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Ángel De Alas Negras
Ángel De Alas Negras
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Ángel De Alas Negras

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Una vez más, se encontraba reclinado sobre la bisagra de la puerta, mirándola desde el umbral de su oficina con la misma mirada que tenía la noche anterior. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, le produjeron un crudo y sensual escalofrío que la sacudió bien adentro.

Un día de estos, Kyoko tenía la determinación de averiguar exactamente cómo lo lograba. En realidad, había visto a muchas mujeres desvanecerse cuando Kyou, en raras ocasiones, abandonaba el santuario de su oficina y caminaba por las calles de la ciudad.

“¿Supongo que has dormido bien?”, preguntó Kyou estoicamente, aunque Kyoko pudo advertir un leve toque de diversión en sus ojos.

“Sí, de hecho”, afirmó Kyoko con una sonrisa.

“Hmm, creo que debió ser bastante difícil, con cuatro hombres resueltos a permanecer junto a tu puerta toda la noche, discutiendo sobre quién iba a derribarla”.

Volteándose rápidamente en dirección opuesta para ocultar su cara sonrojada, Kyoko miró por la amplia ventana que daba a la atestada calle de la ciudad. A veces, vivir en este edificio podía ser muy duro para el corazón de una muchacha… eso sin mencionar sus hormonas.

Sintiendo que los escalofríos le subían por la nuca, ella supo que no podía escapar, así que solo intentó dejar que su mente vagara sin rumbo. Miró a través de la calle hacia la fila de edificios que se encontraba en frente del suyo…deseando estar en uno de ellos en lugar de allí… al menos hasta que la angustia adolescente de la noche anterior se disipara.

Sus labios se entreabrieron cuando notó la presencia de un hombre que estaba justo cruzando la calle. Parecía como si la estuviera mirando fijamente, pero sabía que no podía ser, ya que los vidrios eran ahumados…se podía ver hacia afuera pero no hacia adentro. Kyoko se acercó aún más a la ventana y colocó una mano contra el vidrio ahumado, justo en frente de su visión de ese hombre.

Ese hombre encarnaba la quietud, mientras que todo lo que lo rodeaba se movía a un ritmo apresurado. Exhibía una calma serenidad, que era seductora pero al mismo tiempo temible. En algún lugar recóndito de su mente, ella sabía que era mentira…que era él quien se movía, mientras todo lo demás permanecía inmóvil en su presencia.

Llevaba anteojos oscuros, y una larga gabardina oscura lo suficientemente abierta como para revelar la ajustada camiseta que llevaba debajo. Tenía el cuerpo de un dios griego, y su rostro era perfecto, aunque su largo cabello oscuro lo ensombrecía en gran parte. Algo en él exclamaba peligro y sexo, todo al mismo tiempo. Parecía pertenecer a las eras oscuras, junto con los dragones y los magos.

Una visión abrupta de él arrodillado y ensangrentado, con cadenas alrededor de sus muñecas, tobillos y cuello… dentro de una caverna subterránea caída en el olvido, irrumpió en su mente haciéndola querer gritar de angustia. Kyoko podía sentir cómo se arrastraba at través de ríos de sangre en dirección a él… deseando salvarlo. Lo sentía literalmente, deslizándose por su piel y como un peso sobre su ropa

Frunciendo el ceño cuando las sensaciones y la imagen desaparecieron, Kyoko se inclinó más cerca del vidrio y tuvo la clara impresión de que en realidad estaba intentando acercarse a él.

Darious sintió que algo invadía su espacio, y entornó la vista hasta atravesar su propio reflejo en el vidrio espejado, divisando a la muchacha que lo miraba. Por lo general, los humanos solían apartar la vista apenas advertían su presencia, a menos que fuesen inocentes… es decir, niños. Nunca lo había entendido, pero los niños nunca le tenían miedo. Sus ojos oscuros acariciaron a la muchacha con curiosidad, sabiendo que ella no era una niña.

Kyoko tenía un hermoso cabello largo color rojizo, que no era ni lacio ni ondulado, sino que tenía vida propia. Aguzando la vista, advirtió unos ojos brillantes color esmeralda, rodeados por pestañas pecaminosamente oscuras. La forma en que lo miraba con una fascinación mórbida hizo calentar su sangre, y eso lo confundía.

Gruñó cuando el sol desapareció súbitamente detrás de las nubes. Los humanos nunca le habían interesado… solo los demonios, y solo durante el tiempo que le llevaba rastrearlos y matarlos. En el instante en que ella se apartó de la ventana, Darious se envolvió en su propio poder, haciéndose invisible.

“Kyoko, ¿has oído algo de lo que te dije?”, preguntó Suki, consciente que había estado hablando sola durante los últimos minutos.

Kyoko vaciló y se volteó para ver a su mejor amiga detrás del escritorio. “Oh… hmm… ¿eh?”, parpadeó, “¿cuál era la pregunta?”. Notando una sombra a su derecha, echo una mirada a la puerta de la oficina de Kyou, y se relajó al advertir que éste había desaparecido una vez más.

Suki meneó la cabeza, “dije que tenemos la reunión matutina arriba en cinco minutos”. Recogió una pila de papeles y dio la vuelta al escritorio mientras que Kyoko regresaba a la ventana. “¿Qué es lo que mirabas con tanto detenimiento?”, preguntó.

Los hombros de Kyoko se desplomaron al ver que el extraño ya no estaba allí. Se mordió el labio inferior preguntándose el porqué de su decepción. “Estoy buscando un taxi para poder escaparme de la reunión”, dijo, y le guiñó el ojo a Suki.

“Bueno, si yo no te quisiera ya te habría matado cuando la madre de todas las malditas bombas sacudió las ventanas anoche. Además, obtuve algunas fotos muy buenas para publicar en internet. Deberías haber visto la expresión en el rostro de Kotaro cuando se dio cuenta de que le había disparado al televisor… te lo mostraré más tarde”.

Viendo que la atención de Kyoko se dispersó una vez más hacia la calle, colocó las manos sobre sus hombros y la volteó en dirección al ascensor. “Vamos… ya es hora de que admitas tu acto de terrorismo”.

“¿Terrorismo?”, se defendió Kyoko en tono culpable. “¿Y cómo llamas a lo que ellos me hacen constantemente? … ¿Civilizado?”.

Suki rio nerviosamente y empujó a Kyoko hacia adentro del ascensor. “Sube, y si hay gritos…asegúrate de que sean ellos quienes gritan”.

Darious elevó la vista hacia el nombre impreso sobre el vidrio donde antes se encontraba la muchacha…‘Investigaciones paranormales’. Cerró los ojos, tanteando para orientarse en su camino a través del edificio, y apretó los dientes a medida que su poder daba con las almas antiguas. Inhaló cuando encontró el alma de Kyoko cerca de la cima del edificio. Ésta se dirigía directamente hacia el grupo de almas que estaban contaminadas con elementos no humanos…pero que tampoco eran demonios.

Abrió sus ojos color de ébano cuando comenzó a llover. La acera se humedecía, excepto adonde se hallaba su cuerpo invisible.

¿Por qué lo miraba con tanto interés, acaso era porque estaba ligada a las cosas paranormales? Dejó que su poder recorriera su alma una vez más, buscando detectar la presencia demoníaca en su aura. Su poder la rodeó durante varios latidos, y pudo sentir cómo su fuerza vital se elevaba y lo miraba directamente.

Y en ese momento, lo oyó… el eco de un suave llanto que apenas podía recordar, por encima de sus propios gritos torturados. La única vez que había oído ese sonido fue en el momento en que las cadenas de la eternidad se habían roto. Había dejado el sonido atrás al luchar por salir del pozo, y éste se le había aparecido en su memoria muchas veces. Cuanto más se acercaba a esta ciudad… más lo empezaba a acechar ese recuerdo.

¿Qué cosa en ese llanto le había cerrado el pecho ahora, y no hace siglos atrás cuando realmente importaba? ¿Por qué de repente importaba ahora? Darious sacudió la cabeza sintiéndose irritado. No podía cambiar el pasado, entonces, ¿por qué permanecer en él?

Justo cuando Kyoko abría la puerta de la habitación en la que todos esperaban, sintió como si alguien la rodeara con sus brazos, y respiró súbitamente. Volteando a la derecha, elevó su vista hacia la oscuridad. Dentro de esa oscuridad se encontraba el mismo rostro que había visto cruzando la calle… esta vez sin anteojos de sol. Sus ojos la sumieron en la fascinación…eran del más extraño color de la plata turbulenta, con un reflejo azul helado.

Kyou giró hacia la puerta, sintiendo que Kyoko se acercaba, pero la expresión extraña en su rostro lo obligó a actuar. Corrió hacia adelante y la sostuvo antes de que cayera. Sintiendo cómo un elemento no bienvenido la tocaba por detrás, su gruñido de advertencia dispersó al poder sobrenatural que la rodeaba.

Éste la abandonó como una ola furiosa en el mismo momento en que un trueno sacudió las ventanas por la tormenta que se aproximaba. Kyou entornó sus ojos dorados, levantándola en brazos de forma posesiva y colocándola cuidadosamente sobre el sofá, ante la presencia de todos. Cuando todos avanzaron, él sostuvo su mano en alto, ordenándoles que se quedaran atrás.

Darious se retiró y abrió los ojos, mirando hacia la cima del edificio. Todavía podía sentir el calor de su alma, y era la primera vez que había experimentado una sensación de calidez desde que tenía memoria. También había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sintió impactado por el poder de otro ser.

Esbozó una sonrisa fría y maliciosa a medida que se escabullía. El lugar seco sobre el pavimento se fue oscureciendo cuando el cielo se abrió, dando paso a un intenso chaparrón.

Capítulo 2 “Mitos peligrosos”

La audición de Kyoko volvió aun antes de que abriera los ojos. Cuando escuchó la voz de Shinbe anunciando que seguramente estaba embarazada, sus ojos se abrieron rápida y súbitamente, y le clavó una mirada fatal.

“Yo…”, se vio interrumpida de inmediato cuando Toya la jaló hacia sus brazos y casi la exprimió contra él.

“¡No hagas eso! Casi me das un maldito ataque cardíaco”. La sostuvo fuertemente hasta que recordó que todos estaban mirando. Su mandíbula comenzó a temblar, sabiendo lo que se avecinaba.

“Aawww, qué dulce”, rio Kamui burlonamente, “Toya está todo acaramelado con Kyoko. No sabía que eras así”.

Toya soltó a Kyoko tan rápido que cayó contra el brazo del sofá. “Vas a sentir mi puño en tu cara si no te callas, mocoso”. Gruñó, pero su expresión volvió a suavizarse cuando dio un paso atrás y vio a Kyoko que se incorporaba. “Lo que quise decir es… ¿Qué estás intentando hacer, terminar de darnos el ataque al corazón que empezaste anoche?”.

“Si siguen así, quizás lo haga”, dijo Kyoko con una sonrisa burlona dirigida a Toya. “Luego iré a esconderme a la habitación de Kyou”.

“¿Por qué te esconderías allí?”, preguntó Toya, sintiéndose celoso al instante.

Kyoko suspiró y sopló apartando un mechón de su cabello de los ojos. Toya era inteligente pero, a veces, si no fuera por su aspecto, juraría que tenía la edad mental de un niño de cinco años.

“Porque Kyou tiene barreras a prueba de nerds en su puerta”, aportó Kamui sin apartar la vista de su nuevo portátil, que mantenía lejos de Toya.

Toya gruñó y se dio vuelta para enfrentar al más joven del grupo. “Sigue así, Kamui, y hare que tu sistema informático colapse”.

“¿Y esto lo dice el hombre que siquiera sabe dónde está la tecla Enter en el teclado?”, preguntó Kamui arqueando una ceja. “Me sorprendería si supieras dónde está el botón de encendido de un monitor”.

Toya se inclinó hacia él. “No estaba hablando del disco rígido”. Sus labios apenas esbozaron una sonrisa malvada cuando Kamui sujetó el portátil con más fuerza y se estremeció.

“¡Suficiente!”, dijo Kyou, con una voz que hacía eco de su autoridad. “Siéntense todos. Kyoko, tú puedes quedarte en el sofá si lo deseas y, no, Toya… no va a compartirlo contigo”. Dirigió una mirada irritada a su hermano.

Toya comenzó a murmurar algo acerca de ciertos hombres con palos y microchips en sus traseros, antes de dejarse caer sobre la silla de Kyou. Éste lo miró fijamente con la expresión impávida por la cual era famoso. Cuando el hombre de cabello plateado sintió un pequeño tirón sobre su mano, miró a Kyoko, que movió sus pies de modo tal que Kyou pudiera sentarse sobre el otro extremo del sofá.

Kotaro y Yohji rieron disimuladamente al ver que Kyou aceptó la invitación y se sentó, con los pies de Kyoko sobre su regazo.

“Como todos bien saben, esta noche es Halloween”, comenzó Kyou.

“¡No me digas!”, masculló Toya, intentando no mirar con furia a los pies de Kyoko en contacto con su hermano.

“Lo cual significa”, continuó Kyou dirigiendo una mirada asesina a Toya, “que hoy habrá mayor actividad. Los rituales paganos saldrán mal como de costumbre, y la actividad paranormal también se intensificará. Todos nosotros estaremos en estado de alerta durante las próximas veinticuatro horas. Considerando que las fiestas de Halloween se extenderán hasta más tarde en la noche, y siendo sábado…creo que todos entienden la idea”.

“Sí, sí, lo entendimos”, exclamó Toya. “Uy, tengan cuidado porque habrá mujeres desnudas corriendo por las calles, perseguidas por pandillas de violadoras lesbianas, ¡uh!”

“¿Adónde?”, preguntó Shinbe a todo volumen, que no había prestado demasiada atención desde que Suki entró.

Kyou masajeó el espacio por encima de sus cejas, donde sentía que se acumulaba una ligera presión. Él y sus hermanos escondían bien sus poderes del mundo, pero a veces se preguntaba si no habían retrocedido demasiado. Habían sido enviados aquí para mantener a Kyoko a salvo sin que ella lo supiera, y para liberar al mundo de tantos demonios como pudieran. Había establecido la agencia en cuanto notó la elección de carrera que ella había hecho.

Kotaro levantó la voz. “El departamento de policía designó a mi brigada a la plaza de la ciudad esta noche debido a la sobrecarga de las fuerzas policiales. Otros policías estarán allí a intervalos porque el año pasado las fiestas barriales no terminaron sino hasta el amanecer, y varias personas desaparecieron esa noche”.

Kamui asintió, volteando su portátil para que todos vieran: “Chicos, tenemos una bruja en la ciudad”.

“A ver si te enteras, niño… esta noche tendremos un montón de brujas en la ciudad”, Yohji sonrió burlonamente. “Algunas más sensuales que otras”.

“Esas brujas no están absorbiendo la vida de niños pequeños”. Kamui señaló una lista de nombres de la guardia infantil del hospital. “Todos estos niños están en coma, y todo ocurrió durante la última semana. Los médicos están desconcertados, porque en todos los casos los niños se encontraban afuera después del anochecer, y todas las pruebas que les hicieron no revelaron ninguna lesión. Simplemente no se despiertan”.

Kyoko frunció el ceño intentando concentrarse en la reunión. Era difícil, porque no podía sacudirse esa extraña sensación que había permanecido en ella desde que vio a aquél hombre al otro lado de la calle, y luego sintió lo que podría jurar que eran sus brazos rodeándola.

Apartando el recuerdo por un momento, su rostro se entristeció pensando en todos esos niños del hospital. Una vez había leído que si una bruja toma una parte de tu alma, caes en un profundo sueño. Luego tienes pesadillas por siempre, a medida que la bruja se alimenta de tu miedo. ¿Acaso todos esos niños estaban atrapados en aquellos sueños, gritando para que alguien los salvara?

“No creo que echarle un cubo de agua en la cabeza funcione, pero yo quiero ir a la caza de algo tan cruel. ¿Cómo reconoceremos a la bruja si la vemos? ¿Alguien ha visto una alguna vez? ¿Acaso no son solo seres humanos que accedieron a una potente magia?”. Comenzó a disparar preguntas mientras intentaba incorporarse, pero Kyou le puso la mano sobre los tobillos para impedírselo.

Kyou no miró a Kyoko, esperando que ella pensara que no era intencional, mientras rodeaba sus tobillos con sus dedos como si fuera un brazalete. En ese momento sostenía una barrera protectora sobre ella, que se mantenía en su lugar solo mediante su toque… además, todavía no estaba listo para perder contacto con ella.

Él había sentido la poderosa aura que la rodeó justo antes de que se desmayara. Y si bien la había apartado de ella… todavía sentía el rastro de su presencia. Eso solo era suficiente para enojarlo. Había colocado barreras contra demonios en todo el edificio, y en cada esquina de cada piso, ocultas dentro del panel de yeso para que no las notaran.

Sus ojos dorados se elevaron hacia la gran ventana panorámica que se hallaba en medio de la pared exterior. Se suponía que durante ese día y esa noche el clima estaría despejado y fresco…entonces, ¿de dónde había salido esa tormenta? Mientras miraba la lluvia de cerca, advirtió una silueta que no era traspasada por la lluvia.

Sin querer que la aparición supiese cómo la había ubicado, Kyou puso su atención en la entusiasmada descripción que Shinbe hacía de las brujas.

“Las brujas reales nunca fueron humanas. Sus almas son demoníacas y eternas. Se mantienen vivas tomando la fuerza vital de los niños, alimentándose de sus pesadillas. Ese es su alimento. En cuanto a su aspecto, como tantos niños han sido sus víctimas, a esta altura deben haber adoptado una forma inusual…jóvenes, hermosas, e incluso de apariencia angelical”.

Shinbe aclaró su garganta y borró la imagen erótica que rondaba su cabeza. “No muestran su verdadera forma hasta el momento en que toman la fuerza vital de otra persona, o en plena batalla. Cuando se alimentan, su aspecto es verdaderamente espantoso”.

“Tú debes saberlo”, afirmó Toya con voz lúgubre.

Shinbe dirigió a Toya una mirada que le ordenaba permanecer en silencio y, por única vez, Toya tuvo la decencia de dejarlo ahí.

Yuuhi se encontraba parado junto a la silla en la que estaba sentado su hermano Amni, pero sus ojos estaban fijos en la lluvia que caía afuera. “Ella estará en el centro de la ciudad, dentro de la zona de fiestas, cerca del festival infantil, pero no será el único demonio en el lugar. Se cuida de los que tienen poderes superiores a los suyos. Es por eso que tiene tanta ansiedad por comer…quiere almacenar energía para la pelea que sabe que se avecina. Esta noche añadirá nuevas víctimas a su frenesí alimentario”.

Tasuki se frotó los brazos para despejar los escalofríos. “Odio cuando haces eso”, murmuró mirando a Yuuhi a los ojos. La única diferencia entre el muchacho y un auténtico albino era el hecho de que Yuuhi tenía ojos profundamente oscuros, y su negrura se acrecentaba cuando recibía una visión…lo cual era simplemente espeluznante.

Mientras Tasuki lo miraba, Yuuhi volteó su vista hacia él, y sus pupilas color ébano se tornaron enormes y luminosas.

“No será una bruja lo que deberás enfrentar esta noche”, Yuuhi retrocedió para mirar la lluvia como si no acabara de dar un susto mortal a Tasuki.

Tasuki apretó los puños, sabiendo que el niño no le diría a qué debería enfrentarse. Decidiendo ignorar al resto de las personas en esa habitación, la mayoría de las cuales resoplaban divertidos por lo bajo, caminó hacia los armarios que contenían todo tipo de armas contra los demonios, y extrajo un pequeño saco de sal marina, deslizándolo rápidamente dentro de su bolsillo.

Sabía algunas cosas de verdadera magia, y si la sal marina no mataba a la bruja o a los demonios que la acompañaban… al menos le daría una ventaja inicial.

Amni sonrió con suficiencia al ver cómo Tasuki tomaba la sal. Era demasiado bueno como para dejarlo pasar. Luego de aclarar su garganta en silencio, hizo una muy buena imitación de la malvada bruja del oeste.

Tasuki debió saltar como una milla por encima de sus botas, volteándose con una mano en el corazón y mirando furiosamente al psíquico rubio.

“¡Buena, Amni!”, exclamó Toya.

“¡Vete al infierno!”, gruñó Tasuki.

“¡Tasuki!”, Kyoko lo regañó. “¿Quieres que llame al abuelo otra vez?”.

Tasuki se quedó inmóvil y sintió cómo un escalofrío le recorría el cuerpo hasta los huesos. Sí, había asuntos de la agencia que le daban mucho miedo… pero nada era peor que una visita del maestro del terror… el abuelo Hogo.

“No necesariamente, Kyoko, tan solo mantén a ese loquito lejos de mi esta noche”, atinó a decir finalmente Tasuki, esperando que el viejo no apareciera en el centro de la ciudad esa noche. Tenía la costumbre de aparecerse de la nada durante sus cacerías de demonios.

Amni volvió a sonreírle burlonamente, haciéndole un guiño sugestivo a Tasuki para lograr que palideciera antes de volver a dirigirse al grupo. Presionó las puntas de los dedos y cerró los ojos, invocando su poder de videncia. Detrás de sus párpados, el tiempo se aceleró, el día se volvió noche, y se encontró volando por los rascacielos del centro de la ciudad. De forma abrupta, Amni se vio en medio de la ciudad después del anochecer, rodeado de humanos vestidos con disfraces de Halloween.

Dirigiendo su vista sobrenatural en todas las direcciones, inhaló lentamente, buscando sentir los elementos que no pertenecían allí… había tantos. Sombras distorsionadas se retorcían a su alrededor, absorbiendo personas en todas las direcciones antes de desaparecer de vista. Espectros que no parecían otra cosa que vaporosas telas de araña volando a su alrededor como si desearan atacar, pero no había nada allí.

Al borde de la conciencia, Amni comenzó a escuchar algo siniestro, casi como unas garras de demonios rascando contra metal. Algo gritó al pasar junto a él, y se vio regresado abruptamente al presente. Sintió una pequeña mano sobre su hombro, y luego miró hacia los ojos cómplices de Yuuhi. En ese momento, Amni notó que se encontraba en el piso, y la silla en la que antes estaba sentado se había dado vuelta.

“Nadie debe salir solo hoy”, fue todo lo que dijo Amni mientras se apartaba de su hermano y ambos miraban afuera hacia la lluvia. La silueta se desvaneció, dejando que la lluvia cayera dentro del espacio vacío.

“Esta noche, todos formarán parejas y llevarán sus teléfonos celulares”, ordenó Kyou. “Kamui los seguirá a todos desde aquí, así que llámenlo si tienen problemas. La persona que esté más cerca suyo será enviada a ayudarles. Yuuhi y Amni se quedarán con Kamui, de modo que éste pueda transmitirles cualquier alerta”.

Kyou miró a Kotaro: “Kotaro, tú y Yohji patrullarán la plaza de la ciudad para el departamento de policía, y adonde quiera que envíen a Tasuki, Shinbe lo seguirá. Toya y Kyoko se disfrazarán para integrarse a los festejos, y quizás para mantener sus identidades a salvo en caso de que ocurra algo inesperado. Patrullarán el área infantil, en busca de la bruja”. Le hizo un leve guiño a Kyoko, sabiendo que era lo que realmente quería.

“Amni, tú y Yuuhi además actuarán como el equipo de ‘limpieza’. Si algo se sale de control y hay demasiados espectadores, deberán estar listos”. En silencio los miró para hacerles saber que debían borrar la memoria de todo ser vivo en caso de sentirlo necesario. “Suki estará esperando con la camioneta por si necesitan armas, o que los recojan”.

Toya cruzó los brazos sobre su pecho, completamente satisfecho ante el hecho de estar con Kyoko esa noche, incluso si significaba disfrazarse para Halloween. La sospecha lo invadió al advertir que Kyou no había revelado su posición para esa noche.

“¿Y qué hay de ti?”, preguntó Toya con desconfianza.

Kyou entornó la vista hacia la ventana, sabiendo que ya no estaban solos en la habitación. Había sentido cómo el aire se desplazaba con un movimiento inadvertido, y el poder que se ocultaba en él era impactante.

“Terminó la reunión”. Kyou mantuvo su voz tranquila pero exigente para no alertar a los demás.

Al principio nadie se movió, esperando que Kyou se marchase como normalmente solía hacerlo luego de las reuniones. Cuando se hizo evidente que no se iría, uno por uno se levantaron y abandonaron el lugar. Kyoko también se dio por aludida cuando Kyou soltó su tobillo. En unos instantes, la habitación estaba vacía y Kyou cerró la puerta…trabándola para no ser interrumpido.

Reclinó su espalda contra la puerta y miró la habitación vacía.

Kyou dejó que sus sentidos aumentados exploraran cada centímetro cuadrado del lugar antes de elevar su vista hacia la ventana. Miró atentamente hacia un lugar ubicado directamente junto al marco. Sabía que ésta tenía que ser la misma entidad que había hecho desmayar a Kyoko hacía algunos minutos. Lo que no podía saber era por qué. Era obvio que no tenía malas intenciones… casi era como si solo estuviese de visita.

Sin embargo, Kyou no podía sacudirse la sensación de haber sentido la presencia de esta entidad antes. Sin importar qué fuera, Kyou sabía que debía averiguar sus secretos y el motivo por el que estaba allí. Mientras tanto, consintió la idea de mirar fijamente hacia su escondite hasta que se presentara o se fuera.

Darious estaba sentado sobre el amplio alféizar, recostado contra el marco, con una pierna apoyada en posición relajada. Había oído todo, y se había quedado con una extraña sensación de pertenencia que intentaba ignorar. Siempre había trabajado solo contra los demonios, y aquí encontró una habitación repleta de… humanos no era la palabra adecuada para algunos de ellos, si bien pretendían serlo.

Prueba de esto era el hecho de que el hombre sabía dónde estaba, aún sin poder verlo. Sin embargo, la mirada que le dirigía ese hombre era un reto a su naturaleza. Ese hombre de cabellos plateados no era humano…no era un demonio… ¿qué rayos era? Darious frunció un poco el ceño hasta que una poderosa aura recorrió la habitación hacia él. No era amenazante… tan solo expresaba que sabía exactamente adónde se encontraba.