скачать книгу бесплатно
CAPÍTULO DOS
Devon silbaba mientras se dirigía a la sala de juegos. Aceptó encontrarse con Merrifield allí para jugar al billar después de que se instalaran. La mansión era más grande de lo que Devon esperaba, y por eso no pudo evitarse perderse. Se alegró de haberlo hecho o nunca habría descubierto la adorable decoración de la biblioteca. Ella era una belleza dorada que le hacía arder la sangre. Quizás esta fiesta no sería tan mala después de todo. Podría llevarse a Addie a la cama y eso aliviaría su aburrimiento.
Ella se había sonrojado cuando él coqueteó con ella. Esto lo entusiasmaba. Eso significaba que no entregaba sus favores a la ligera, y también la hacía más atractiva para él. Devon no tendría problemas en seducirla y hacerla suya. Ella era un regalo que él no esperaba encontrar, pero que apreciaría de todos modos.
Dobló una esquina y encontró la sala de juegos. Devon abrió la puerta y entró en la habitación. Merrifield se encontraba allí en medio de una profunda conversación con un hombre mayor. Tenía el cabello rubio dorado y lo llevaba atado con una cinta de cuero, además poseía unos sorprendentes ojos azules. Algo en él le resultaba familiar. Devon se dirigió hacia ellos y se detuvo cuando ambos se voltearon para verlo.
"Ah, Winchester", dijo Merrifield. El alivio estaba grabado en su voz. "Me gustaría que conocieras al Duque de Whitewood". Ah... el tutor. "Su Gracia, este es mi mejor amigo, el Conde de Winchester".
El duque asintió con la cabeza. "Confío en que se haya instalado bien".
Más que bien... Devon sonrió con picardía al recordar su encuentro con Addie. Le hubiese encantado perseguirla por las escaleras y hacerle el amor en el armario, pero se imaginaba que ella no estaba preparada para ese tipo de ataques. Tal vez después de haberla hecho suya un par de veces, podría llevarla a una zona apartada y tomarla allí mismo. Para ese entonces, ella probablemente estaría lista y dispuesta para ese tipo de juego. Se obligó a dejar de imaginarla desnuda y ansiosa de ser poseída por él y se encontró con la mirada del duque. "Lo he hecho, su gracia", le dijo. "Su casa es bastante...". Buscó la palabra correcta. "...impresionante".
El duque se rio con ligereza. "Esta mansión es el proyecto de mi esposa. Ella quería algo grande y no puedo negarle nada", dijo golpeando ligeramente el hombro de Devon. "Me alegro de que la encuentres impresionante. Tendré que decirle que usaste esa palabra específicamente. Creo que eso le agradará".
¿Qué se suponía que debía decir a eso? No había conocido a la duquesa aún, y rezó para que la descripción de su casa no la ofendiera. Aunque le gustaría encontrarse de nuevo a Addie, no podía hacerlo si tenía que marcharse por haber insultado a la casa de la duquesa. "Parece que ella se ha esforzado mucho en la decoración. Los arcos de acebo que veo en cada rincón lucen muy bien". Eso que acababa de decir era una tontería, pero no se le ocurrió otra cosa. "Di vuelta y encontré la biblioteca. Tienes una gran colección de libros".
El duque se echó a reír. "Ese es el escondite de mi hija. Probablemente la encontraste allí".
Recordaría si hubiera conocido a la hija de un duque insufrible. Si era el lugar donde ella solía pasar el tiempo, Devon estaba agradecido de no habérsela encontrado. "Me temo que no lo hice. Había algunas criadas decorando, nada más”.
Asintió con la cabeza. "Probablemente terminó y subió a prepararse para la cena", dijo el duque con una sonrisa. "Todavía hay mucho tiempo para conocer a todo el mundo. Te dejaré solo por ahora. Juega al billar antes de que sea la hora de prepararte para la cena". Se alejó de ellos pero se detuvo en la puerta y se volvió. "Y Merrifield piensa en lo que discutimos. Me gustaría que me respondieras antes de que termine la fiesta". Después de esas palabras de despedida, el duque dejó la sala de juegos.
"¿Qué te dijo?". Merrifield había estado bastante callado durante la conversación de Devon con el duque. "No pareces muy feliz por ello".
"Prefiero no hablar de ello”. La cara de su amigo expresaba rabia y resentimiento. "Es absurdo".
"¿Sí?", dijo Devon levantando una ceja y burlándose de él. "Pero tenías tantas expectativas sobre lo bien que la pasaríamos aquí". Cada una de sus palabras destilaba sarcasmo" ¿Cuán malo podría ser?".
"No...", Merrifield levantó la mano. "Es muy malo. Confía en mí".
"Siempre", dijo reflexivamente. "No hay nadie más que yo". Se dio una ligera palmada en el hombro. "Así que por qué no haces lo mismo y me cuentas lo que es tan malo".
"Me sugirió que cortejara a su hija", admitió. Merrifield entrecerrando los ojos. "Debe estar desesperado para pedirme algo como eso".
"¿La chica simple de la que me hablaste de camino aquí?", dijo Devon sacudiendo la cabeza con incredulidad. "¿Y si no lo haces?".
"Nada", dijo, y luego se encogió de hombros. "Fue una sugerencia. Pero sabes que él tiene todo el poder. Si digo que no, podría hacer mi vida aún más miserable de lo que es. No quiero casarme con su preciosa hija, así que esto es horrible", dijo él y luego pateó la mesa. "Necesito un trago".
"¿Crees que eso es prudente?" A Devon no le importarían unas copas de brandy, pero no quiso animar a su amigo a comportarse mal. Al menos no el primer día. "Tal vez deberíamos esperar hasta después de la cena".
Prefería buscar a Addie, pero si su amigo lo necesitaba, Devon estaría a su lado todo el tiempo. Merrifield pasó sus dedos por el lado de la mesa de billar. "Tienes razón, por supuesto. No necesito darle más razones para que me odie". Conoció la mirada de Devon. "¿Qué hay de ti? ¿Quieres decirme qué te tiene tan animado?".
Devon sonrió. "Conocí a la doncella más bonita y tengo la intención de hacerla mía. Así que si no me necesitas después de la cena me ocuparé de otras cosas".
Merrifield se echó a reír. "Veo que ya has encontrado a una mujer dispuesta. Ocúpate de tus asuntos...", dijo sacudiendo la cabeza. "Estaré bien. Eres libre de disfrutar de los placeres con tu linda sirvienta. Si me disculpas, no tengo muchas ganas de jugar al billar".
"¿Estarás en la cena?",
Se encogió de hombros. "No lo sé".
Devon deseaba poder hacer esto más fácil para su amigo de alguna manera. No detuvo a Merrifield al salir de la sala de juegos. Si necesitaba un tiempo a solas, Devon no se lo negaría. Más tarde lo encontraría y se aseguraría de que estuviera bien, pero probablemente no hasta después de encontrar a Addie...
Adeline había seguido el consejo de su madre y se dio un largo baño. Aunque le había llevado mucho más tiempo del que ella había previsto. Se había quedado dormida en la bañera y se despertó con el agua tibia y la piel arrugada. En resumen, estaba hecha un desastre, y se había perdido la cena.
Salió de la bañera y en lugar de vestirse con su bata, se puso su camisón. No había razón para molestarse en bajar e interrumpir a las damas en el salón. Además, no quería explicarle a su madre por qué se había saltado la cena. Más tarde bajaría a hurtadillas por la cocina y buscaría algo de comer. Nadie la interrogaría, y podría ir a la biblioteca y comer allí. Le parecía un buen plan.
Así que ahora, horas más tarde, su estómago rugía para recordarle que no había comido nada. Había quedado atrapada en la lectura de una novela y por eso perdió la noción del tiempo. Ya todos deberían estar descansando. Aun así, no quería bajar las escaleras. Adeline se puso de pie y se atavió con una bata que la cubría por completo. Era de terciopelo rojo oscuro y estaba atada en el medio con una cinta de seda. Luego de habérsela atado bien, deslizó los pies en sus pantuflas y se dirigió hacia abajo. En la cocina encontró un candelabro y encendió algunas velas. Y se lo llevó consigo a la para poder alumbrarse en medio de la oscuridad.
Se dirigió a la despensa. Tuvo suerte... Había jamón frío, queso y pan. Cortó un poco de todo y lo sirvió en un plato, y luego se fue a la biblioteca. Una vez allí, encendió un fuego en la chimenea y vertió un poco de brandy en un vaso. A sus padres no les importaba si bebía licor que normalmente se consideraba una bebida para hombres. Ninguno de ellos quería confinarla a las reglas de la sociedad. Querían que ella tomara decisiones por sí misma.
Addie puso el candelabro en la mesa. Se sentó en el sofá y bebió un sorbo de brandy. La bebida le quemó un poco la garganta. Agarró su plato y lo puso a su lado, luego abrió su libro por la página que había marcado. Mantuvo el brandy en su mano izquierda mientras hojeaba las páginas del libro y disfrutaba de su cena.
La luz de las velas parpadeó sobre su libro, y ella mordisqueó un trozo de queso. Estaba absorta en la historia y ni siquiera se le pasó por la mente que alguien podría molestarla. Todos estaban dormidos. Sintió calor y se quitó la bata. Nadie se daría cuenta...
"Vaya, vaya", dijo una voz de hombre. "No esperaba encontrarte aquí. Qué sorpresa tan encantadora".
Addie jadeó y casi dejó caer su copa de brandy. Al menos estaba casi vacía. "Devon...", dijo ella deseando que le hubiese dicho su nombre completo. No le pareció correcto dirigirse de manera tan íntima.
"Addie...", su nombre en sus labio sonó casi indecoroso. Parecía saborearlo y disfrutar enunciando cada sílaba. Al escucharlo sintió escalofríos en la columna vertebral y un hormigueo en el corazón.
"¿Qué estás haciendo aquí?".
Entró en la habitación. "Podría preguntarte lo mismo". Le arrancó la copa de la mano y se bebió el brandy que quedaba. Lo tragó y luego dijo en voz baja. "Una mujer con gusto. ¿Hay más de este brandy?".
Ella asintió con la cabeza e hizo un gesto hacia la jarra a su izquierda. No tenía intención de tomar más de un vaso, pero lo había dejado en una mesa cercana por si cambiaba de opinión. "Sírvase usted mismo".
"Eres generosa con el brandy del duque". Se rio ligeramente. "¿Sabe que te escabulles aquí por la noche y bebes a tu placer?".
Ella se encogió de hombros. "No podría decirlo". Su padre no la vigilaba. Le permitía muchas libertades. "No creo que lo que hago con el brandy merezca su atención". Al menos nunca había sido así. Sin embargo, sí que la reprendería por pasar una noche casi desnuda en compañía de un caballero. Debería retirarse de inmediato.
"No te importa si te descubre así".
Ella tragó saliva. "Bueno", comenzó. "Estoy segura de que me diría palabras desagradables si me descubriera en este momento en particular", dijo ella levantando su barbilla. "Pero, por lo general, no. Él no es mi dueño y yo tomo mis propias decisiones".
Él se rio entre dientes. Tenía que irse antes de que hiciera una tontería. Adeline se puso de pie y Devon se aprovechó de su nueva posición. La tomó en sus brazos y se inclinó. "Eres encantadora".
Su corazón latía cada vez más rápido. Sus brazos se sentían bien envueltos alrededor de ella y le gustaba estar cerca de él mucho más de lo que debería. "Deberías dejarme ir".
"¿De verdad quieres que lo haga?", dijo él levantando una ceja. "Si realmente lo deseas, te soltaré, pero creo que quieres que te abrace”.
Adeline casi gimió. ¿Cómo pudo adivinar sus deseos tan fácilmente? "No importa lo que yo quiera. Esto no es apropiado", dijo ella atreviéndose a mirarlo. "Y ya es hora de que me retire".
"Está bien, como quieras, pero antes de que te marches hay algo que tengo que hacer", dijo él con un brillo travieso en sus ojos que la inquietaba.
Adeline casi temía preguntar: "¿Qué?”.
"Esto", dijo él crípticamente, y luego se inclinó para presionó sus labios contra los de ella. El placer la inundó y tuvo que resistir el impulso de profundizar el beso. La hizo sentir... tan bien. Levantó su cabeza y se encontró con su mirada. Sus labios dibujaron una sonrisa pecaminosa. "No podía dejar que ese muérdago se desperdiciara", dijo soltándola y dando un paso atrás. "Que tengas dulces sueños, Addie". Con esas palabras la dejó ir.
Adeline no podía descifrar a qué juego estaba jugando. ¿Qué esperaba ganar con este coqueteo? ¿Intentaba seducirla? ¿Sabía siquiera quién era ella? Tenía que saberlo. Ella le había dicho su nombre de pila, y nadie más entre los asistentes tenía un nombre similar al suyo. Sacudió la cabeza y se sujetó la bata. Dejaría los platos para que un sirviente se ocupara de ellos por la mañana. Addie no podía quedarse ni un momento más en la biblioteca. Después de soplar las velas salió corriendo de allí y volvió a su dormitorio.
Él le había deseado unos dulces sueños. No eran dulces, estaban llenos de deseos y placeres que ella no sabía que necesitaba. Devon había despertado algo en ella, y ya no lo reprimiría más. Que Dios la ayude...
Вы ознакомились с фрагментом книги.
Для бесплатного чтения открыта только часть текста.
Приобретайте полный текст книги у нашего партнера: