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–Busca al profesor Marco Buccelli. Interno 102 del hospital Umberto II. Dile que es urgente.
El médico encendió otro cigarrillo y dio otras caladas nerviosas hasta que el teléfono sonó.
–Hola, Marco. ¿Cómo estás?
– ¡Doctor Salieri! Me alegro. Todo perfecto. ¿Y tú?
–Todo OK, gracias. Escucha, te llamo en relación con Adriano Magnoli.
–Sí. Una fea crisis. Pero lo hemos puesto bien rápidamente. ¿Lo has visto?
–Lo he visto. No habéis arreglado una mierda. –dijo con el tono franco que se puede permitir sólo un viejo amigo.
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