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DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS
DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS
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DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS

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_Ven acа, chico, ?t? no eres…?

No la dejе terminar, sal? de all? haciendo piruetas, muecas y moner?as a pesar de que llamaba la atenciоn de muchos.

A?n hoy me queda la duda de si ella era una agente civil de la polic?a o una de las antecesoras de las actuales jineteras, lo cierto es que yo no ten?a ni tiempo ni agallas para averiguarlo en aquel momento. Supongo que me creer?a un loco. Por mi parte, del susto, sal? corriendo y por poco llego a Guanabo. Hab?a recibido otra lecciоn que me llamaba a cuidarme mаs, lo mismo de otros p?caros como yo, que de agentes policiales encubiertos.

Sub? a uno de los оmnibus y me quedе dormido hasta que montaron todos, me echе el pullover sobre la cara y as? me mantuve hasta llegar a la Lenin. Por los altavoces Argelita Fragoso cantaba repetidamente la canciоn tema del Festival y yo un poco desanimado decid? guardar mis fuerzas para el acto de inauguraciоn del prоximo d?a y me acostе temprano. Acostarse temprano en un albergue repleto de gente con аnimo de fiesta es una estupidez, de eso me percatе apenas subiо la mayor?a de mis compa?eros y empezaron a cantar, a hacer chistes y re?r.

Un nica verdadero se me acercо a pedirme fоsforos y estuvimos conversando de la guerra. Era de Masaya y hab?a venido casi directo de la guerrilla para acа, ten?a unas ganas locas de divertirse, ma?ana tendremos plаticas de Revoluciоn, me dec?a, pero ahora huevоn vamos a ponernos las pilas. Esa noche probе por vez primera el Flor de Ca?a, aguardiente, y con una buena dosis de еl en vena sal? a acompa?arlo. Afuera ya se ve?an parejas romanceando, ?ves mano?, vamos nosotros tambiеn a buscarnos unas chulitas.

Alrededor de los restos, todav?a humeantes de una fogata que debiо ser enorme, nos sentamos a despachar la botella El nica, Eusebio, era todo ojos y todo o?dos, parec?a un radar, un verdadero guerrillero o un cazador profesional.

_ ?Ves? Esas que estаn ah? son rumanas y aquellas b?lgaras.

Me sorprend? enormemente con su conocimiento, еl se percatо de ello y me explicо.

_Aqu? donde me ves, soy a lo mejor medio guerrillero, pero compa entero y entero tambiеn Licenciado en Econom?a Pol?tica. Yo estudiе en la Sоviet, me mandо el Frente Sandinista antes de que empezara la ofensiva grande.

_Compadre vamos para allа entonces, si usted es un traductor ca?do del cielo, vamos a ligarlas_ le dije envalentonado por el alcohol.

_Suave, compa, suave. T? me dijiste que eras colombiano, les diremos a ellas que somos mexicanos, para no tener que estar en la vaina esa de hablar de la guerra y otras mierdas ahora. Pero f?jate, vamos a tantear primero a las rumanas que son mejores hembras y mаs calenticas que las b?lgaras.

_ ?Y t? hablas rumano tambiеn?

_No, compa les hablarе en ruso. En esos pa?ses casi todos hablan el ruso bastante bien, se lo ense?an en las escuelas. Mira, aquella pelicolorada, s?, la del short azul, si cuadramos algo es la m?a ?Vale?

_Dale, que pa? luego es tarde.

De Rumania lo ?nico significativo que conoc?a era la participaciоn de Nadia Comaneci en las Olimp?adas de Montreal dos a?os atrаs, as? que mencionаndola y tambiеn un poco de Ceauchescu jarachо me defend?a. Por suerte las chicas sacaron a colaciоn el tema de la m?sica, y hablando de Boney M y los Bee Gees Eusebio se dio gusto parlando paruski.

Me tocо una trigue?ita flaca, muy bonita, pero que hubiera pasado sin muchos problemas por cubana, o por espa?ola. Fue la primera carne extranjera que probе y no estuvo nada mal. Gracias al Flor de Ca?a me portе como era debido y fornicamos de lo lindo en unos arbustos de los alrededores de la escuela. Marina se llamaba, o se llama.

Para mi desgracia, o mi suerte, en los primeros ajetreos mi viejo pitusa se descosiо por el fondillo. Del desconsuelo me sacо mi compa?era que prometiо ayudarme y para cumplir su promesa me regalо un Wrangel azul nuevecito que me quedо que ni pintado. Me sent?a el hombre mаs feliz del mundo, y ten?a razones para estar rebosante de alegr?a, en apenas una hora me hab?a merendado una ni?a que era un caramelo y de contra me hab?a obsequiado un pitusa, con la falta que me hac?a. Como agradecimiento le espantе un beso largo, el mаs largo que he dado en mi vida, por lo menos veinte minutos estuvimos trenzando nuestras lenguas. La madrugada se nos gastо tan rаpido o el amanecer la fue empujando con el mismo ritmo con que nosotros mov?amos las cinturas, que por poco nos coge el sol en aquellos menesteres.

Eusebio ni atrаs ni alante me dejо tirarme aunque fuera media horita en la litera. Ni modo, compa me dec?a despuеs el cuerpo te coge matunguera y no vas a poder dar ni un paso. Vamos a coger los buses que ya estаn pitando.

Y as?, como dos zombies, recorrimos calles, museos y plazas de la Habana. Yo me hac?a el extranjero, aunque a ciencia cierta era un extranjero nacional en aquella ciudad y me sorprend?a de cosas y casas. De la Habana Vieja el nica me comentо bajito que luc?a peor que Managua despuеs del terremoto.

Nuestros gu?as, incansables y entusiastas militantes de la UJC, nos permitieron dispersarnos con la promesa de rencontrarnos en un par de horas en el Parque Central, para de all? volver a la Lenin a almorzar y al rato partir de nuevo hacia el Estadio Latinoamericano para la gala inaugural.

La ciudad era para m? tan desconocida como para Eusebio, as? que preguntando por aqu? y por allа llegamos hasta la Avenida del Puerto. Yo me quejе de las aguas tan sucias de la bah?a y el nica me espetо sorprendido.

_ ?T? nunca has viajada en barco? Todos los puertos de todos los pa?ses son iguales.

Me di cuenta que ten?a que interiorizar mаs mi papel de extranjero o me ver?a en apuros en cualquier momento. La compa??a del socio me resultaba agradable y hasta me hac?a sentir mаs seguro, pero ten?a que zafarme de еl para asumir el rol de аrabe, de lo contrario mis propias credenciales me iban a delatar. Deambulando entre kioscos y tarimas donde tocaban grupos musicales, logrе, mientras Eusebio tiraba un pasillo con una mulata colosal, mejor dicho culosal, alejarme de еl con el pretexto de comprar cigarros y me perd? de todo aquello. Montе en una guagua de la ruta 27 que dec?a en el cartelito que iba para el Cerro y como sab?a que el estadio Latinoamericano estaba por allа decid? rondar por sus alrededores hasta la hora de la inauguraciоn.

El acto fue maravilloso, lleno de colorido, m?sica y alegr?a. Yo por supuesto no desfilе con ninguna delegaciоn, me met? entre el p?blico a vacilar todo aquello, las coreograf?as, la pizarra humana, los fuegos artificiales, la actuaciоn de Los Van Van e Irakere.

Al otro d?a, como no ten?a interеs alguno de participar en las comisiones de trabajo, ni en las plenarias me un? a un grupo que iba para el Parque Lenin. Еramos representantes de varios pa?ses y entre ellos iba mi rumanita. Para ella fue muy natural verme con mi nuevo pitusa, pero yo estaba loco porque me lo celebrara, ten?a tanta alegr?a y orgullo que como se dice no me cab?a en el culo ni un alpiste.

Tomamos un par de caballos y nos perdimos por unos trillos perfumados en un bosquecito de eucaliptos y ocujes hasta que llegamos a la orilla de una represa que me pareciо gigantesca. Con muchas se?as y algunas palabras farfulladas por ella en espa?ol y otras que yo masticaba en inglеs logramos establecer un cоdigo de comunicaciоn bastante efectivo. Enseguida entendiо que quer?a ba?arme con ella y asintiо. Me acordе de Bety y del Plomo y me re? de aquella noche en la presa. Mi chica me observaba en silencio, preguntо cоmo se llamaban las curiosas elevaciones que se distingu?an a lo lejos y le contestе que Tetas de Managua y mientras ella las observaba en la lejan?a yo quer?a morder las suyas tan cercanas. Por pudor nos metimos en el agua con calzoncillo y bl?mer, pero en cuanto nos manoseamos un poco y la sangre comenzо a hervir los arrojamos a la orilla con desesperaciоn. La carguе a horcajadas y de pronto sent? perderme en un infinito azul de tibias emociones.

Absortos en el gozo nos retrasamos y por supuesto perdimos las guaguas. Vimos un grupo de extranjeros a lo lejos e intentamos unirnos a ellos, pero cuando descubr? que entre ellos se encontraban algunos аrabes, tomе a Marina de la mano y salimos corriendo de all?, despuеs de dar mil vueltas y de caminar como unos caballos logramos montar en una ruta 31 y fuimos hasta la V?bora desde donde continuamos viaje a la Lenin en otra ruta. Mi desconocimiento de la zona nos llevо a un recorrido rid?culo, pues el Parque y la escuela Lenin son casi vecinos.

Eusebio me echо una cojonera del carajo al llegar.

_ ?Mira que vos sos arrecho! Me abandonaste compa, me abandonaste.

Le contе lo sucedido y el resto de los d?as Marina, еl, su chica rumana llamada Renata y yo formamos un cuarteto inseparable. Hicimos muchas promesas de escribirnos y todo eso que se planea cuando se establece una relaciоn en esas circunstancias y que uno sabe a ciencia cierta que no se van a cumplir. Aun as?, a pesar de nuestro estrecho roce, dos o tres noches me las agenciе para escaparme un rato y establecer relaciones con mexicanos, canadienses, chicanos, argentinos, italianos y el Copоn Bendito. Con artima?as, trucos y mucha labia e imaginaciоn logrе reunir un pulovito por aqu?, un jean usado por allа, una cotona por acа y algunos que otros dоlares, francos, liras, soles, bol?vares y pesetas.Marina me dejо de recuerdo un radiecito portаtil que era una maravilla.

Lo triste, realmente triste, fue la partida. Con el cuento de que deb?a quedarme una semana mаs en Cuba por situaciones con los pasajes, los pude despedir a todos y ganas no me faltaron de llorar, lo juro.

Tambiеn por poco lloro una semana despuеs cuando fui al puerto a despedir a Bety. Fue de las ?ltimas en abordar el “Ucrania”, una motonave viejuca, pero impresionante todav?a por sus dimensiones y su albor. Me estuvo diciendo adiоs y tirando besos hasta que el buque se perdiо tras las murallas del Morro.

Quedе abatido y desamparado. Ya hab?an cerrado los albergues, todos los delegados hab?an partido de regreso a sus pa?ses y me vi en la calle y sin llav?n. Ir a pasar unos d?as en casa del t?o Alfredo en Bauta no me causaba mucha gracia, volver a mi pueblo a cargar las bater?as para retornar con nuevos br?os y recursos a la Habana tampoco me atra?a. Hasta pensе en regresar a los brazos de mi mulata santiaguera y pedirle perdоn, mas mi destino ya estaba marcado y tambiеn desechе aquella opciоn.

Las primeras noches dorm? en los bancos de las terminales de оmnibus y trenes. Sentirme acompa?ado por las decenas de personas que habitualmente hacen noche all? me daba mаs confianza. Por el d?a deambulaba por el Vedado o la Habana Vieja, conociendo los barrios y tratando de establecer alguna relaciоn que me resultara de utilidad. A pesar de que el pelo, por no cuidarlo hab?a vuelto a tornarse rizoso, ve?a con agrado como muchos me observaban largamente debido a mi semejanza con el trovador.

Una tarde, la del 19 de agosto de 1978, nunca la podrе olvidar. Mientras descansaba en un banco del Parque de la Fraternidad la tortura hirviente de mis pies y trataba de aclarar la enredadera de mis pensamientos me quedе mirando a un viejito, que con dos pesadas jabas caminaba casi frente a m?. Su cansancio era evidente, cada diez o doce pasos ten?a que bajar la carga para tomar un respiro, aparentaba unos ochenta a?os. Me colguе la mochila a la espalda y le ofrec? ayuda, me mirо con ojos gastados a travеs de unos espejuelos culo de botella con un semblante realmente lastimoso.

_ ?Va muy lejos, abuelo, quiere que lo ayude?

_ ?Ehhh?

Ahora s?, me dije, aparte de ciego, sordo tambiеn, a este lo que le queda es si acaso una afeitada. Le gritе mаs alto y me dio su consentimiento con una voz apagadita.

Viv?a a unas cuatro cuadras de all?, en Obrap?a, casi al fondo de la Zaragozana. Su domicilio era apenas un cuarto con barbacoa, un ba?ito min?sculo y una cocinitica. El reguero y la suciedad que encontrе eran de tres pares de timbales. Me contо farfullando que se llamaba Simоn, ten?a setentaiocho a?os, estaba solo desde que se le muriо la vieja hac?a tres a?os, le hab?an extirpado un ri?оn y un pulmоn, no ten?a hijos y estaba pasando mаs trabajo que un cochino a soga.

Por mi parte le dije que era huеrfano desde peque?o, que hab?a tenido una mujercita, pero que muriо en el parto de nuestro primer hijo, que estaba destruido emocionalmente y que por eso hab?a abandonado mi pueblo, huyendo de los fantasmas del pasado, que ahora andaba errante y sin punto fijo donde vivir. A pesar de todas sus desgracias el viejito no hab?a perdido su sentido del humor y cuando hubo descansado un poco me agasajо con un cafе reciеn colado que me supo a gloria y mientras se le iluminaba el rostro con una p?cara sonrisa me dijo.

_ T? y yo somos como una tuerca y un tornillo, cada uno por su lado no servimos para nada ?Por quе no te quedas a vivir aqu? un tiempo? As? me ayudas y te ayudo.

Vi los cielos abiertos con su proposiciоn, pero para darme aires de honesto y desinteresado comencе por rechazarle la oferta. Tanto me dio el viejo hasta que por fin le dije.

_Vamos a probar. Yo no soy muy buen cocinero y como amo de casa nunca me he probado, as? que usted que tiene mаs experiencia, sus gustos y resabios me va diciendo lo que le gusta y lo que no, hasta ver si la cosa funciona.

Fue incre?ble la cantidad de trastos y cacharros que saquе con la primera limpieza que hice en aquel cuartucho: botellas vac?as por docenas, trapos, revistas, zapatos sin parejas, un tibor lleno de huecos, ollas de hierro y aluminio tiznadas, requemadas, latas oxidadas y mil cosas mаs. Despuеs consegu? una tanqueta de lechada y le met? dos manos de pintura a las paredes, destup? los ca?os, remendе la puerta, asegurе escalones, desinfectе el piso, cambiе bombillos por lаmparas de luz fr?a. Al cabo de una semana los pocos vecinos que lo visitaban miraban sorprendidos cоmo hab?a cambiado aquello desde que vino a vivir con Simоn su sobrino.

Fui a visitar a mi madre y abuela a las que encontrе bien de salud pero preocupadas por mi larga ausencia, las tranquilicе como pude y regresе con los documentos necesarios para instalarme en la Habana. Tan buena era mi suerte que a la vecina nuestra por el lado derecho, la del final del pasillo le dio un patat?s y guardо el carro. El mismo Simоn se encargо de hacer la solicitud del cuarto, ahora vac?o, por colindancia y al cabo de un mes se lo autorizaron. Abr? una puerta de comunicaciоn en la pared que los separaba y nos vimos en posesiоn de un local bastante bien conservado. Los funcionarios de Vivienda se llevaron todo lo servible que encontraron all? para entregarlo a otros casos sociales, por lo que entonces nos sobraba espacio o nos faltaban muebles que es lo mismo.

Simоn con mis cuidados se restableciо bastante y hasta engordо un par de libritas, le mandе a hacer nuevos espejuelos y personalmente le curaba las f?stulas en su espalda. Cuando le estaba tomando cari?o se muriо. Amaneciо un d?a tiesecito y frio, infarto del miocardio.

Apenas tuve los papeles de la vivienda a mi nombre pensе mudarme de all?, pero la envidiable posiciоn del lugar me hizo desistir de la idea y empecе entonces a buscar trabajo. Encontrar una pincha suave, que tenga buen salario y donde se puedan resolver cositas extras no es fаcil, de eso me di cuenta cuando me met? casi tres meses buscаndola y no apareciо. Ya los fonditos que hab?a tra?do de la casa y los pocos pesos que dejо Simоn debajo de una colchoneta se hab?an esfumado o mаs bien fumado. A diario hac?a un par de pesos vendiendo hielo a otros vecinos que no ten?an refrigerador, pero aquello no satisfac?a mis aspiraciones.

Un vecino me propuso vender ron, otro carne de res, otra cemento de una micro brigada, pero ten?a terror de que me sorprendieran in fraganti en aquellas ilegalidades y fuera a parar a la cаrcel, de esa siempre me cuidе. Por fin recalе de operador de una mаquina conformadora de plаstico con un merolico que fabricaba argollas, aretes, hebillas de pelo, pozuelos, peines y mil baratijas mаs. Aparte de recibir diariamente veinte pesos de salario pod?a llevarme alguito, que luego vend?a por mi cuenta, por lo tanto en general escapaba con unos treintaicinco o cuarenta pesos cada d?a. Una verdadera fortuna para la еpoca.

Ahorrando al mаximo al cabo de tres meses ten?a ya casi cuatro mil cabillas, que dos meses despuеs ascend?an a doce mil. Tuve la suerte ademаs de que me sorprendiera en la Habana el alboroto de las salidas masivas para los Estados Unidos por el Mariel. Un hermano de mi patrоn era cantinero de una de las villas tur?sticas de Guanabo, creo que de Playa Hermosa y lo o? diciendo que necesitaban un ayudante de cocinero contratado para darle servicio a los tripulantes de las miles de embarcaciones recaladas en el puerto. Enseguida me ofrec?, quе t?tulo ni un carajo, le dije, a ti lo que te hace falta es un cocinero y ese soy yo. Su hermano logrо convencerlo de que yo era responsable y trabajador y me aceptо.

Dos d?as despuеs estaba balanceando mi mareo inicial en un barco langostero, uno no, dos barcos unidos por fuertes cabos trenzados, que fondearon en el centro del puerto y que fung?an como аrea de venta. Con la mentalidad de hoy all? hubiera hecho un pan, pero en aquel entonces si te cog?an con un dоlar en el bolsillo, aunque fuera con uno solito te buscabas una salaciоn. De todas maneras siempre pude escapar como se dice, baste decir que a diario, despuеs del cuadre entregаbamos mаs de cinco mil fulas, aparte de dos mil o tres mil pesos cubanos, s?, porque los que hac?an su segundo o tercer viaje yo no sе cоmo se las arreglaban para andar con dinero nacional.

Lo menos que yo hice fue cocinar, parrillaba langostas, camarones y bistecs de res y cochino. Pollo se vend?a bastante, lo mismo crudo que frito. Otra cosa que compraban mucho, yo dir?a que lo que mаs compraban era ron Havana Club, me imagino que para despuеs revenderlo en la Yuma y tambiеn cocos, panes galletas. Aquello era una locura, ni por las noches ten?amos descanso. Yo pude salir si acaso unas seis veces a la casa a dormir un rato, entonces era cuando aprovechaba y escondidos dentro de unas pi?as, que calaba previamente por debajo, sacaba mis fajitos de dоlares y pesos. En ese tiempo un dоlar se vend?a en bolsa negra a cuatro o cinco pesos.

Yo me pasе la mayor parte de ese tiempo, casi dos meses, prаcticamente anestesiado, me met?a una botella y pico de ron al d?a y no era tanto por el gusto de tomar por tomar, sino para aliviar el cansancio. All? perfeccionе un poco mi inglеs, porque aunque casi todos los clientes eran cubanos yo aprovechaba para sacar guara con ellos y les preguntaba el nombre de las cosas que compraban, y cоmo se dice esto y cоmo se dice lo otro. Aquello era un para?so mar?timo, nunca podrе olvidar aquel tiempo. Los que si dicen que tuvieron que mamаrsela como el chivo eran los escorias que se iban. Los ten?an concentrados en unas аreas grandes alambradas y dicen que las pi?aceras que all? se formaban eran del carajo pa’lante. Por una caja de cigarros se llegо a pagar all? hasta cien pesos. Yo conozco gente, de los vecinos del lugar, que se hicieron prаcticamente ricos en un par de meses revendiendo cosas.

Cuando se acabо todo me met? casi una semana durmiendo, me levantaba nada mаs que a comer y a mear. Estaba prieto que parec?a un carbоn.

De inmediato con los fondos ingresados me dediquе a poner cuqui el apartamento, arreglе y pintе las puertas, paredes y ventanas, comprе manteles, cortinas, una nueva tasa sanitaria y un lavamanos, tambiеn una cocinita de gas, un aire acondicionado y un televisor Caribe new paquet.

Me quedaba una buena porciоn de dinero todav?a y aspiraba en breve a comprarme una moto Riga, que no ser?a gran cosa, pero gastaban poca gasolina y serv?an para moverte a cualquier lugar. Eso era lo que pensaba, pero no sе porque a m?, y me imagino que a todo el mundo le pase igual, siempre que tengo un proyecto casi cuadrado en la mente se me va al piso. Cuando yo digo que el Destino es lo mаs grande del mundo.

Hab?a ido una tarde a ver una pel?cula cubana que estrenaban en el cercano cine “Payret” y cuando salgo de all?, ven?a con la vista gacha encendiendo un cigarro y miro para el frente del Capitolio veo una gente conocida. El corazоn me dio un brinco, no pod?a ser. Agucе la mirada y aun as? me parec?a que estaba so?ando. Mis pies, creo que sin que el cerebro se lo ordenase ya me estaban acercando a ella. No me hab?a visto y cuando le hablе, bajito por la duda de estar equivocado, la voz me saliо gruesa y era por el nerviosismo

_ ??Bety?!

Se volviо poniеndose al mismo tiempo las manos en la cabeza.

_Pero Rey, si t? me has ca?do del cielo, mi Patico_ y al momento comenzо a llorar emocionada.

S?, era mi Bety, la rubita alocada de aquellas noches camag?eyanas.

_Pero muchacha, ?quе t? haces aqu?? Yo te hac?a en Rusia ?Cаlmate! Ven, vamos a conversar.

Sentados en la escalinata del Capitolio me pasо todo el casete. Cuando abordо el barco para Odesa deb?a haber ca?do con la menstruaciоn desde una semana antes, pero no le dio mucha importancia al asunto pensando que el nerviosismo por el viaje era el culpable del atraso. Le ayudо a corroborar la idea de que no estaba embarazada, el hecho de que fue una de las que menos vomitо a causa de los mareos en el viaje, que dice que entre hembras y varones hizo estragos debido al mal tiempo que los acompa?о.

Llegaron a Odesa despuеs de veinti?n d?as de navegaciоn y nada de regla, llegaron a Tula la ciudad donde iban a estudiar y nada, pasо otro mes y empezо a preocuparse seriamente, pero no fue al mеdico. Me contо que allа los servicios de salud eran un desastre, olv?date de lo que publican en Sp?tnik, me dijo que aquello hab?a que verlo para creerlo. En definitiva cuando fue y le corroboraron que ten?a casi tres meses y que no se lo pod?an sacar decidiо continuar fingiendo, pues sab?a que estaba prohibido estrictamente a las estudiantes salir embarazadas. Se le ocurriо ponerse una faja y como estaban a fines de oto?o y en el invierno los largos y gruesos abrigos que deb?an usar le escondieron la barriga pudo seguir ocultando el hecho hasta que ya en febrero, con siete meses, la bomba explotо. Se enterо el representante de los alumnos, despuеs el jefe de la oficina, luego otro funcionario de la embajada, hasta que decidieron enviarla de regreso a Cuba.

La madre, que hab?a sido informada de todo, le prohibiо viajar en aquel estado a Camag?ey para evitar el quе dirаn de los vecinos y la pena, y le ordenо quedarse en la capital en casa de una t?a hasta que pariera y despuеs ver quе soluciоn se le daba a todo. Ahora el bebе ten?a un a?o y tres meses de nacido. Mi bebе, as? me lo hizo saber, jurо y perjurо que desde que Ricardo la dejо por la profesora en marzo del a?o anterior sоlo hab?a tenido relaciones sexuales conmigo. Ademаs el cаlculo que hicimos de los nueve meses de embarazo y la edad del ni?o coincid?a totalmente. Se parece a ti, deja que lo veas, me dijo riendo emocionada.

Realmente la noticia lejos de asustarme me alegrо, quer?a poner en orden mi vida y ahora recibir as? de sopetоn, a m? que extra?amente llevaba una vida sexual demasiado pac?fica, a un hijo ya nacido y una esposa joven y bonita me pareciо en verdad un regalo de Dios. Ah? mismo se lo hice saber, que lo asum?a todo, que se considerara casada informalmente hasta que lo hiciеramos ante un notario. Me dio mucha lаstima cuando me contо la cantidad de veces que hab?a so?ado con este encuentro, para mаs desgracia hab?a perdido mi direcciоn y no imaginaba siquiera como podr?a localizarme. Un poco apenaba me comentо que al ni?o le hab?a puesto mi nombre. Me atrev? y la besе levemente, pero ella, parece que por la emociоn y tanta desesperaciоn acumulada respondiо con una succiоn prolongada que casi me deja sin aliento.

No sal?a de su asombro, dec?a que nuestro reencuentro era milagroso, pues aquella era la primera vez que hac?a el viaje al centro de la Habana despuеs del parto y no imaginaba ya tener la mаs remota posibilidad de hallarme.

La llevе de inmediato a conocer su futura casa y le encantо. No cesaba de alabarme por mi suerte y yo le promet? formalmente que mi suerte era la suya. Hicimos el amor apasionadamente, solo que reprimiendo los deseos de gritar, pues a?n no hab?a oscurecido y muchos vecinos rondaban por el pasillo del solar. Esa misma noche en un taxi fuimos hasta Boyeros, donde estaba viviendo y regresamos con el ni?o y todas sus pertenencias.

Pronto el chiquillo, que como era un Rey peque?o le dec?a Pr?ncipe, se acostumbrо a m? y comenzо a llenarme de emociones, caricias y tibias meadas diurnas y nocturnas. Mаs trabajo pasо Bety para acostumbrarse al solar, le molestaba la m?sica alta casi a todas horas, los frecuentes toques de tambor, el ruido del dominо, el orine de los perros en el pasillo. En fin que lo que hab?a comenzado como un nido de paz y armon?a poco a poco se fue convirtiendo en un caos. Se enemistо con varios vecinos que conmigo se llevaban mamey y me vi obligado a hacer de аrbitro en unas cuantas discusiones. No sе si por eso le cogieron ojeriza y empezо a sentirse mal, mareos, dolores de cabeza, nerviosismo y todo se lo achacaba a la brujer?a.

_Eso es un polvo que recog?, Rey, no seas bobo muchacho, si yo nunca me hab?a sentido nada de esto.

Le entrо entonces la locura de permutar y empezamos a o?r proposiciones. Quer?a irse para Alamar, pero a m? aquello no me gustaba, le propuse buscar algo en Boyeros, cerca de su pariente y me respondiо que ni loca. Decidimos hasta tanto apareciera algo que colmara nuestros gustos en com?n dar un viaje desestresante a Camag?ey, a pasar unos d?as entre los suyos y aprovechе la ocasiоn para montar por primera vez en aviоn, un YAK-40 que en cuarenta minutos nos llevо a la tierra de los tinajones. Miles de a?oranzas recorrieron al trote mi mente mientras ve?a desde el aire los contornos de la vieja ciudad ?Dоnde estar?an a estas horas Ricardo, el Plomo, Fide y todos los demаs? ?Estar?a a?n en la Universidad Layanta Palipana,el que me comprо la guitarra? Me promet? que si me quedaba tiempo pasar?a por allа.

Sin embargo a los tres o cuatro d?as de estar all? me entrо un culillo por regresar a la Habana que no se me quitaba ni atrаs ni alante. Bety, que se recuperaba visiblemente de sus malestares no quiso volver tan pronto de ninguna manera, por lo que agarrе mi vieja mochila y sal? para la terminal de оmnibus.

Las cosas buenas y malas se van turnando en la vida de las personas igual que la luz y la oscuridad, la salud y la enfermedad. Siempre andan unas disputаndole el puesto a las otras, as? le pasо a mi bonanza. El culillo que ten?a era una premoniciоn, algo que me alertaba. Cuando lleguе al comienzo de la cuadra donde viv?a me percatе de que algo andaba mal, todav?a algunos curiosos, de los tantos transe?ntes que a diario circulan por all?, se deten?an frente a la puerta de acceso a la escalera del solar.

No me dejaron llegar, enseguida dos o tres vecinos se acercaron a m? para contarme y consolarme. Nadie sab?a aun cоmo ocurriо todo, sоlo estaban claros de que la fuerza del fuego fue descomunal, ademаs de mi cuarto se quemaron otros dos, la vieja Hortensia sufriо lesiones muy serias. A m? con la noticia me entrо una flojera en las piernas que me hizo caer de nalgas en la acera, mi mirada quedо fija en un punto indefinido del espacio mientras en la mente trataba de hacer un cаlculo del valor de las pеrdidas. All? no quedо nada, me hab?an dicho, ni subas. Por lo pronto pensaba en el fr?o, el televisor y el aire acondicionado, pero tambiеn en la cocina, la ropa, el radiecito de Mariana y mаs que todo en unos siete mil pesos que dejе guardados en el escaparate, y mаs a?n en la propia casa ?Dоnde iba a vivir ahora, cоmo recibir?a Bety aquella noticia? ?Ser?a esto tambiеn parte del polvazo que le hab?an echado, seg?n ella? Brujer?a, casualidad o el Destino, lo cierto era que quedaba nuevamente con una mano adelante y la otra atrаs.

Logrе, despuеs de mucho insistir, que me dejaran subir para inspeccionar los da?os. La realidad superaba todo lo que hab?a imaginado: las puertas estaban convertidas en cenizas, las paredes interiores y todo el maderaje de la barbacoa hechas mierda, las losas del piso se hab?an cuarteado seg?n pude ver entre los carbones, el techo perdiо el estuco y en varias partes afloraban las cabillas desnudas y renegridas. De los muebles no pude discernir rastro alguno entre tanta carbonizaciоn. Cuando vine a darme cuenta me dol?an los labios de tan fuerte que mis dientes los oprim?an, al tiempo que dos gruesos lagrimones me rodaban por la cara. Ruina total, desamparo, desgracia, desgracia, repet?a para m?, de pronto me sent? halado por un brazo. Era Margarita la vecina mаs vieja del solar, la matrona, a la que todos acud?amos en busca de consejo o de consuelo, cuyo cuarto milagrosamente hab?a quedado intacto. Me llevо hasta allа y me hizo tomar una taza de tilo, cuando me notо un poco mаs calmado me ofreciо entonces un vaso de ron bien lleno.

_ ?Bеbetelo, cojones! y alеgrense de no haber estado ustedes esa noche ah?. La vida es lo que vale, dale, bеbetelo y p?deles a los santos para que te den achе. Hoy por la ma?ana estuvieron aqu? las gentes de la Reforma Urbana, estаn averiguando en quе albergue los pueden meter, y no te preocupes, ?eh!, que en la calle no se van a quedar.

Mi vida, que sin aquel siniestro se hubiera enrumbado totalmente distinto, tuvo un vuelco. Me sent? de pronto desdichado, v?ctima de un castigo inmerecido, pues no consideraba tan graves mis pecados y maldades para recibir tama?o ensa?amiento ?Cоmo iba a afrontar ahora la crianza de mi hijo? ?Cоmo recuperar todo lo perdido? Despuеs del segundo vaso de ron las defensas de mi organismo se desactivaron y me entrо un sue?o incontrolable. Margarita vio mis largos bostezos y me hizo subir a su barbacoa para que descansara un rato. Dorm? mаs de diez horas de un tirоn.

Los trаmites con los funcionarios de Vivienda fueron largos y las explicaciones que me daban me dejaron horrorizado. Exist?an cientos de casos de albergados en el municipio, unos por derrumbes, otros por incendios, otros de casos sociales formados por n?cleos familiares numerosos. Con buena suerte, me dijeron, en seis o siete a?os podr?an darme una nueva vivienda. Me recomendaron mucha paciencia, les di un listado con la relaciоn de los bienes perdidos y prometieron poco a poco irnos entregando algunas cosas.

Le escrib? a Bety contаndole en detalle todo lo sucedido y le promet? que en cuanto estuviera instalado en el albergue los ir?a a buscar. Realmente pude ir por ellos tres meses despuеs.

Nos ubicaron en el local de una desvencijada posada que hab?an convertido en Casa de Trаnsito en el municipio Cerro, pues todas las capacidades de la Habana Vieja estaban ocupadas. Era una habitaciоn sencilla, de apenas diez metros cuadrados, sin ba?o, ni cocina propios, con la ventana pidiendo a gritos una reparaciоn y las paredes clamando por un poco de pintura que borrara las obscenidades escritas en ellas: Aqui Mayito le partiо el bollo a Mayda,12-5-71.Con Norma una noche echamo cinco palo.Luis y Norma.30-3-70…

Si en el solar, que comparado con aquello era un palacio, Bety se sent?a mal, en el albergue se puso a punto de la locura. El Pr?ncipe no ten?a donde jugar, los pasillos nadie los limpiaba y las moscas y la mierda de perro hac?an olas, cosa que una Capricornio como ella, tan asidua del orden y la limpieza no pod?a soportar.

Hab?amos logrado reunir unos viejos trastos a los que llamаbamos muebles: una camita tres cuarto con el bastidor agоnico y una colchonetica llena de chichones que era un delirio, una cunita de medio palo, pero sin colchоn, por lo que el Pr?ncipe dorm?a encima de una frazada doblada; una silla coja, una mesita con las tablas atacadas por el comejеn. Dos ollas de aluminio abolladas y un cubo, junto a tres cucharas, un cuchillo y dos tenedores formaban nuestro ajuar culinario.

Cuando mi rubita se vio haciendo colas para cocinar en el ?nico fogоn colectivo existente o esperando largo rato para poderse dar una ducha en un ba?o que met?a miedo por la suciedad y cantidad de ranas y cucarachas que all? pululaban y mаs a?n cuando se enterо que hab?a familias que llevaban casi diez a?os en aquella situaciоn me dijo

_Decide, Rey ?te quedas aqu? solo o te vas conmigo y el ni?o para Camag?ey?

Ella dec?a Camag?ey, pero en realidad sus padres viv?an en Minas, a un cojonal de kilоmetros de la capital de la provincia. Aquello no era lo m?o y tozudo como siempre fui, aunque con tremendo dolor, le dije que me quedaba, que permanecer all? era la ?nica posibilidad que ten?amos de alg?n d?a volver a tener nuestra casita, que yo iba a hacer todo lo posible por ayudarla. Le ped? que no me abandonara, que se fuera un tiempo para la casa de su t?a en Boyeros, pero estaba choqueada, no entrо en razones. Tres d?as durо el tirijala hasta que no me quedо mаs remedio que acompa?arlos a tomar el tren. Ella se mord?a los labios y las lаgrimas iban bordeando la comisura de su boca hasta resbalar por la barbilla y caer sobre la blusa. El Pr?ncipe me llamaba a gritos. Estuve a punto de montarme con ellos y partir, pero no lo hice, continuе parado en el andеn, con unos temblores incontrolables, hasta mucho rato despuеs que el tren se hubiera perdido tras la curva de los elevados.

Cuando lleguе al albergue el encontronazo con aquel vac?o enorme que hallе me resultо mаs doloroso que el hecho mismo del incendio. Con el fuego perd? pertenencias materiales, ahora sent?a que con aquella partida perd?a un pedazo bien grande de mis amores. La nostalgia me durо semanas, vine a salir de ella cuando me vi flaco por el mal comer, sin un centavo en el bolsillo y sin tener para quien virarme a pedir ayuda. Si hubiera otro Mariel, pensaba, o algo parecido que me proporcionara un poco de dinero y que con este vinieran la tranquilidad y el bienestar, pero ni hubo mаs Marieles, ni mаs tranquilidad.

Entre los albergados mаs viejos se hab?a establecido un pacto sin palabras, sin actas, ni Por Cuantos de ayudarse mutuamente en su com?n desgracia y de esta forma, ni en los d?as mаs dif?ciles me acostе sin comerme aunque fuera un plato de sopa y as?, con el roce diario nos fuimos tomando confianza mutuamente y fueron llegando las primeras propuestas de vender esto o aquello en bolsa negra, de darle camino lo mismo a un pomo de ron, que a una caja de tabacos o unos pitusas.

Yo siempre hab?a pensado que lo mаs dif?cil que hay en la vida era hacer gаrgaras bocabajo, pero cuando me vi precisado a pulirla a diario en negocitos de tres por quilo, corriendo riesgos y siempre alebrestado y as? d?a tras d?a y semana tras semana, sin ver prаcticamente las ganancias, me di cuenta que estaba equivocado y que hasta el momento de ocurrir mi desgracia hab?a llevado una vida despreocupada y con bastante buena suerte.

Aunque supon?a que en el albergue algunos fumaban yerba, no lo puedo asegurar porque nunca nadie me la propuso, pero con certeza s? sab?a que se empastillaban y hasta yo me met? mis buenos pildorazos en d?as de aprieto para salir por un tiempo, aunque fuera mentalmente y enajenado de aquel tugurio. Al otro d?a amanec?a siempre con la boca reseca y amarga, los nervios de punta y una sensaciоn de estarme convirtiendo en una plasta de mierda. Una de esas noches de enajenaciоn, y bien volao me imagino, porque no recuerdo ni cоmo sucediо, le met? mano a Martica, una mulata cuarentona que todav?a dec?a veinte cosas. No sе ni cоmo ser?a la jugada aquella noche, porque en realidad vine a saber que la pasamos juntos cuando en la ma?ana la encontrе completamente en pelotas, acurrucada junto a m? en la cama, en su cama.

Con ella vino un poco de solvencia econоmica, pues ten?a un pariente minusvаlido que pagaba la patente para vender baratijas por cuenta propia y era ella quien fung?a de vendedora, trabajo por el que recib?a treinta pesos diarios. Alentado por aquella posibilidad corr? en busca de mi viejo empleador, el de la fabriquita de plаsticos, quien por suerte a?n segu?a en el negocio y le propuse que me diera en buen precio cierta cantidad de mercanc?a para venderla en la mesa de Martica. Sе que accediо a ayudarme porque me cogiо lаstima cuando le contе el rosario de mis calamidades, pero el caso fue que me dio una mano en un momento dif?cil.

El albergue fue para m? una gran escuela, all? supe de verdad lo que era la solidaridad y tambiеn la traiciоn, la alegr?a y la tristeza compartidas, la humildad y la ambiciоn. Todos los contrastes, todas las virtudes y defectos humanos habitaban all? con nosotros. Conoc? de celos, de amores rabiosos, de intrigas, de negocios sucios, de deslealtades, de ma?as y mara?as. Ante m? desfilaron, y casi siempre dejando huellas y recuerdos, hechos que jamаs hubiese siquiera so?ado que pod?an existir.

A Arnoldo, el hijo de Martica y a quien apenas si le llevaba dos a?os de edad, no le ca?a nada bien. El no disimulaba su malestar cuando nos ve?a juntos y hac?a hasta lo indecible por llevar la discusiоn a punto de bronca. La madre, que lo mismo que se gastaba en m? un cari?o inmenso, se mandaba tambiеn un genio espectacular, lograba calmarlo y terminaba pronto lo que estuviera haciendo para irnos un rato de all? y as? evitar algo mаs serio. El argumento que mаs bland?a el muchacho era que yo le estaba chuleando a su madre y que eso ning?n hombre que se considerara hombre a todas lo soportaba.

Cuando me enterе que el tipo me estaba preparando una cama para arrancаrmela decid? enfrentarlo, porque en aquel ambiente si te arratonas despuеs no levantas presiоn mаs nunca. Lo esperе hasta tarde en la entrada del albergue. Era pasada la media noche cuando doblо la esquina, me peguе cuanto pude a la pared y cuando lo tuve junto a m?, me le abalancе y tomе por las solapas. Le dije con rabia, masticando las palabras.

_Oye bien lo que te voy a decir ?cojones! Si hasta ahora te aguantе tus caritas y bravuconer?as fue por Marta, ?me o?ste? Pero ya me cansе, compadre_ lo sacud? fuerte_. Ve y busca un palo, un cuchillo, un machete, lo que te dе la gana y hasta puedes traer a un par de socios tuyos si quieres_ lo empujе con fuerza contra la pared_. Los voy a esperar, solito, en la l?nea del tren ?Dale, arranca!_, y lo volv? a empujar.

Nunca imaginе, aunque entraba en mis cаlculos, que aquello fuera a dar tan buen resultado. Es verdad que me la juguе todo a la ?ltima baraja, pero a partir de ese d?a nos dejо tranquilos.

Las cartas que en un inicio enviaba casi todas las semanas a Camag?ey se fueron haciendo mаs y mаs esporаdicas. Bety por un tiempo estuvo insistiendo en que me les uniera allа, pero ante mi negativa terminо por desilusionarse. Comenzо a trabajar en Nuevitas y se enamorо de su jefe, tuvo la sinceridad de dec?rmelo y como no hab?amos llegado a casarnos legalmente dimos el v?nculo por disuelto y aunque parezca extra?o, estaba tan envuelto en l?os, negocios y trajines que aquella noticia lejos de apesadumbrarme me alegrо. Me sent? libre de un compromiso que a ratos me quitaba el sue?o. Al Pr?ncipe siempre que ten?a un chance le pasaba un giro o le mandaba alg?n juguete o una cajita con cualquier bober?a que consiguiera.

A Martica por otro lado le tuve que sacar el pie pues cada d?a se embullaba mаs y mаs con nuestra relaciоn. Ten?a con ella deudas de gratitud inmensas, pero no era mi tipo, me llevaba casi quince a?os de edad, era muy alegre y compartidora, pero mal hablada, amiga del chisme y ?ltimamente se estaba poniendo muy celosa. Con gran alegr?a me enterе que le hab?a llegado el turno de recibir su nueva casa, un apartamento flamante en Alamar y le ayudе a hacer la mudada, pero para empezar a cumplir lo que hab?a prometido no me quedе en su nueva casa ni una sola noche a pesar de lo mucho que insistiо.

Libre tambiеn de esta atadura y ya con las riendas en mis manos de otros medios de subsistencia volv? a tener confianza en m? y me dije que hab?a llegado la hora de iniciar la segunda conquista de la Habana. Ten?a varias cosas a mi favor, ya conoc?a el ambiente del bajo mundo y bastante bien a la ciudad y sus recovecos, ten?a juventud y me consideraba con la experiencia suficiente para el empe?o que pensaba realizar y por ?ltimo, y esto es un poco de vanagloria, gozaba de una cultura, la que me hab?an proporcionado la lectura y los dos a?os en la Universidad, que no ten?an sino algunos escasos vecinos.

Pude comprar una guitarra y aunque ya no con el ?mpetu de a?os atrаs volv? a ratos a personificarme como Silvio. Lo hac?a sobre todo cuando deseaba sostener una relaciоn amorosa rаpida y fаcil, escog?a para esto lugares propicios, sobre todo en las cercan?as de las discotecas y cines de Playa, Marianao y la Lisa. Con el “Unicornio” y ”Supоn” logrе unos ligues sensacionales.

Siempre que dispon?a de tiempo me met?a en alguna biblioteca y se pasaban las horas prendido a cualquier buena lectura. Descubr? a Borges y a Bioy Casares, a Garc?a Mаrquez que segu?a asombrando al mundo, a Cortаzar y a Dostoievski. Al que nunca me pude disparar completo a pesar de su fama fue a Carpentier, demasiado saber, me exasperaba, prefer?a a Onelio Jorge y Loveira. Fue en la biblioteca precisamente donde me adentrе en el estudio del Cоdigo Civil y Penal, no tanto por mi aficiоn al Derecho, sino por conocer hasta donde tipificaban mis andanzas como delitos, para cuidarme y no meter la pata. As? supe la diferencia entre robo y hurto, entre enga?o y estafa, quе era la alevos?a y quе la premeditaciоn.

Pasе revista a mis ardides y tretas y me declarе inocente de haber cometido delitos mayores. Mucha gente, amigos verdaderos que tuve, me insistieron mucho para que cambiara mi forma de ser, me aconsejaron sinceramente que me pusiera a trabajar con el Estado, que a la larga me har?a falta un retiro, pero sacaba cuentas y mаs cuentas, me fajaba y discut?a conmigo mismo y nunca me di la aprobaciоn para el cambio.