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Diferencias Hombre Mujer
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Diferencias Hombre Mujer

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Pasados casi 20 años de esta primera fase del estudio se ha contactado con estos pequeños, para comprobar cuántos de ellos habían presentado síntomas del autismo, para lo cual se empleó un cuestionario estandarizado denominado A.Q. (Autism-Spectrum Quotient), para aquellos que no tenían ya un diagnóstico clínico de T.E.A. (Trastorno del Espectro Autista).

De todos ellos, se extrajeron los datos de ciento ochenta y tres varones, y ciento ochenta y nueve féminas, de los cuales se analizaron y compararon los resultados de los niveles hormonales tanto de andrógenos como estrógenos en el momento de nacer, para comprobar si estos podrían ser buenos predictivos del surgimiento del T.E.A.

Se observaron diferencias significativas en el grupo de varones, en cuanto a una mayor presencia de andrógenos, frente a las féminas, pero estos resultados no fueron significativamente diferentes de los obtenidos por los varones sin diagnóstico ni sintomatología autista.

Por lo que los datos obtenidos van en contra de la teoría de la super-masculinización del cerebro, al no encontrar diferencias entre varones con o sin autismo.

Igualmente, se informa de diferencias significativas a nivel hormonal entre el grupo de mujeres con y sin sintomatología autista, aunque no indica qué posibles implicaciones pueda tener en este trastorno.

A pesar de los resultados, los autores del estudio no plantean ninguna teoría explicativa sobre estos niveles diferenciales encontrados, ni de las posibles vías de influencia de estos en el desarrollo del bebé y de sus capacidades.

Hay que señalar que es un estudio exploratorio, que no sirve como método de diagnóstico, ni tampoco es útil para desarrollar ningún tipo de tratamiento farmacológico con lo que buscar controlar los distintos niveles hormonales y con ello alterar los resultados.

Previamente al tratamiento es preciso conocer mejor cuáles son los factores que intervienen y cómo afectan a las distintas partes del desarrollo, especialmente al cerebro del bebé, para una vez conocido, poder establecer hipótesis de intervención.

Señalar que exista una predisposición genética, o una base biológica de esta enfermedad, no minusvalora el papel medioambiental en el mismo, tanto como potenciador o limitador de las posibilidades del pequeño, donde el papel de los progenitores, y sobre todo de la estimulación adecuada que puedan proporcionar o dejar de ofrecer al pequeño, parece ser un factor determinante en el avance del trastorno del desarrollo.

<<Hay muchos estudios en los que se han investigado las diferencias cerebrales en función del sexo, también se ha estudiado si la recuperación en ambos sexos es igual o puede ser distinta debido a este factor endógeno. Investigadores de la «Wake Forest Baptist Medical Center», en Winston-Salem, Carolina del Norte, han concluido que las mujeres tienen peor calidad de vida después de sufrir un ictus, refiriendo que éstas son más propensas a tener más problemas de movilidad, dolores o depresión, pero lo cierto es que sigue siendo un tema muy estudiado y aún con controversias.

A la hora de tratar, se tiene en cuenta a la persona en sí, aunque pueden existir factores y diferencias entre ambos sexos, muchas veces marcados por las características intrínsecas y genéticas en sí, y otras marcadas por la propia sociedad y cultura (ej. la vida desarrollada antes de la lesión). No obstante esto no son medidas estándar, sino que siempre nos atenderemos a la persona, contexto y ambiente en el que nos encontremos.>>

Dª. Pilar Rodríguez Pérez, Terapeuta Ocupacional especializada en neurorrehabilitación y cofundadora del blog Rhbneuromad.

Capítulo 3. Diferencias hormonales

Como se ha indicado con anterioridad, las gónadas (testículos en los hombres y ovarios en las mujeres) van a generar grandes cantidades de hormonas (testosterona en los hombres; estrógenos y progesterona en las mujeres) los cuales no sólo van a moldear el cuerpo del adolescente, sino que van a tener una relación directa en su conducta.

La Testoterona

Uno de los comportamientos tradicionalmente atribuidos al mundo animal a diferencia del humano es el de la agresividad como medio de subsistencia, ya sea con sus semejantes para conseguir y mantener un determinado estatus, como con sus presas.

En humanos, a pesar de que existen “rasgos” de agresividad en alguno de nuestros comportamientos diarios, como gritar al que realiza un adelantamiento indebido, estos no llegan a manifestarse como una amenaza para nuestros semejantes, todo ello gracias a la socialización, es decir, la interiorización de valores y códigos de conducta, que permiten la convivencia en sociedad.

La agresividad se ve fomentada en determinados momentos de escasez de recursos, o cuando se está ante un peligro inminente, igualmente el sitio donde se vive, por ejemplo, en un barrio inseguro, puede acentuar esa agresividad interna como medio de sobrevivir ante un medio hostil pero ¿De dónde surge la agresividad?

Los teóricos señalan a reminiscencias de los tiempos de las cavernas, donde la línea que nos separaba del mundo animal era muy fina, cuando se regían por los mismos comportamientos instintivos para alcanzar un estatus y mantener su territorialidad.

Algunos autores distinguen precisamente entre agresividad, entendida como algo “útil” para el individuo, y la violencia, como una conducta destructiva sin ningún fin en sí misma, aunque sus manifestaciones en peleas o agresiones a otro puedan a veces llevar a confusión.

El origen de la agresividad es multifactorial, ya que se debe tanto a un componente genético, como social y educacional, facilitado por el consumo de determinadas sustancias estimulantes, así como por algunos estados mentales distorsionados, como en el caso de los maniacos-depresivos, paranoides o psicóticos.

En humanos, durante muchos años se ha atribuido a la testosterona, como la responsable de la presencia de la agresividad, lo que explicaría por qué en la juventud que tiene los niveles más elevados de testosterona se muestran los comportamientos más agresivos, aunque también se ha observado cómo la agresividad genera mayores niveles de testosterona, por lo que no está claro cuál es el desencadenante de los dos.

Los estudios inicialmente llevados a cabo en hombres castrados indicaban que su menor agresividad se debía precisamente a la ausencia de testosterona, pero la administración de distintos niveles de testosterona soluble no muestra un incremento de la agresividad, por lo que se considera que es un elemento necesario, pero no suficiente.

Recordar que la testosterona, a pesar de ser una hormona presente principalmente en el hombre, no es exclusiva de él, ya que también la mujer la produce y se ve influenciada por sus efectos.

Aunque existen grandes diferencias en cuanto a la expresión de la agresividad según el género, siendo más explosivo y directo en el hombre, llegándose a enfrentar “cuerpo a cuerpo”, mientras que en la mujer es más sutil y en ocasiones psicológico, produciendo el mismo o mayor efecto que el que se consigue con “los puños”.

Como se ha indicado, hasta hace unos años, se consideraba que a mayores niveles de testosterona mayor conducta agresiva exhibida, para lo cual se medían los niveles de ésta hormona en centros penitenciarios o se administraba de forma soluble a voluntarios.

Actualmente se está poniendo en cuestión dichos resultados, observando cómo la presencia de testosterona ayuda a tener un mayor juicio de valor a la hora de tomar decisiones, pero también puede llevar a un comportamiento prosocial, al menos así lo afirma un estudio de la Universidad Erasmus de Rotterdam (Países Bajos) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Psychologial Science.

En el mismo se analizó el comportamiento de cincuenta y cuatro mujeres a las cuales a la mitad se les administró testosterona diluida, mientras que al resto se le daba un placebo, observándola en dos tipos de tareas, una que implicaba competitividad y otra que no.

Los resultados informan que, en aquellas tareas de tipo colaborativo, las mujeres que habían bebido testosterona estuvieron más dispuestas a colaborar que las que tomaron placebo, desmintiendo con ello el efecto negativo de la testosterona en todos los casos, como agente “incitador” de la agresividad.

Pero la testosterona no sólo va a tener un papel destacado en las relaciones sociales a través de la agresividad sino que también se ha sugerido que puede estar en la base de las diferencias presentadas en función del género del paciente en la enfermedad de Alzheimer, ya que uno de los hechos todavía no suficientemente explicados con respecto a esta enfermedad son las diferencias hayadas en cuanto al género, sobre todo porque el papel de la genética en la aparición de esta enfermedad no parece ser tan determinante como en otras patologías.

Algunos autores han tratado de explicar estas diferencias refiniéndolo a la edad de los pacientes, ya que las mujeres suelen, por media, vivir mucho más que los hombres, y la enfermedad de Alzheimer en un alto porcentaje está asociado a la edad, lo que explicaría, según estos autores, que en las mujeres se presentase en mayor medida el Alzheimer.

Otros autores por su parte han tratado de estudiar los biomarcadores diferenciales entre hombres y mujeres tales como el nivel de colesterol o la presencia de proteínas APOE-4, pero ¿Influye el nivel de testosterona en la aparición del Alzheimer?

Esto es precisamente lo que se ha tratado de averiguar con una investigación realizada desde la Universidad del Norte de Texas (EE.UU.), cuyos resultados se han publicado en la revista científica Alzheimer's Research & Therapy.

Los datos se extrajeron de un estudio mayor denominado Longitudinal Research Cohort of the T.A.R.C. (Texas Alzheimer’s Research Care Consortium) donde se trata de localizar y analizar distintos biomarcadores que sirvan para el diagnóstico temprano, así como para conocer la efectividad de los tratamientos.

Todos los participantes pasaron por una entrevista estructurada con el N.P.I. (Neuropsychiatric Inventory), la cual se emplea como diagnóstico previo, ya que es sensible detectando casos incluso antes de que la persona empiece a experimentar pérdidas de memoria asociadas a la enfermedad de Alzheimer.

Además, todos han sido previamente diagnosticados con pruebas neuropsicológicas como el M.M.S.E. (Mini Mental State Examination) o la C.D.R. (Clinical Dementia Rating), con una re-evaluación anual, y un análisis de sangre para buscar biomarcadores.

En este estudio participaron ochenta y siete hombres con una edad media de 75 años, donde cuarenta y cuatro de los cuales mostraban niveles bajos de testosterona, mientras que cuarenta y tres de ellos mostraban niveles normales.

Los resultados indican que ante niveles normales de testosterona, es más probable que se produzca sintomatología positiva como alucinaciones, irritabilidad o actividad motora.

En cambio aquellos pacientes que tenían niveles reducidos de testosterona no mostraban significativamente los síntomas positivos anteriormente descritos.

Los resultados por tanto son bastante reveladores en el sentido de que informan indirectamente sobre una posible intervención farmacológica para reducir los niveles de testosterona con lo que poder prevenir la sintomatología positiva asociada a la enfermedad de Alzheimer.


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