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Eternamente Mi Duque
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Eternamente Mi Duque

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Eternamente Mi Duque
Dawn Brower

Un amor que solamente un cuento de hadas puede crear… Un amor que solamente un cuento de hadas puede crear… Lady Delilah Everly no ha tenido una vida tan maravillosa como algunos podrían creer. El mal ni siquiera empezó a describir a su madre o como debería tratar a las personas que se suponía tenía que amar. A Dalilah se le endureció el corazón y aprendió pronto a depender de sí misma comenzando a adquirir las habilidades necesarias para sobrevivir por su cuenta. Marrok Palmer, el duque de Wolfton, no puede comprender el giro que ha tomado su vida. Para proteger a su hermana se vio forzado a tomar la vida de su padre. El anterior duque no fue una buena persona, pero siendo cómplice de su muerte es destruir a Marrok. Tanto Marrok como Delilah parten juntos hacia un viaje. A través de su destino, ninguno de los dos podrá imaginar que sus caminos se cruzarán. En sus viajes deberán aprender a apoyarse el uno con el otro. Descubrirán que existe el amor eterno, pero solamente si están decididos a dar un salto de fe y aceptarse mutuamente las faltas del otro.

Dawn Brower

Eternamente Mi Duque

ETERNAMENTE MI DUQUE

SIEMPRE AMADO LIBRO CUATRO

DAWN BROWER

TRADUCIDO POR OLARIA JORDI

Esta obra es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora son usado de una manera ficcionada sin tener relación con la realidad. Cualquier parecido con lugares, organizaciones o personas, tanto vidas como fallecidas, es pura coincidencia.

Eternamente mi Duque 2019 Copyright © Dawn Brower

Artista de la portada y editora Victoria Miller

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducido electrónicamente o impreso sin el permiso por escrito, a excepción de citas incluidas en reseñas.

Published by Tektime

AGRADECIMIENTOS

Gracias a todos aquellos que me ayudaron a pulir este libro. Elizabeth Evans, eres la número uno. La mejor. También me gustaría agradecer otra vez al magnífico editor y artista de la portada, Victoria Miller. Me convertiste en mejor escritora y sin ti no estaría donde estoy ahora. Tu talento artístico es increíble, como siempre.

Para toda aquella gente que todavía cree en el amor. Que lo tengáis siempre de por vida.

PRÓLOGO

La propiedad del conde de Townsend se extiende cerca de las decadentes playas de Sain Ives en Cornwall. Lady Delilah Everly siempre ha adorado su hogar familiar. Pasó sus primeros nueve años de vida allí. Cuando su marido murió y el título pasó a su primo, Oscar Everly, se lamentó del hecho de que no pudieron quedarse allí más tiempo. Su primo no era mucho más mayor que ella. Tenía cinco años más y todavía estudiaba en Eton, pero su madre, la malvada codiciosa, quería tomar control de todo lo más pronto posible. Le gustaba su papel de la madre de un conde. Por suerte, el tutor de su primo tenía corazón y les permitió permanecer en el lugar tanto como necesitaran.

Su madre estaba decidida seguir con su juego y realizar su siguiente movimiento en la sociedad. No tenía suficiente con ser la esposa de un conde. Algún día quería ser duquesa, he hizo cualquier cosa para que eso ocurriera. Lady Penélope, su madre, se fijó en alguien que pudiera obtener algún día un ducado. Es lo mejor que podría obtener como viuda que era. El pobre de Lord Victor Simms no tenía idea de lo que había permitido a su familia, y en un futuro su hijo Ryan estaría controlado por la madre de Delilah.

Algunos días, Delilah se preguntaba si su madre habría ayudado a su padre en su muerte prematura. Empezó a creer en ello cuando su padrastro murió de la misma manera que lo hizo su padre. Seguro que no podría tratarse de una coincidencia. A fin de sobrevivir, Delilah había echo tripas corazón he hizo lo que pudo. Su madre no era alguien fácil de tratar ni de convivir con ella. Se aprovechaba de todo aquel a su alrededor, incluso a sus propias hijas.

Su hermana, Mirabella, era una mujer delicada y no se sentía bien en manos de su madre. Era decisión de Delilah el encontrar un marido y ayudarles a escapar de sus diabólicos planes. Ella solamente tenía 16 años. No había muchas opciones a su disposición. Mucho menos para ayudarla. Ahora controlaba todas las propiedades y tenía la mejor oportunidad para acudir en su ayuda.

Su primo no le contestaba. Dudo que lo hiciera alguna vez.

–Delilah —vociferó su madre—. Baja ahora mismo. Necesito que enciendas el fuego.

Ryan se le pidió que fuera el sirviente de su madre. Cuando su bisabuelo apareció para llevárselo, aquel trabajo había sido dado a Delilah. Mirabella vivía en las nubes, o de una manera más descriptiva, en sus libros. No había otra cosa más allá de leer. El dinero era escaso, y tenían que estar vendiendo todo lo que no fuera necesario. Delilah no sabía cuanto más podrían sobrevivir.

Se quedaron con un sirviente: el cocinero. Sin la anciana, se hubieran muerto de hambre hace mucho tiempo. Ninguno de ellos sabía como usar el horno o hervir agua para el té. Se estremeció solamente con pensarlo.

Delilah bajó por las escaleras y entró en la sala de estar. Eran afortunados por tener un lugar donde vivir. La mansión pertenecía a Ryan, y podía ordenar que la abandonaran. Un día, le dio las gracias por tal generosidad. Debería odiarlos a todos por la manera en la cual eran tratados. Cuando llegó a la sala de estar, se sacudió las manos en su vestido andrajoso y se acercó a su madre.

–¿Has dicho algo? —preguntó levantando una ceja.

–No pierdas el tiempo, chica —dijo la madre castigándola moviendo su mano sobre su pecho. Ni un mechón de su oscuro cabello estaba fuera de lugar. Su vestido, aunque viejo, era prístino. Lady Penélope no le gustaba estar impresentable o ensuciarse sus manos trabajando —enciende el fuego. Tengo frío —Se envolvió con sus mano y tembló para que le hiciera caso.

–No se cómo hacerlo —le recordó a su madre— ninguna de las dos lo ha echo antes.

Ryan llevaba dos días fuera. No sabían que hacer. Si empezaran a aprender como cuidarse ellas mismas, terminarían desesperadas de como sería el futuro que les esperaría. No tenía buena pinta.

–Eres una inútil —gritó la madre—. Llama al cocinero. Te mostrará como hacerlo mientras enciende el fuego.

Delilah puso sus ojos en blanco e hizo lo que su madre le ordenó. Tras darse la vuelta, se dirigió hacia la cocina. Cuando encontró a la cocinera, le preguntó:

–¿Podrían ayudarme a encender el fuego?

Entonces aguantó la respiración por un instante. Era cuestión de tiempo que no pudiera seguir contratándola. Freya llevaba mucho tiempo con ellos.

–¿Y me enseñarás a cocinar?

–Por supuesto —contestó Freya—. Sígueme.

Se desplazó despacio hacia la sala de estar. Delilah podía incluso oír como crepitaban sus huesos con cada paso que daba. Delilah se quedó sorprendida de la energía que tenía a pesar de su edad. Lady Penélope debería haberle dado un estipendio para retirarse hace años, pero su madre, fiel a su forma, hizo que la cocinera trabajara mucho más allá de su mejor momento. Cuando llegó a la sala de estar, el cocinero agarró el yesquero y se lo tendió a Delilah.

–Ábrelo, por favor.

Ella hizo lo que la señora pidió.

–Y ahora, qué tengo que hacer —dijo tomando la caja abierta delante a Freya.

–Saca el gancho y el pedernal —ordenó—. Golpéalos el uno contra el otra sobre la yesca.

Freya tomó un trozo de la yesca y lo colocó cerca de la leña en el suelo. Delilah tomó el gancho y el pedernal frotándolos sobre el lino chamuscado. No ocurrió nada.

–Has de presionar con ellos con fuerza el uno contra el otro si quieres que salten chispas.

Delilah lo volvió a intentar. Chispas saltaron del gancho y el pedernal, y enseguida la yesca se encendió. La mujer sopló, y el fuego creció esparciéndose por toda la madera.

–Ya está —exclamó Delilah felizmente. Era la primera vez que se sentía orgullosa de algo.

–Lo hiciste —dijo Freya.

–Ha tardado lo suyo —se quejó su madre—. Ahora, tráeme de una vez el té.

Delilah miró fulminantemente a su madre, pero no dijo nada. No le traería nada bueno decir lo que pensaba. Su madre lo usaría en su contra. Seguramente tiraría la caña para que empezará a rebelarse. No sería la primera vez que lo hiciera. Penélope esperaba obediencia siempre.

–Sí, madre —dijo recatadamente.

–No, tú no —contestó—. Siéntate. Tenemos que discutir sobre tu futuro.

Era algo a lo que tenía la esperanza de evitar. Ahora, que había cumplido los dieciséis, su madre haría lo imposible para casarla. Delilah quería evitarlo en lo posible. No es que no quisiera que se casara. Eran las elecciones de su madre las que deseaba evitar. Delilah miró a Freya, y está asintió.

–Ven a verme cuando termines —dijo en voz baja.

El cocinero lo entendió sin necesidad de decir palabra alguna. Ella había estado recibiendo la ira de lady Penélope.

Delilah no quiso sentarse junto a su madre en el canapé, por lo que decidió hacerlo en la silla a su izquierda. Si se hubiera quedado a su alcance, la madre la habría abofeteado, y por eso tuvo la esperanza de evitarlo. Su madre podría llegar a ser violenta cuando le interesaba. Solía pegar tanto a Delilah como a su hermano a menudo.

–Qué quieres discutir.

Mantuvo la cabeza baja como muestra de sumisión. Su madre no aceptaba menos. A menos que estuvieran en público. Entonces quería algo completamente diferente de sus hijas.

–Es hora que te cases —empezó a decir su madre. Eran unas palabras que había estado esperando— Espero que escojas bien. Eres lo suficientemente bonita para tomar a un marido rico para que cuide de mi y tu hermana.

Ella resopló a disgusto.

–Eso resultará inútil.

Pobre Mirabella…

Cuando Ryan estuvo cerca, Lady Penélope se desquitó con él. Una vez que él se fue, ella tuvo que encontrar a alguien más para maltratar. No es que ella haya tratado bien a Delilah o Mirabella… Sin embargo, Ryan había sido un amortiguador. Mirabella fue un blanco fácil para el abuso de Lady Penélope. No tenía una fuerte disposición ni los medios para defenderse. Por esa razón, Delilah se puso en el camino de su madre con la mayor frecuencia posible.

–Comprendo —respondió ella. Su madre necesitaba dinero, y estaba dispuesta a vender a su hija al mejor postor. Se estremeció con solo pensar a quien escogería Penélope.

–¿Qué quieres de mi?

–Tú y tu hija tenéis que reparar toda nuestra ropa para que parezcan ser de la última moda —dijo su madre mientras golpeaba sus dedos en la silla— vamos a presentarte en sociedad. Tal como sabes, nuestros ahorros son limitados. La época buena está a punto de empezar, y tengo la esperanza de encontrarte un marido antes que termine. Ya he escrito a tu primo, y él está de acuerdo en prestarnos su casa en Londres para una temporada.

¿Oscar había respondido a su madre pero no a Delilah? Nunca se había sentido tan traicionada en toda su vida. ¿No debería estar del lado de su familia real, no una mujer que se había casado con él?

–¿Oh? —dijo, incapaz de mantener la sorpresa fuera de su voz—. No me había dado cuenta de que correspondías con el nuevo conde. Su madre se quejaba constantemente de que no había tenido un hijo para heredar el título de Townsend.

–Por supuesto que sí —se burló ella—. Soy la condesa viuda. Mi matrimonio no anuló la voluntad de tu padre. Me deben un estipendio trimestralmente, y a veces tengo que recordarle que todavía estamos aquí.

Probablemente había tratado de obligarlo a enviar más de lo necesario…

No pudo encontrar una respuesta adecuada a nada de lo que su madre tenía que decir. Reparar los vestidos que tenían no sería suficiente. Todavía aparecerían como si fueran indigentes, y lo eran, mientras asistían a las funciones de la sociedad. Seguramente su madre tenía un plan mejor.

–Está bien —dijo finalmente—. Tendré ayuda de Mirabella. Ella puede juntar sus vestidos con los míos, y haremos todo lo posible para que vuelvan a estar a la moda.

Sería un milagro sangriento. Los vestidos tenían varios años y la mayoría había estado en un baúl abandonado en el ático. Delilah creía que probablemente habían pertenecido a la madre de Ryan.

–Buena chica —dijo su madre antes de sonreír. Eso no la tranquilizaba, y ella no esperara que lo hiciera. Cuando su madre abría la boca de aquella manera, nada había más endemoníaco que aquello.

–Tu siempre has sido mi hija favorita, y la más bonita —decía solamente para que Delilah terminará dándole la razón y Mirabella se pusiera roja.

–Sí, Madre —dijo Delilah, sin mucha preocupación—. ¿Puedes perdonarme un instante?

–Sí —contestó la madre despectivamente.

Delilah respiró hondo y se levantó. Mantuvo un ritmo constante mientras se movía para salir de la habitación. Si caminaba demasiado rápido, o incluso corría, volvería a perseguirla. Era mejor si su madre no se daba cuenta de cuánto la aterrorizaba su conversación.

–Querida —llamó la madre a Delilah cuando estaba a punto de alcanzar la puerta para irse. Ella se dio la vuelta.

–¿Si?

–No te esfuerces mucho con ello —empezó diciendo. Su sonrisa se volvió amenazadora— iremos por la noche a Londres.

Diablos. Por supuesto no se esperaba que ellos ayudaran un poco durante la semana. Tenían que regresar antes de terminar la noche, y eso les daba poco tiempo para trabajar.

–Los vestidos estarán listos —le dijo a la madre. Delilah apretó sus dientes y abandonó la habitación.

Tenía que encontrar un camino para soportar a su madre, pero casarse con viejo libertino por el dinero no sería lo mejor. Eso daría a su madre más poder, y aquello ero lo último que lady Penélope necesitaba. Delilah debería encontrar otra manera. Cuando la encontrara, debería huir sin darse la vuelto. En un mundo perfecto, se llevaría a su hermana con ella, pero Mirabella no querría irse. Debería pedírselo y asegurarle que no estuviera bajo la atenta mirada de la madre. Nadie se merecía ser tratado como un felpudo limpiando sus zapatos todo el día.

El primer paso sería aprender de Freya todo lo necesario. Si Delilah pudiera hacerse cargo de ella, las posibilidades serían ilimitadas. Los fondos siempre serían una consideración. Intentaría escatimar y ahorrar donde pudiera, pero lo más importante, esconderlo todo de su avariciosa madre. Un día, ella podría comenzar una nueva vida, y no podía esperar. Ella esperaba que no tomara mucho tiempo.

Sin embargo, una cosa era segura: sería una solterona antes de casarse con un hombre a elección de su madre. La próxima temporada sería difícil de superar. Había una manera segura de desanimar a cualquier caballero elegible: actuar como lo hacía su madre en privado, y todos corrían asustados. En público, su madre era tan encantadora y educada como una persona podría ser. Esa fachada había engañado a dos hombres en un matrimonio que probablemente ambos lamentaron cuando murieron. Delilah no engañaría a nadie, y ella nunca haría el tonto.

Estiró los hombros y entró a la cocina.

–Ya estoy lista —le dijo a Freya—. Enséñame todo.

Freya sonrió y le dio un bol. Entonces empezó a darle instrucciones para hacer pan. No mucho más tarde, amasaba la masa y la dejaba crecer.

Delilah se apartó el pelo de la cara y miró su trabajo. Cada centímetro de ella estaba cubierta de harina, y nunca había estado tan desordenada en su vida, pero se sentía increíble. Su plan funcionaría. Delilah sonrió para sí misma. Puede que su madre no se haya dado cuenta, pero había creado a su peor adversario y pronto descubriría el alcance de su crueldad.

CAPÍTULO UNO

Diez años después…

El dolor gritó en su cabeza, y las imágenes que Marrok quería olvidar permanecieron. No importa lo que hizo, no podía quitárselos. Cuando cerró los ojos, se volvieron más vívidos, pero no importó. Tan pronto como los abrió, todavía bailaban ante él. Eran apariciones más fantasmales que las que había vivido. Continuó reviviendo con cada respiración que tomaba.

Había matado a su padre…

Sí, el viejo bastardo no le había dado otra opción, pero Marrok había jugado una mano en su muerte. Su padre le habría disparado y probablemente no habría sentido ni una pizca de culpa. Ahora, como consecuencia, Marrok tuvo que luchar con su culpabilidad por el papel que había desempeñado. No pudo evitar pensar que podría haber hecho algo diferente, cualquier cosa, y si lo hubiera hecho, su padre aún estaría vivo.

Marrok no estaba bajo ningún tipo de desilusión. Su padre no era un buen hombre, e incluso si hubiera sobrevivido, vomitaría veneno con cada respiración. El viejo duque no había guardado sus sentimientos en secreto. Había odiado a sus dos hijos. Principalmente porque no había creído que Marrok o su hermana, Annalise, en realidad fuera de su sangre. Marrok deseaba que no estuvieran realmente relacionados con él algunos días. Desafortunadamente, el hombre podrido era de hecho su padre.

Ahora, con la muerte de su padre, Marrok tenía aún más que lidiar. Era el duque de Wolfton, y tendría que desentrañar todo el mal de su padre. Había metido las manos en muchas ollas diferentes y agitaba actos viles cada vez que el estado de ánimo lo atacaba. La necesidad de evitar todo eso de manera responsable era inmensa. Marrok no quería ser duque. Era un título que había crecido sabiendo que algún día tendría; sin embargo, en su opinión, no se le habría otorgado durante muchos, muchos años.

De alguna manera, debería sentir alivio. Vivir con su padre había sido una experiencia horrible. Nada de lo que hizo estuvo bien, sin importar cuánto lo intentó. Al principio, había hecho todo lo que su padre le pedía. Quería su aprobación de la peor manera posible. Sin embargo, su padre nunca se lo había dado, y después de un tiempo se dio cuenta de que nada induciría a su padre a dárselo. Entonces dejó de intentarlo.

Necesitaba un trago. Muy bien, probablemente no lo hizo. Agregar alcohol empeoraría las cosas, pero no sabía qué hacer. Su vida era un desastre, y no tenía idea de cómo comenzar a caminar por ella. Quizás necesitaba algo de distancia. Puede aportar claridad a una situación embarrada.

–¿Todavía estás aquí meditando? —preguntó un hombre desde el otro lado de la habitación.

–Si no estás aquí para compadecerte de mí, puedes irte por donde viniste.

Marrok miró a Ryan, el marqués de Cinderbury. Ryan se había casado recientemente con su hermana, Annalise. Si bien Marrok estaba feliz por su hermana, no deseaba pasar tiempo con ella ni con Ryan.