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Salud Mental Y Alta Sensibilidad
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Salud Mental Y Alta Sensibilidad

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Aquellos que poseen el rasgo de la alta sensibilidad, reciben la información de forma peculiar, lo analizan todo de forma más minuciosa, comprenden cómo se siente la otra persona y llevan a los extremos las emociones que perciben. Por lo tanto, cuando las emociones del día a día son positivas (alegría, tranquilidad, optimismo, etc.), la persona es capaz de controlar lo que siente para su beneficio. En este caso, es una ventaja ser una persona altamente sensible. Aunque, al tratarse de algo genético, no se puede elegir, simplemente nacemos o no nacemos con el rasgo de la sensibilidad.

En cambio, cuando la persona se encuentra ante una rutina compleja y llena de emociones negativas (enfado, tristeza, angustia, etc.), pueden aparecer problemas psicológicos. Es habitual que a lo largo de la vida encontremos situaciones difíciles. En eso consiste vivir, en tener todo tipo de experiencias y aprender a resolverlas. Sin embargo, muchas veces resulta complicado tomar decisiones, ya que intervienen factores emocionales, difíciles de controlar.

Las dificultades más habituales que surgen tras una mala gestión de la alta sensibilidad son: baja autoestima, ansiedad, estrés, miedos, depresión, e incluso trastorno límite de personalidad. Algunos de los síntomas que alertan sobre la necesidad de buscar ayuda profesional están relacionados con problemas de insomnio, dolores musculares, bajo estado de ánimo, tensión emocional, ira, etc. En los menores destacan los síntomas relacionados con la inseguridad, timidez, falta de atención e irritabilidad.

Con todo esto no queremos decir que las personas altamente sensibles sean más propensas a experimentar síntomas psicológicos sólo por haber nacido con el rasgo de la alta sensibilidad. Queremos decir que, es posible pensar que el hecho de tener mayor sensibilidad a los estímulos, aumenta la activación de la persona en general. Es decir, si una persona altamente sensible vive muchas experiencias que le generan emociones extremas negativas, se estará exponiendo a mayor presión. Su cuerpo se estará estresando ante situaciones que a las personas que no son altamente sensibles, les pueden pasar desapercibidas. También es posible que la suma de experiencias de tensión, le genere a la persona altamente sensible síntomas físicos, que a cualquier otra persona ni siquiera le afectarían.

El cerebro de la persona altamente sensible presta más atención a las sensaciones de su cuerpo que son de menor importancia. Otro tipo de personas no perciben estas sensaciones. Aún queda pendiente demostrar si las personas altamente sensibles acuden más al médico debido a problemas o quejas, que realmente no constituyen una enfermedad.

Algo que sí sabemos es que las personas altamente sensibles se saturan más con menos estimulación que el resto de las personas. Su umbral sensorial es más bajo. Es decir, se ven más afectados por los estímulos y por eso se sobreexcitan o se sobre estimulan con mayor facilidad. Nadie trabaja bien bajo presión ni bajo los efectos de la sobreestimulación. Tampoco todos rendimos igual ante las tareas que suponen demasiada tensión emocional, ya sean tareas laborales o escolares.

Es por tanto una labor importante de la persona altamente sensible, aprender a gestionar esa intensa entrada de información cuando le causa problemas en su rutina. Así podrá llevar a cabo su labor diaria con tranquilidad y naturalidad. La solución no debe ser rechazar actividades, más bien se trata de conocerse bien y adquirir estrategias psicológicas. Las habilidades sociales también se pueden aprender o fomentar. Sobre todo, cuando es necesario conseguir una buena valoración de uno mismo, que esté en consonancia con las propias emociones.

También la reacción emocional de una persona altamente sensible es más extremista o llamativa que la de cualquier otra persona, incluso ante la misma situación. Por ejemplo, dos hermanos de similar edad viendo una película dramática, uno de ellos llora desesperadamente y el otro no. Estas situaciones no tienen por qué suponer un trauma para la persona altamente sensible, siempre que haya aprendido a identificarse con su rasgo y a aceptar aquello de su forma de ser que no puede modificar.

Una repercusión bastante habitual en aquellas personas altamente sensibles que no han identificado su rasgo, es intentar cambiar su forma de ser. Luchar contra la propia naturaleza de la persona es imposible y desaconsejable. El perfeccionismo y la autocrítica que desarrolla la persona altamente sensible, deben orientarse hacia el propio beneficio. Evitar que se conviertan en desventajas o en problemas psicológicos es la clave de una sana autoestima para las personas altamente sensibles.

Una buena gestión de la alta sensibilidad consiste por tanto en aprovechar la ventaja que le da su sensibilidad. Y así evitar los habituales inconvenientes que surgen, para que no deriven en problemas psicológicos, tales como ansiedad, depresión o estrés.

En resumen, las personas altamente sensibles perciben los estímulos de forma más intensa, generando mayor viveza en sus emociones. Las emociones que cualquier persona genera en su vida diaria pueden ser positivas o negativas. Las positivas, son por ejemplo la alegría, la felicidad o la ilusión. Y las negativas pueden ser la tristeza, la apatía o la angustia. La persona altamente sensible presenta mayor sensibilidad a los estímulos. Esto supone mayor activación en general y, por tanto, mayor presión y malestar ante las emociones negativas. Mayor tensión emocional, sumado a no saber gestionar las propias emociones, puede llevar a generar síntomas psicológicos e incluso problemas de salud manifiestos. Por todo ello, es importante que las personas que se identifican con el rasgo de la alta sensibilidad, aprendan a gestionar sus emociones. Conseguir este logro puede ser en ocasiones todo un reto, o simplemente se puede adquirir de forma natural. Al conseguir controlar esta habilidad, se evitarán problemas psicológicos, tales como la ansiedad o el estrés.

Referencias

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Capítulo 2. Características de la persona altamente sensible

La persona altamente sensible percibe los estímulos que recibe del medio ambiente que le rodea, fijándose en los detalles. Se trata de un proceso que realiza de forma inconsciente, casi sin darse cuenta. Toda la información que la persona recibe a través de los sentidos, en situaciones nuevas, la analiza detenidamente. Vista, oído, gusto, tacto y olfato están al mismo nivel de desarrollo que en una persona no-PAS, sin embargo, la percepción que se recibe a través de estos órganos se ve más beneficiada en los PAS.

Percibir como un PAS es similar a sentir los dos extremos de un estímulo. Perciben un ruido demasiado alto, o bien percatarse de uno demasiado suave. Disfrutan con sabores intensos, o pueden notar un suave ingrediente añadido a una receta. Aquello para lo que cada cual es más sensible suele variar de una persona PAS a otra, unos demuestran su sensibilidad ante sabores, otros ante los sonidos, las luces, los olores o los tejidos. Pero todos tienen una sensibilidad extrema y manifiesta.

La diferencia con personas no-PAS radica en los gustos o intereses que éstos presentan. Las personas no-PAS difieren con los PAS en que eligen por propios intereses o gustos si prefieren un tipo de comida, o un tipo de música. En cambio, los PAS poseen una necesidad superior a un interés o gusto, se trata de algo innato que no está determinado por el simple hecho del propio gusto. Podríamos decir que hay una fuerza biológica que lleva al PAS a percibir sentir los dos lados de una moneda. Muchas de las quejas van hacia sentir demasiado calor o bien, demasiado frío. Parece no haber término medio. En ocasiones demandan rodearse de mucha gente y en otras requieren la soledad. Así con multitud de situaciones, generando una incongruencia entre las personas con las que conviven.

El aspecto positivo nos demuestra que una persona altamente sensible disfruta de los detalles de la vida. Lo muestran a través de la sensación que les producen diversas particularidades, tales como, una conversación profunda, la luz del amanecer o visitar un museo. En las relaciones personales, el amor y la amistad adquieren un sentido superior. Al mismo tiempo disfrutan de la privacidad que obtienen en esos momentos a solas, dónde pueden dar rienda suelta a su creatividad. Muchos de ellos son buenos dibujando, bailando o cocinando, otros tienen la inteligencia de tomar buenas decisiones o bien, la de ayudar a los demás. Son muy diversos los aspectos en los que puede destacar la persona altamente sensible gracias a su creatividad y su emocionalidad.

Respecto a la noción del tiempo, las personas PAS requieren de un tiempo en solitario, para desconectar de la rutina. En especial después de vivir experiencias de mucha estimulación, su cuerpo les pide un espacio de relajación, silencio y tranquilidad.

Las emociones de una persona altamente sensible se caracterizan por su flexibilidad para dispararse ante las situaciones estimulantes. La existencia de experiencias que generan emociones extremas son determinantes para la persona PAS. Son capaces de disfrutar mucho más de lo bueno, pero también de sufrir mucho más por aquello que duele.

El sistema nervioso del PAS, al actuar de manera predeterminada, reacciona estimulado por las emociones que le generan lo sucedido en el entorno. El sistema límbico es la parte del cerebro responsable de producir las emociones, generando respuestas neuroquímicas y hormonales. De este modo, se asocia la emoción a lo vivido. La emoción es un impulso inconsciente, básico y primitivo. Sin embargo, cuando se repiten las emociones asociadas a experiencias similares, la persona comienza a darle un valor concreto formando un sentimiento hacia ello. Los PAS exteriorizan estos sentimientos mediante una fina y sutil sensibilidad.

Además de sentir profundamente, la persona altamente sensible, piensa y actúa como un todo reflexivo. Sin notar que lo hacen, procesan la información reflexionando antes de actuar, mediante la observación detallada de los estímulos. Del mismo modo son capaces de captar mensajes encubiertos de otras personas, percatarse de señales que se transmiten sin necesidad de decir nada, gracias a su empatía. La doctora Bianca Acevedo (2014) ha estudiado la parte del cerebro encargada de estimular a las neuronas espejo, responsables de la existencia de empatía. Se ha encontrado mayor incidencia de este tipo de neuronas en las personas altamente sensibles. En este sentido, las personas PAS tienen esa capacidad innata de poder ponerse en el lugar de otros y saber qué está sintiendo la otra persona. Por otra parte, tener dicha capacidad no implica necesariamente tener la intención de actuar al respecto.

IRENA 5 AÑOS

Cuando la madre de Irena decidió acudir a la consulta del psicólogo, llevaba años aguantando comentarios en las comidas familiares y reuniones con amigos. Con la mejor intención, los abuelos, tíos, cuñadas y amigas mostraban su interés por la salud psicológica de Irena. Muy lejos de imaginar que no le pasaba nada, más bien eran ellos los que estaban dejando a un lado la atención a la diversidad en cuanto a personalidad. Las frases se repetían cada fin de semana: “¿Qué te dice su pediatra?, “Con la edad que tiene debería comer de todo, como hacen mis hijos”, “¿En el colegio tiene amigas? La veo tan callada”, “Le han hecho las pruebas para ver si es superdotada, hiperactiva, ¿o le pasa algo? No parece que esté feliz”, “¿Tiene que llorar por todo? ¿Cuándo sea mayor quien la va a defender?, “¿Siempre tiene que negarse a todo? Todos los niños están jugando menos ella”.

La madre de Irena se sentía muy incómoda ante semejantes comentarios. Al mismo tiempo que sabía que su hija era inteligente al menos como la media. Así como cariñosa, alegre, feliz y sensible. También había observado conductas parecidas en algunas de las niñas de su colegio, lo cual le transmitía tranquilidad. Por eso, tardó en acudir a consulta de psicología, para evitar que pusieran una etiqueta a su hija, porque su intuición le decía que Irena, simplemente sentía y se desenvolvía de forma diferente a sus primos y a los hijos de sus amigas. Cuando por fin buscó ayuda profesional, le confirmaron que no había ningún trastorno. Pasado algún tiempo encontró en la web de casualidad, que existían los NAS, niños altamente sensibles, quedando así desenmascarado el misterio de por qué Irena actuaba y sentía la vida a su estilo.

JANE 38 AÑOS

Jane llevaba toda su vida intentando agradar a las personas que le rodeaban, aunque ello supusiera un malestar para sí misma y pese a ser consciente de perder cada vez más autoestima por su actitud. De pequeña era una niña obediente, incapaz de decir aquello que pensaba para no herir los sentimientos de sus padres. De adolescente no tenía criterio propio, se dejaba “machacar” decía ella misma, sobre todo por su madre, quien la manipulaba constantemente para conseguir que fuera la hija que ella había diseñado. Su juventud se llenó de problemas sociales con amigos, ya que no podía tomar sus propias decisiones, no había aprendido a hacerlo. Esto también le supuso problemas de pareja, Jane era tan empática que lo daba todo sin pedir nada a cambio, dejando que su miedo al fracaso se apoderase de ella.

La experiencia más traumática contada por Jane, fue convivir con una pareja que actuaba como si el mundo girase en torno a él y que tenía un sentido exagerado de su propia importancia y de sus derechos. En terapia descubrió que su pareja era narcisista, una persona que necesitaba ser el centro de atención y un elogio continuo, al que tenía que elogiar constantemente para tener su aprobación y al que si no obedecía le castigaba.

Como la mayoría de los casos, Jane pensaba que ella era diferente y que era lo que le había tocado vivir. Se superponían dos factores, tener alto grado de empatía, más una educación a la antigua, es decir, crecer escuchando frases del tipo: “si te dan en una mejilla debes poner la otra”, “calladita estás más guapa” o bien, “no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”.

En el tratamiento, la base de partida fue reconocer en Jane los cuatro factores del rasgo altamente sensible. En segundo lugar, se trabajaron habilidades sociales, sobre todo asertividad y también se mejoró su autoestima. La paciente aprendió a detectar a personas que no le hacían sentir bien y a defenderse de ellas. El hecho de haber tocado fondo en su relación de pareja, fue también su salvación, ya que, buscó ayuda profesional y se dio cuenta que no debía permitir que otra persona le manipulase, ni esperar que un narcisista respetase su sensibilidad, ni tener que estar continuamente alagándole para conseguir lo más mínimo de él. Jane se quitó el miedo al fracaso, sintiéndose orgullosa de ser ella misma y de poder elegir con quién quiere compartir algo y qué decisiones tomar. Ahora no tiene miedo, ni siquiera tiene miedo a equivocarse, ya que prefiere cometer sus propios errores y aprender de ellos, antes que no ser ella misma.

Referencias

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