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¿De qué se le podía acusar en realidad a Larry Belfiori en sus actividades?
Había actuado totalmente como un agente secreto y sobre el cuerpo muerto de Virginia Blade no había ningún rastro de él.
Más allá de las declaraciones de Jeff Terry, Mary y Nicosia habrían podido si acaso investigar la probabilidad de que la muerte del agente de la CIA, Pete Norton, estuviera muy relacionada con la figura de Larry Belfiori.
4.
Agentes del FBI conversan con el juez londinense Neil Price - Londres, febrero de 2017
— Verán, es posible que conociera a su hombre en circunstancias totalmente insólitas, aunque solo fuera porque entonces no supe decir con certeza si fue él o algún otro el que me chantajeó, pero el hecho de que mi elección como alcalde fue literalmente comprometida por ese individuo, o por quien actuara para él, y por tanto seguramente por indicación de alguna eminencia política relevante, me ha dado mucho en qué pensar, sobre todo porque, antes de las elecciones, una prioridad que me había impuesto era la de hacer limpieza en algunos barrios de Londres, es decir, detener a personajes como Riley Webb y el hecho es que en la llamada chantajista que posteriormente recibí de Larry Belfiori o en su nombre, me indicaron precisamente al grupo de Riley Webb como un grupo al que no había que molestar, sino dejarlo hacer. Pero no sé si son conscientes de cómo fue exactamente el asunto.
— Se rumoreó que se produjo un chantaje por unas fotos bastante subidas de tono con una cierta Elene y que se vio casi obligado a perder.
— Veo que estoy en buenas manos, pero creo que solo lo supieron en círculos muy restringidos, por lo que no tengo nada que temer, ni por mi integridad como marido, ni por mi reputación en general.
— Ha llevado un tiempo, Dr. Price, pero puede estar tranquilo. Por otro lado, puede depender sobre todo de su implicación con el «clan» Belfiori, precisamente por haber cedido al chantaje.
— Hasta el final continué recibiendo testimonios de consenso, de estima, a pesar de haber pensado ya en la derrota. Pero este hecho no podía sino hacerme pensar a fondo sobre quién había querido en realidad apartarme y por qué. El porqué era el odio, me ha parecido claro desde el principio, pero sobre el quién me he devanado los sesos, he investigado sin llegar a una conclusión.
— Pensamos que Belfiori, con el resto de sus hombres, entre ellos por tanto Riley Webb, están detrás de la muerte de una cantante, Virginia Blade, de la que derivaron otras muertes, todas envueltas en el misterio más total. Riley Webb estuvo implicado directamente, aunque, según dijo el mismo Belfiori, no fue él quien la mató, sino que murió simplemente de una sobredosis, solo que, evidentemente, tras la desaparición de una gran suma de dinero, el mismo Belfiori quiso verlo claro y mutiló el cadáver de Blade como si fuera un homicidio; ahora es para nosotros de vital importancia saber con exactitud cómo y por qué el mismo Belfiori se encontraba allí, a esa hora, junto al lugar de delito y cómo y por qué pudo actuar sin molestias en su alteración de pruebas y también por qué Riley Webb, como él mismo nos ha confirmado, había pasado de ser un simple delincuente de los bajos fondos londinenses a encontrarse en Estados Unidos colaborando con Pete Norton, agente de la CIA, para investigar la desaparición de una cantante; investigación que duró hasta la muerte de dicha cantante, por cierto con un completo éxito.
— Preguntas más que lógicas a las que está claro que no puedo darles respuesta, pero hace un poco que sigo a Larry Belfiori, por el hecho de que él posee ahora esas fotos que, hasta que no consiga recuperar, hacen que mi posición como juez, además de como político, se vea muy comprometida.
— Bueno, a nosotros nos resultaría útil, juez, saber sencillamente dónde está.
— Si les contara qué es lo que hace en realidad Larry Belfiori durante, digámoslo así, su «servicio», no me creerían, pero en el fondo no hay de qué sorprenderse.
— ¿Qué? Explíquese.
— En este momento, por encargo de algunas multinacionales, está trabajando para traer inmigrantes clandestinos directamente de sus lugares de origen o al menos de Libia y Egipto, haciéndolo de una manera que no entren en Reino Unido. Sigue completamente la logística de esos lugares, mediante la colaboración con diversos traficantes y reparte a los clandestinos sobre todo en otras naciones europeas.
— Pero tendrá una sede desde la que dirigir todo eso.
— Sí, tiene su base en Bruselas, precisamente a un par de pasos del Parlamento Europeo, pero, que quede claro, señores, ¿puedo confiar en ustedes en lo que respecta a la recuperación de esas fotos?
— Esté tranquilo, juez, es uno de los motivos por los que se hace necesario encontrar cuanto antes a Larry Belfiori
— Mi secretaria les dará luego las direcciones exactas donde reside Larry Belfiori, serán más de una pues normalmente suele cambiar de lugar y domicilio y siempre está controlado por nosotros.
5.
Bruselas, marzo de 2017
Desde el primer momento, para descubrir realmente de qué naturaleza eran las acciones de Larry Belfiori, se pensó en una trampa, pero, a pesar de micrófonos y cámaras escondidos, no se descubrió ningún contacto con contrabandistas o criminales de otro tipo.
Hasta que un día, que para los agentes se presentaba como el enésimo que iba a transcurrir entres cafés, cigarrillos y un continuo sorber de bebidas, una explosión en el interior de uno de sus muchos pisos facilitó lo que luego resultaría ser su fuga.
Como si de repente el espiado no hubiera sido Larry Belfiori y cualquiera que hubiera estado a su lado, sino los propios agentes que lo vigilaban.
Se hilvana así una investigación improductiva para recabar información de la frontera belga, de Francia y otros países limítrofes, pero ninguno parecía saber dónde se encontraba Larry Belfiori.
Lo habitual era pasar horas en lo que los agentes del FBI habían identificado como su oficina.
Que se encontraba dentro de una de sus viviendas.
En estas casas, aparte de él, la única persona que tenía siempre acceso libre era la que se suponía que era su mujer.
Que tras investigaciones más profundas se descubrirá que era Danielle Hudson, ciudadana belga y estadounidense.
Pero también podría haber sido un nombre falso, una tapadera.
Los agentes sabían dónde se alojaba y extrañamente tampoco ella tenía contactos con otras personas distintas de Larry Belfiori.
Salvo pasar con él alguna noche, no solían convivir; ella tenía su casa, de la cual pagaba el alquiler.
Aparte de algún beso excepcional (que los agentes luego relacionaron sobre todo con el hecho de que los dos sabían que estaban siendo espiados) en el interior de las paredes domésticas, no había nada que hiciera pensar que fueran pareja, ni un contacto, ni una discusión concreta.
Y los agentes querían ver hasta qué punto Danielle Hudson era una cómplice.
Se apostaron durante días delante de la que entonces debería haber sido su casa.
Finalmente notaron algo: un hombre, no muy joven, que entraba en el piso, forzando rápidamente la cerradura de la entrada.
De inmediato, Joseph Nicosia, de acuerdo con Paul Mary, se puso la ropa de agente de policía y, haciendo uso de su francés casi perfecto, se preparó para detener, arrestar y eventualmente interrogar a quien en condiciones normales se habría podido considerar como un ladrón a todos los efectos.
Convencidos los agentes de que en un piso como ese no se podía tratar de un ladrón, decidieron actuar de inmediato.
Por el contrario, increíblemente, se producirá un breve tiroteo del que ambos salieron ilesos y luego los agentes buscaron encontrar alguna pista adicional después de que su objetivo tuviera tiempo de huir por piernas.
Pero no hubo ningún éxito, ni en la búsqueda del fugitivo, ni en las pistas, imposibles de encontrar en los muebles y puertas del piso.
Un detalle que se les había pasado por alto era que el hombre llevaba gruesos guantes de piel.
Un detalle en todo caso de poca importancia, porque lo importante habría sido detenerlo.
Podía ser un hombre de Larry Belfiori y por los indicios no se averiguó gran cosa.
Pero al FBI llegó una comunicación a través de Internet donde se especificaba que el hombre en cuestión se encontraba en ese piso para una operación encubierta en relación con la investigación secreta promovida por el juez Price en sus enfrentamientos con Larry Belfiori.
Además, resultó que alguien había contactado con la policía de Bruselas para saber si algún agente de policía se encontraba en ese piso para impedir un robo, y se le dijo que no había ningún agente en una operación similar.
Eso explicaba el enfrentamiento con los hombres de Paul Mary.
Se hizo el retrato robot del hombre con el que se había topado Joseph Nicosia, un hombre aparentemente de los servicios secretos británicos, contra quien se formularon las acusaciones con no pocas dudas.
6.
Londres, abril de 2017
— Se trata de las fotos, agente Mary.
— ¿Las fotos de su chantaje?
— Sí, eso. Lo que más me ha sorprendido es el hecho de que a las fotos le han añadido un mensaje: parece que han considerado necesario hacerme saber que la devolución de estas fotos es una mera y simple formalidad, casi una tontería, porque de todos modos podrían haber tenido más copias; ¿usted cómo entendería esto, como una tentativa, una solicitud de poner fin a este asunto?; mi impresión es esa.
— Es probable, Dr. Price, que nuestros sospechosos sepan quiénes somos y que de igual manera sepan o incluso vean que los estamos vigilando y esta carta, ya le digo, llega precisamente en el día en el que hemos conseguido del fiscal Richardson la autorización para proceder con respecto a estos individuos; no solo Larry Belfiori, sino también sus posibles secuaces Webb y Merries, de quienes todavía sabemos poco o nada; ¿supongo en este momento que las informaciones, el correo electrónico que ha llegado con respecto a un agente británico que actuaba de incógnito a su solicitud, no venían de usted?
— En realidad, no; ¿de qué estamos hablando?
— Era lo que yo pensaba, ahora tengo la certeza de que Larry Belfiori sabe todo de nosotros, de nosotros y también de usted, Dr. Price; debe saber que el motivo principal por el que hoy he venido aquí, además de la carta, de la que supe a través de un SMS, es sobre todo por el correo electrónico sospechoso que le decía, que parece llegar por su cuenta directamente a nuestra sede de Nueva York; ¿usted, además de no haber enviado este correo, ha hablado a alguien de esta carta o pedido a alguno de sus hombres que advirtieran a aquel de la existencia y la llegada de esta carta sospechosa?
— Agente Mary, yo no esperaba ni su presencia aquí hoy, sobre todo en relación con la carta, ni mucho menos (ni siquiera mi secretaria, que ha recibido el encargo de entregármela «cerrada», repito, «cerrada») he mencionado nunca esta carta a nadie, solo a usted después de que usted mismo la mencionara.
— ¿Entonces todo está claro para usted?
— Yo diría que sí.
7.
Tras las indicaciones/testimonio de un agente británico - Londres, mayo de 2017
El lugar era uno de aquellos que no se recomendarían a nadie.
Una vieja oficina del gas junto al Támesis, lugar en el que se realizaban los negocios más turbios.
En una mezcla de olores entre petróleo, gasolina y carne camina el mal.
Los agentes Mary y Nicosia sabían muy bien que el presunto chantajista del vídeo no saldría con vida.
Con David Lobowicz presente.
— FBI —se oyó a lo lejos la voz de Paul Mary.
— Escuche, estas son cosas que normalmente resolvemos entre nosotros y luego ustedes, los del FBI, aquí en Londres; ¿qué significa esto? —replicó David Lobowicz.
— ¿Entonces también el homicidio se encontraría entre sus prácticas resolutivas?
— Miren…
— ¿Y también ha arreglado de esta forma las cosas con Virginia Blade y Pete Norton? —El estupor rodeó en un momento a David Lobowicz y sus hombres, mientras Paul Mary y Joseph Nicosia se acercaban lentamente.
— Solo queremos hablar —continuó Paul Mary— y aclarar algunas cosas.
— Bien, agentes, pero ¿y el vídeo?
— De momento les tengo que pedir que dejen las armas en el suelo: hay francotiradores por todas partes y hombres listos para entrar en acción, están rodeados.
— ¿Y de qué me podrían acusar? —David Lobowicz sonrió, indicando con un gesto a sus hombres que dejaran las armas en el suelo.
— ¿Larry Belfiori, trabaja para usted, es uno de los suyos?
— Querría que al menos me mostraran una copia del vídeo, si no les molesta.
— Antes deberá responder a algunas preguntas, Mr. Lobowicz.
— No sé cómo han llegado hasta mí, quién les ha mandado aquí, pero no creo que tenga mucho que decir sobre los nombres que me han dado.
— Sin embargo, nosotros pensamos que usted sabe más de lo que nos quiere hacer creer.
— Virginia Blade... creo que había alguien que la perseguía, una de esas personas que se divierten matando estrellas.
— ¿Y Larry Belfiori, Pete Norton, Nat Calaiò, incluso algunos hombres del ministerio?
— Puedo hablaros de Pete Norton, que se encargó de protegerla: es posible que lo matara el mismo hombre que perseguía a Virginia Blade.
— ¿Me está diciendo que este hombre consiguió matar a Pete Norton en el interior de un edificio de máxima seguridad?
— ¡En todo caso, quiero ese vídeo!
— Si no nos dice qué papel tiene en todo esto Larry Belfiori, en menos de una hora haremos distribuir este vídeo por todas las revistas más importantes de Reino Unido.
— ¿En menos de una hora, dice? ¿Y sabe que en menos de una hora podría cancelar la publicación?
— ¿Por qué tener problemas entonces y pagar por este vídeo?
— Es algo que no le importa.
— Querrá decir que, además de la publicación del vídeo, se hablará también de una extraña unión entre familias importantes y servicios secretos corruptos, dando nombres y apellidos, incluidos los suyos y los de Larry Belfiori, asumiendo una nueva versión sobre la muerte de Virginia Blade.
— Ese video no llegará a las manos de ninguna revista.
— ¿Está seguro? Podría pararlo enseguida, pero de hecho ya habría salido.
— En resumen, Belfiori; ¿quieren a Larry Belfiori, quieren saber si trabaja para mí?; no, no trabaja directamente para mí, pero nos ayuda.
— ¿En qué, tráfico de inmigrantes, drogas, armas, chantaje a políticos, jueces?
— Son cosas de las que al menos debería traerme algún indicio de prueba, ¿no cree?
— Tenemos una grabación en la que Belfiori nos cuenta su móvil para la muerte de Virginia Blade, que Webb y Merries son hombres suyos y que fue una muerte puramente accidental, por sobredosis.
— ¿Y entonces de qué estamos hablando?
— ¿Y sobre Pete Norton y Nat Calaiò, dos muertes más que sospechosas?
— Escuchen agentes, esos dos pueden haber tenido problemas que no hayan tenido nada que ver con la muerte de la cantante, ¿no les parece?
— Al menos querríamos hablar con Larry Belfiori.