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Los Papis Toman El Control
Los Papis Toman El Control
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Los Papis Toman El Control

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Los Papis Toman El Control
Kelly Dawson

El segundo libro de la serie de bestsellers NZ Daddies, trata de una jinete con adicción a las drogas y de dos hermanos de los establos Lewis. Ellos la mantienen fuera de la cárcel y le dan un trabajo y un hogar. Muchas escenas de sexo gráfico (incluyendo tríos) y azotes.

La vida de Jen McLeod se desmorona. Tras ser sorprendida vendiendo mariguana como último recurso para pagar los costosos cuidados médicos altamente especializados de su hermano, se enfrenta a la pérdida de su trabajo y a la posibilidad de ir a la cárcel. Sin dinero, desesperada y sin saber qué hacer, intenta tontamente robar una cartera a Luke Lewis, un antiguo novio, solo para ser perseguida por su hermano Cody. Luke todavía tiene un lugar en su corazón para Jen, y después de que los dos hermanos escuchan su historia, le prometen no denunciar su robo a la policía si en su lugar, ella acepta un castigo ejercido por ellos. Al no ver otra opción, Jen acepta, y unos momentos después está sollozando y prometiendo ser buena mientras su trasero desnudo es azotado con fuerza. El humillante castigo la deja con las nalgas sonrojadas y el trasero ardiendo, pero después Luke la abraza y la consuela, y entonces los hermanos le hacen una oferta increíble. Si se convierte en su pequeña niña, obedeciendo sus reglas y sometiéndose a su disciplina, la llevarán a vivir con ellos y cubrirán todas sus necesidades. Aunque ella se sorprende por su generosidad y se pregunta si todo esto podría ser demasiado bueno para ser verdad, los hermanos no tardan en demostrar que se toman en serio lo de cuidarla. Pronto se encuentra con que la bañan, la abrazan y la azotan cuando se porta mal, y cuando los dos hermanos reclaman su hermoso cuerpo por completo, su firme y dominante forma de hacer el amor la deja agotada y satisfecha. Pero, ¿podrá aprender a comportarse o pasará la mayor parte de sus días con el culo rojo?

Nota del editor: Daddies Take Control es una novela independiente que constituye la segunda entrada de la serie New Zealand Daddies. Incluye azotes, escenas sexuales y juegos de edad. Si este tipo de material le ofende, por favor no compre este libro.

“Los papis toman el control”

––––––––

Por

Kelly Dawson

Copyright © 2017 by Stormy Night Publications and Kelly Dawson

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso por escrito del editor.

Publicado por Stormy Night Publications and Design, LLC.

www.StormyNightPublications.com

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Dawson, Kelly

Daddies Take Control

Diseño de portada por Oliviaprodesign

Traducción al español: Elizabeth Garay

garayliz@gmail.com

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Este libro está destinado solo para adultos. Los azotes y otras actividades sexuales representadas en este libro únicamente son fantasías, destinadas a adultos.

Tabla de Contenido

Título (#ue924ad81-70e9-5672-9e3e-d780959a7911)

Derechos de Autor (#u36c3f6bd-6b20-55b1-b332-286e7b627e89)

Capítulo Uno (#u9ca07bb5-b0ab-55d4-9227-878ca083b449)

Capítulo Dos (#u2a6c37ec-de81-5547-9a02-a32bcbefe585)

Capítulo Tres (#u85d7eb65-aec2-5e74-832f-635a5dad4905)

Capítulo Cuatro (#udb73ab8d-9f25-523d-8924-ad6cbedb6f8d)

Capítulo Cinco (#u54ebcfeb-3809-5099-b164-1c23c7c91639)

Capítulo Seis (#uca1db074-6a21-553e-a328-fe0eabe2ce8f)

Capítulo Siete (#u28a6c888-2484-5948-af4a-4f7c318b1494)

Capítulo Ocho (#ua3a19a1a-2a13-5aaf-a428-1b08b629152d)

Capítulo Nueve (#u6acd7fc9-5a3d-58b8-84cb-17b84f8390d0)

Capítulo Diez (#u26e938de-2099-5444-aa11-feb268170f08)

Capítulo Once (#ub8cfccc7-6603-50f2-b720-caa15800afb7)

Capítulo Uno

Jennifer McLeod se frotó los ojos con las palmas de las manos y los presionó, pero sin importar cuánto lo intentara, no pudo contener el torrente de lágrimas que brotaron en estremecedores y miserables sollozos, como un río que acaba de desbordarse. ¡Estúpida! se dijo una y otra vez, como si de alguna manera le ayudara a recordar lo lejos que había caído, gracias a su propia necedad. ¡Eres una absoluta estúpida!, se reprendió de nuevo.

Sabía que acabaría ocurriendo, que un día terminarían atrapándola. Pero a medida que pasaba el tiempo y no ocurría, se había vuelto más atrevida. Y ahora todo había terminado. Se había descubierto la cosecha comercial que había estado cultivando en el armario del pequeño apartamento de un dormitorio, adjunto a los establos donde trabajaba. La semana siguiente debía comparecer ante el juez; sabía que era poco probable que la liberaran con solo una multa. Había estado esforzándose para abastecerse; tendría suerte de salir sin una pena de cárcel. Y cuando la prueba de drogas de hoy diera positivo, lo cual estaba segura de que así sería, se volvería aún peor para ella. Lo más probable es que la suspenderían de las carreras durante al menos un año, tal vez incluso recibiría una multa.

Sabía que al final del día ya no tendría un trabajo o un lugar donde vivir. Había apostado todo lo que tenía en el caballo que montaba, y había perdido. Ahora ya no le quedaba nada. Ni trabajo, ni casa, ni dinero y sin forma de pagar por los cuidados de Bobby. Su vida también podría haber terminado.

¿Qué pasaría con Bobby? Su hermano gemelo gravemente discapacitado y donde estaba prosperando y empezando a hacer amigos en ese establecimiento privado que ella le había encontrado. Había sido muy recomendado, la atención era de primera. No era solo una institución, sino una comunidad, donde los residentes podían ser tan independientes como podían serlo, sin dejar de ser supervisados ​​y asistidos en todos los aspectos de su vida. Renwick Park había sido un regalo del cielo para Bobby, finalmente estaba hablando y sonriendo de nuevo, pero tenía un alto precio. Un precio que ya no podía pagar.

¿Qué diablos voy a hacer? se preguntó, la desesperación la inundó de nuevo. Esta vez, ni siquiera trató de detener las lágrimas, sería inútil. En cambio, se agachó y apoyó los antebrazos en las rodillas, cubriéndose la cara con las manos y lloró.

* * *

Luke Lewis, del prestigioso establo ‘Tom Lewis Stables’, condujo al último caballo por la rampa de suave pendiente del camión de caballos y lo aseguró en el interior. Mientras permanecía de pie en silencio, volviendo a llenar la red de heno para el caballo y saboreando la sensación del final de otro día exitoso en las carreras, el sonido de un sollozo ahogado se filtró a través de las rejillas de ventilación del camión. Frunció el ceño, escuchando, pero no volvió a oírlo, por el sonido de los caballos resoplando, pateando y masticando.

Levantó la pesada rampa y cerró los pestillos. ¿Dónde estaba Cody? En el bar, sin duda, ayudando a los propietarios a celebrar sus victorias, ya que en el día habían presentado seis caballos y habían logrado cuatro victorias. ¡Nada mal! Cody no siempre venía con él a las carreras. De hecho, casi nunca lo hacía, aunque los hermanos habían crecido juntos en los establos con los caballos, Cody siempre había estado más interesado en administrar la granja que estar en los establos. Pero con Tom, su padre, tratando de retirarse, Cody había dado un paso al frente, asistiendo a carreras con Luke, cuando nadie más estaba disponible para asistir.

El sollozo ahogado volvió a escucharse. Luke miró a su alrededor. Allí, apoyada contra la valla al otro lado del estacionamiento, estaba una mujer. No podía ver mucho de ella ya que estaba inclinada hacia adelante, con la cabeza apoyada en las rodillas dobladas y el rostro completamente cubierto por una maraña de cabello largo y oscuro. Se notaba claramente angustiada; incluso desde donde estaba parado a varios metros de distancia, podía ver sus hombros temblando. No tenía idea de quién era ella; no podía verla con suficiente claridad para identificarla. Pensó en acercarse para ver si podía ayudar, luego negó con la cabeza. No. Cody es mejor en ese tipo de cosas que yo, decidió. Si todavía está aquí cuando lo saque del bar, hablaremos con ella entonces.

Abrió la puerta del conductor del camión de caballos, arrojó su billetera descuidadamente al interior, arrojó su chaqueta encima y se alejó pavoneándose hacia el bar, sin mirar atrás.

* * *

Jen sabía que el hombre alto y apuesto, de pelo rubio oscuro y desgreñado, la había estado observando, pero no estaba segura de si su expresión había sido de lástima o de desprecio. Probablemente desprecio, si hubiera estado cerca del bar y se hubiera enterado. Sabía que, a estas alturas, la noticia de su desgracia se habría extendido por todas partes.

Conocía a Luke desde hacía años; habían coqueteado bastante entre ellos en ese entonces, cuando ella todavía estaba en la cima de su juego. Entonces había comenzado su racha perdedora y se había encerrado en sí misma, perdiendo interés en los flirteos casuales. Fue entonces cuando empezó a cultivar droga para complementar sus ingresos. La atención de Bobby no había sido barata; incluso los cuidadores privados que había contratado inicialmente habían sido caros, aunque seguían siendo sustancialmente más baratos que Renwick Park. Pero los cuidadores nunca habían funcionado; las necesidades de Bobby eran demasiado complejas y su comportamiento demasiado desafiante para que una sola persona pudiera enfrentarlo durante mucho tiempo.

Contuvo sus lágrimas mientras veía a Luke alejarse; su apretado trasero llenaba tan bien sus Wranglers. Sus hombros seguían siendo tan grandes como recordaba; era un hombre muy bien formado con un físico poderoso, perfeccionado tras años de arduo trabajo físico. Él también había tenido la sonrisa más sexy; recordó cómo su sonrisa, sus ojos azules profundos arrugándose en las esquinas, la habían debilitado en las rodillas y enviado escalofríos por su columna vertebral.

Después de arrojar sus pertenencias dentro, Luke no se había molestado en cerrar con llave el camión, y ella se había dado cuenta. Siempre había sido del tipo confiado, generoso hasta el extremo y siempre dispuesto a darle a alguien el beneficio de la duda. Ella apartó el aguijón de su conciencia mientras se apresuraba hacia el camión, abrió la puerta y buscó a tientas en el asiento, debajo del abrigo, la billetera de Luke. Él puede permitírselo, se dijo a sí misma, mientras salía con cuidado del camión, deslizándose por el suelo. El escalón era más alto de lo que pensaba; tropezó y estuvo a punto de caer cuando un pie aterrizó en tierra firme.

"¡Oi!". El grito enojado la tomó por sorpresa y tropezó mientras giraba, lista para correr. Se enderezó rápidamente, y se puso en marcha, esquivando vehículos, tratando de eludir a los dos hombres que la perseguían. Su corazón latía con fuerza y ​​su garganta ardía mientras corría, agarrando la billetera con fuerza, luego se quedó sin aliento cuando alguien la tacleó por detrás. Su atacante se retorció en el aire, protegiendo su cuerpo del duro suelo y ella aterrizó, su torso medio sobre el de él, su cabeza acunada en el hueco de su brazo. Luchó, pero se encontró sujeta con fuerza.

"No te muevas", ordenó una voz profunda. Levantó la cabeza para mirar los ojos oscuros y humeantes de un hombre que se parecía sospechosamente a Luke ... pero no era él.

"Cody Lewis", se presentó el hombre que no era Luke. "Esa que tienes allí, es la billetera de mi hermano". Sus fuertes dedos rodearon los de ella, apartando la billetera de cuero de su agarre, y hábilmente la arrojó hacia el hombre que estaba a un metro de ellos, con las manos en las caderas y el rostro severo.

Luke. Su corazón dio un vuelco. Seguía siendo tan endiabladamente guapo como lo recordaba. Ella miraba, con el corazón en la garganta, mientras él abría la billetera, verificando que todo su contenido aún estuviera allí. Asintió con satisfacción y deslizó la billetera en su bolsillo trasero, extendiendo su mano para ayudarla a levantarse. Sus manos eran ásperas, callosas y fuertes mientras la ayudaba a ponerse de pie y ella podía sentir su intensa mirada recorriendo su cuerpo. Soy un desastre, lo sabía. Había estado llorando durante la última media hora, y las partes de su cuerpo, que aún no habían sido salpicadas con el barro de la carrera, ahora estaban cubiertas de polvo de donde Cody la había arrojado al suelo. Detrás de ella, podía oír a Cody sacudiendo el polvo de sus pantalones.

"Jen. Ha pasado un largo tiempo", la voz profunda de Luke retumbó a través de ella, enviando escalofríos por su columna vertebral, tal como lo había hecho una vez hace mucho tiempo. Su tono era cálido, mucho más cálido de lo que se merecía. Ella contuvo la respiración. ¿Qué pasaría ahora? ¿Llamaría a la policía?

"¿Conoces a esta mujer?", Cody parecía sorprendido. "¿Es ella de la que tanto he oído hablar en el bar?". Él seguía de pie detrás de ella y ella se giró para mirarle. Aunque se parecía a Luke, había claras diferencias. Para empezar, Cody era un poco más alto, con una apariencia más desaliñada y rugosa. Mientras que Luke estaba bien afeitado, Cody tenía una barba de chivo, y su cabello era de un color más claro, más corto y teñido por el sol en las puntas. Las mangas de la camisa negra que vestía estaban arremangadas hasta los codos, dejando al descubierto antebrazos profundamente bronceados, con músculos tensos. Su camisa estaba abierta en el cuello, revelando un colgante de anzuelo de hueso intrincadamente tallado que colgaba de un cordón de cuero justo debajo de su garganta. Él la miró a los ojos. Un escalofrío recorrió su espalda cuando él la miró con su mirada autoritaria; tenía una presencia aún más imponente que la de Luke. Ella tragó saliva, luego se mantuvo en equilibrio, sus músculos tensos, lista para correr. Estos eran dos hombres poderosos.

"Sí", admitió, su voz ronca apenas por encima de un susurro. "Esa soy yo".

"Ella es una jinete", escuchó a Luke explicarle a Cody. "Una de las mejores en el país".

"Yo era una jinete", le corrigió. "Ahora mismo, tendré suerte de no ir a la cárcel". Se quedó sin aliento y soltó una tos ahogada mientras reprimía un sollozo.

Luke le tocó el brazo. "¿Estas en problemas?".

Detrás de ella, Cody resopló. "Sí que está en problemas", gruñó, con la desaprobación que goteaba de su voz. "Lograba abastecerse, en el alojamiento que le proporciona su jefe".

"¿Por qué?", la pregunta era tan simple que la tomó por sorpresa.

"No importa". Se secó la nariz con el dorso de la mano y trató de calmar su cuerpo tembloroso. Nunca se había sentido tan indefensa en toda su vida. Estaba aterrorizada por lo que le deparaba el futuro. ¿Qué importaba ahora por qué lo había hecho?

"Creo que sí". La voz de Cody era un tono bajo y retumbante que le hizo temblar las rodillas. Su imponente presencia la intimidaba, pero al mismo tiempo la consolaba. Había algo en él que la hacía sentirse segura. Entonces se puso delante de ella y le puso un dedo bajo la barbilla, inclinando su rostro hacia arriba, obligándola a encontrar su mirada de acero. Ella tragó saliva.

"Para empezar, robaste la billetera de mi hermano. Creo que nos debes una explicación. ¿No es así?".

Su mirada severa la atravesó y se sintió instantáneamente avergonzada. Ella no era una ladrona. Ella nunca había sido una ladrona. Podría complementar sus ingresos con medios poco fiables de vez en cuando, pero no era una ladrona. Tomar cosas que no le pertenecían no era su estilo. Al menos, no había sido su estilo. Pero nunca antes había estado tan desesperada.

"Además...", continuó con su voz ronca, "... a veces hay muy buenas razones detrás de malas decisiones. Si nos lo cuentas, es posible que podamos ayudarte".

Ella arrancó su rostro de su agarre. "Lo dudo", espetó, su miedo y vergüenza salieron ahora como ira.

"Pruébanos", sugirió Luke.

Si hubiera sido cualquier otra persona, se habría quedado callada. Pero tenía historia con Luke. No mucho, pero lo suficiente para que ella supiera que era un buen hombre, un hombre estable, el tipo de hombre en el que pensaba que podía confiar. Además, una explicación difícilmente podría empeorar las cosas, ¿verdad? Las cosas no podían ir a peor.

Un tiempo después, habiendo contado su historia, miró a los dos hombres que la observaban fijamente. Ambos tenían los brazos cruzados contra el pecho, sus posturas dominantes, masculinas hasta la médula. Ella estaba temblando; se sentía tan vulnerable y asustada. Contuvo la respiración. Su futuro dependía de lo que dijeran a continuación los hermanos.

"Creo que podemos ayudarte", anunció Cody. "¿Podemos, Luke?".

"Podemos", convino Luke. "Pero si lo hacemos o no depende de ti. No creo que necesitemos involucrar a la policía, pero es necesario que se te enseñe una lección. ¿No es cierto?".

Dejó escapar el aliento que había estado conteniendo, aliviada. Lo último que necesitaba eran más problemas con la policía.

"Me robaste", le recordó. "Es lógico que se te castigue por eso, antes de que te ayudemos".

Ella arqueó las cejas. Definitivamente estaba interesada en escuchar lo que tenían que decir; después de todo, no tenía otra opción. Estaba sin hogar y desamparada. Si Luke y Cody estuvieran dispuestos a cambiar eso por ella, felizmente discutiría los términos.

"¿Qué quieres decir con lo de castigo?", preguntó ella con curiosidad.

"Una paliza".

El alivio que se apoderó de ella fue tan intenso que se echó a reír. "¿Una paliza? ¿Hablan en serio?".

"Así es", confirmó Cody. "Pero te puedo asegurar que no te reirás".

"Te someterás a una paliza desnuda", aclaró Luke. "¿Lo entiendes?".

Su corazón latía rápidamente, cuando se dio cuenta de que los dos hombres poderosos y dominantes que estaban frente a ella hablaban en serio. No iban a ir a la policía. Había todo tipo de cosas desagradables que podrían haberle exigido, pero no sugirieron ninguna de esas cosas. Todo lo que querían hacer era golpearle el trasero. Ambos eran sexys como el infierno; podía pensar en cosas peores que ser azotada por ellos. Un escalofrío le recorrió la espalda.

"Sí", susurró. "Entiendo".

"Vamos entonces", Luke colocó su mano grande firmemente en la parte baja de su espalda y la guio hacia la puerta lateral del camión de caballos con el nombre de "Tom Lewis Stables" estampado en el costado, y Cody la cerró con llave detrás de ellos.

* * *

Luke se sentó en el futón y vio como los ojos de Jen recorrían nerviosamente el pequeño espacio. Había pasado mucho tiempo desde que había estado en un camión de caballos con un espacio tan amplio. Una escalera conducía a la alcoba sobre la cabina que albergaba una cama doble, y la mini cocina se completaba con una estufa de gas y una nevera pequeña. Había una mesa plegable pegada a la pared y junto a ella había una puerta, que presumiblemente conducía a los compartimentos para los caballos. Aunque el camión de caballos era grande y moderno, los tres que estaban allí hacían que las habitaciones fueran estrechas.

"¿Qué va a pasar ahora?", preguntó Jen, con la voz quebrada. ¿Eran los nervios? ¿Culpa? ¿Temor? Por una fracción de segundo, sintió lástima por ella. Luego recordó por qué estaban allí, por lo que había hecho ella.

"Cody te va a poner sobre sus rodillas y te azotará el trasero desnudo", le informó. "Y yo voy a mirar".

La escuchó respirar bruscamente y vio que el color desaparecía de su rostro. La vio ponerse rígida cuando Cody tomó su mano por primera vez, pero ella se relajó visiblemente cuando él le acarició los nudillos con el pulgar. Y ella no pareció luchar cuando Cody tiró de ella suavemente sobre su regazo. No se movió cuando Cody le bajó los pantalones por los muslos, deslizó los pantalones y las bragas hasta las rodillas, y luego colocó sus piernas en su lugar debajo de una de las suyas.

Cody apoyó la palma de su mano en su trasero desnudo, esperando. Todo el tiempo, Jen permaneció congelada, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y las manos temblorosas. Luke pudo verla mordiéndose el labio inferior; más duro y ella lo atravesaría con los dientes.

"Dame tus manos". Luke se inclinó hacia adelante y tomó sus dedos, entrelazándolos con los de él, sosteniéndolos suavemente, sintiendo sus manos temblorosas aún mientras él las sostenía. "Mírame", ordenó en voz baja.

Ella lo miró a través de sus pestañas, sus ojos mostraban solo una pizca de miedo. Sintió el más mínimo estremecimiento de satisfacción ante su pánico. Era nada menos de lo que se merecía; después de todo, le había robado.

"Debes sostener mi mirada mientras Cody te pone rojo el trasero. Quiero que me mires a los ojos mientras te castiga y recuerdes por qué estás aquí: intentaste robarme".

Sus ojos cayeron al suelo mientras su rostro se ponía rojo como una remolacha.

"Jen", instó, inyectando la severidad suficiente en su tono para ser tomado en serio.

La mano de Cody aterrizó bruscamente en su trasero desnudo, el crujido de carne sobre carne resonó ruidosamente alrededor de la pequeña habitación. Jen dio un salto, su boca se abrió en estado de shock.

"Mírame", ordenó Luke.

Ella lo hizo.

La palma aplastada de Cody cayó una y otra vez, salpicando su trasero con golpes a un ritmo rápido y regular. Jen se estremeció con cada golpe, pero ahora que sostenía la mirada de Luke, no vaciló. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras los azotes continuaban, pero aun así siguió mirándolo.

"Lo siento", gimió, mientras Cody ponía más fuerza detrás de los azotes. Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, pero no apartó los ojos de los de Luke, a pesar de que los suyos estaban llenos de dolor y tristeza.