si quería.

Alicia sonrió mientras se colgaba el bolso al hombro y se dirigió hacia la puerta de la habitación. Era bueno saber que iba a ver a Micah otra vez, aunque solo hubiesen pasado un par de días. Lo echaba de menos.

Que la haya llamado para pedirle ayuda era emocionante. Iba a poner a alguien bajo su control por razones legítimas, y que el blanco fuera un hombre lobo y no un simple humano era un desafío.

Los humanos eran mucho más fáciles de controlar porque no tenían real inmunidad, salvo que fuera alguien con poderes psíquicos o que tuviera un amuleto, como el collar que ella usaba. Damon le había dicho que era más difícil penetrar a los cambiaformas porque todos sus cinco sentidos eran más agudos. Desafortunadamente, no había tenido ocasión ni siquiera de probarse con humanos, ya que Damon casi no le permitía salir de la habitación.

Alicia enderezó los hombros. Esta era una gran oportunidad para tener una práctica real sin las distracciones sexuales. Apenas había salido de la habitación que compartía con Damon cuando Kane atravesó furioso la puerta de entrada murmurando entre dientes.

—¿Sucede algo? —preguntó Alicia.

Kane no pareció oírla y continuó musitando algo sobre una mujer llamada Olivia. De repente, se quedó helado y maldijo en voz alta.

—¡Maldición! —gritó—. Olivia, no… Victoria.

Michael y Damon entraron en ese mismo momento, ambos se burlaban con disimulo de los disparates de Kane.

Alicia casi gruñó ante la llegada inoportuna de Damon. Si bien estaba feliz de ver que regresó sano y salvo, esperaba tener tiempo para ir al departamento de policía y volver antes que él.

—Así que eres el hombre que recuerda el nombre de cada mujer con la que estuvo —dijo con sarcasmo Damon.

—Sí los recuerdo —rugió Kane.

—Entonces, ¿quién es Olivia? —preguntó Michael.

—Váyanse al infierno —masculló Kane antes de dirigirse a su habitación.

—Supongo que eso responde la pregunta —sentenció Michael y se encaminó hacia la escalera, pero se detuvo cuando vio a Alicia de pie cerca de la puerta de su dormitorio con la actitud de alguien que acaba de ser atrapado en medio de una travesura.

Kane cerró la puerta de la habitación que estaba detrás de él y vio a Tabatha parada allí de brazos cruzados.

—¿Y quiénes son Olivia y Victoria? —preguntó.

—Las exnovias de Damon y Michael —respondió sin dudar Kane y selló con sus labios los de ella.

En la sala principal, la mirada de Damon se vio atraída instantáneamente hacia Alicia, y casi sonrió cuando vio que estaba usando una de sus camisas. Sin embargo, la manera en que se mordía el labio inferior lo hizo sospechar, y la examinó lentamente. Sus ojos se entrecerraron peligrosamente cuando vio colgado sobre su hombro el bolso, cuyo cierre ella no había cerrado.

Alicia pestañeó cuando Damon apareció de pronto a solo unos centímetros de distancia, le bloqueó el paso apoyando una palma en cada lado del marco de la puerta... con lo cual la atrapó efectivamente contra la superficie de madera. Se inclinó hacia adelante y la estudió sin decir una palabra, pero para ella esa mirada decía mucho.

Alicia sintió que se estaba poniendo nerviosa y trató de ocultarlo sonriendo.

—Me alegra que hayas vuelto.

—¿De verdad? —preguntó Damon, incapaz de evitar que asomara su lado oscuro—. Si hubiera vuelto unos minutos más tarde, ¿aún estarías aquí esperándome?

Alicia no pudo resistir el instinto de autopreservación y alzó su mano para tocar el collar que ya no estaba alrededor de su cuello. De pronto, recordó que se lo había dado a Nick, y un escalofrío la recorrió por dentro cuando notó que los oscuros ojos color amatista de Damon habían seguido su gesto nervioso y luego volvieron para fulminarla.

En este punto, Alicia sabía que mentir podía hacerlo estallar y eso conllevaba el riesgo de muchas cosas... incluidos la repetición de una sesión de nalgadas. Sintiendo el calor del rubor que crecía en sus mejillas ante esa imagen, alzó el mentón desafiante y le dijo la verdad con calma.

—No.

Suspiró cuando Damon giró la perilla y la hizo retroceder hacia adentro de la habitación. Se asustó cuando él cerró la puerta de un golpe. La milésima de segundo que pudo ver la expresión de Michael antes de que su rostro desapareciera era, definitivamente, suficiente para preocuparla.

—¿Adónde ibas? —preguntó Damon asegurándose de hablar en pasado.

—Iba a ver a Micah, nada más —dijo Alicia en un intento por corregir el malentendido antes de terminar mirando el suelo sobre el regazo de Damon.

—¿Pensabas que ibas a pasar la noche con Micah? —exigió Damon en voz baja.

La confusión cruzó el rostro de Alicia antes de que bajara la mirada hacia el bolso abierto. Vio la ropa interior negra y el cepillo del cabello arriba de todo, a plena vista, y suspiró. Bien... en verdad podía ver el punto de vista de Damon, pero eso no iba a evitar que ella le dijera un par de cosas por sus pervertidos pensamientos.

—Me necesita —Alicia quiso gruñir cuando él la cortó.

—Me imagino. —Damon dio un paso y se acercó más, elevándose por sobre su pequeña figura. Lo que Micah necesitaba era un sacerdote para su funeral.

—¿Sabes qué? —dijo Alicia con suavidad mientras levantaba los ojos hacia su rostro—. Eres... un idiota.

—Si evitar que me dejes me hace un idiota, que así sea —replicó Damon.

—No, eres un idiota por pensar que te estoy dejando —bramó Alicia dejando que su propia ira creciera ante el hecho de que él estaba sacando conclusiones infundadas—. Esta ropa... no es... para mí... Damon —dijo a través de los dientes apretados.

—Ah, claro. Bueno, veamos lo bien que le quedan a Micah —amenazó Damon, ya imaginándose mientras estrangulaba a Micah con esas bragas de encaje negro.

Alicia quería gritar su fastidio, pero se contuvo porque había cristal en la habitación. De hecho, estaba orgullosa de que Damon no lo hubiera hecha añicos ya. Se sobresaltó cuando se rajó el espejo del tocador… la ley de Murphy en todo su esplendor.

—¡Maldición, Damon, deja de ser tan estúpido! —siseó Alicia acercándose aún más y tomándolo de la camisa para bajar su rostro hacia el de ella. Había aprendido a intimidar del mejor maestro: él—. Micah y su equipo hoy rescataron a una mujer lobo de unos tratantes de esclavas. Le estaba llevando esta ropa para que tuviera algo que usar cuando volviera a cambiar. Iba a ir a la estación de policía porque soy grande, Damon, e iba a estar perfectamente bien.

—¿Así que eso crees? —Damon exigió saber si ella se había olvidado completamente de que la ciudad estaba llena de demonios.

—Eso lo sé. Tú acabas de ayudar a tu hermano... Ahora es hora de que yo ayude al mío. ¿Y desde cuándo es ilegal que ayude a mi familia cuando me lo piden? —Alicia alzó una ceja desafiándolo a que le dijera que no.

—Entonces, no tendrás problemas con que te acompañe, ¿no? —Damon gruño: no le gustaba la imagen de ella ahí de pie aferrando una maleta, como una pequeña fugitiva. .

Alicia sonrió con superioridad.

—Está bien, y cuando pruebe que tu primera teoría era errónea... Vas a tener que dejarme que te espose a la cama.

—Esto no es una negociación —afirmó Damon cruzándose de brazos.

—No, tienes razón. Es una apuesta. —Alicia devolvió el golpe con arrogancia—. Y si me sigues cuando salga por esa puerta, entonces, estás aceptando el trato. —Tras decir eso, elevó un poco más el mentón y esquivó a Damon para atravesar la puerta.

Damon apretó los labios, y sus ojos fulminaron el espejo justo cuando aparecían algunas grietas más sobre la superficie. Calmó su ira, feliz de haber malinterpretado lo que ella estaba haciendo. Además, tenía que admitir que dejar que Alicia lo esposara a la cama era una propuesta más bien interesante,

Michael no podía soportar los límites de cuatro paredes y se dirigió hacia la azotea apenas Alicia y Damon desaparecieron en el interior de su habitación, Hizo una mueca al ver la puerta que ya no cerraba bien. Sabía que tendrían que repararla pronto. La noche prometía ser fresca, y cerró los ojos con dicha mientras la brisa lo acariciaba.

El sonido de la puerta principal abriéndose lo llevó a acercarse al borde para mirar hacia abajo. Observó que Damon y Alicia salían del edificio. Alicia casi galopaba a través del estacionamiento. Sintió que se le dibujaba una sonrisa cuando Damon tuvo que apresurarse para alcanzarla y tomarla de la mano.

Puede que al principio no lo pensara, pero ahora podía admitirlo... Alicia era la chica perfecta para su hermano. Ella sabía manejar el carácter de Damon y conseguía lo que quería.

Alzó una ceja cuando Damon la hizo girar para darle un beso. La pareja se tomó un momento para redescubrirse antes de que Damon lo mirara y alzara una ceja también. Michael ladeó la cabeza y se encogió de hombros, resistiendo la urgencia de llamarlos. Como presintiendo lo que Michael estaba pensando, Damon abrazó más fuerte a Alicia y la atrajo hacia las sombras.

Michael sacudió la cabeza y se permitió que una mueca cruzara su rostro antes de voltearse con la idea de volver a entrar. Se detuvo en la mitad de un paso cuando sintió que la pasión de Tabatha y Kane subía en el interior del edificio.

—Ya fue —musitó y dirigió su atención hacia los altos edificios alrededor del club renovado.

Rotó los hombros y el cuello, sintiendo de pronto una sobrecarga de energía acumulada en su interior. Su pensamientos fueron hacia Aurora y la pasión urgente que habían compartido cuando su caminos se cruzaron. Ella era una fuerza de la naturaleza que lo endurecía con solo una mirada. Cerró los ojos, visualizando sus dientes hundidos en ella mientras se unían... alimentándola mientras él tomaba su sangre.

El dulce gusto aún persistía en sus labios. Se los mojó con la lengua mientras lo sobrecogían las ansias de volver a saborearla. Quería... no, necesitaba adentrarse en ella mientras tomaba su sangre otra vez.

Michael abrió los ojos. Reconocía la adicción cuando la veía. Sacudiendo la cabeza, decidió que lo que realmente necesitaba era gastar un poco de esa energía que lo recorría tras haber tomado la caída sangre de Aurora. ¿Se le iría esa fiebre algún día o estaba condenado a anhelar por siempre el subidón de la primera vez que la probó?

Se alejó del borde de la azotea y deambuló por la ciudad en busca de algo... cualquier cosa que lo distrajera de la tentación. Había peleado para que Aurora lograra la libertad de Samuel, que tanto quería, y no iba a ocupar el lugar de Samuel como su amo.

Recordó el modo en que tomaba de la mano al que ella llamaba su hermano...el hermoso Skye. Era una suave unión de manos... inocente e infantil, no la pasión que le había mostrado a él. Él iba a permitirle sin reparos que tuviera el amor de su hermano y se mantendría ocupado mientras esperaba que ella volviera a él.

Mientras avanzaba por las calles, Michael empezó a detectar cada vez más demonios... los que salían al terminar el día y cazaban a las pobres almas que se aventuraban en la oscuridad. El impulso de pelear se apoderó de él; sonrió porque sabía que podía contribuir a que el mundo se librara de algunos demonios y tal vez eliminar un poco de esa agitación que sentía. Había encontrado su distracción.

Su orientación lo llevó a los barrios bajos y su aguda visión saltó de persona a persona, buscando la víctima perfecta, de modo muy similar a como los desalmados vampiros cazaban sus humanos de preferencia... Su blanco vivía más en el lado oscuro. En una esquina, encontró a un grupo de demonios de bajo nivel. En apariencia, lucían como una pandilla normal, y Michael no les perdió de vista mientras pasaba.

Antes de que se acercara, hacían ruido y se mostraban agitados, pero cuando acortó la distancia hicieron silencio. La comisura de sus labios se estiró en una mueca, como si les estuviera diciendo que sabía exactamente qué eran. Ni siquiera se molestó en voltearse cuando, a sus espaldas, oyó el sonido de pasos que se alejaban rápidamente. Quizás los demonios de bajo nivel eran más inteligentes de lo que él creía.

Al llegar a la siguiente intersección, Michael miró los edificios y las calles sucias, aún en la búsqueda. Estaba a punto de seguir camino, cuando sintió un pico de poder... un poder puro, dulce y peligroso. Sus ojos se entrecerraron cuando su olor atravesó sus sentidos y una sensación de vértigo nubló su cabeza. No era un gran poder, pero era lo suficientemente fuerte para despertar su deseo de aplastarlo.

El sonido de una campanilla hizo que se volteara, y sus ojos de amatista se detuvieron sobre la mujer que salía de la decadente licorería en la acera de enfrente. Tenía una camiseta sin mangas de cuero, una minifalda de encaje con transparencias, medias negras y unos tacones de aguja negros. Su cabello lucía una multitud de colores: verde neón, rosa, púrpura, negro y rubia.

Tomó una botella de la bolsa que llevaba y desenroscó la tapa. Inclinando la botella, tomó casi la mitad de su contenido de una sola vez y luego se limpió la boca con el dorso de la mano. Si bien parecía completamente humana, él podía ver la verdadera cara del demonio debajo de esa apariencia.

Michael relajó cuerpo y mente. La mayoría de los demonios que había encontrado en el pasado no tenían ni idea de lo que él era realmente... Lo más cercano a lo que llegaron fue a creer erróneamente que era un vampiro. Sintiendo que la falsa calma lo cubría, bajó a la calle.

La demonio giró la cabeza hacia él y sonrió usando la carne que había robado para tentar a su víctima. Michael sabía que había casos de demonios que se alimentaban de vampiros... Hasta Misery los había usado de ese modo.

—Buenas noches, hermoso —ronroneó la demonio batiendo sus largas pestañas.

Michael se acercó a ella y rozó su hombro izquierdo con el de él, caminando alrededor de ella mientras mantenía el contacto con su cuerpo.

—Vaya que son buenas —susurró Michael siguiendo el juego—. ¿Y tú quién eres?

—Quien tú quieras —respondió susurrando también.

—Quiero que seas tú —le dijo al oído mientras se acomodaba frente a ella. Dejó que una sonrisa mostrara sus colmillos, que lograban que él y sus hermanos fueran tomados por vampiros.

La demonio inclinó su cabeza y sonrió.

—Ya veo.

Michael asintió mientras relajaba su sonrisa.

—Claro que ves.

—Puedes llamarme Morgana. —Lo tomó del brazo con ambas manos, y empezaron a caminar hacia un viejo edificio de un piso al final de la calle.

Entraron, y Morgana cerró la puerta. Michael dio una mirada al espacio abierto y tomó nota mental de la cantidad de cuerpos que había. El lugar apestaba de sangre vieja y putrefacción... Adecuado para la demonio comedora de carne que se aferraba a su antebrazo.

—¿Te gusta mi casa? —susurró Morgana y lanzó una risita mientras se giraba para apreciar su obra.

Michael se encogió de hombros.

—Se verá mejor cuando tu cadáver esté junto a los otros.

Se agachó justo a tiempo para evitar las repentinas y largas garras de Morgana que trataban de separarle la cabeza del resto del cuerpo. Girando su torso, Michael arremetió con el codo contra su abdomen, lo que hizo que ella se doblara. Su puño se elevó y le pegó a Morgana en la nariz tan fuerte como para arrojarla hacia atrás.