banner banner banner
Monstruos En La Oscuridad
Monstruos En La Oscuridad
Оценить:
Рейтинг: 0

Полная версия:

Monstruos En La Oscuridad

скачать книгу бесплатно


La boca de Maddy se abrió de par en par. Había pasado de preocuparse por la existencia de un monstruo espeluznante debajo de su cama a la posibilidad de que este fuera un monstruo sexual que podría estar loco por ella. Se rio a carcajadas, esta vez no había nadie que pudiera escucharla, así que continuó riéndose mientras iba apagando el ordenador. No tenía por qué seguir respondiendo a una tarada que claramente vivía en un mundo de fantasía. Ahora que Maddy había apartado todas esas tonterías de su vista, era el momento de dejar de pensar y seguir adelante.

Pero Maddy no pudo quitarse de la cabeza lo que había leído.

Las luces del dormitorio estaban encendidas, el mando a distancia temblaba ligeramente entre sus manos y las sábanas le cubrían más arriba de la barbilla. No se había molestado en arreglar las mantas y el edredón antes de acostarse, ya que no quería pasar mucho tiempo de pie junto a la cama después de lo que había pasado la noche anterior. El edredón estaba ladeado y arrastraba por el suelo, pero no le importaba. Se sentía segura con la luz encendida porque de esta manera el elfo oscuro, si eso es lo que era aquella cosa, no podría atraparla. Mientras miraba al techo, se dio cuenta de que no había tenido sexo desde hacía meses, quizá un año...

No. Calculó mentalmente. Hace más de un año.

La idea de mantener relaciones con un extraño siempre le había fascinado a pesar de no ser el tipo de persona que pudiera hacerlo. Sus fantasías sexuales solían ser de ese estilo —curioso si se tiene en cuenta que se trata de algo que una persona no debería hacer nunca. No obstante, si la chica de la página web estaba en lo cierto, Maddy podría convertir en realidad su sueño. Una vez hubieran consumado, se desharía del elfo oscuro y nadie tendría por qué enterarse jamás.

Seguro que no es tan fácil. Debe de haber alguna pega.

¿De veras se lo estaba planteando? A pesar de todo, Maddy se movió bajo las mantas y sintió la humedad que mojaba su entrepierna. Nunca se masturbaba en la cama, por la paranoia de que lo que estuviera bajo la cama pudiera escucharla, pero si no apartaba de su cabeza lo que estaba pensando podría caer en la tentación. Echó un vistazo al reloj de la mesilla de noche. Eran las dos de la madrugada. ¿Cómo es que aún seguía despierta?

Algo se movió bajo la cama. Reptaba con sigilo. Luego se hizo el silencio. Se le formó un nudo en la garganta. Está ahí. La humedad que había entre sus piernas se volvió más patente. Esto hizo que Maddy se sintiera molesta a la vez que excitada. Si se tocaba, el monstruo la escucharía. Lo sabría. Las luces estaban encendidas, lo cual quería decir que este no podría salir a por ella.

Si lo que había leído antes era cierto, podría meterlo en su cama con solo apagar la luz y pedírselo. El problema es que sonaba ridículo y la hacía parecer estúpida, un ser inocente. Sin embargo, lo cierto es que había algo debajo de su cama. ¿Por qué no podría ser un elfo oscuro?

Sus labios se curvaron en una sonrisa. Si se tocaba mientras le hablaba y este no abandonaba la oscuridad reinante bajo la cama, entonces comprobaría que, en realidad, se trataba de un elfo oscuro.

Estiró las piernas y dejó a un lado el mando a distancia. Deslizó las manos por debajo de la banda elástica del pantalón de su pijama y de sus braguitas. Se mordió el labio notando una fricción placentera y cerró los ojos. Inmersa en esa sensación, casi se olvidó de que había algo arrastrándose bajo la cama y se quedó inmóvil. El monstruo parecía... inquieto.

No debía hablar con él. En realidad, no debería hacerlo.

—Sé que estás ahí abajo.

Los movimientos se detuvieron con el sonido de su voz.

—Es muy grosero interrumpir a una chica que se está toqueteando —casi se rio de lo absurdo de la situación—. Estoy segura de que tienes alguna excusa para hacerlo.

No esperó respuesta. En su lugar, comenzó a centrarse en movimientos que le proporcionaban placer. Entonces, un timbre de voz masculina, con un acento caprichoso que no pudo reconocer, volvió a paralizarla.

—Más grosero aún es burlarte de mí. Te escucho suspirar. Puedo oler tu excitación. Apaga la luz e invítame a salir para poder ayudarte —se sentía demasiado aturdida para contestar. Entonces él añadió: —si te atreves.

Su corazón palpitaba.

—¿Sabes hablar? —¿por qué no lo había hecho antes entonces? Durante todos estos años había estado en silencio, así que tenía que existir algo más que la razón de querer poseerla. Nadie espera más de diez años sin un propósito.

—¿Me creías un ser primitivo? —rio el monstruo—. Supongo que es normal que lo pienses. Cuando pueda ponerte las manos encima, entonces sí que mi comportamiento será bastante salvaje.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y no pudo contenerse la aclaración.

—Me refiero a que sabes hablar inglés.

—Mi madre es humana y me enseñó su idioma —hizo una pausa para continuar diciendo, con voz profunda: —¿vas a seguir martirizándome? Apaga la luz.

La rebeldía se apoderó de él. No podría tocarla mientras la luz estuviera encendida. Ella no debería de tenerle miedo. El deseo que sentía por ella hacía que su excitación fuera en aumento.

—No lo haré. ¿Por quién me tomas? ¿Crees que soy el tipo de persona que mete en su cama a extraños que aparecen bajo ella?

Ese ser gruñó de una forma tan poco humana que a punto estuvo de dar un salto de la cama para escapar del dormitorio. Pero no estaba segura de que esa cosa no pudiera agarrarla del tobillo en caso de que intentara llevarlo a cabo. Entonces, el monstruo dijo con suavidad:

—Yo sé que sabes quién soy. Siento mucho haberte asustado anoche.

Una vez hubo dicho esto, Maddy se sentó en la cama.

—¿A qué te refieres exactamente? —¿Acaso él mismo había tenido algo que ver con la página web que había encontrado?

—Svartalfheim es un mundo mágico, no solo hay oscuridad. Me aseguré de que encontraras la información que buscabas —hizo una pausa—. Te repito que mi madre es humana. Nos hemos adaptado a los tiempos tanto como lo habéis podido hacer vosotros.

Sacudió la cabeza sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando.

—¿Has hackeado internet desde tu mundo? ¿Es que entonces no te hace daño la luz que emiten los ordenadores? —por no decir que la conexión será una auténtica mierda.

—No me afecta la luz si está creada a partir de cristales existentes en mi reino. Puede que Svartalfheim sea la tierra de la noche eterna, pero también tiene su encanto y otras maravillas. Yo podría mostrártelas... ¿Quieres?

Cerró los ojos y se metió bajo las sábanas. Estaba tratando de ganarse su confianza para que lo acompañase. ¡Extraño peligroso!

—Sabías cuál sería mi reacción.

Tras una larga pausa, el monstruo comentó.

—Es lo que esperaba. Te dije que podrías deshacerte de mí —volvió a hacer una pausa antes de continuar—. Has dejado de tocarte.

¿En serio que lo había notado?

—Me aburrí de hacerlo —el elfo oscuro lo tenía todo planeado. Primero la había asustado y luego había hecho que encontrara la información que él quería... ¿Pero por qué? ¿No podría haber iniciado antes una conversación con ella? ¿No hubiera sido eso lo mejor para él, en lugar de haber estado al acecho ahí abajo?

—Mientes. Tienes más ganas que antes. Quieres meterme en tu cama. El solo hecho de pensarlo hace que me desees con más fuerza.

—Eso no es cierto —en realidad el monstruo tenía razón, pero era todo tan surrealista que no alcanzaba a entenderlo.

—Maddison Wright, apaga la luz —dijo con una autoridad que a punto estuvo de hacerla sucumbir, hasta que cayó en la cuenta del control que intentaba ejercer sobre ella. Diablos, aún no se fiaba de él ni usando su nombre completo.

—Nunca voy a apagarla.

—Así que quieres jugar. Perfecto. Tengo paciencia. He esperado durante años a que maduraras y justo ahora tu aroma me dice que estás lista para aparearte.

—¿Por eso no has intentado hablar conmigo o tocarme antes?

—Cuando te encontré, aún no estabas preparada para mí, así que tuve que satisfacerme en otros lugares. Tu momento ha llegado y con él termina mi paciencia —replicó.

A punto estuvo Maddy de burlarse del monstruo cuando la cama volcó cerca de la pared, dejando un tramo de sombra en una de las esquinas, lejos de cualquier tipo de iluminación.

—Pero qué...

—Uno de los Dökkálfar ha mordido tu anzuelo esta noche.

El colchón y las mantas se movieron. A continuación, unos pliegues en la manta dieron forma a dos brazos. El monstruo estaba gateando hacia la cama con el edredón echado por encima. Había colocado la cama de forma que llegara menos luz cerca del suelo y el edredón había estado tocando el suelo por un lateral. Seguramente así es como habría apagado la hilera de luces la noche anterior. Había tirado de las mantas hasta dejarlas en el suelo, luego había ido a gatas hasta ellas para luego desenchufar las luces.

Una sombra masculina se deslizaba por el borde del colchón. Maddy chilló e intentó deshacerse de las sábanas hasta que una mano cálida le agarró el tobillo. La calidez del tacto la sorprendió pues de alguna manera, había imaginado que su tacto sería gélido. Los elfos no aparentan ser criaturas cálidas o quizá es que ella deseaba que no pareciera humano.

—Deshazte de las sábanas para llevarte conmigo bajo la cama —dijo—. Iremos a Svartalfheim. ¿No es eso lo que deseas?

—¡No! —¿Cómo es posible que una persona pudiera estar excitada y asustada al mismo tiempo? Creo que tengo serios problemas mentales a los que tengo que enfrentarme en cuanto amanezca.

—Quédate ahí entonces —dejó de agarrarla y continuó arrastrándose por debajo de las sábanas hasta que la figura de un hombre alto asomó a los pies de su cama. Giró la cabeza hacia ella y comenzó a meterse entre sus muslos. Ella lo miraba boquiabierta, sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Así y todo, juntó las piernas mientras la risa melódica del elfo resonaba por toda la habitación.

Capítulo 4

—¿Vas a apagar la luz de una vez? —insistió el monstruo acariciándole los muslos. Ella se estremeció de emoción antes de volver a separar las piernas. Maddy no estaba segura de hasta dónde le permitiría llegar, pero sentía demasiada curiosidad como para irse (y no precisamente porque pensara que podría raptarla y llevársela). La luz seguía encendida y eso le daba ventaja.

—Yo... creo que no está bien—dijo con voz trémula— ¿qué tienes pensado hacer? —mientras ella hablaba, él dirigió sus manos hasta la cintura y muy despacio le bajó el pantalón y las braguitas. En ese momento, ella debería sacarlo de una patada de la cama. Es lo que en realidad debía hacer, pero... ¿y qué si no lo hacía?

—Tu aroma lleva tentándome durante años.

—Eso es lo que me has dicho —el monstruo le había confesado que había estado con otras mujeres mientras la visitaba. Típico varonil. Desvió la mirada. Sin embargo, no le molestaba. Lo convertía en un ser considerado al saber que aún no estaba preparada para dar el paso. Maddy no tenía ni idea de lo que había cambiado, pero lo cierto es que ahora él estaba en su cama y ella quería experimentar qué podría suceder a continuación.

—El olor de la compañera siempre es más dulce que el de otras hembras y cuando la encontramos de este modo, nos quedamos para protegerla. Una vez el aroma cambia, a veces muy sutilmente, sabes que ya está lista para aceptarte. Que ya sabe cómo tratarte y esos cambios oscilan del interés a la lujuria. Entonces, ninguna otra mujer nos interesa a menos que seamos rechazamos y tengamos que esperar a que aparezca nuevamente una posible pareja —dicho esto se acercó y le acarició la cara interna del muslo—. Tan delicada. Tan agradable...

La cara y las manos parecían las de un hombre. Puede que no se tratara de un monstruo, a pesar de ser un elfo oscuro con todo lo que eso conllevaba. Llevaba el pelo largo y notó lo fino y sedoso que era cuando, al rozarle la piel, sintió un cosquilleo seductor. No poder verlo era una situación muy erótica. Algo prohibido. Maddy se estremeció y el elfo aspiró su aliento.

—Tu cuerpo me invita a saborearlo. Mira qué humedad hay en esta parte sagrada de tu cuerpo.

Su respiración se volvió superficial. ¿Lo haría? ¿Y ella quería que lo hiciera?

—Sí —susurró sin pensar.

El elfo tomó su monosílabo como una invitación y lamió su sexo, explorando con la lengua lo más escondido de su cuerpo. Se recostó sobre la almohada y cerró los ojos. Dios mío, el monstruo era real. Quería tener sexo con ella.

Y se lo iba a permitir.

Con la lengua iba formando círculos en el clítoris que la hacían jadear y abrirse de piernas. Rebuscó entre las mantas el mando a distancia. Como si el monstruo fuera consciente de lo que ella estaba haciendo, incrementó su placer introduciéndole un dedo en la vagina.

Los dedos de Maddy se agarraron al aparato de plástico que sacó bruscamente de debajo de las mantas. Escogiendo hábilmente los botones apropiados, fue apagando una luz tras otra hasta quedar únicamente una junto a la cama. Pulsó el último botón y dejó caer el mando a distancia en la mesilla de noche. Fue recompensada con unos movimientos de cadera cuando atrajo los muslos hacia él, de forma que sus piernas quedaron enrolladas en su musculada espalda. Él lamía, mordisqueaba y chupaba cada parte de su cuerpo. Cuando el éxtasis se apoderó totalmente de ella, emitió un grito de placer que la hizo temblar violentamente.

Retiró las sábanas y vislumbró una silueta en la oscuridad que se arrastraba por su cuerpo, buscando instalarse entre sus muslos. Estaba totalmente desnudo y su erección era más que evidente.

—Has apagado las luces por mí —dijo sorprendido.

—Así es —afirmó, disfrutando de la pasión que aún la invadía.

—¿Quieres ser mía?

Maddy iba a responder justo cuando recordó la información que había leído y se tomó un respiro antes de hacerlo.

—¿Te refieres a culminar el acto aquí o a llevarme contigo?

—Lo que desees.

Le gustó que no diera una respuesta directa.

—¿Me prometes que no me quedaré embarazada sin haber pasado por los ritos sagrados de tu reino?

—Lo juro —dijo acariciándole la cadera—. Hasta que no te unas a mí, no podrás concebir un hijo.

—No estoy preparada para ser madre —confesó aproximándose a él para acariciarlo. Tenía la mejilla cálida y suave. Al apoyar la cara sobre la palma de su mano, pudo ver que tenía las orejas puntiagudas. Aunque no alcanzaba a distinguir sus rasgos, pudo sentirlo. Era alto, delgado y fuerte. Tenía el pelo largo y orejas de elfo. No había notado nada de vello facial o corporal.

—¿Cómo te llamas? —era lógico que quisiera saber su nombre, puesto que él conocía el suyo.

—No puedo decírtelo —contestó.

En aquella página web había sido tan franco atendiendo a sus dudas. Sin embargo, ahora no daba respuesta a sus preguntas.

—¿Por qué no?

—Los elfos oscuros no pueden desvelar su nombre hasta pasados los ritos sagrados.

—¡Qué anticuado! —repuso Maddy —¿Cómo os llamáis entonces entre vosotros?

—¿No querías un ser primitivo? —repuso alegremente—, pues ya lo tienes.

—Touché, elfo.

—Maddy —dijo con voz profunda—, contéstame. Deja que te demuestre que soy digno de ti.

Se sentó sorprendida en la cama. Acto seguido, él la imitó, arrodillándose enfrente de ella. Era una sombra hecha carne.

—¿De verdad que no podrás tener sexo conmigo si no te lo pido?

—Sí que podría... —replicó—, pero no sentiría placer... Ah, y sería más difícil para mí procrear. ¿Lo pillas?

A Maddy no le gustaba la idea de ser vista como una máquina de fabricar bebés, pero él le había afirmado que no podría quedarse embarazada a menos que pasara los ritos. Así que ese momento podría posponerse. Quizá de forma indefinida. A lo mejor no era buen amante y decidía descartarlo por completo. Si elegía tener sexo con él aquí y ahora no la comprometía y como él mismo había dicho, solo sería sexo placentero.

El elfo cogió su mano y le besó los nudillos. Luego la guio hasta su sexo erecto y lo sostuvo rodeándolo con la palma de su mano. Él lanzó un gemido y ella tragó saliva. No creía que el grosor del miembro fuera un problema, a pesar de ser impresionante, pero sí que dudó sobre el tamaño. ¿Qué pasaría si era demasiado grande? Dejó que moviera su mano de arriba a abajo, de la base al glande una y otra vez. Tenía un sexo grande, pero no era monstruoso. Y tampoco parecía que tuviera tentáculos ocultos o apéndices de ningún tipo. Gracias a Dios.

Maddy se echó sobre él, rodeándole la nuca con la mano que le quedaba libre. Tenía que besarle. No sería capaz de tomar una decisión sin saber si besaba bien. Se dio cuenta enseguida de lo que ella pretendía y se abandonó a sus labios con furia desmedida. Dejó de acariciarlo para enredar ambas manos en su pelo, mientras se acercaba hasta ponerse a horcajadas en sus rodillas. Él fue besando lentamente sus caderas hasta llegar a su sexo. La atrajo hacia él y se colocó de forma que la punta de su miembro chocara con la entrada de su vagina, lo cual hizo que le suplicara. No recordaba haber sentido nunca tal necesidad de ser poseída con tanta antelación.

Mientras él le mordisqueaba los labios, Maddy sintió cómo unos caninos afilados le rozaban ligeramente la piel. No eran como los de un vampiro, pero sí mucho más largos que los de un humano normal. Era un monstruo y a la vez no. Era un hombre, pero... no se parecía a ninguno que hubiera conocido antes. Debería tenerle miedo porque representaba a lo desconocido, pero no era así. El elfo la quería solo para él. Quería poseerla. Preñarla. Raptarla como Hades había hecho con Perséfone.

—Muéstrame qué se siente siendo tuya —le susurró pegada a sus labios. Rozó su piel con las comisuras de los labios mientras la penetraba. Jadeó de placer.

—Esto, fuera —dijo el elfo a la vez que le quitaba la camiseta y la tiraba—. Sí, perfecta. Eres perfecta —dirigió sus manos hacia los pechos y los acarició. Luego la fue besando: primero la mejilla, después el cuello, para ir bajando hasta el pecho. Finalmente, se agarró a su pecho izquierdo y comenzó a moverse dentro de ella.

En un movimiento tan tenue que casi no se notaba, el elfo la empujó contra la almohada, las manos apoyadas sobre la cama, y aceleró el ritmo. Ella jadeaba, le agarraba la cabeza y se la acercaba a los pechos, enrollando las piernas alrededor de su cintura.

¿Cómo es que le estaba sucediendo esto? Ella era una mujer normal. No tenía nada de especial. Sin embargo, un elfo oscuro la había elegido (o quizá había sido el destino). Era todo tan... increíble. Cada movimiento la ponía al borde de un nuevo orgasmo. Él se incorporó y le puso las manos entre las suyas, elevando los brazos sobre la cabeza mientras aminoraba el ritmo de sus embestidas. Cada movimiento tocaba su fibra nerviosa; la hacía ver chispas y hacía que asomaran lágrimas a los ojos. Se sentía tan bien, era demasiado para poder tenerlo bajo control. Lo más probable es que se desgarrara de placer cuando sintiera el orgasmo.

Sacó su miembro y ella protestó, pero luego le dio la vuelta y atrajo sus caderas contra las suyas hasta ponerse de rodillas por detrás de ella. La penetró muy despacio, acto tremendamente sensual. Al penetrarla mucho más adentro que antes, gimió de placer. Antes de que ella pudiera imaginarse lo que iba a suceder a continuación, volvió a ponerla frente a él y entró en ella con rápidas y fuertes embestidas. Apretó las sábanas y gritó porque una oleada de placer atravesaba su cuerpo. Pero él aún no había terminado. Mantuvo el ritmo hasta hacerla gemir y estremecer de liberación. Cuando pensaba que ya no podría pasar nada más, él se puso tenso y notó como expulsaba su semen caliente dentro de ella.