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El Escritor
El Escritor
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El Escritor

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«Me parece que también a tí te cuesta, mi querido poste de la luz.»

«Precisamente. ¿No podías coger algo un poco más cómodo para los dos?»

«Cuando hundas el pié en el acelerador de esta bestia, entenderás inmediatamente el porqué» y después de cerrrar la portezuela con demasiada violencia, añadió «Venga, vamos.»

«¿A dónde vamos?»

«Volvemos a la base. Quiero analizar con calma todos los datos que nos ha suministrado nuestro amigo el friqui y descubrir todos los secretos de este aparato alienígena.»

«No querrás decir que sabes más que él. Parecía muy preparado.»

«Debo decir que el chaval ha hecho un trabajo excelente pero también he investigado por mi cuenta.»

«¿De qué estás hablando?» preguntó el tipo delgado, perplejo.

«¿Qué crees que he estado haciendo todas estas noches del último mes, delante del ordenador, mientras tú roncabas como un oso en hibernación?»

«¿Ver páginas porno?»

«¿Pero dónde te he encontrado? Últimamente me lo pregunto con frecuencia.»

«Es el destino que nos ha unido» replicó el tipo delgado mientras pisaba a fondo el pedal del acelerador y el Corvette volaba, dejando dos estelas negras de neumáticos sobre el asfalto.

«Eh, ve despacio» gritó el gordito mientras era aplastado contra el asiento debido a la repentina aceleración. «No querrás destrozarlo en un jesús. Sólo he pagado los dos primeros plazos.»

«¡Guau!» exclamó el tipo delgado. «Va como un misil. Es una bestia esta joya.»

«Sabía que te gustaría. Ahora, sin embargo, ten cuidado y no tires a aquella vieja» dijo el tipo corpulento, indicando una frágil señora que estaba atravesando con lentitud la carretera. «Dejemos que goce un poco más su jubilación.»

«No te preocupes, amigo mío. Estás en buenas manos» replicó el tipo que estaba conduciendo mientras que, con una brusca maniobra, esquivaba por un pelo a la viejecita.

«¡Demonios!» exclamó el gordito. «Casi le has arrancado el vestido.» A continuación se volvió hacia atrás y viendo a la anciana señora que, agitando el bolso, los estaba poniendo verdes, añadió «Otra serie de improperios como esos y serás tú quien no conseguirá gozar de la jubilación» y soltó una risotada.

«Olvídalo. No soy nada supersticioso.»

«Haces mal. ¿Y si fuese un rito vudú? Podrías encontrarte saltando como un grillo mientras la vieja te pincha con un alfiler de sombrero en el trasero en el muñequito que hace las veces de tu persona.»

«¿Quieres parar con esas tonterías y me dices qué hace esa cosa?»

«Vale, vale. No te calientes. Sólo estaba bromeando, ¿no?» El tipo corpulento apoyó de nuevo el objeto alienígena sobre la palma de la mano izquierda y dijo «El friqui tendrá, es posible, un montón de conocimientos pero, según lo que he encontrado, te puedo asegurar que he utilizado los canales a los que, seguramente, no habrá tenido la posibilidad de acceder.»

«A veces me das miedo.»

«¿Quieres ver una cosa?»

«Bueno, depende de lo que sea.»

«En los diferentes archivos que he consultado con respecto a esta tecnología alienígena, he descubierto que este artilugio, además de hacer saltar por los aires las astronaves, puede hacer muchas otras cosas igualmente majas.»

«¿Estás seguro que ha funcionado?» dijo el tipo que estaba conduciendo mientras se enfrentaba a una curva a toda mecha, aplastando al pasajero contra la portezuela.

«¡Eh! ¿Quieres ir más despacio? Sólo faltaría que nos persiguiera la policía y nos arrestaran de nuevo.»

«Se me ha ocurrido una idea» dijo entonces el tipo flaco. «Enciende la radio.»

«¿Te parece que sea el momento de ponernos a oir cancioncillas?»

«No, idiota, que no eres más que un idiota. Pon el noticiario.»

El tipo corpulento, si bien un poco dubitativo, decidió no hacer más preguntas y, una vez encendida la radio, comenzó a recorrer la distintas emisoras hasta que encontró una en la que estaban retrasmitiendo las noticias del mundo.

«Después de haber irrumpido en la oficina de la sede central del banco, los cuatro ladrones, con la cara cubierta, que empuñaban pistolas y fusíles automáticos, han intimidado a los empleados con el fin de llenar las bolsas con el dinero. Toda la operación ha durado poco menos de cinco minutos. Cuando la policía llegó los ladrones ya se habían marchado sin dejar rastro. Se han establecido puestos de control policial en todas las vías de acceso a la ciudad.»

«¿Qué nos importa esto?» preguntó el gordito cada vez más alucinado.

«Paciencia, amigo mío, paciencia.»

«Ahora volvemos con los titulares. Parece ser que hay novedades interesantes. Conectamos con nuestro enviado especial en Washington, Fred Salomon.»

«Gracias Lisa. Me encuentro en la sala de conferencias de la Casa Blanca donde el presidente acaba de llegar y está a punto de emitir un comunicado oficial. Escuchémoslo en directo.»

Pasaron algunos segundos de silencio, a continuación la inconfundible voz del Presidente de los Estados Unidos de América fue difundida por los potentes altavoces del Corvette.

«Señoras y señores, para empezar gracias a todos por haber venido. Por desgracia las noticias que me han llegado hasta ahora no son para nada reconfortantes. Parece ser que el insólito resplandor, detectado hace casi una hora en la luna, haya sido causado, efectivamente, por una inmensa explosión y que en ella ha estado involucrada la astronave de nuestros amigos alienígenas. Todavía no sabemos si han conseguido ponerse a salvo. Daremos otro comunicado en el momento en que tengamos más novedades con respecto a lo ocurrido. Gracias.»

«¡Por todos los demonios!» exclamó el gordito atónito «Así que la hemos hecho saltar por los aires de verdad.»

«¿No estás contento? Cuando estábamos con el friqui parecía que era lo que más deseabas del mundo.»

«Bueno, sí.... vale. Sin embargo, en el fondo, me da un poco de pena.»

«Increíble. No habría pensado jamás que debajo de toda esa carne hubiese un corazoncito.»

«Déjate de decir tonterías» dijo el gordo con aire arrepentido. «Dále al acelerador y volvamos a la base.»

Planeta Kerion – El trágico descubrimiento

«El contenedor (|) acaba de salir del tunel de intercomunicación» anunció el diminuto keriano responsable de la coordinación de las maniobras. «Dentro de 0,1 cens llegará al punto de atraque.»

«Quiero que lo traigan aquí de inmediato para verificar el contenido y para el análisis de los datos memorizados» ordenó el Supervisor RTY a su subordinado.

El extraño objeto ovoide, proveniente de casi sesenta y cinco años luz de distancia, fue interceptado por una especie de campo de contención que lo desenganchó de la órbita del planeta y lo transportó rápidamente en dirección a una abertura de la gigantesca estructura, completamente metálica, que se extendía por casi doscientos kilómetros cuadrados a lo largo del ecuador de Kerion.

«Contenedor (|) casi en posición» dijo el coordinador.

«Dáte prisa para traerlo aquí» exclamó RTY. «Debemos descubrir, como sea, qué ha sucedido en Λ»

En cuanto el recipiente alcanzó el punto de atraque fue enseguida custodiado por dos keriani con una figura realmente insólita. Uno era muy parecido a una especie de remolque sin ruedas, mientras que el otro se parecía más a un enorme cangrejo con seis pinzas. El cangrejo aferró con delicadeza el contenedor y lo depositó en el interior del keriano/remolque que, después de recibir el mensaje de que había tenido lugar el enganche, sin emitir ni un sonido, partió a una velocidad increíble en dirección a los laboratorios.

«El contenedor (|) ha llegado» exclamó el coordinador. «Equipo de verificación, efectuad un análisis competo del contenido.»

Cuatro keriani, incluso éstos con unas formas muy extrambóticas, se precipìtaron sobre el objeto y, después de haberlo sumergido en un pequeño embalse que contenía una solución a base de amoníaco, comenzaron con el escaneo de su interior. Habían pasado pocos minutos cuando el keriano más pequeño de los cuatro comunicó. «Novecientos noventa almas presentes, todas en perfectas condiciones. Estoy enviando al sistema central la grabación de los acontecimientos memorizados desde la cápsula.»

«La quiero en la pantalla» ordenó perentoriamente RTY.

Las imágenes mostraron la superficie de la luna alejándose rápidamente mientras un objeto enorme perfectamente esférico se acercaba a la zona del laboratorio subterráneo Λ. Pasados unos segundos, un resplandor cegador saturó con su luz la grabación e, inmediatamente después, ya no había nada. Toda el área parecía haber sido golpeada por un gigantesco martillo. Las imágenes mostraban sólo una zona enorme y plana del suelo lunar, increiblemente lisa y pulida. La grabación continuó todavía por unos momentos mostrando el satélite cada vez más lejos; luego, se interrumpió.

«El laboratorio» exclamó RTY horrorizado. «Ha sido destruido por completo.»

«No hay nada más» comentó con amargura el coordinador. «La grabación ha terminado.»

«Es un ataque descarado y deliberado a nuestro puesto de avanzadilla. Sabía que no debíamos fiarnos de aquella especie de alienígenas.»

«¿Piensas que el arma esférica ha sido construida por ellos?»

«Hay sólo dos planetas habitados en aquel sistema solar y en ellos hay seres de la misma especie. No tendríamos que haber establecido allí nuestra base.»

«Es una tragedia inmensa» dijo con tristeza el keriano coordinador. «En el laboratorio había casi diez millones de almas preparadas para ser transferidas. Se salvaron sólo las novecientas noventa que han conseguido huir a la catástrofe por medio de la cápsula (|).»

«Todavía no me lo puedo creer» exclamó RTY consternado. «Debemos de advertir de inmediato al Supremo TYK.»

Tell-el-Mukayyar – Las grabaciones

Petri y sus tres amigos, de momento, se habían trasladado al interior de la tienda laboratorio de la doctora Hunter.

«Realmente me come la curiosidad» dijo Azakis ansiosamente. «Me gustaría ver qué es lo que no ha funcionado de tu sistema de enganche.»

«No, querido. Ya verás como las cosas sucedieron de manera distinta» replicó Petri mientras hacía aparecer, aproximadamente a medio metro del suelo, un holograma tridimensional.

«Esto que haces, siempre me deja atónito» exclamó Jack mientras observaba las imágenes que se formaban justo en medio de la tienda.

«Ahora voy un poco hacia atrás» dijo Petri mientras trasteaba con un extraño instrumento y las escenas se iban reproduciendo al revés. «Este es el momento en que hemos llevado al Área 51 al general Campbell, el senador Preston y los dos graciosos personajes que nos han asaltado cuando estábamos intentando recuperar la carga.»

«Sí, sí. Me acuerdo perfectamente.»

«Ahora os enseño una cosa» y el holograma mostró al tipo corpulento que se acercaba amenazante a Azakis al tiempo que le daba una palmada en la espalda.

«Creía que me estaba atemorizando» dijo el comandante alienígena. «No me ha movido ni un milímetro. ¿Qué tiene que ver esto con el extravío del control remoto?»

«Espera. Deja que agrande este detalle... Lo que estáis viendo es la mano del gordito mientras, con una habilidad finísima, te quita del cinturón el aparato.»

«¡Increíble!» exclamó el coronel. «Una maniobra digna de los mejores carteristas que dan vueltas por el metro.»

«Con la excusa del golpe en el hombro ha aprovechado para robarte el control remoto» añadió Elisa. «Es una vieja técnica que los ladrones de tiendas se transmiten de generación en generación.»

«¿Me lo ha robado él?» preguntó Azakis consternado.

«Justo, amigo mío» confirmó Petri.

«¿Y cómo diablos ha conseguido reactivarlo y completar la orden de autodestrucción? Tú lo habías deshabilitado completamente ¿o me equivoco?»

«Sí, Zak. El aparato había sido desactivado. Probablemente, él y su compinche, después de haber sido liberados, se habrán puesto a buscar entre las numerosas informaciones que hemos dejado a los terrestres y habrán encontrado el sistema para burlar el sistema de bloqueo.»

«Esos dos han destruido nuestra astronave y nos han impedido regresar a casa» explotó Azakis preso de una furia impensable en él. «Cuando los tenga otra vez a mano haré que se arrepientan de haber nacido, te doy mi palabra.»

«Cálmate amigo mío. Ahora, lo que está hecho, hecho está. No podemos hacer nada. Lo que deberíamos hacer es localizar a esos dos desgraciados y recuperar lo que nos han robado antes de que descubran las otras funciones que posee.»

«¿Por qué? ¿Qué otras cosas hace?» preguntó Elisa con curiosidad.

«Olvídalo, por el momento. Es mejor que no lo sepas.»

«¡Porras! ¡Cuántos misterios!» replicó la doctora un poco molesta.

«Tienes razón, si han conseguido descubrir cómo activar la autodestrucción, podrían haber descubierto también el resto» dijo Azakis preocupado.

«¿No deberíais pensar antes de nada en un sistema para volver a casa?» preguntó el coronel. «No me parece que esto sea tan urgente.»

«Tienes razón Jack, pero ese artefacto, en las manos equivocadas, podría resultar realmente muy peligroso.»

«Y aquellas son, decididamente, manos equivocadas» añadió Elisa.

«Podría haber un sistema» dijo Petri casi en voz baja.

«¿El qué? Di algo. ¿Tengo que pedírtelo de rodillas?» exclamó Azakis molesto.

«Aquel aparato está dotado de un sistema de alimentación particular. Si estuviésemos todavía en la Theos podría fabricar un dispositivo que fuese capaz de localizar el rastro de las emisiones que se dejan atrás.»

«¿Y te acuerdas ahora?» Azakis estaba realmente muy alterado. «¿No podrías haberlo hecho en el momento en que te has dado cuenta de su desaparición?»

«Lo siento, pero este sistema de búsqueda funciona solo si el objeto está en movimiento y nosotros habíamos dado por descontado que te había caído por ahí.»

«Calmáos, muchachos» dijo el coronel, reforzando sus palabras con un amplio gesto de sus manos. «De todas formas, por lo que he entendido, sin la Theos no se puede hacer nada, ¿verdad?»

«Bueno, quizás se podría hacer alguna chapucilla» dijo Petri rascándose la cabeza.

«Perdona el arrebato, amigo mío» dijo el comandante arrepentido. «Sé que no es culpa tuya. Es un mal momento para los dos.» A continuación, mientras le apoyaba una mano sobre el hombro, añadió «Haz lo que puedas. Creo que es muy importante que recuperemos ese objeto lo antes posible.»

«No te preocupes Zak. Ningún problema. Intentaré inventar algo, arreglándomelas con los pocos medios que nos quedan.»

«Sólo tú puedes hacerlo. Estamos en tus manos.»

«Voy» y, sin añadir nada más, el Experto salió de la tienda laboratorio dejando detrás de sí algunas nubes de polvo.

«¿Lo conseguirá?» preguntó Jack dubitativo.

«Seguro. No tengo ninguna duda. Petri posee unas capacidades increíbles. Más de una vez le he visto realizar cosas que ni siquiera un equipo compuesto por los mejores Artesanos habría sido capaz de hacer. Es una persona excepcional. Lamento haber sido tan rudo. Lo quiero muchísimo y estaría dispuesto a dar la vida por él en cualquier momento.»

«No te preocupes Zak» dijo entonces Elisa con una voz muy dulce. «Él lo sabe perfectamente. Es un mal momento pero lo superaremos sin problemas. No tengo ni la más mínima duda.»