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– Sí. Ayer quería mostrártela. Ya va. – La muchacha abrió un cajón, sacó la foto y se la dio a Zakolov. – Mira, él está al lado de ese cuadro!
15.– La última fotografía de Kasimov
Con agitación, Tikhon tomó la pequeña foto y la miró con atención. Era incómodo observar el rostro vivo de alguien recientemente asesinado. Malik Kasimov miraba el objetivo como desafiando al observador y preguntándole: Yo soy una persona meritoria y tú, quién eres? La sombra que había a la derecha no dejaba ver las fotografías de ese lado de la pared, pero a la izquierda se veía claramente la foto que interesaba a Zakolov.
Tikhon acercó la fotografía a sus ojos, tratando de distinguir los símbolos en el cuadro.
– Tú no conoces el autor de esa pintura? – preguntó a la muchacha.
– No. No parece de la escuela europea y menos, oriental. Por lo menos en ningún museo de Tashkent está. Eso te lo aseguro. —
– Me imagino que en otros museos tampoco. Es posible que eso sea un fotomontaje. Kasimov era un profesional. —
– Y que te dice todo eso? —
– Si fue él mismo que escogió eso para tratar de decir algo, y en el contexto de la conversación sobre Tamerlán entonces… —
Entonces sonó el timbre del apartamento. Zakolov y Kushnir intercambiaron miradas preocupadas.
– La policía no puede involucrarnos tan rápido. – Tikhon trató de tranquilizar a Tamara, pero para sus adentros, pensó: “A menos que se lo hayan dicho nuestros misteriosos adversarios”.
Un nuevo timbrazo insistente puso a temblar a la muchacha. Zakolov tomó sus manos, calculando las posibles variantes. Los habrían visto en la casa de Kasimov o no? Dejaron huellas o no? Debimos habernos cambiado de ropa enseguida.
Enseguida después del tercer timbrazo se oyó la voz impaciente de Evtushenko:
– Tikhon, Tamara, soy yo, Sasha! —
– Como lo olvidé! – Zakolov se golpeó la frente y fue a abrir la puerta.
– No molesto? – sonriendo irónicamente, Evtushenko entró al apartamento.
Involuntariamente, Tamara se arregló el cabello.
– Donde estuviste? – Preguntó Tikhon, sin hacerle caso a la indirecta. – Si yo te contara! —
– Me fui a ver Tashkent. Somos turistas, no? Y ya que ustedes no me llevaron… —
– Pero no sirvió de nada. Si hubieras ido a la casa del cineasta y hubieras vigilado mientras estábamos adentro, muchas cosas serían más claras. —
– En la noche se va el tren. Lo recuerdas, no? —
– La noche es la noche. Ahorita es el día. – Gruñó Tikhon y, de nuevo, se dedicó a mirar la fotografía.
– Que es eso? – Se interesó Alexander. – Kasimov? —
– A mí no me interesa él, sino el cuadro. Pero la foto es muy pequeña. – Hay unos dígitos, pero son difíciles de ver. —
– Dígitos? – se extrañó Evtushenko. – Estamos jugando a los espías? —
– Por ahora, a los arqueólogos. Pero es un juego muy peligroso. Ya hoy mataron a una persona. —
– Kasimov. – dijo Evtushenko.
– Como lo sabes? Ya hablan de eso por ahí? – Se preocupó Tamara.
– Se me ocurrió, porque ustedes fueron para allá. —
– Tienes razón. Unas bestias lo mataron justo antes de nuestra llegada. En su casa encontramos solamente el cadáver. —
– La policía casi nos agarra! – dejó escapar Tamara. – Apenas pudimos salir.
– Vaya, vaya! Buen comienzo. —
– Así es. No pudimos hablar con Kasimov. Mira, él es quien está en la foto. Eso fue hace tres semanas, él estaba bien y sano. Esta, probablemente, es su última fotografía. – Decepcionado, Tikhon apartó la foto.
– Si es muy pequeña, entonces no hay sino que agrandarla. – propuso Alexander.
– Claro! Tamara, todavía tienes el negativo? Dónde está? —
– No fui yo quien la imprimió, sino nuestro fotógrafo de la redacción. Ni siquiera tengo el equipo de impresión. —
– Él te devolvió el negativo? —
– No. Para que yo lo querría. Él se quedó con el rollo. —
– Puedes llamarlo por telefono? Es necesario hacer ese agrandamiento inmediatamente. —
– Voy a llamarlo. Vamos a ver si está en casa. —
– Trabaja en su casa? —
– Román Kireev no es un trabajador fijo del periódico, es contratado, como yo. —
– Espera, voy a ver si no nos están escuchando otra vez. – Zakolov se asomó a la ventana y constató que el patio estaba vacío, entonces le dijo: – Puedes telefonearle. —
Tamara Kushnir marcó el número, le respondieron, coqueteó unos minutos con el interlocutor y, de repente, gritó:
– Román tiene los negativos! Que de qué tamaño quieres la foto? —
– Él vive lejos? —
– No mucho. —
– Dile que vamos para allá. Yo le mostraré. —
Rápidamente, Tamara se puso de acuerdo con Román y colgó la bocina. En sus ojos había chispazos de pasión cazadora:
– Tú crees que estamos en la dirección correcta? —
– Puede ser. —
– Román nos espera.
– Vamos! —
La muchacha se preocupó:
– El policía me vio en la casa de Kasimov. De repente me reconocen. —
– No te preocupes. El policía notó a una muchacha desconocida, la vio de espaldas y, apenas, un segundo. En este caso que mira un tipo? —
– El peinado? – dudó Tamara.
– Y tú, qué opinas Alexander?
– El trasero. – sonriendo, agregó Evtushenko.
– Eso está más cerca de la realidad. En ese momento no tuvo tiempo de ver más arriba de la cintura. Y ahora, nuestro problema es dirigir nuestra atención a otra cosa. Tienes una mini-falda? – preguntó Tikhon a la muchacha. Tamara asintió. – Entonces póntela. Mientras más corta, mejor. No olvides unos zapatos acorde con la mini. Y hazte una cola de caballo con una cinta bien llamativa.
Tamara se dirigió a la habitación pero Tikhon la detuvo en la puerta y le dijo que se volteara.
– Sasha, imagínate que eres un policía. Mírala y trata de recordarla ahorita enseguida. —
Cuando Tamara volvió, en tacones altas y mini-falda de tela de jeans, con una blusa clara suelta y con su cabello recogido en cola de caballo, Zakolov le propuso que posara como en pasarela.
– No se reconoce. Es otra chica. – Evtushenko se entusiasmó.
“Y muy bella”, – quiso agregar Tikhon, apreciando, de nuevo, sus largas piernas y su talle esbelto.
En el piso de arriba del apartamento de Tamara Kushnir un tipo, en impermeable beige, había interceptado la conversación telefónica. Entonces bajó al patio y salió a la calle y, desde un teléfono público se comunicó:
– Ellos van a casa de un fotógrafo de nombre Román. Van a agrandar la fotografía de Kasimov. —
– La dirección del fotógrafo? —
– Ahorita la rastreo. —
– Me la comunicas enseguida y prepárate para la acción. —
– Yo soy un boy scout, siempre listo! —
16.– Doble visita al fotógrafo
La puerta del apartamento del fotógrafo en el séptimo piso se abrió enseguida después del primer toque de timbre. Al muchacho en lentes oscuros, de cabello largo y sin afeitar se le congeló la sonrisa cuando vio a Zakolov y entonces recriminó a Tamara:
– A quién trajiste? —
– Eso no te importa, Román. – Tamara empujó al flaco fotógrafo y entró al apartamento.
– Vamos a suponer que no me importa, – asintió pacíficamente Román, dejando pasar a Zakolov. – Pero es mejor cuando la chica viene sola, sin escolta. —
– Pero no donde un mujeriego como tú. —
– Pero Tamara, que te pasa? Yo soy bueno y cariñoso. —
Tamara paseó su vista por la habitación oscura por las cortinas cerradas, entonces se volteó para enfrentar al fotógrafo con anteojos de sol y le dijo, sarcásticamente:
– El sol aquí adentro no te deja ver? —
– Gajes del oficio, Tamarita. Ya me acostumbré a la penumbra del laboratorio.
– Mira, te presento a Tikhon. Él estudia con mi hermano. —
– Ahhh. Cohetes y aviones. – Román le hizo un medio saludo a Zakolov pero enseguida se concentró en las largas piernas de la joven. – Tamara, hoy estás estupenda! Ven para tomarte una foto al estilo “seducción”. Siéntate aquí. —
Él le señaló un diván bajo, con muchos cojines y había una lámpara sobre un trípode apuntando hacia él. Tamara se acomodó en el suave diván, cruzó las piernas de manera que estaban más expuestas y preguntó:
– Que tal si la tomas al estilo “new”? Román, tú no me habrás confundido con alguien? O estarás haciendo una colección? – Repentinamente señaló con su dedo las grandes fotografías de mujeres semidesnudas que adornaban las paredes del apartamento. Muchas de ellas fueron tomadas, en esas poses frívolas, en este divancito. Es una galería de tus éxitos artísticos o masculinos? —
– Y unos…, y otros. —
– Como consigues los…… otros? —
– En primer lugar, yo soy un artista. Artista de la fotografía. A las mujeres les gustan. En segundo lugar, yo conozco las leyes elementales de la fisiología. —
– Curioso. —
– El color rojo estimula el deseo sexual. Tú no tienes un vestido rojo encendido que te quede ceñido? —
– Creo que no me lo puedo costear. —
– Lástima. Los tipos cuando lo ven se lanzan. Pruébalo. —
– En la edad madura, sin falta, utilizaré tu consejo. Efectivamente, el organismo macho reacciona fuertemente al rojo. Enseguida se piensa en los toros de las corridas. —
– Te equivocas! Las reacciones fisiológicas no dependen del género. Todo sucede a nivel del subconsciente. —
– Ahora entiendo porque los “rojos” le ganaron a los “blancos” en la guerra civil. Tras ellos iban las mujeres, y ellas son la base de cualquier país. Tú recibes las chicas en bata roja, no? —
– Mira por dónde viene! Todo es más sencillo y natural. Primero yo le tomo la foto, y enseguida voy con ella para imprimirla. En el laboratorio estrecho y tibio, bajo la luz de la lámpara roja, la silueta va apareciendo lentamente en el papel y eso actúa de manera irresistible. La luz roja envuelve, está en todas partes, la chica se baña en ella y después, ella misma, me lleva a la cama. – Román lo dice, orgulloso. – Y entonces, te fotografiamos? —
– Será en otra oportunidad, Román. —
– La belleza es un fenómeno momentáneo y el artista es el llamado para fijarlo para la eternidad. —
– Mira tú, Román es Rafael! O más bien te gusta Ticiano? Aunque él tenía preferencias por formas más exuberantes. —
– Cada época tiene su standard de la belleza femenina. —