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El Secreto De La Dominante
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El Secreto De La Dominante

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Le sigo el juego y respondo: - "¡Situación controlada, comandante! Excelente día, temperatura agradable. Conocí a un par de clientes y recibí cumplidos por mi interpretación de "Summertime" anoche en el piano-bar". Todos nos echamos a reír.

- "Certo che n'amo fatte de esplorazioni, vero Max?" (Seguro que me

encanta explorar, ¿no es así, Max?") - me recuerda a Romolo en perfecto estilo Trastevere.

- "Oh, sí," - admito - "a lo largo de los años nos hemos recorrido la ciudad en busca de las mejores trattorias, las que suelen ser desconocidas para los turistas y no aparecen en las guías". "Hasta que Fabienne apareció a mi lado por primera vez, hace dos años. Enseguida le cogiste cariño y, lejos de temer que mi relación con ella repercutiera negativamente en nuestra amistad, enseguida la incluiste en nuestras rutas gastronómicas."

- "Todavía recuerdo nuestra primera salida los tres juntos" - interviene Fabienne. "Se consagró con una cena en casa de Oreste, ese amigo tuyo que tiene una trattoria en un callejón detrás de la iglesia de S. María en Trastevere. El menú era un concentrado de gastronomía romana: tagliatelle 'cacio e pepe' y alcachofas 'alla giudea', todo ello regado con vino blanco de los Castelli Romani producido por una prima de Bianca, la mujer de Oreste".

- "Ammazzate oh (Oh, me matas), qué memoria la de la chica" - señala Romolo. "Comimos bien esa noche. Al fin y al cabo, Oreste's es una trattoria familiar, en el verdadero sentido de la palabra: su mujer cocina y él sirve en la mesa".

Tras la parada en Romolo's, un desayuno ligero con zumo de frutas, tostadas con mantequilla y mermelada y un adelanto del menú de mediodía ofrecido amablemente por Marzio, el camarero abruzo que atiende el "rango" que incluye nuestra mesa.

Marzio es un joven de familia campesina, más bien bajito pero de fuerte estado físico, con el pelo negro con rizos siempre rebeldes a pesar de sus intentos de domarlos en un peinado adecuado para el exterior. El bigote y las cejas pobladas lo hacen aparentemente huraño, pero en realidad tiene un carácter sociable y sincero. Fabienne y yo le llamamos "Fisch o Fleisch" (pescado o carne, en alemán) por la frase que repite invariablemente en todas las mesas, después de haber comido el primer plato de la comida o la cena.

Gracias a su información siempre podemos saber qué de delicioso ha llegado a la cocina, cuándo está fresco el pescado, cuáles son los platos que mejor le salen al chef de turno.

Después del desayuno, un relajante descanso en la piscina y luego las treinta vueltas diarias de natación. Fabienne intentó, en las primeras veces, alterar la cuenta de las vueltas pero luego decidió no vivir en una mentira y me confesó la verdad: a la décima piscina su cuerpo se pone en huelga, racionando el oxígeno, y empieza a tener visiones parecidas a los espejismos en el desierto, completadas con cama solar, bebida fresca y el suscrito que le masajea los músculos doloridos. Ante tan detallados

espejismos no pude evitar acceder, también porque no es tan desagradable acariciar sus bien formadas piernas con la excusa de un masaje.

Pasamos el resto de la mañana leyendo o paseando por Roma, entre galerías de arte y museos, pero siempre tomando rutas diferentes para descubrir cada vez algo nuevo e inesperado de esta magnífica ciudad.

La tarde la dedicamos a trabajar, si no tenemos ningún compromiso particular. Me encierro en mi habitación con mi equipo: teclado musical conectado al ordenador y todo el software más moderno para producir y editar música. Desde mis tiempos de conservador, siempre me he dedicado a componer música, sobre todo bandas sonoras para teatro y documentales, pero también escribo música para amigos concertistas que me la piden.

A lo largo de los años se han consolidado mis colaboraciones con compañías de teatro y estudios de producción de vídeo y ahora, gracias también a las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, puedo mantener el contacto con mis clientes incluso cuando están de viaje por el mundo. Hacemos videollamadas, intercambiamos archivos de audio y vídeo... en definitiva, podemos trabajar como si estuviéramos en la misma ciudad.

Fabienne, por su parte, se sienta en una mesa esquinera en la terraza exterior y pinta, si el tiempo lo permite. En caso de mal tiempo, se refugia en uno de los salones interiores del hotel. Es una actividad que, además de darle muchas satisfacciones, le permite ser económicamente autosuficiente. No es que necesite ese dinero, su familia está bien y seguramente no le faltaría apoyo económico si lo necesitara. Pero Fabienne está orgullosa y ha hecho de su independencia económica una cuestión de honor. Y este aspecto de su carácter me gustó enseguida.

En estas dos primeras semanas después de nuestra llegada, Fabienne se dedicó a la decoración de porcelana, ya que en las tiendas del hotel, donde se exponían sus obras, se vendió todo lo que había dejado almacenado al final de nuestra anterior estancia en Roma.

- "Desde esta tarde me dedico a la acuarela" - me informa -- "Ayer llamé a Guido Mazzanti, mi amigo que tiene la galería de arte en via Margutta, y acordamos la entrega de una decena de vistas romanas para finales de mes. Tendré que trabajar mucho, Guido aprecia mi trabajo pero es muy selectivo a la hora de elegir las obras que se exponen en su galería".

Después de trabajar toda la tarde, cada uno por su lado, volvemos a la habitación y nos preparamos para la cena. Esta noche, linguini con langosta y rodajas de mero sobre un lecho de arroz "pilaf", todo ello rocia-do con un excelente Vermentino di Sardegna.

A las 9 de la noche, puntualmente, empiezo mi turno en el piano-bar del jardín de la azotea en el último piso del hotel. Al comenzar la velada con "Blue dream", una de mis composiciones que utilizo como tema de apertura, un rápido flashback visual me lleva a mi primera experiencia como pianista en el hotel.

- "¿Te he contado alguna vez cómo surgió la idea del primer tema musical, el que utilicé al principio de mi carrera?" - digo dirigiéndome a Fabienne que, esta vez sentada en uno de los taburetes altos colocados a un lado del piano, mueve la cabeza en señal negativa.

- "Trabajaba en un hotel junto al mar frecuentado por clientes individuales pero también por grupos de ingleses que llegaban semanalmente en avión chárter. En aquella época tocaba media hora incluso antes de la cena, para el aperitivo. El piano-bar estaba situado justo a la entrada del comedor, por lo que los "fletadores" hacían cola para cenar al menos diez minutos antes de la hora de apertura.

- "Quién sabe" - comenta Fabienne - "tal vez pensaron que no había suficiente comida para todos, así que era mejor hacer cola y entrar primero..."

- "Sí, pero podría ser que esta cola también estuviera influenciada por la tradición del hotel (un poco kitsch, lo admito) de hacer salir a un camarero y golpear un triángulo de metal para anunciar la apertura del comedor al estilo marítimo."

- "Como se hacía en los viejos barcos" - se ríe mi chica francesa.

- "Sí, como en los barcos de los piratas del Caribe" - alzo la voz con expresión de lobo de mar - "Sólo nos faltaba un loro en el hombro".

Así que, al ver a todos estos clientes alineados como soldados, la primera noche se me ocurrió poner una música rítmica para acompañar su entrada, y toqué "The Entertainer" de Scott Joplin.

- "Lo conozco, es el que se utiliza en la película "The Sting", con Robert Redford y Paul Newman" - señala Fabienne.

- "Exactamente. La idea le gustó al director, que obviamente era un hombre de ingenio, quien me pidió que usara siempre esa canción para señalar el comienzo de la cena. Durante unos años ese fue el tema de apertura, antes de sustituirlo por el actual que, además de ser más adecuado, al ser de mi propia composición, me garantiza ingresos adicionales por derechos de autor.

Mientras comparto estos recuerdos con Fabienne, miro a mi alrededor para darme cuenta de la situación en la sala. La pareja de eslavos de la noche anterior ya está sentada en la misma mesa, engullendo sus habitua-les canapés de caviar alternados con amplios sorbos de vodka con bastante esfuerzo.

- "Quizá estén entrenando para alguna competición típica" - digo sonriendo a Fabienne señalándoles con un ligero movimiento de la cara - "Como en esas absurdas competiciones americanas en las que gana quien se atiborra de más perritos calientes en cinco minutos".

- "Siempre consigues ver las cosas desde un ángulo original" - me canta.

Hacia las 10 de la noche, mientras Gordon describe la nueva versión de su cóctel dedicado a Fabienne que acaba de traerle (un poco más de ron y un poco menos de zumo de naranja), llegan los dos chinos, el maestro Wang y su secretario Chen. Les saludo con la cabeza, sin dejar de tocar, y comento con Fabienne: - "Esta noche no hay americanos".

- "Bueno", dice ella - "como los ensayos comenzarán en unos días, Sherman probablemente tendrá sus propios asuntos que atender. Si es tan importante como para organizar una gira en colaboración con el Ministerio de Cultura chino, me imagino que tendrá un montón de artistas en su agenda para gestionar por todo el mundo".

- "Sí," - replico - "pero también debe haber hecho algunos enemigos, ya que trae dos "ángeles de la guarda" con él."

- "Mira, hasta los dos eslavos intercambian comentarios sobre los chinos" - señala Fabienne. - "¿No te parece extraño que esos dos, que nunca antes se les había visto aquí en el hotel, hayan aparecido al mismo tiempo que la llegada de los chinos y no les quiten los ojos de encima? Quizá sean espías del KGB."

- "Parece que estás leyendo demasiadas novelas de espías últimamente" - le digo con sorna

- "La era de la Guerra Fría ha terminado. Y de todos modos, el espionaje en estos días supongo que se hace con la tecnología vanguardista que está disponible hoy en día. La figura del espía que acecha y vigila al objetivo me parece un poco anticuada."

"Además, si los dos eslavos eran realmente espías, ¿te imaginas la cara del controlador de la lista de gastos de estos dos? Con lo que gastan en caviar y vodka se podría pagar a un agente doble del bando contrario."

La velada transcurre sin detalles destacables hasta que, a mitad de la interpretación de "My Way", Fabienne me susurra: - "Mira, uno de los eslavos había salido y acaba de volver caminando cerca de la ventana, donde hay menos luz. No quería llamar la atención. Luego se sentó y empezó a hablar animadamente con el otro. ¡Te dije que eran espías! ¡Sin duda están en una misión secreta!"

- "De acuerdo" - le digo fingiendo seriedad - "Entonces hagamos esto: mientras yo dejo de tocar para hacer un pequeño descanso y me voy al bar a tomar algo, tú te quedas aquí y ojeas tus revistas fingiendo que no te

preocupas. Pero asegúrate de no perder de vista a tus espías".

- "Siempre me estás tomando el pelo," - responde haciendo un mohín - "pero si entran en acción y te encuentras en medio de un tiroteo, ¡no me digas que no te avisé!".

- "Si eso ocurre, que sepas que te he querido con locura"- le digo besándola, y luego me dirijo al mostrador, donde me espera Gordon con la coctelera en la mano.

- "¿Me preparas una caipirinha especial?" - le digo - "Mi recomendación: hielo bien picado, cal machacada con un mortero y una doble dosis de azúcar moreno, para que algunos de los gránulos queden en la superficie y se mezclen en el primer sorbo.

- "Max, ¿me tomas por un novato? Aprendí a hacer cócteles "machacados" cuando tenía dieciséis años, en los bares más duros del Caribe."

- "Lo sé, Gordon, pero me gusta burlarme un poco de ti de vez en cuando. Vamos, no te sientas mal."

- "Me parece que no eres el único en estos días que encuentra placer en tomar el pelo a los demás" - me dice interrumpiendo el machaqueo de los ingredientes en el mortero y señalando con él los periódicos que descansan sobre la encimera.

Leo los titulares: "Otro lanzamiento provocador de un misil balístico en el Mar de Japón por parte de Corea del Norte", "Condena internacional unánime", "La diplomacia estadounidense mantiene la línea de diálogo incluso sobre la evolución del programa atómico de Corea del Norte", "China, aliada histórica de Corea del Norte, se desmarca diplomáticamente de las provocaciones del régimen de Pyongyang".

- "Están armando un buen lío en el mundo" - comento - "Ciertamente no será fácil para la administración americana mantener la estrategia de diálogo, si los interlocutores no tienen la misma actitud". La verdadera novedad me parece la posición de China. En el pasado fue un firme defensor de Corea del Norte a nivel internacional y ahora, quizá también por el nuevo papel que quiere desempeñar en el mundo a nivel político y económico, parece distanciarse de las últimas provocaciones.

- "Tienes razón" - replica Gordon - "los británicos apoyamos la estrategia de la "guerra preventiva" en la época del presidente Bush, en Irak y Afganistán, pero personalmente prefiero la vía del diálogo. La situación en esa zona es bastante peligrosa, con India y Pakistán ya nuclearizados. Ahora se suman Corea del Norte e Irán..."

Tras volver a sentarme al piano, la velada continúa de forma agradable. Desde una mesa de clientes españoles recibo un emisario con la petición de una dedicatoria especial para una amiga que celebra su cumpleaños.

Dada la nacionalidad de los invitados, toco el famoso tema principal del "Concierto de Aranjuez", del compositor español Joaquín Rodrigo. La elección, quizá un poco nacional-popular, lo reconozco, es sin embargo apreciada y los españoles lo demuestran con un caluroso aplauso. Pero no son los únicos.

De hecho, al final de la pieza, Wang Shi se dirige hacia el piano llevando en sus manos tres copas con champán. Tras entregar la primera copa a Fabienne, coloca la segunda en el atril a mi derecha. Luego, sentado en uno de los taburetes altos con vistas a la "Cúpula" de San Pedro iluminada, levantando su copa como preámbulo al brindis, me dice: - "¡Por un pianista que sabe pasar con agilidad entre todos los géneros musicales!"

- "Muchas gracias" -- respondí - "los cumplidos siempre son bienvenidos, especialmente cuando vienen de una persona competente como usted."

- "Tengo mucha curiosidad por usted, Max. ¿Cómo llegó a ser pianista en los hoteles? Tiene una técnica excelente y también sabe improvisar y armonizar de forma original. Con su talento podría, imagino, haber tomado otros caminos en su carrera musical.

- "Bueno," -- reanudo -- "la elección se debió en parte al azar, como suele ocurrir en la vida. Para poder pagar mis estudios sin agobiar demasiado a mi familia, tuve la oportunidad de tocar en un bar durante la temporada de verano cuando tenía dieciocho años. Esa experiencia fue fundamental y me hizo comprender lo que quería de la música y de la vida: libertad, creatividad, viajes, contacto con gente y lugares diferentes".

- "Podría haber alcanzado estos objetivos también con otras actividades en el ámbito musical" - dice el director - "por ejemplo siendo concertista, de música clásica o de jazz, ya que parece que le gusta mucho ese tipo de música."

- "Es cierto. Al principio, de hecho, pensé en empezar mi carrera de concertista como pianista, pero, cuando junté los estudios de piano con los de la composición, me di cuenta de repente de que la creatividad era mi camino. La actividad concertística requiere una preparación maniática sobre las piezas del repertorio y la repetición de los gestos técnicos que sea lo más normalizada posible, una vez alcanzado el nivel deseado, concierto tras concierto. No digo que sea una actividad poco agradecida, al contrario, es un camino lleno de sacrificios. Simplemente está lejos de mi forma de ser."

- "Te entiendo, yo mismo me enfrenté a los mismos problemas," -- confiesa - "y los resolví eligiendo el camino en dirección a la orquesta en lugar del de concertista. Como ves, no somos tan diferentes, después de

todo."

- "En cuanto a la variedad de experiencias musicales, también es importante para mí. En los conciertos que daré aquí en Roma, por ejemplo, tocaré la Quinta Sinfonía de Beethoven, pero también las Variaciones para orquesta op. 31 de Arnold Schoenberg, las Danzas de Transilvania de Bartok y un par de adaptaciones para orquesta de melodías tradicionales chinas realizadas por compositores contemporáneos de mi país."

Después de echar un vistazo al reloj: - "Será mejor que me vaya a la cama. Son más de las 11 de la noche y mañana tengo una inspección del Auditorio, una reunión con los organizadores y el director artístico de la temporada de conciertos, una rueda de prensa con los periodistas..."

- "¡Uh, no te envidio!" -- digo yo - "Buenas noches entonces."

- "Buenas noches Fabienne. Buenas noches Max" - nos desea, mientras que con un movimiento de cabeza invita a su secretaria a acompañarle.

El resto del tiempo, de aquí a la medianoche, fluye agradablemente con la belleza intemporal de algunas canciones clásicas americanas, lo que en la jerga musical se llaman "estándar", bien recibidas por el público. Después de arreglar mis partituras, le pregunto a Fabienne: - "¿Quieres salir? Mi amigo baterista Stefano Carli y su cuarteto tocan en la Casa del Jazz toda la semana. Si quieres podemos pasarnos a saludar y quizás podamos escuchar los últimos temas."

- "Me siento bastante cansada esta noche. He trabajado mucho esta tarde" -- responde - "Si quieres, ve solo. O iremos juntos una de las próximas noches."

- "Iremos otra noche juntos, no puedo disfrutar más si salgo sin ti" - le digo dándole un beso en la nariz.

Nos despedimos de Gordon y salimos del club. Cuando llegamos al vestíbulo, acompaño a Fabienne hasta el ascensor y le digo: - "Pasaré por la habitual despedida de Giovanni y luego me reuniré contigo en tu habitación. Mi amigo me esperaba, aunque mis visitas sean regulares pero no necesariamente diarias.

Dos copas de licor vacías están ya preparadas en la pequeña mesa, colocada entre los dos sillones situados cerca de la ventana que da al jardín. Cuando llego, Giovanni va a buscar la botella de su limoncello a la nevera y me la sirve, diciendo la frase habitual: - "Un poco de manzanilla relaja los nervios y favorece el sueño."

- "¡Por ti, Giovà! - le digo, empezando a sorber el licor amarillento.

Aún no hemos terminado el brindis, cuando llaman a la puerta emocionados. Un recadero, todo frenético, anuncia que se requiere urgentemente la presencia de Giovanni en la Dirección. Volviéndose hacia

el joven, mi amigo, preocupado, le pregunta: - "¿Che è successo (Qué ha pasado) quaglio', que me llaman a esta hora?"

- "Acaban de informar en recepción de una intrusión en la suite 508" - dice el botones, comiéndose sus palabras por la tensión nerviosa - "Ya han llamado al director."

- "¡Uh, 'cchista è grossa '(Esto es grande)! ¡Pero es la suite del músico chino! Es grave, tengo que llamar inmediatamente a los camilleros de la quinta planta" - gime Giovanni. Bajemos al despacho del director" - le dice con decisión al botones.

Luego, volviéndose hacia mí: - "Tú también vienes, Max. Ya que conoces al músico chino, tal vez puedas echarnos una mano para arreglar el asunto sin demasiadas complicaciones.

Capítulo 4

La reunión de urgencia se celebra en el despacho del director, Paolo Manfredi, un hombre de mediana edad, con modales algo remilgados y cierto cansancio debido a su estilo de vida sedentario y su gusto por la buena comida. Manfredi está claramente molesto, no sé si porque le han echado de la cama o por el desafortunado suceso ocurrido, que mancha la tradición de hospitalidad de alto nivel de "su" hotel.

El primero en hablar es el jefe de seguridad del hotel, Luciano Terenzi, un ex policía de complexión cuadrada y muy competente en su campo. Sé que formaba parte del núcleo de investigación de la Jefatura de Policía de Roma hasta que aceptó la tentadora oferta del grupo hotelero internacional que también gestiona este hotel.

- "Ya he hecho una primera inspección en la 508" - dice en tono profesional consultando un cuaderno que lleva en la mano - "La puerta de entrada no presenta signos de robo y las ventanas, así como la ventana francesa que da acceso a la terraza, están cerradas por dentro. Se ha hurgado en todos los rincones de la suite metódicamente, pero de forma evidentemente apresurada. Cuando los huéspedes regresaron, hacia las 23:40 horas, se dieron cuenta inmediatamente de los signos de intrusión, pero no avisaron a la recepción hasta cerca de la medianoche". Luego añade, para beneficio de todos los que no tenemos su experiencia en sucesos criminales, que "en esas situaciones a veces las víctimas están tan conmocionadas que no reaccionan inmediatamente".

- "¿Los clientes han podido notar si falta algo en la suite? Dinero, objetos de valor... - pregunta preocupado el Director. "¿Han forzado la pequeña caja fuerte de la suite?"

- "Cuando subí a la suite, los clientes no se quejaron de ningún robo" - responde Terenzi - "En cuanto a la caja fuerte, no la habían activado y por eso estaba vacía."

- Sí, pasa mucho" - comentó Manfredi, retomando uno de sus latiguillos favoritos: "Muchos clientes no utilizan la caja fuerte de todas las suites. Sobre todo a las mujeres les cuesta desprenderse de sus joyas y quieren tenerlas a mano para poder lucirlas en todo momento. Al hacerlo, se exponen al riesgo de robo, lo cual implica inevitablemente mis responsabilidades y socava el buen nombre de nuestro hotel."

- "Afortunadamente, los casos de robo en este hotel han sido muy raros en el pasado" - subraya el investigador - "y, desde que activamos el sistema de tarjetas magnéticas para el acceso a las habitaciones, éste es el primer caso de intrusión. Sin embargo, no parece faltar nada" - se apresura

a repetir - "El maestro Wang había dejado un anillo muy valioso y un par de gemelos de diamantes en un cajón, pero no se los llevaron. Tal vez los ladrones no los vieron, o fueron interrumpidos antes de encontrarlos y se vieron obligados a huir."

- "Hay una cosa que me preocupa" - intervino John por primera vez - "Si la puerta no estaba forzada y las ventanas estaban cerradas por dentro, ¿cómo entró el ladrón? Los únicos que tienen la llave electrónica son los conserjes y el personal de recepción... pero yo soy personalmente responsable de la honestidad de mis chicos."

- "Debemos actuar con rapidez y resolver esta desafortunada situación sin que se corra la voz" - se lamenta el director - "Nos perderíamos de ver esta noticia en los periódicos". Luego, con voz más segura, añade: - "Ahora voy a ir personalmente a pedir disculpas a los clientes por el desafortunado incidente... y espero que no quieran darle publicidad".

- "Sí, yo también voy a subir" - añadió Terenzi - "Les he pedido que no toquen nada hasta que vuelva y no quiero que se impacienten."

- Sería mejor que llevaras a Max contigo, él conoce a los dos chinos y podrá ayudarte a resolver la situación sin demasiadas complicaciones... los músicos se entienden. - sugiere Giovanni y luego concluye con tono firme -- "Mientras tanto voy a hablar con los chicos de guardia de la quinta planta para preguntarles si han notado algo extraño durante la noche."

Al llegar a la suite 508 encontramos a Wang Shi en un estado de agitación comprensible en una persona en tal situación. Saber que unos desconocidos han entrado en tu alojamiento y han saqueado todos los lugares te produce una sensación de inseguridad y un sentimiento de impotencia y rabia. Nos acercamos a los dos chinos, que están de pie en medio del salón de la suite. Tras expresar mi pesar por el incidente, les presento al director del hotel.

- "Me gustaría pedir disculpas a la propiedad y a los míos por lo ocurri-do. Son cosas que no suelen ocurrir en nuestro hotel" - comienza con una voz que tiembla vagamente de vergüenza.

- "Les aseguro que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al responsable y evitar que vuelvan a ocurrir cosas similares en el futuro".

Como la gestión del asunto ha pasado a manos del Director, aprovecho para mirar a mi alrededor y sus voces se mezclan con mis observaciones mentales.

- "Si lo desea, puedo poner a su disposición otra suite y hacer que trasladen su equipaje inmediatamente" - propone Manfredi.

- "Eso no será necesario, gracias" - responde inesperadamente Tze Chen, el secretario de Wang, que hasta ahora se había mantenido al margen. Luego, como para justificar su intervención: - "Dada la hora

tardía, el traslado sólo nos permitiría irnos a la cama al amanecer, y el maestro Wang Shi tiene importantes compromisos profesionales mañana. Me encargaré de que nadie le moleste esta noche" - añade con un tono vagamente amenazador que me sorprende en labios de un secretario de aspecto apacible y tranquilo.

- "En todo caso" - concluye Manfredi con la intención de protegerse de cualquier posible sorpresa desagradable adicional - "Terenzi, nuestro responsable de seguridad, pondrá a uno de sus hombres en el pasillo hasta que hayamos aclarado este asunto".

- "Exactamente" - confirma el sabueso - "Daré inmediatamente instrucciones para la vigilancia de la suite."

Una vez dichas estas palabras, Manfredi y Terenzi se despiden y, mientras se van, me fijo en sus expresiones: la del policía está concentrada y la de Manfredi, aliviada. Teniendo en cuenta la razonable reacción de los dos huéspedes chinos, que no se quejaron ni formularon acusaciones contra la organización del hotel, imagino que Manfredi volverá a su habitación para retomar su sueño interrumpido.

Ahora Wang Shi y Chen hablan entre sí en voz baja en chino. Aunque no conozco su idioma, puedo detectar un tono de agitación en su conversación. Les dejo confabular y continúo mi exploración visual de la habitación.

El armario está abierto, las cajoneras tienen los cajones sacados y dejados con aberturas aleatorias seguramente por la premura de la búsqueda. Casi parece que el armario y los cajones se han quedado, inmóviles y asombrados, con la boca abierta, fijos en esas extrañas expresiones que la gente asume cuando se encuentra en situaciones imprevisibles e inusuales. Parte del contenido de los cajones está desparramado por el suelo. No me parece que haya nada en particular, las cosas habituales que uno se lleva de viaje: ropa, ropa interior, algunos libros....