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Cerebro Y Pandemia: Una Perspectiva Actual
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Cerebro Y Pandemia: Una Perspectiva Actual

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Igualmente se puede realizar una distinción entre las técnicas directas e indirectas del cerebro, siendo las primeras aquellas que trabajan directamente con el cerebro, ya sea empleando métodos invasivos o no invasivos, es decir, se refiere a todas las técnicas comentadas en el apartado anterior.

Las técnicas indirectas por su parte dan cuenta del funcionamiento cerebral sin necesidad de su observación directa o inferencial, y no tanto de las estructuras cerebrales, es decir se trata de estudiar a través de ellas el desempeño en las diferentes tareas y con ello comprobar el funcionamiento cognitivo.

Evaluaciones que se convierten en imprescindibles, cuando las técnicas directas no proporcionan una información clara al respecto, tal y como sucede en los primeros estadios de algunas enfermedades neurodegenerativas, como la del Alzheimer (Ocaña Montoya, Montoya Pedrón, & Bolaño Díaz, 2019).

Algunas de estas técnicas son genéricas, en cuanto a la exploración de problemas neurológicos, mientras que otras buscan comprobar si se ha producido un deterioro o no en determinadas funciones cognitivas, ya sea la atención, memoria o el lenguaje entre ellas, como por ejemplo con la prueba de Stroop.

Con respecto al Test de Colores y Palabras, hay que indicar que es una de las pruebas más utilizadas para la detección de problemas neuropsicológicos, daños cerebrales y evaluación de la interferencia.

Por su parte el Screening del Deterioro Cognitivo en Psiquiatría, es una prueba breve dirigida a evaluar la presencia de déficits cognitivos que más frecuentemente presentan los adultos con algún tipo de alteración psiquiátrica: memoria, atención, funciones ejecutivas y velocidad de procesamiento.

Anatomía del cerebro

Para abordar la temática del cerebro hay que comprender de qué partes se compone y cómo funciona, así lo primero que hay que indicar y explicar es que existen términos que se usan coloquialmente de forma similar pero que anatómicamente no lo son, así se suele hablar de la cabeza, el cerebro o el encéfalo indistintamente, que para cualquier otro ámbito es adecuado y correcto, pero dentro de las neurociencias es necesario distinguirlo. El encéfalo se divide en el tronco encefálico, el cerebelo, el diencéfalo y el cerebro, que junto a la médula espinal, conforman el sistema nervioso central. Estando formado el sistema nervioso periférico por los nervios que surgen del primero.

Con respecto al tronco encefálico, este consta de tres partes, bulbo raquídeo (donde se regulan funciones como la respiratoria, el diámetro vascular y los latidos cardíacos; además del hipo, la tos o el vómito); protuberancia (participa en la regulación de la respiración); y mesencéfalo (contiene la sustancia negra, y participa de la regulación de la actividad muscular). Del tronco salen 10 pares o nervios craneales que inervan estructuras de la cabeza. La formación reticular por su parte mantiene la atención y el estado de alerta.

El cerebelo, es el encargado de la coordinación motora fina y gruesa, además de participar en la postura, el equilibrio y el tono muscular.

El diencéfalo, se divide en tálamo (encargado de la integración de información, la conciencia, el aprendizaje, el control emocional y la memoria) e hipotálamo (regula el comportamiento y las emociones, la temperatura corporal, la sed y el hambre, los ciclos circadianos y estados de conciencia, la secreción hormonal de la hipófisis y la regulación del sistema nervioso autónomo).

El cerebro, donde se desarrollan las funciones cognitivas, decisiones conscientes, aprendizajes relacionales, o el lenguaje entre otras muchas.

Con respecto al desarrollo de la localización de las funciones, en los niños existe una actividad cerebral menos localizada, mientras que, en los adultos, esta se distribuye entre los dos hemisferios, ya que la experiencia va especializando gradualmente las áreas y circuitos destinados al procesamiento de determinado tipo de información o a la realización de determinadas funciones.

Siendo las áreas implicadas en las sensaciones las primeras que maduran, seguido de las de control del movimiento y por último las de la planificación y coordinación del sistema.

Basado en las estructuras “visibles” surgió en el siglo XIX un movimiento que trataba de relacionar las protuberancias en el cráneo con determinadas características de personalidad denominado frenología.

Igualmente los antecedentes del localizacionismo dieron como consecuencia que se partiera de la idea de que el tamaño de la cabeza estaba asociada a dicha función, entendiendo que, a mayor volumen craneal, más capacidad se tendría. Una teoría de la que se ocupó también la psicología comparada, una rama dedicada a analizar las semejanzas y diferencias de los humanos con otras especies vivas.

Así se entendía, que aquellas especies con un cráneo más grande deberían de estar más preparadas y adaptadas a sus ambientes, debido a una facilidad en los procesos atencionales, perceptivos o mnémicos entre otros.

Algo que parecía constatarse en apariencia, debido a la evolución de los restos óseos de los ancestros de los humanos, los cuales señalaban claramente un aumento del tamaño del cráneo, desde el Australopitecos, al Homo Sapiens, en lo que se ha denominado encefalización (Cofran, 2019).

Extrapolando esta visión al mundo animal, se ha llegado a considerar que las especies con un cráneo mayor que el humano, deberían de tener mayores capacidades o habilidades que este, tal sería el caso de animales como el elefante, considerado el mamífero terrestre que posee el cerebro más grande, teniendo en cuenta el coficiente de encefalización (@errezam, 2020) (ver Ilustración 5 (#x11_id_Ref40603139)).

Ilustración 5 Tweet Coeficiente de Encefalización

Teoría que ha sido validada parcialmente, gracias a las nuevas técnicas no invasivas, empleadas por las neurociencias, ya sea a través del registro de la actividad eléctrica cerebral, mediante imágenes con tensor de difusión o mediante resonancia magnética funcional entre otras.

Así se ha observado, cómo la importancia no radica tanto en el tamaño del cráneo, ni del cerebro, sino en la densidad de la corteza cerebral, denominada también sustancia gris, es decir, a mayor número de neuronas cerebrales, mayor inteligencia, datos contrastados gracias al empleo de la técnica de morfometría basado en el vóxel (Frangou, Chitins, & Williams, 2004).

En esta investigación se analizó la relación entre la densidad de la sustancia gris y la capacidad intelectual en adolescentes, encontrando una correlación positiva significativa en la corteza orbitofrontal, la circunvolución cingulada, el cerebelo y el tálamo; mientras que en el núcleo caudado se encontró una correlación negativa.

Una vez presentada las distintas partes del cerebro humano hay que aclarar que todo ello pertenece a lo que se conoce como sistema nervioso, cuyo desarrollo se inicia en el vientre materno, y en el momento del nacimiento todavía no está terminado de formar, requiriendo de años para que llegue al estado de adulto.

Igualmente realizar la distinción con respecto al término coloquialmente empleado de la cabeza, que vendría a referirse al contenedor del encéfalo, es decir, este se encuentra protegido por los huesos del cráneo y por las meninges (duramadre, aracnoides y piamadre) flotando en el líquido cerebroespinal; igualmente cabe realizar la distinción entre:

la sustancia gris (corteza cerebral), formada por cuerpos neuronales y dendritas, en donde se produce la integración de la información y las funciones cognitivas superiores, y adquiere forma de núcleos, corteza y formación reticular.

la sustancia blanca, formada por fibras nerviosas mielínicas que interconectan distintas áreas neuronales adquiriendo la forma de tractos, fascículos y comisuras

los núcleos estriados, dentro de la sustancia blanca.

Anatómicamente la corteza cerebral está dividida por el surco central, dejando a un lado el hemisferio derecho y al otro el izquierdo, y bajo ambos se encuentra el diencéfalo, que son estructuras interiores (tálamo, subtálamo, hipotálamo, epitálamo metatálamo y tercer ventrículo) que conecta con el tallo cerebral (mesencéfalo, puente de Varolio y el bulbo raquídeo). Los hemisferios por su parte pueden dividirse en cuatro lóbulos, el frontal, parietal, temporal y occipital.

El lóbulo frontal, situado en la parte frontal del cerebro, es donde se recibe “toda” la información, se procesa y responde a partir de ahí, y está asociado a las funciones ejecutivas, esto es, a la capacidad de organización, toma de decisiones y supervisión de estas.

El lóbulo parietal, situado tras el lóbulo frontal, sobre el lóbulo temporal y delante del lóbulo occipital, es el centro de la información sensitiva, tiene un papel destacado en el lenguaje, y su lesión puede provocar dificultades en el lenguaje y el movimiento.

El lóbulo temporal, situado bajo el lóbulo occipital, está implicado en los procesos del lenguaje relacionados con el procesamiento auditivo, igualmente participa de los procesos de consolidación de memorias a largo plazo.

El lóbulo occipital, situado en la parte posterior del cerebro, es en donde se encuentra el centro de procesamiento visual, donde llega toda la información percibida por la vista a través de los nervios ópticos, siendo esencial para la discriminación de símbolos matemáticos escritos.

Con respecto a las localizaciones de los aspectos como la atención, el lenguaje o la memoria, hay que indicar que existen distintas estructuras implicadas en cada una de ella, produciendo la lesión de uno de los lóbulos la pérdida total o parcial de dicha función.

Con esto se abandona así definitivamente la teoría localizacionista que rigió durante décadas el estudio de la neurociencia (Arias, 2018), donde se trataba de asignar a cada región del cerebro una determinada función psicológica, de forma que la lesión de esta impedía a la persona el desempeño de dicha función.

Actualmente se conoce que existe cierta especialización localizada, pero que cuando las regiones que “tradicionalmente” realizan dicho procesamiento, por cualquier motivo no funcionan adecuadamente, se suele encargar de las mismas las regiones anexas. Por lo que se puede afirmar que las funciones cognitivas están distribuidas en el cerebro, y aunque existen centros especializados de procesamiento de determinada información, ya sean auditivas, visuales, propioceptivas… todo ello luego va a distribuirse para constituir las huellas de memoria.

Una vez comentadas las estructuras y funciones del cerebro hay que indicar que con anterioridad al desarrollo tecnológico que ha permitido el conocimiento actual, y teniendo en cuenta las limitaciones propias de la época, esta ciencia se inició con el estudio de casos post-mortem, donde se analizaban las estructuras visibles dañadas de personas que en vida mostraban algún tipo de deficiencia o problema cognitivo o comportamental.

Así uno de los casos más reconocidos en la historia de las neurociencias es el de Phineas Gage (Damasio, 2018), quien sufrió un accidente laboral en una mina donde trabajaba, con tan mala suerte que una de las barras le atravesó el cráneo, a partir de entonces, su comportamiento cambió siendo errático, imprevisible e incluso temerario (@Neuro100cias, 2018) (ver Ilustración 6 (#x11_x_11_i39)).

Ilustración 6 Tweet sobre Phineas Gage

El estudio post-morten permitió conocer las áreas afectadas, en concreto el lóbulo frontal izquierdo, lo que posibilitó establecer las primeras hipótesis sobre el papel del lóbulo frontal en el control de los impulsos y el juicio, así como deducir su papel destacado en la planificación, coordinación, ejecución y supervisión de conductas.

Actualmente el avance de las técnicas permite observar el cerebro trabajando en vivo ante determinadas tareas, lo que ha posibilitado conocer no sólo las áreas cerebrales implicadas, sino también las vías de comunicación entre áreas corticales y subcorticales de determinados procesos, ya sean de tipo más fisiológicos o cognitivos, lo que aplicado al ámbito médico, permite comparar el cerebro de los pacientes, con el “normal” y así determinar en qué punto del mismo se encuentra el “problema” en cada caso, especialmente importante a la hora de la intervención quirúrgica, cuando el resto de los tratamientos no tienen la eficacia esperada para su resolución.

Hoy en día el conocimiento científico se obtiene con técnicas como la resonancia magnética funcional o el electroencefalograma, es decir, técnicas no invasivas que informan sobre qué está sucediendo dentro de la cabeza, pero sin necesidad de “abrir” o “esperar” a realizar análisis post-morten.

Capítulo 2. Contextualizando la Pandemia

Antes de entrar en profundidad sobre el impacto neuropsicológico del COVID-19, hay que contextualizar esta obra en el marco de una pandemia que afecta de forma global y sin precedentes en la historia moderna, que ha ido poniendo en jaque a cada uno de los sistemas sanitarios a medida que ha afectado a la población.

A pesar de ver sus consecuencias en China, donde se inició, en ocasiones, no fue hasta que no se contabilizaron los primeros casos en el propio territorio cuando los gobiernos empezaron a tomar medidas al respecto.

Una cronología que apenas se ha iniciado a principios de año y que ha ido afectando cada vez a más países, siendo los primeros casos importados, de ciudadanos provenientes de zonas afectadas, que sin saberlo han extendido el virus por todo el mundo.

Una situación frente a la que los gobiernos han tomado medidas diferentes, pero que en la mayoría de las ocasiones ha implicado el confinamiento de buena parte de la población para reducir la posibilidad de propagación del virus, por lo que cabe distinguir entre las consecuencias entre los afectados por el COVID-19 y aquellos que han estado confinados en sus domicilios en ocasiones durante meses.

Sobre el COVID-19

A pesar de que se trata de un virus nuevo, ya se sabe bastante sobre el COVID-19, empezando por la familia a la que pertenece y las características de este Coronavirus (@OACerebro, 2020) (ver Ilustración 7 (#x13_id_Toc41351133)).

Ilustración 7. Tweet Imagen del COVID.19

Información que ha podido ser descubierta gracias a la implicación de numerosos laboratorios de investigación y universidades repartidos alrededor del mundo, y además de contar por primera vez con la secuencia genética del virus cedido en abierto por China como forma de estimular la búsqueda de una cura.

Estos dos factores han permitido que actualmente se estén realizando distintos ensayos a lo largo del mundo para tratar de conocer cómo combatir su avance y sobre todo para reducir la tasa de fallecidos.

Desde la propia O.M.S. se ofrecen respuestas sobre qué es el COVID-19, cuáles son sus síntomas, cómo se propaga, o cuál es la tasa de recuperación y de fallecimiento entre los contagiados entre otras (O.M.S., 2020).

Pero a pesar de ello hoy en día se siguen investigando diversos aspectos para lo que todavía no se tiene respuesta, sobre todo en lo relativo a un tratamiento eficaz tanto de tipo preventivo como para reducir las consecuencias de la enfermedad.

Al respecto desde el Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Johns Hopkins (EE.UU.) (Johns Hopkins CSSE, 2020) se informa a diario del número de casos de afectados, decesos y recuperados tanto numérica como visualmente, tanto a nivel mundial o por cada uno de los países.

Así a 17 de Abril del 2020, el número de afectados por COVID-19 a nivel mundial son de 4.664.486 distribuidos entre 188 países, de los cuales EE.UU. cuenta con 1.470.199 afectados, seguido de Rusia con 281.752 e Inglaterra con 241.461; situándose España en la posición quinta con 230.698 casos (ver Ilustración 8 (#x13_id_Toc41351134)).

Ilustración 8 Casos de contagiados a 17 de Abril del 2020

Con respecto al número de fallecidos en dicha fecha a nivel global han sido 321.327, de los cuales en EE.UU. ha sido 88.811; seguido de Inglaterra con 34.546; e Italia con 31.763; situándose España en la posición cuarta con 27.563 decesos. Y por último con respecto a los recuperados a nivel global han sido 1.708.062, de los cuales en EE.UU. ha sido 268.376; seguido de Alemania con 154.011; situándose España en la posición tercera con 146.466 casos.

Sobre la sintomatología asociada al COVID-19 y debido a que la información va cambiando en función de que se a conociendo más sobre esta enfermedad se va a exponer lo que declara la propia O.M.S. en la sección de “Preguntas y respuestas sobre la enfermedad por coronavirus (COVID-19)” a fecha de 18 de mayo de 2020:

“Los síntomas más habituales de la COVID-19 son la fiebre, la tos seca y el cansancio. Otros síntomas menos frecuentes que afectan a algunos pacientes son los dolores y molestias, la congestión nasal, el dolor de cabeza, la conjuntivitis, el dolor de garganta, la diarrea, la pérdida del gusto o el olfato y las erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies” (O.M.S., 2020).

Igualmente y en relación a cuándo solicitar atención médica debido a la sintomatología asociada al COVID-19 informa:

“Las personas de cualquier edad que tengan fiebre o tos y además respiren con dificultad, sientan dolor u opresión en el pecho o tengan dificultades para hablar o moverse deben solicitar atención médica inmediatamente” (O.M.S., 2020).

La denominación del COVID-19

Uno de los problemas de los psicólogos sociales es conseguir la fidelidad de los clientes a una marca, siendo esta la que usamos para identificar a una determinada persona, producto o empresa.

Normalmente cuando pensamos en una compañía como Coca-Cola, McDonald o Ikea, lo solemos hacer con respecto a los productos que venden. Si nos fijamos en otras marcas como U.P.S., Iberia o Microsoft lo hacemos sobre los servicios que ofrecen.

Algo que va a influir decisivamente en la adquisición del producto o servicio en cuestión, ya no sólo basado en nuestro propio criterio, si no en la influencia de la opinión de los demás y de los medios de comunicación a través de la publicidad.

Igualmente, cuando pensamos en Stephen Hawking, Barack Obama o Rafael Nadal ya no lo hacemos ni en productos ni en servicios, si no por su Personal Branding o marca personal que han desarrollado gracias a sus carreras científicas, políticas o deportivas respectivamente, es decir, se van asociando aspectos emocionales a la marca, la cual puede ir ligada a una persona, empresa e incluso localidad.

Pues lo mismo pasa cuando se ha de denominar a las “desgracias”, tal y como sucede a la hora de designar a los ciclones tropicales que anualmente castigan buena parte del Caribe y Norteamérica.

Según informa la Organización Mundial de Meteorología (World Meteorological Organization, 2020), estos nombres siguen unos listados preestablecidos que van rotándose, quedando en el recuerdo de muchos los efectos del huracán Katrina del 2005 o de Ike del 2008.

Luego en principio estos nombres no guardan ninguna relación con la fecha en la que se produce, la violencia o las zonas más afectadas, entre estos los hay en inglés o español (por ejemplo, Barry o Gonzalo respectivamente), masculinos o femeninos (por ejemplo, Lorenzo o Laura respectivamente), pero ¿tiene alguna incidencia en la población la denominación de los ciclones tropicales?

Esto es lo que se ha tratado de averiguar con una investigación realizada desde el Departamento de Administración y Empresas; junto con el Departamento de Psicología, del Instituto de Investigación de Comunicaciones y el Laboratorio de Investigación de Encuestas sobre la Mujer y Género de la Universidad de Illinois; junto con el Departamento de Estadística de la Universidad Estatal de Arizona (EE.UU.) (Jung, Shavitt, Viswanathan, & Hilbe, 2014).

En el estudio se analizaron las consecuencias climáticas de los huracanes en EE. UU. durante las últimas seis décadas diferenciándolos en función del nombre masculino y femenino, encontrando primeramente que aquellos que tenían nombres femeninos habían sido los que habían conllevado mayores efectos destructivos y de fallecimientos entre la población.

Hay que recordar que la lista de nombres está prefijada y que su asignación es consecutiva, por lo que a priori no existe ninguna relación entre el género del nombre y su violencia, por ello lo más sorprendente del estudio es que pasaron una lista de nombres de huracanes, 5 masculinos y 5 femeninos a 346 participantes, para que valorasen mediante escala tipo Likert de 1 a 7 hasta qué punto consideraban violento cada uno de los huracanes de la lista.

Los resultados muestran que los huracanes de nombres masculinos tendían a valorarse como más destructivos que los de nombre femenino, independientemente del género de los participantes.

Lo que permitió entender por qué en ocasiones ante los avisos de las autoridades se suele hacer más o menos caso en cuanto a prevención se refiere, por ejemplo, simplemente porque el nombre asignado sea masculino o femenino.

En cambio, la denominación de las enfermedades en el ámbito de la salud suele indicarse con unas siglas que guardan relación con alguna característica identificativa del sitio, síntomas o consecuencias.

Así y dentro de la familia de los coronavirus han existido con anterioridad diversos brotes como en el caso del SARS-CoV surgido en China en el 2002 cuyas siglas se corresponden al Coronavirus del Síndrome Respiratorio Agudo Grave y que hace referencia a su sintomatología; el MERS-CoV que surgió en Arabia Saudita en el 2012 y cuyas iniciales en inglés hacen referencia al Coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, en donde se describe la sintomatología y la localización; y el COVID-19 surgido en el 2019 en China cuyas siglas en inglés hacen referencia a la Enfermedad del Coronavirus del 2019, sin hacer ninguna indicación a la sintomatología ni a la localidad en donde surgió.

Hay que tener en cuenta que el término de COVID-19 no ha sido el primero en emplearse para esta enfermedad sino que ha sido un cambio introducido casi dos meses después de que surgiese el primer caso notificado a la O.M.S., lo que ha llevado a algunos a plantear que las motivaciones de modificarlo incorporando un nombre “oficial” podría haber sido realizado para evitar las consecuencias económicas negativas que conlleva asociar un tipo de enfermedad con una región o población (@radioyskl, 2020) (ver Ilustración 9 (#x14_id_Toc41351135)).

Ilustración 9. Tweet Denominación del COVID-19

De esta forma se pretendería eliminar las denominaciones de “virus de China” o “virus de Wuhan”, términos que apuntan directamente al foco del origen de la infección.

Una deferencia hacia China que algunos profesionales de la salud denuncian, por no haberse tenido la misma consideración con otras poblaciones como en el caso del Coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio.

A pesar de que se haya dado una denominación oficial de COVID-19, la población ha seguido usando las denominaciones de Virus y especialmente Coronavirus para informarse sobre la sintomatología, medidas de prevención o extensión de la enfermedad, y aunque todavía es pronto para comprender el motivo por el que ha “fallado” la denominación oficial.

Hay que tener en cuenta que para crear una marca nueva y conseguir que se adhieran a ella se han de atender a una serie de variables, tal y como se ha analizado desde la Universidad de Taylor (Malasia) (Poon, 2016) con una investigación donde se ha tratado de conocer las motivaciones del éxito de determinadas marcas frente al resto, para ello se seleccionaron una lista de cincuenta productos de uso diario más vendido, de las dos principales empresas comercializadoras, para comprobar los efectos de la marca.

Después de analizar los mensajes, panfletos y publicidad que sobre esas dos marcas se difunden por los medios de comunicación y por las redes, se encontró mediante la aplicación del análisis textual y el método interpretativo, que estas marcas se sustentaban sobre dos pilares para mantener la fidelidad de sus clientes.

El primero de ellos, es la capacidad de generar emociones positivas; y el segundo fue, el de la estética de la honestidad, es decir, parecer que el producto en realidad sirve para lo que indica, manteniendo los estándares de calidad publicitados.

Con respecto a la credibilidad de la O.M.S., indicar que según la encuesta realizada por WIN/Gallup International (O.N.U., 2014), este organismo junto con UNICEF son las agencias internacionales mejor valoradas a nivel mundial mostrándose cómo el 72% de los entrevistados tenían buena opinión de estos organismos.

Por lo que se esperaría que los ciudadanos poco a poco vayan adoptando este último nombre teniendo en cuenta el desfase que se produjo entre el anuncio de su denominación oficial realizado el 11 de febrero del 2020 (ver Ilustración 9 (#x14_id_Toc41351135)), mientras que la preocupación a nivel mundial se inició casi un mes antes, el 20 de enero del 2020, a su vez, casi un mes después de que se reportara el primer caso el 31 de diciembre del 2019.

La evolución de la pandemia

A pesar de que las circunstancias son recientes y no permiten analizar la información con cierta perspectiva, a continuación, se presenta una pequeña secuencia de fechas y datos con respecto a la pandemia actual haciendo hincapié en cuanto a la información sobre los contagiados y los confinados se refiere, primero de forma general y luego específica en España.


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